martes, septiembre 09, 2025

Monólogo de «Ansia», de Sarah Kane

Traducción de Sonia Jasmin




Quiero dormir a tu lado
y comprar por ti, y cargarte las bolsas
y decirte cuánto me gusta estar contigo
pero me siguen obligando a hacer estupideces (…)
Y quiero jugar al escondite y regalarte mi ropa
y decirte cuánto me gustan tus zapatos
y sentarme en el borde de la bañera mientras te bañas
y hacerte masajes en el cuello y darte besos en los pies
y llevarte de la mano e irme contigo a cenar
y que no me importe que comas de mi plato
y encontrarme contigo en el Rudy’s y hablar del día
y teclear tus cartas y llevar tus cajas y reírme de tus paranoias
y regalarte discos que nunca escucharás
y ver películas buenísimas y ver películas malas
y quejarme del programa de radio
y hacerte fotos mientras duermes
y levantarme para prepararte café con tostadas y pancitos
y salir contigo a tomar un café al Florent en medio de la noche
y dejar que me robes los cigarrillos y que nunca tengas fuego
y contarte lo que vi en la tele la otra noche y acompañarte al oculista
y no reírme de tus chistes
y desearte por la mañana pero dejarte dormir un poco más
y mientras darte besos en la espalda y acariciar tu piel
y decirte cuánto me gusta tu pelo tus ojos tus labios tu cuello 
          tu pecho tu c... derrirere
y sentarme a fumar en la escalera hasta que vuelva tu vecina
y sentarme a fumar en la escalera hasta que vuelvas
y preocuparme cuando te atrases y asombrarme cuando te adelantas
y regalarte girasoles e ir a tu fiesta y bailar hasta quedar negro
y estar triste cuando me equivoque y feliz cuando me perdones
y mirar tus fotos y desear haberte conocido desde siempre
y sentir tu voz en mis oídos y sentir tu piel contra mi piel
y tener mucho miedo cuando te enojes y se te ponga un ojo negro
y otro azul y tu pelo hacia la izquierda y una cara de oriental
y decirte estás preciosa y abrazarte cuando estés ansiosa
y abrazarte más cuando sufras
y desearte sólo con olerte y abusarme al tocarte
y gemir cuando esté a tu lado y gemir cuando no esté a tu lado
y babear sobre tu pecho
y envolverte toda la noche
y sentir frío cuando me quites la manta y sentir calor cuando no lo hagas
y derretirme cuando sonrías y desintegrarme cuando rías y no entender
y preguntarte por qué crees que te estoy rechazando cuando no te estoy 
          rechazando
y preguntarme cómo puedes pensar que yo sería capaz de rechazarte a ti
y preguntarme quién eres pero aceptarte igual
y contarte acerca del ángel del niño del bosque encantado que voló sobre 
          el océano porque te amaba
y escribirte poemas y preguntarme por qué no me crees
y tener un sentimiento tan profundo que no encuentra palabras
y querer compartirte un gatito y sentir celos de él cuando reciba 
          más atención que yo
y retenerte en la cama cuando te tengas que ir y llorar como un bebé 
          cuando finalmente te vayas
y vaciar los ceniceros y comprarte regalos que no quieras y llevármelos 
          otra vez
y pedirte que te cases conmigo y que tú me digas que no otra vez 
          pero siempre fue en serio desde la primera vez
y deambular por toda la ciudad pensando que sin ti está vacía y querer 
          todo lo que quieres
y pensar que me estoy perdiendo a mí mismo
y saber que contigo estoy a salvo
y contarte de mí mismo lo peor e intentar darte lo mejor porque tú 
          lo mereces
y contestar tus preguntas cuando prefiera no hacerlo
y decirte la verdad cuando en realidad no quiera e intentar ser honesto 
          porque sé que tú lo prefieres
y pensar que todo se acabó pero aferrarme allí durante diez minutos 
          más hasta que me eches de tu vida y te olvides de quién soy
e intentar acercarme a ti porque es hermoso aprender a conocerte 
          y el esfuerzo vale la pena
y hablarte mal en alemán y peor en hebreo
y hacer el amor contigo a las tres de la madrugada
y de alguna de alguna manera comunicarte ese amor
abrumador
arrasador
incondicional
omnipresente
y sempiterno que enriquece el corazón
y libera la mente ese amor eterno y presente que siento por ti.



1998













lunes, septiembre 08, 2025

«Lo irremediable», de Charles Baudelaire

Traducción de Juan Carlos Villavicencio



II

¡El límpido encuentro oscuro
de un corazón convertido en su propio espejo!
Pozo de Verdad, negro y claro,
donde tiembla una estrella pálida,

un faro irónico, infernal,
antorcha de elegancia satánica,
alivio y gloria únicos
—¡La conciencia dentro del Mal!





en Les Fleurs du Mal, 1857








L’irremédiable 

I // Une Idée, une Forme, un Être Parti de l’azur et tombé Dans un Styx bourbeux et plombé Où nul œil du Ciel ne pénètre; /Un Ange, imprudent voyageur Qu'a tenté l'amour du difforme, Au fond d'un cauchemar énorme Se débattant comme un nageur, /Et luttant, angoisses funèbres! Contre un gigantesque remous Qui va chantant comme les fous Et pirouettant dans les ténèbres; /Un malheureux ensorcelé Dans ses tâtonnements futiles, Pour fuir d'un lieu plein de reptiles, Cherchant la lumière et la clé; /Un damné descendant sans lampe, Au bord d'un gouffre dont l'odeur Trahit l'humide profondeur, D'éternels escaliers sans rampe, /Où veillent des monstres visqueux Dont les larges yeux de phosphore Font une nuit plus noire encore Et ne rendent visibles qu'eux; /Un navire pris dans le pôle, Comme en un piège de cristal, Cherchant par quel détroit fatal Il est tombé dans cette geôle; /—Emblèmes nets, tableau parfait D'une fortune irrémédiable, Qui donne à penser que le Diable Fait toujours bien tout ce qu'il fait! /II /Tête-à-tête sombre et limpide Qu'un coeur devenu son miroir! Puits de Vérité, clair et noir, Où tremble une étoile livide, /Un phare ironique, infernal, Flambeau des grâces sataniques, / Soulagement et gloire uniques / —La conscience dans le Mal!








domingo, septiembre 07, 2025

«Lo irremediable», de Charles Baudelaire

Traducción de Juan Carlos Villavicencio



I

Una Idea, una Forma, un Ser
que partió desde lo azul y cayó
en una laguna Estigia fangosa y plomiza
que ningún ojo del Cielo podría penetrar;

un Ángel, un viajero imprudente
tentado por el amor a lo deforme,
se debate como un nadador
en el fondo de una enorme pesadilla

y lucha ¡con una angustia fúnebre!
contra un gigantesco remolino
que canta como si fuera todos los locos
y hace piruetas a través de la oscuridad;

un infeliz hechizado
en sus inútiles tanteos 
por huir de un lugar lleno de reptiles,
busca la llave y busca la luz;

un condenado que desciende sin lámpara
al borde de un abismo cuyo olor
delata la profundidad húmeda
de eternas escaleras sin barandas,

donde monstruos viscosos acechan,
cuyos grandes ojos de fósforo
oscurecen todavía más la noche
y sólo los hacen visibles a ellos;

un barco atrapado en el polo,
como en una trampa de cristal,
busca por cuál estrecho fatal
ha caído en tal prisión;

—emblemas claros, cuadro perfecto
de una fortuna irremediable,
¡que sugiere que el Diablo
siempre hace todo bien!






en Les Fleurs du Mal, 1857













sábado, septiembre 06, 2025

«En el monasterio de la montaña dorada», de Su Dongpo

Versión de Carlos Manzano de la traducción de Kenneth Rexroth




Mi tierra natal está allá arriba,
Lejos, junto a la cabecera
Del río. Como burócrata itinerante
Que soy, me han enviado al punto
En que el río entra en el mar. He oído
Decir que aquí, a diez metros de
Profundidad en la marisma de sal, se
Pueden encontrar vestigios de la
Arena, aún fría, que salía borboteando
En la fuente de Chong Ling en
Lo alto de la meseta rocosa, junto al
Sendero Meridional. He llegado
Aquí siguiendo las corrientes y las
Olas. Ahora, en lo alto de la
Torre, diviso todo el paisaje. Al sur
Del río y al norte del río, hay
Innumerables montañas azules. La
Belleza del atardecer no puede
Disipar mi pena. Vuelvo a montar en
Mi barca para el regreso. Los
Monjes, en su solitario monasterio,
Contemplan, sentados, la puesta
Del sol. La suave brisa, sobre cuatro
Mil hectáreas, forma un elegante
Brocado con las aguas. Con los últimos
Rayos del ocaso los bancos
De peces titilan en el agua. En este
Momento el alma material
De la luna nace del río. Luego, tras
La segunda ronda, después
De que se haya puesto la luna, los
Cielos quedan sumidos en una
Profunda tiniebla. Después brillan
Por entre la corriente las
Antorchas de los pescadores. Sus
Luces van y vienen reluciendo
Recordadas en el cielo y espantando
Las aves dormidas sobre el
Agua. Intento dormir, pero tengo
El corazón agitado y la cabeza
Distraída. Ni hombres ni espectros
Acuden aquí. ¿Qué es entonces?
¿Me habrá mostrado el espíritu del
Río una visión para avisarme?
Como la desembocadura del río y las
Islas me afectan así, no volveré
A este monasterio. Se lo agradezco al
Espíritu del río, pero, ¿de qué
Ha servido? Así como las aguas no
Pueden regresar a su fuente,
Nunca podré yo volver a mi tierra.




en Cien poemas chinos, 1966






Pintura original: La belleza de las montañas verdes (1679), de Wang Hui















viernes, septiembre 05, 2025

«Oasis en el instante», de Sohrab Sepehrí

Traducción de Clara Janés, Sahán y Mojgan Salami




Si venís a buscarme
estaré más allá de la tierranada.
Más allá de la tierranada hay un lugar.
Más allá de la tierranada las venas del aire
están llenas de milanos que nos traen noticias
de una flor recién abierta en el arbusto del extremo confín de la tierra.
En la arena hay dibujos de cascos de caballos,
de sutiles jinetes que al alba se dirigieron hacia
las alturas ebrias de la asunción de la amapola.
Más allá de esa tierranada, el abanico del deseo permanece abierto:
en cuanto la brisa de la sed corre por el fondo de una hoja
se oyen las campanas de la lluvia.
Aquí el hombre está solo
y en su soledad
la sombra de un olmo se extiende hasta la eternidad.

Si venís a buscarme,
venid, pues, lenta y suavemente para que no se raye
la porcelana de mi soledad.




en Espacio verde (junto a Todo nada, todo mirada)
Ediciones de Oriente y del Mediterráneo, 2010














jueves, septiembre 04, 2025

«Mujer y gata», de Paul Verlaine

Traducción de Juan Carlos Villavicencio




Jugaba con su gata,
y era maravilloso ver
la mano blanca y la pata blanca
divirtiéndose en las sombras de la tarde.

Escondió —¡la muy infame!—
sus uñas de ágata asesinas,
afiladas y pálidas como una navaja,
bajo estos mitones de hilo negro.

La otra también se hacía la dulce
y recogía su garra afilada,
pero el diablo nada perdía con eso…
y en el tocador donde, sonora,
resonaba su risa etérea,
cuatro puntos de fósforo brillaban.



en Poemas saturnianos, 1866










Femme et chatte

Elle jouait avec sa chatte, / Et c’était merveille de voir / La main blanche et la blanche patte / S’ébattre dans l’ombre du soir. // Elle cachait – la scélérate ! – / Sous ces mitaines de fil noir / Ses meurtriers ongles d’agate, / Coupants et clairs comme un rasoir. // L’autre aussi faisait la sucrée / Et rentrait sa griffe acérée, / Mais le diable n’y perdait rien… / Et dans le boudoir où, sonore, / Tintait son rire aérien, / Brillaient quatre points de phosphore.






Por los trece añitos que hubiera cumplido hoy nuestra Naimita









miércoles, septiembre 03, 2025

«Resiste, pueblo mío, resiste», de Dareen Tatour

Versión de Juan Carlos Villavicencio



Resiste, pueblo mío, resiste.
En Jerusalén, vestí mis heridas y respiré mis penas
y cargué mi alma en la mano
por una Palestina árabe.
No sucumbiré a la «solución pacífica»,
nunca bajaré mi bandera
hasta que los expulse de mi tierra.
Los apartaré de mí en el futuro.
Resiste, pueblo mío, resiste.
Resiste al saqueo de los colonos
y sigue la caravana de los mártires.
Despedaza los principios vergonzosos
que impusieron bajezas y humillación
y nos impidieron restaurar la justicia.
Quemaron a niños inocentes;
en cuanto a Hadil, un francotirador la mató,
la mató a plena luz del día.
Resiste, pueblo mío, resiste.
Resiste la arremetida de los colonialistas.
No escuches a sus agentes entre nosotros
que nos encadenan con la ilusión pacífica.
No temas a los de lengua dudosa;
en tu corazón la verdad es más fuerte,
siempre que resistas en una tierra
que ha vivido de incursiones y victorias.
Entonces Alí gritó desde su tumba:
Resiste, mi pueblo rebelde.
Escríbanme como si fuera prosa sobre madera;
mis restos los tienen a ustedes como respuesta.
Resiste, pueblo mío, resiste.
Resiste, pueblo mío, resiste.













martes, septiembre 02, 2025

«La puerta aporta», de Luiza Neto Jorge

Traducción de Mario Morales Castro




La puerta rueda al contrario de la luna
la puerta rueda brújula encerrada en el revés de los ojos
la puerta gime es un can nocturno
la puerta gime extinta en la traílla de la noche
la puerta arena
la puerta polilla paria de mar
la puerta marea que viene y que va que golpea y que cierra 
la puerta con máscara de muerte
la puerta sin suerte
la puerta rodilla en el alma de las puertas
la puerta mujer de la casa de citas
la puerta manchó la mañana con un grito de puerta
la puerta ahorcada en el mástil de la casa
la puerta por ala
la puerta rueda
la puerta sexo la vida toda
la puerta tosca de madrugada clavos son estrellas muertas 
la puerta clavada
la puerta subasta
la puerta aldaba la puerta araña por corazón
la puerta tú
la puerta yo
la puerta nadie en la pequeña tierra
la puerta rueda
la puerta gime
la puerta antorcha
la puerta timón 



en Poesia, 1993










A porta roda ao invés da lúa / a porta roda bússula enterrada ao invés dos olhos / a porta geme é um cão nocturno / a porta geme extinta na trela da noite / a porta areia / a porta caruncho pária de mar / a porta maré que vem e que vai que bate e que fecha / a porta com máscara de morte / a porta sem sorte / a porta joelho na alma das portas / a porta mulher da casa de passe / a porta manchou a manhã com o grito de porta / a porta enforcada no mastro da casa / a porta por asa / a porta roda / a porta sexo a vida toda / a porta tosca da madrugada pregos são estrelas mortas / a porta pregada / a porta leilão / a porta batente a porta aranha por coração / a porta tu / a porta eu / a porta ninguém na terra pequena / a porta roda / a porta geme / a porta facho / a porta leme 








lunes, septiembre 01, 2025

«El monte de las furias», de Fernanda Trías

Fragmento



 
Helaba. De nuevo me calcé las botas y me eché la manta a la espalda. La niebla seguía rastrera, no soplaba una gota de viento. Íbamos a pasar todo el día dentro de la nube, con los gorriones engañados por la ausencia de luz. Le di la vuelta al jardín, arrancando algunos tallos de lengüaevaca que se habían afianzado por ahí. La humedad trabajaba sobre las cosas, corroía como un lamento. Aunque los perros ya no ladraban, igual quise ir a vigilar el portón, asegurarme que todo estuviera en orden. El suelo, esponjoso, cedía bajo mis pies. Unos diez metros más allá del límite del jardín, pasando el galpón de las herramientas, pasando el corral abandonado de las gallinas, justo antes de llegar al alambre, estaba el cuerpo.
 
Voy a poner acá todo lo que sé de él:

Lo encontré bocabajo, con la cara enterrada entre las hojas excepto por un pedacito de mejilla negra, sucia de algo que parecía carbón. Los pies volteados hacia adentro, las manos negras también. Uñas como si hubieran escarbado la tierra. El pelo había sido largo, se notaba, pero lo tenía motilado a lo bruto y ahora terminaba encima de la nuca como un cepillo de puntas rectas. El resto era un pantalón oscuro, un buzo de lana y unos mocasines de hombre. Digo de hombre porque tenían esa hebilla que solo recuerdo haberles visto a los doctores del hospital, y lo digo también porque le quedaban grandes, dándole al cuerpo un aire desencajado, de pies exageradamente largos en relación con las piernas.

Cuando el Celador llegó agarramos una pala y nos pusimos a cavar un agujero.

Pero antes debería consignar aquí lo que no le dije al Celador:

No le dije al Celador que, después de encontrarlo, agarré al cuerpo de los sobacos, lo levanté un poco y lo arrastré algo así como medio metro hasta unas rocas que le hicieron de respaldo. El cuerpo sentado parecía un muñeco, mientras que el cuerpo en la tierra parecía un animal. Le acomodé las manos sobre las piernas para que no estuvieran volteadas como pidiéndole al cielo. Me senté en el pasto y lo miré. De lejos alguien hubiera dicho «dos personas conversando», porque me había sentado muy cerca, igualito que si lo conociera, y yo, sin quererlo, también imitaba la posición de las manos, apoyadas tranquilamente sobre las rodillas. Cuando no supe qué más hacer, le revisé los bolsillos.

No encontré nada.

La roca que sostenía al cuerpo se veía cómoda, afelpada y mullida por el musgo que crecía en ella y le daba un aspecto de sillón caro. El musgo no tiene raíces, solo unos filamentos para amarrarse a la roca. Es lo primero que cubre el suelo. Contiene más de veinte veces su peso en agua y así permite que nazca lo demás: el pasto y los árboles. El musgo es como el tapizado del mundo (digámoslo así), la tela que sostiene el monte vertical. Vestida con musgo y líquenes, la roca se llena de colores. 

A veces pienso que la piel rugosa de la roca duerme como algo que está a punto de nacer. La gente cree que las rocas son todas iguales, pero ninguna se parece. Si yo quisiera decir «Esta es mi roca», debería aprenderme de memoria su forma y cada hueco, cada rendija, cada abolladura, cada pelito de musgo y cada mancha (como lunares) de los líquenes amarillos. Sería tan difícil como aprender un idioma nuevo.

Ahí lo dejé, apoyado. La ropa me había quedado sucia y tuve que entrar a cambiarme. Después bajé a buscar al Celador. Casi tuve que zarandearlo para que se despertara. Subimos la cuesta juntos, yo teniendo que aguantar el tranco porque él no podía seguirme el ritmo. Me preguntaba: Qué pasa, mujer, ¿por qué tanto misterio?, pero yo no quería adelantarle nada.
Cuando llegamos ni siquiera le ofrecí agua, aunque lo vi jadeante y sudado. Lo llevé directo al alambre y le mostré el cuerpo. Seguía recostado en la roca, donde lo había puesto, pero se ve que en el rato entre que fui y vine se había resbalado un poco y ahora parecía un borracho caído, de esos que amanecen despatarrados en el suelo.

¿Qué hacemos?, dije.

Pensé que podríamos dejarlo ahí, que el monte se lo comería igual que alguna vez se tragó los muros de la casa en la quebrada, y se lo sugerí al Celador.

No sea bruta, dijo él.

Pero yo me había imaginado algo lindo: el cuerpo como los Judas de trapo que hacíamos de chiquilines y que de tanto cargarlos para todos lados una se encariñaba y daba lástima quemarlos. Me lo imaginé así, caído, flojo, y las ramitas creciendo del suelo, el pasto avanzando por el hueco entre las piernas y todo alrededor de la cabeza, como una corona, y así así el monte lo iría cubriendo, enredándolo con tallos hasta dejarlo escondido. ¿Qué otra cosa íbamos a hacer con él?



2025














domingo, agosto 31, 2025

«visto el infierno…», de Magdalena Chocano




 
visto el infierno desde cierto paraíso 
alicaído el ojo
la pena extensa, intensa, eterna
la memoria de lo bien partido
el goce de lo mal habido

los culpables navegan inocentes 
los nombres al revés
la esfera al cubo

y viceversa
avistado desde cierto infierno el paraíso

el ojo mecanismo, el ojo paralelo

la cercana lejanía un paseo por la ausencia
la amnesia grave de la gloria
los inocentes deambulan y por allá van los golpes de pecho

todo movimiento es circular
el alma bifronte pestañea
ante el fuego intenso, extenso, eterno

el cuerpo anfibio 
los dedos mutilados
señalaban a campo traviesa
por dónde los pasos habían ido y venido
cuando era posible cruzar la valla entretejida de ex-votos

nadie me conocía 
yo tampoco

y canturreaban «torres más altas han caído» 
al son de la jarana



en De este Lado del Cielo. Nueva Antología de la Poesía Peruana
(Mario Pera ed.), Descontexto Editores, 2018











sábado, agosto 30, 2025

«A la muerte de nuestra niña», de Zhīdào Shéi

Versión de Juan Carlos Villavicencio




En el centro del valle
el desolado Templo
junto a la Montaña del Dolor.
Volvemos a casa desde el otro lado del río.
Solos caminamos entre los árboles
pero descubro en la caricia del viento helado
a mi pequeña hija disfrutando el sendero
delante de nosotros.
Me recuerda una lúdica pintura llamada
La gata blanca de la venganza,
cómo dormía con su cara junto a mí
o se hundía feliz entre los brazos de su madre.
Atardece 
y como el sol 
su fantasma se pierde allá lejos en el mar.
No hay barca para nosotros.
En el Templo
su hermana duerme el sueño de las flores.
Cae la luna sobre nuestras miradas.
El frío del invierno no rebasa el vacío 
que cargamos en el cuerpo.
Así como las aguas no
pueden volver a las nieves,
nunca podrá ella volver a nuestra tierra.













viernes, agosto 29, 2025

«Canta (por lo que queda del desierto)», de Tariq Luthun

Versión de Juan Carlos Villavicencio





no sé quiénes son, pero
dicen que si quieres
cantar,
cantes. si quieres bailar,
demuéstrenmelo. el mundo de cuerpos 
oscuros del que vengo no

sabe cómo nombrar
a estos desesperados pies que se arrastran
             por nada.
                         más
que la inalterable
percusión de la vergüenza, me mantengo

firme en este foco
de reverberación. no confío
en tus manos más de lo que
                          confío en el
              reloj que mi tío
me trajo de regalo desde la pa-

tria. ¿alguna vez has pasado
tus manos alrededor del tronco
de un olivo? venimos
del mismo
lugar. mi padre me habla
de nuestro viejo país, y no pregunto
adónde fueron las canciones,
cuándo fuimos abandonados
              sólo con versos 
                         cantados a viva voz 
a Dios. no he visto
a mis primos en 10 años, pero vi

una nación que quiere ser dueña de mi nación
soltar un puño en una kufiya y llamar
a mi país «moda» — esta es la piel
que conozco. y he aprendido
que ellos y otros como
ellos son de los que se roban

todos los escalones antes de la tumba; dando pie
a toda alegría, a ninguna 
penas. sé que no lo 
guardarás, pero si 
te cuento un secreto
             ¿me lo vas

                         creer?
bailé a lo largo del espinazo de la orilla,
me construí desde la arena
hasta que el océano
                                vino por mí.
                    me rendí con las olas,
cogí estas manos levantadas
y pregunté: ¿qué es el sol
sino sólo la yema
de la luna? o mejor dicho, ¿qué soy
en la oscuridad sino sólo
              una forma de 

                        llegar a ti?
los oí decir que mi gente era
mala, pero no podemos ser
tan malos si
mamá todavía me deja entrar
después del amanecer — el resentido desastre 

de mi orgullo endurecido en esta
vestimenta, ella riéndose amablemente por
lo que queda de mí.
¿sabes cómo aprendí 
a cantar? recé;
este paciente atuendo

gravó versos a fuego en mi carne.
me perdí a mí mismo. hice
esto hasta que olvidé
              lo que significaban los gritos.
                            vi cómo
                                       salían

del coro
de una sola boca. y aún así,
pregunté, aún así
                          Dios no me detuvo,
                no cantó
ni una sola palabra

















miércoles, agosto 27, 2025

«Una ventana», de Jorge Teillier



Naima 
(4 de septiembre 2012 - 27 de agosto, 2025)

 
Todas las nubes
me anunciaban que tú llegarías, 
cuando despertaba para volverme 
hacia la ventana de los sueños.
Pero tú debías extraviarte:
los pájaros se comían las migas
que sembré para señalarte el camino.

Alguien vestido siempre de negro te vigilaba 
y quería transformarte en otra,
para que yo no te reconociera.
Hasta que de pronto nos encontramos
y la realidad hecha pompas de jabón 
voló de retorno al país de la pureza.



en Poemas del País de Nunca Jamás, 1963









A propósito de la muerte de nuestra hijita Naima, la gatita más bella del cosmos













martes, agosto 26, 2025

«Noche de reyes», de William Shakespeare

Fragmento / Traducción de Jaime Clark



 
La casa de Olivia.
MARÍA y el BUFON.

MARÍA
Si no me dices dónde estuviste, no despegaré mis labios para disculparte, ni áun lo suficiente para que pueda pasar por ellos una cerda: el ama te mandará ahorcar por tu ausencia.

BUFÓN
Que me ahorque: quien fuere bien ahorcado en este mundo, no tiene que temer á enemigo alguno.

MARÍA
¿Se puede saber por qué?

BUFÓN
Porque ya no le es posible ver á ninguno.

MARÍA
La respuesta es ingenua. Yo te puedo decir de dónde trae su origen ese dicho de no temer á enemigo alguno.

BUFÓN
¿De dónde, ilustre señora María?

MARÍA
De las guerras; y así lo puedes afirmar entre tus demas bufonadas.

BUFÓN
Pues talento le dé Dios al que no le hiciere falta, y válgale al necio su discrecion

MARÍA
Con todo, no os librareis de la horca por haber estado ausente tanto tiempo; ó por lo ménos, os pondrán en la calle, que es lo mismo que si os dejaran colgado.

BUFÓN
Más vale ser bien ahorcado que mal casado y en cuanto á ponerme en la calle, poco importa, miéntras dure el verano.

MARÍA
¿Es decir, que estais resuelto?

BUFÓN
No precisamente resuelto, aunque lo estoy tocante á dos puntos.

MARÍA
Para que si falta el uno te puedas acoger al otro; y si dan de sí ambos a la vez, te se caerán las bragas.

BUFÓN
Bien dicho, á fe mia, muy bien dicho. En fin, véte con Dios; si don Tobias renunciase á la bebida, no habria en toda Iliria hija de Eva más discreta que tú.

MARÍA
(Váse) Calla, bribon; no me toques esa tecla. Aquí viene mi señora. Harías bien en disculparte lo mejor que pudieres.

BUFÓN
Ingenio mío, si te place, no me desampares en tan duro trance. Muchos sabios que creen poseerte, no pocas veces hacen papel de tontos; y yo que sé seguramente que no te tengo, podré pasar por sabio. ¿Pues qué dice Quinapalo? «Más vale ser bobo discreto que discreto bobo.» Salen OLIVIA y MALVOLIO.
Dios te guarde, señora.

OLIVIA
Echad de aquí á este necio.

BUFÓN
¿No lo oís, bellacos? Echad de aquí á esta señora.

OLIVIA
¡Quita allá! bufon insípido; no te quiero ver; te vas volviendo deshonesto además.

BUFÓN
Dos faltas, madonna, que se pueden enmendar con buen vino y buenos consejos; pues dad al bufon insípido vino sabroso y sabrá á néctar; mandad al deshonesto que se enmiende, y si lo hace, ya no es deshonesto; si no logra enmendarse, que le remiende un sastre. Cualquiera cosa compuesta y enmendada no es sino un remiendo: la virtud que peca, no es sino un remiendo de pecados; y el pecado que se enmienda no es sino un remiendo de virtudes. Si os basta este simple silogismo, bien; si no, ¿qué le vamos á hacer? Y así como el único cornudo verdadero es la desdicha, así es la belleza una flor. La señora mandó que echasen al necio bufon; por eso repito que echen á la señora.

OLIVIA
Mandé que os echasen á vos.

BUFÓN
¡Fué un error garrafal! Señora, cuculus non facit monacum; quiero decir que mi seso no es tan abigarrado como mi sayo. Buena madonna, permitid que os demuestre vuestra necedad.

OLIVIA
¿Podrás hacerlo?

BUFÓN
Con la mayor sencillez, buena madonna.

OLIVIA
Oigamos tu demostracion.

BUFÓN
Para ello es menester que os catequice, madonna. Contéstame, dechado de virtud.

OLIVIA
Sea; á falta de otro pasatiempo, quiero someterme á tu exámen.

BUFÓN
¿Buena madonna, por qué llorais?

OLIVIA
Buen bufon, por la muerte de mi hermano.

BUFÓN
Sospechome que su alma está en los infiernos.

OLIVIA
Yo sé que su alma está en la gloria.

BUFÓN
Tanto mayor es vuestra necedad, madonna, si llorais á un hermano cuya alma está en la gloria. Echad á esa necia, caballeros.

OLIVIA
¿Qué os parece este bufon, Malvolio? ¿No va siendo cada dia mejor?

MALVOLIO
Si, señora, é irá siendo cada vez mejor, hasta que le sacudan las ánsias de la muerte. La decrepitud que postra las facultades del cuerdo, aumenta la simpleza del necio.

BUFÓN
¡Dios os depare, hidalgo, una decrepitud precoz, para que aumente vuestra simpleza! Don Tobías no tendrá reparo alguno en jurar que no soy zorro; pero no apostará una blanca á que no sois necio.

OLIVIA
¿Qué contestais á eso, Malvolio?

MALVOLIO
Me asombra que guste vuesamerced de las frialdades de un bellaco tan insípido. Le ví sufrir un revolcon el otro dia á manos de un bufon vulgar, que no tiene más seso que una piedra. ¿No lo veis? Ya está desconcertado: si no os reís y no le dais pié para sus pullas, enmudece como un poste. Juro por mi honor que tengo á esos sabios que revientan de gozo oyendo á estos bufones privilegiados, por algo ménos que payasos de los mismos bufones.

OLIVIA
¡Oh! el amor propio, Malvolio, os pudre la sangre y gustais de todo con paladar estragado. El que es generoso, ingenuo y de índole franca, toma por saetillas estas cosas que vos juzgais balas de cañón. El bufon privilegiado, áun cuando no haga otra cosa que mofarse de todo, no injuria jamás, como tampoco se mofa jamás el hombre de reconocida discreción, áun cuando no haga otra cosa que censurar.

BUFÓN
¡Válgate Mercurio por embustera, ya que hablas tan bien de los bufones!



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Traducción publicada c. 1873-1874

















lunes, agosto 25, 2025

«No hay tiempo enlutado», de Víctor Ortega Cabezas




 
En torno al cadáver
la muerte nos muestra su rostro
pálido y enaltecido,
la contemplamos
y olvidamos nuestro propósito.
Mientras la ciudad duerme,
se escucha en la ciega noche
la celebración de alguna boda triste,
el estruendo de una noche caída.

La iglesia con sus cortinas de terciopelo
anuncia la llegada,
en tocata y fuga
inundando el cielo babilónico.

Ni los óleos decorativos,
ni los ojos más vidriosos
no pueden evitar las campanadas,
no pueden evitar ese olor a entierro.



en El espacio de la muerte, 2025