miércoles, noviembre 20, 2024

«Emigración», de Zakaria Mohammed

Traducción de Juan Carlos Villavicencio y Carlos Almonte





Todos se han ido
hacia ese lugar del norte
donde la hierba crece
a la altura de sus pechos
dejaron atrás
la andrajosa ropa de sus hijos
y las estacas de sus tiendas
se fueron
sus hijos a lomo de mulas
sus jóvenes cargando cestas
y los cencerros de sus ovejas
eran como una nube
subiendo al cielo
cuanto más penetraban en esa tierra 
cuanto más se expandían sus sombras 
y regresaban a los campamentos

Sus perros eran mudos
superarían a la multitud migrante, luego se sentarían 
sus ojos habrían de mirar
las sombras en movimiento
mientras corrían hacia atrás
al igual que un río oscuro.




en Antología de Poesía de la Resistencia Palestina, 2024








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martes, noviembre 19, 2024

«Supersonic, o cómo nace una canción». Entrevista a Oasis, de Simon Halfon





Noel: Cuando alguien de Creation dijo que iban a lanzar «Columbia» como vinilo promocional de doce pulgadas de una sola cara me pareció genial. Luego Radio 1 lo puso en su lista de reproducción y recuerdo que estaba un poco horrorizado pensando: «Oh, no, esto es lo primero con lo que nos van a asociar». Sonaba un poco metálico, no había bajo, y claramente se había grabado con una grabadora de ocho pistas. Al mismo tiempo, pensaba: «Wow, estamos en la radio, han dicho que somos Oasis, de Manchester». 

Entonces llegamos al punto en que habíamos firmado el contrato, «Columbia» había sonado ya, así que era hora de grabar un sencillo. Era lo mejor de Creation Records: simplemente nos dieron algo de dinero, no nos ofrecieron a un productor ni nada, sólo nos reservaron un estudio. Pensamos en grabar en Liverpool porque si lo hacíamos en Manchester sería un auténtico caos. Así que lo haríamos en Liverpool, en un lugar llamado The Pink Museum. McGee sugirió que «Bring It Down» debería ser nuestro primer sencillo y yo dije: «Genial, me encanta ese tema, es como si fuera de los Pistols o de los Stooges, me parece bien». 

McGee: Para mí «Bring It On Down» es sencillamente punk: «Eres un paria, eres de clase baja, pero no te importa porque estás viviendo a full». Me encantaba. 

Liam: Esa es una canción, eso era Oasis antes de quedar atrapados en la telaraña de los Beatles. Hacíamos rock, estábamos en llamas, éramos como los Pistols con melodías. 

Coyley: Todos éramos muy inexpertos y creo que reservamos el estudio por dos días. El primer día fue horrible, todo iba cada vez peor en la sesión. 

Noel: No nos salía nada: nada de lo que teníamos en la sala de ensayo y sobre el escenario se estaba traduciendo en el estudio. 

Liam: No recuerdo que no me gustase… Desde luego no fue por mi voz, que era lo máximo. 

Noel: Era evidente que la sesión no funcionaba, porque nuestra batería no era muy coherente de un compás al siguiente; imagínate de un día para otro. 

Tony: «Bring It On Down» simplemente no encajaba: el tempo, la velocidad...; no sé qué demonios pasaba con ella. No puedo decir que entendiese por qué se escogió este tema, realmente se me escapaba. 

Noel: Recuerdo que pensé que no podíamos estar tres días en un estudio y volver sin nada. ¿Y si nos mandaban a la mierda? No sé si fue Tony o Chris Griffiths, que estaban con nosotros en el estudio, el que dijo: «Bueno, si no funciona, hagan algo distinto». 

Coyley: Noel tenía un riff, pero eso era todo, así que empezaron a jugar con eso, como hacen todas las bandas. 

Noel: Por qué decidí escribir un tema nuevo en lugar de grabar cualquiera de los otros de Definitely Maybe, sigue siendo un misterio. 

Hacer eso es un poco loco. Recuerdo que alguien pidió comida china o fish and chips, o fish and chips chinos, y fui al cuarto trasero y, aunque suene raro, escribí «Supersonic» en lo que tardan seis tipos en comerse su comida china. Fue un momento brillante, porque sé que nunca podría volver a hacer algo así. 

Bonehead: Noel se sentó ahí con la guitarra y compuso la música, esto servirá, dijo, y luego escribió la letra, unas viejas palabras cualesquiera, y regresó a la sala donde estábamos con su guitarra y dijo: «Miren, acabo de escribir otra canción». Empezó a cantarla y la clavamos y se mezcló aquella misma noche, porque eso era lo que habíamos estado haciendo todas las noches en el Boardwalk, ¿sabes? Sonaba brutal, absolutamente tremenda. 

Noel: Estábamos todos de pie en la misma sala en el plan de: «Bueno, así es esto». Es un proceso muy lento porque estamos todos en la misma habitación mirándonos, asintiendo cada cambio. Nunca conseguimos tocarla tan lenta en vivo. La grabamos y la mezclamos aquella noche y tengo que decir que mientras la escuchaba en la radio del Renault de Mark Coyle cuando volvía a casa pensé que era absolutamente brillante. Tan buena como «Bring It On Down» y «Columbia». Me pareció increíble. 

Tony: Simplemente sucedió, tal vez en minutos, y ya estaba terminada. Algunas de las mejores cosas que se han grabado suceden así, de golpe, aquí está. Chúpenla. 

Noel: Lo que realmente marcó la diferencia fue que Tony Griffiths ideó unos coros —los «aah» en el puente— y fue un momento totalmente brillante. Fue un escaparate para el talento de todo el mundo: la forma de cantar de Liam es increíble, la batería es genial, las partes de Bonehead son maravillosas, los fragmentos de Guigsy son estupendos, el solo de guitarra era genial —aunque todo el mundo crea que está sacado de algo parecido— y todo salió bien. La letra es una locura…

Liam: El productor tenía una rottweiler enorme llamada Elsa y estaba siempre ahí olfateando cosas y molestando. Creo que Noel simplemente escribió una letra sobre ella. 

Noel: Generalmente escribo de modo que las primeras líneas crean una historia y luego se vuelve confusa y te descoloca un poco. Luego hay una línea que podría ser cierta, en el sentido de que puede que haya sucedido, pero que no funciona en la canción. Así que tienes que rellenar los huecos... Pero lo que importa es la perspectiva general. Por este motivo, cuando me preguntan por mi forma de componer, me resulta difícil hablar de ello, porque el noventa por ciento de las líneas que he escrito tienen algún tipo de significado para mí, pero luego de algún modo tienes que rellenar huecos con frases que son bastante vagas pero que te llevan al siguiente lugar. Al final soy compositor, no estoy escribiendo novelas ni reportajes; son canciones pop, y una gran mayoría de las letras del pop son tonterías. Lo importante es la melodía, pero de vez en cuando sí aparecen temas de éxito que realmente consiguen resumir una experiencia que tuviste. 

Liam: No me importaba lo que significaban, ni me importa ahora. Significan algo distinto para cada persona, ¿no?, así que… 

Noel: Una noche se me acercó una chica y me preguntó si «Supersonic» trataba sobre la prostitución… No creo que me haya quedado sin palabras muchas veces en mi vida, pero esa fue una de ellas. «Todo eso de Elsa haciéndolo con el doctor en un helicóptero…». Elsa es una puta rottweiler, una perra gorda y apestosa. Estaba convencida de que trataba sobre la prostitución y también le dije que tenía razón. Nunca se la estropearía a nadie. Por lo general, son los letristas los que te dirán que las palabras lo son todo. No lo son, las letras no significan una mierda para nadie. Es la melodía lo que recuerdas. Todos silbamos melodías; lo importante es siempre la melodía, y eso es lo que yo hago. Roger Waters, por ejemplo, está dispuestísimo a explicarte lo que significa cada verso de sus canciones. Cuando escuché The Wall por primera vez me encantó…, y luego te enteras de que habla de su padre. No me digas eso, no me interesa. Pensaba que era sobre mí. Me gusta pensar que todas mis canciones favoritas tratan sobre mí de algún modo. Es por ello por lo que me gustan. Yo dejo que la gente interprete las canciones. Cuando los periodistas me preguntan sobre el significado siempre los despacho y digo que no significan nada. No quiero que nadie sepa nada sobre mí y sobre mi vida por medio de mis canciones. 



en Supersonic. Oasis. 
Entrevistas autorizadas completas y sin cortes, 2023















lunes, noviembre 18, 2024

«Logos», de Circe Maia




 
De todo se ha aprendido la medida.
Un poquito y no más. No demasiado.
No nada.  Lo medido,
lo suficiente.

El necesario y breve placer, la necesaria
Justa alegría. No la devorante
alegría de ser, sino la tenue
alegría de estar así o de otra
manera: lo «agradable.»
El necesario
Justo dolor. La justa indignación
– no demasiada –
y una tristeza desteñida  – chirle –
para que se humedezca
– sin empapar, cuidado –
la trama de los días.




en Cambios permanencias, 1978














domingo, noviembre 17, 2024

«El azar», de Jacques Cazotte

Traducción de Jesús Florentino Díaz Prieto





—¿No conoce todo el mundo los juegos de azar? ¿Podría enseñármelos alguien?

—Sí. Prudencia aparte, pueden enseñarse los juegos de probabilidad que vos llamáis impropiamente juegos de azar. No existe el azar en el mundo; en él todo ha sido y será siempre, una serie de combinaciones necesarias que sólo pueden ser entendidas a través de la ciencia de los números, cuyos principios son al mismo tiempo tan abstractos y tan profundos que no pueden ser aprendidos si no se es guiado por un maestro; pero es preciso haber sabido proporcionárselo y unirse a él. No puedo describiros este conocimiento sublime, más que por una imagen. El encadenamiento de los números forma la cadencia del universo, regala los llamados sucesos fortuitos y supuestamente determinados obligándolos mediante balancines invisibles a caer cada uno a su vez, desde lo que de importante ocurre en las esferas alejadas hasta las miserables pequeñas probabilidades que hoy os han despojado de vuestro dinero.»

Esta perorata científica en una boca infantil, esta propuesta un poco brusca de ofrecerme un maestro, me ocasionaron un ligero temblor, un poco de aquel sudor frío que se había apoderado de mí bajo la bóveda de Portici.



en El diablo enamorado, 1772






 







sábado, noviembre 16, 2024

«El Templo del Valle de la Montaña», de Lin Ho-ching

Versión de Juan Carlos Villavicencio




Apenas me adentro
en la Arboleda Zen
siento menos ganas de partir.
Cumbres apiladas y desfiladeros profundos
rodean un acantilado inmenso.

La torre y las terrazas
atraviesan el frío
más allá de las nubes y la vegetación.
La campana y sus repiques
resuenan con claridad
a lo largo del arroyo y de las rocas.
Un niño levanta 
y lleva a limpiar las bandejas del té.
Apoyado en su bastón,
el viejo monje se relaja.

Hay un cuarto solitario…
Leo ahí una inscripción,
casi descifro un título,
cepillando el musgo sobre él.














jueves, noviembre 14, 2024

«Lamentación», de Sameeh Muhsen

Traducción de Juan Carlos Villavicencio y Carlos Almonte




 
En la Plaza del Pesebre, al mediodía,
las sillas frente a los cafés
son ocupadas por turistas occidentales que, en septiembre, 
saborean su anhelo de Dios
las calles están llenas de transeúntes
y de lenguas extranjeras
pisamos la sombra
de un anciano tendido en la acera
con su brazo y un roído zapato como almohada
su colchón tenía historia...
Pasamos ante sus heridas sin verlo
la cerveza nos hace reír
y contamos anécdotas vanas
tratamos de liberar al niño que llevamos dentro.
Estamos en la Plaza del Pesebre
e imitamos el baile de Zorba el griego.
Damos un paso
reímos
entramos en el círculo de los lamentos.




en Antología de poesía de la resistencia palestina, 2024








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miércoles, noviembre 13, 2024

«Para crear un himno extenso», de May Sayegh

Fragmento / Versión de Juan Carlos Villavicencio


 

Recuerdo cada desvelo
cada noche

nuestros sueños yacen en fundas de almohadas
ardiendo, muy quemadas…

Escondemos recuerdos queridos
que usamos para decorar el aire 
de nuestro hogar

por el que creo que ha pasado el tiempo 
dado que los muros que sostenían 
al alma ya no la molestan

Ni las estufas recuerdan 
el pan horneado en la mañana…

Nuestras banderas ahora caen 
en manos de los usurpadores










martes, noviembre 12, 2024

«Ante el dolor de Palestina», de Violeta Rodríguez






Una foto muestra a una niña herida. Tiene vendas que le cubren la cabeza, su mirada refleja una tristeza profunda. En la descripción de esta imagen compartida en una red social, se lee: «Ella es Nour Ashour, tiene 4 años y ha sobrevivido tres veces a los bombardeos. La primera vez estaba en la ciudad de Gaza, en su hogar. Su madre murió entonces. Una semana después ocurrió en Khan Yunis, lugar que también fue el objetivo de un bombardeo, que le causó múltiples heridas en la cara. Tan sólo días más tarde, un tercer ataque le provocó lesiones en la cabeza».

Existen en redes sociales cientos de imágenes que muestran historias del indescriptible dolor humano en Gaza. Como la del médico cirujano que tuvo que amputar sin anestesia a su propio hijo. Al final, el niño no sobrevivió, y la imagen que nos llega es la del médico desconsolado. Alrededor de él, se ve a sus compañeros intentando darle consuelo.

Estas imágenes no han salido ni en la prensa ni son los titulares de los noticieros hegemónicos del Norte Global. Son compartidas en las redes sociales por periodistas palestinos, la mayoría de los cuales tienen alrededor de 20 años. Las imágenes documentan las consecuencias de los intensos bombardeos en la Franja de Gaza desde el 7 de octubre del 2023, día en que Hamás perpetró un ataque en el sur de Israel con un saldo de 1,200 muertos y más de una centena de rehenes. En la Franja de Gaza a dos meses del 'conflicto' se cuentan 18,205 muertos: el 70% corresponde a las infancias. Recientemente, la Organización Save the Children comunicó que cada 10 minutos se asesina a una niña o un niño en Gaza. Se suman a estos datos los millares de heridos y los 1.9 millones de palestinos desplazados; mientras que en Cisjordania han muerto 273 palestinos de los cuales 70 eran niños y niñas.*

Las y los jóvenes periodistas de Palestina no sólo están en el terreno, viven —sufren— las consecuencias del asedio y documentan la falta de agua, combustible y alimentos. Como Bisan (@wizard_bisan1), quien antes de narrar su día a día frente a su teléfono móvil dice: «Hola, soy Bisan, aún estoy viva». O como Motaz Azaiza (@Motaz_Azaiza), quien se ha convertido en el símbolo del periodismo palestino con más de 17 millones de seguidores en su cuenta de Instagram. Con tan solo 24 años, Motaz trabaja para el Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente (UNRWA, por sus siglas en inglés). En su cuenta de Instagram tiene una gran cantidad de fotografías y videos que muestran los ataques a hospitales, campos de refugiados, escuelas y zonas habitacionales de la zona norte de Gaza. Como otros periodistas, Motaz ha perdido a un gran número de sus sus familiares.**

No es la primera vez que se documenta en redes sociales el 'conflicto' entre Palestina e Israel. En el libro Conflict is not Abuse (2016), Sarah Schulman hace una genealogía de los eventos de 2014 en Palestina, según su representación en las plataformas de Twitter y Facebook. Con base en comentarios y tweets, analiza la construcción imaginaria del 'otro' (palestino) y la consecuente justificación del 'abuso' por parte del ejercito israelita que en ese año dejó un saldo de más de 2,000 muertos.

Nueve años más tarde, las redes sociales no son lo que fueron. La imagen prevalece en la comunicación socio-digital. Sigue, entonces, la pregunta obligada sobre cómo estas imágenes nos interpelan y qué efectos tienen en nuestra subjetividad y en la colectividad en un mundo interconectado. Desde cierto punto de vista, se puede argumentar que el hecho de mirar esta enorme cantidad de contenido multimedia puede conllevar el peligro de tornarnos insensibles ante el dolor ajeno. Una saturación visual que nos aleja de la realidad, y nos hace caer en el morbo o la fascinación por el horror. Desde el análisis del fotoperiodismo, Susan Sontag subrayó el sentimiento de alivio que algunas personas experimentan al identificar el dolor en una situación ajena que no les afecta. «El drama de la guerra no me pasa a mí», parecen decir.
Entonces, qué les espera a estas imágenes y sus narraciones capturadas por personas que están sumidas en una situación que para 'nosotros' resulta inimaginable. ¿Hay lugar para una mirada sensible hacia el sufrimiento del otro, esa alteridad construida bajo los imaginarios y representaciones de Occidente? ¿Debemos cerrar los ojos ante estas imágenes? Mi respuesta es 'No'. Sobre todo, si tenemos en cuenta el contexto de producción de estas imágenes y la intención clara de las y los periodistas palestinos por mostrar una realidad que ha sido invisibilizada por la mayoría de la prensa internacional. Cada imagen representa una historia que no debe repetirse. 

El acto de mirar tiene el poder de irrumpir en nuestro sentido del mundo, de ir más allá de la ilusión de nuestra burbuja cotidiana para acercarnos a realidades que no son ni pueden ser ajenas. El reconocimiento de la (con)moción visual puede llevarnos a la reflexión, la empatía y la búsqueda de una comprensión más compleja de una realidad producida en la desigualdad y la impunidad. La Franja de Gaza articula en su dolor una larga lista de atropellos a la condición humana. No podemos cerrar los ojos ante la realidad de las y los palestinos por más cruda y dolorosa que sea. De lo contrario, como afirmó José Saramago —en la Sesión sobre Palestina en la Casa de Alentejo en Lisboa el 4 de junio de 2007—: «Un día se escribirá la historia del sufrimiento del pueblo palestino y ésta será un monumento a la indignidad y cobardía de los pueblos».


en Revista Común, 15 de diciembre, 2023






Notas

* Actualización DscnTxt: En la Franja de Gaza a 400 días del 'conflicto' se cuentan 43,655 muertos.


** Tampoco hay que olvidar que desde el 7 de octubre ha habido 'apagones' en los servicios de Internet, que deja sin conexión a las y los periodistas palestinos que utilizan las redes sociales. El día 14 de diciembre, el Ministerio de Comunicaciones y Tecnología de la Información en Palestina (WAFA) anunció la interrupción completa de todos los servicios de comunicaciones e Internet para las empresas Paltel y Ooredoo en el centro y sur de la Franja de Gaza debido a la continua agresión israelí.






Referencias

Schulman, Sarah (2016). Conflict Is Not Abuse: Overstating Harm, Community Responsibility, and the Duty of Repair. Vancouver: Arsenal Pulp Press.

Sontag, Susan (2004). Ante el dolor de los demás. Madrid: Santillana Ediciones.

 













domingo, noviembre 10, 2024

«Carnicería Netanyahu», de Elvira Hernández





Sin atención a público
ni por súplica.

Puertas cerradas
a toda palabra sollozo.

Oídos tapiados con muros
a lamentos de otros
a otra diáspora.

En los ventanales
se pega
una necro-actividad profesional.

Cuerpos faenados
cuelgan de los ganchos.
Es una carnicería.

Bajo la puerta
escurre un mar de sangre.
Baña nuestros pies
nuestro silencio.  

















 

sábado, noviembre 09, 2024

«Bebiendo con amigos entre las peonías en flor», de Liu Yu Hsi

Versión de Carlos Manzano de la traducción de Kenneth Rexroth





 
Hemos celebrado una fiesta para
Admirar las peonías. Yo
He bebido copa tras copa hasta
Que me he embriagado.
Entonces, avergonzado, he oído
A las flores susurrar:
«¿Qué hacemos aquí, floreciendo
Para estos viejos borrachos?». 





en Cien poemas chinos, 1966












viernes, noviembre 08, 2024

«El mapa derramado», de Nidaa Khoury

Versión de Juan Carlos Villavicencio




 

Un país es habitado
por el canto de los pájaros 
Un país para los abrazos y la muerte
Un país de piedras y de dátiles
Los ancestros son dueños de la tierra
Los ancestros el heroísmo de la historia y sus fechas
La historia y su documentación
Los templos oscilan
entre el mapa del exilio
el compromiso
y el prisionero que está siendo vigilado
por fantasmas

Los ancestros combaten el tiempo
Los ancestros procesan el aceite
Los ancestros estaban hechos de plumas
propagadas por toda la faz de la tierra
y la tierra es fértil a pesar de que
la tierra ha sido secuestrada
Y es que los ancestros creen en la tierra
en la granada, la menta y el aceite.
En las tumbas. En las abejas 
Nacidas de las plantas y de todo lo que fue
















jueves, noviembre 07, 2024

«La tienda de muñecos», de Julio Garmendia




 

No sé cuándo, dónde ni por quién fue escrito el relato titulado «La Tienda de Muñecos». Tampoco sé si es simple fantasía o si es el relato de cosas y sucesos reales, como afirma el autor anónimo; pero, en suma, poco importa que sea incierta o verídica la pequeña historieta que se desarrolla en un tenducho. La casualidad pone estas páginas al alcance de mis manos, y yo me apresuro a apoderarme de ellas. Helas aquí:

LA TIENDA DE MUÑECOS

«No tengo suficiente filosofía para remontarme a las especulaciones elevadas del pensamiento. Esto explica mis asuntos banales y por qué trato ahora de encerrar en breves líneas la historia —si así puede llamarse— de la vieja Tienda de Muñecos de mi abuelo, que después pasó a manos de mi padrino, y de las de este a las mías. A mis ojos posee esta tienda el encanto de los recuerdos de familia; y así como otros conservan los retratos de sus antepasados, a mí me basta, para acordarme de los míos, pasear la mirada por los estantes donde están alineados los viejos muñecos, con los cuales nunca jugué. Desde pequeño se me acostumbró a mirarlos con seriedad. Mi abuelo, y después mi padrino, solían decir, refiriéndose a ellos:

—¡Les debemos la vida!

No era posible que yo, que les amé entrañablemente a ambos, considerara con ligereza a aquellos a quienes adeudaban el precioso don de la existencia.

Muerto mi abuelo, mi padrino tampoco me permitió jugar con los muñecos, que permanecieron en los estantes de la tienda, clasificados en orden riguroso, sometidos a una estricta jerarquía, y sin que jamás pudieran codearse un instante los ejemplares de diferentes condiciones: ni los plebeyos andarines que tenían cuerda suficiente para caminar durante el espacio de un metro y medio en superficie plana, con los lujosos y aristocráticos muñecos de chistera y levita que apenas si sabían levantar con mucha gracia la punta del pie elegantemente calzado. A unos y otros mi padrino no les dispensaba más trato que el imprescindible para mantener la limpieza en los estantes donde estaban ahilerados. No se tomaba ninguna familiaridad ni se permitía la menor chanza con ellos. Había instaurado en la pequeña tienda un régimen que habría de entrar en decadencia cuando entrara yo en posesión del establecimiento, porque mi alma no tendría ya el mismo temple de la suya y se resentiría visiblemente de las ideas y tendencias libertarias que prosperaban en el ambiente de los nuevos días.

Por sobre todas las cosas, él imponía a los muñecos el principio de autoridad y el respeto supersticioso al orden y las costumbres establecidas desde antaño en la tienda. Juzgaba que era conveniente inspirarles temor y tratarlos con dureza a fin de evitar la confusión, el desorden, la anarquía, portadores de ruina así en los humildes tenduchos como en los grandes emporios. Hallábase imbuido de aquellos erróneos principios en que se había educado y que procuró inculcarme por todos los medios; y viendo en mi persona el heredero que le sucedería en el gobierno de la tienda, me enseñaba los austeros procederes de un hombre de mando. En cuanto a Heriberto, el mozo que desde tiempo atrás servía en el negocio, mi padrino le equiparaba a los peores muñecos de cuerda y le trataba al igual de los maromeros de madera y los payasos de serrín, muy en boga entonces. A su modo de ver, Heriberto no tenía más seso que los muñecos en cuyo constante comercio había concluido por adquirir costumbres frívolas y afeminadas, y a tal punto subían en este particular sus escrúpulos, que desconfiaba de aquellos muñecos que habían salido de la tienda alguna vez, llevados por Heriberto, sin ser vendidos en definitiva. A estos desdichados acababa por separarlos de los demás, sospechando tal vez que habían adquirido hábitos perniciosos en las manos de Heriberto.

Así transcurrieron largos años, hasta que yo vine a ser un hombre maduro y mi padrino un anciano idéntico al abuelo que conocí en mi niñez. Habitábamos aún la trastienda, donde apenas si con mucha dificultad podíamos movernos entre los muñecos. Allí había nacido yo, que así, aunque hijo legítimo de honestos padres, podía considerarme fruto de amores de trastienda, como suelen ser los héroes de cuentos picarescos.

Un día mi padrino se sintió mal.

—Se me nublan los ojos —me dijo— y confundo los abogados con las pelotas de goma, que en realidad están muy por encima.

—Me flaquean las piernas —continuó, tomándome afectuosamente la mano— y no puedo ya recorrer sin fatiga la corta distancia que te separa de los bandidos. Por estos síntomas conozco que voy a morir, no me prometo muchas horas de vida y desde ahora heredas la Tienda de Muñecos.

Mi padrino pasó a hacerme extensas recomendaciones acerca del negocio. Hizo luego una pausa durante la cual le vi pasear por la tienda y la trastienda su mirada, ya próxima a extinguirse. Abarcaba así, sin duda, el vasto panorama del presente y del pasado, dentro de los estrechos muros tapizados de figurillas que hacían sus gestos acostumbrados y se mostraban en sus habituales posturas. De pronto, fijándose en los soldados, que ocupaban un compartimiento entero en los estantes, reflexionó:

—A estos guerreros les debemos largas horas de paz. Nos han dado buenas utilidades. Vender ejércitos es un negocio pingüe.

Yo insistía cerca de él a fin de que consintiera en llamar médicos que lo vieran. Pero se limitó a mostrarme una gran caja que había en un rincón.

—Encierra precisamente cantidad de sabios, profetas, doctores y otras eminencias de cartón y profundidades de serrín que ahí se han quedado sin venta y permanecen en la oscuridad que les conviene. No cifres, pues, mayores esperanzas en la utilidad de tal renglón. En cambio, son deseables las muñecas de porcelana, que se colocan siempre con provecho; también las de pasta y celuloide suelen ser solicitadas, y hasta las de trapo encuentran salida. Y entre los animales —no lo olvides—, en especial te recomiendo a los asnos y los osos, que en todo tiempo fueron sostenes de nuestra casa.

Después de estas palabras mi padrino se sintió peor todavía y me hizo traer a toda prisa un sacerdote y dos religiosas. Alargando el brazo, los tomé en el estante vecino al lecho.
 

—Hace ya tiempo —dijo, palpándolos con suavidad—, hace ya tiempo que conservo aquí estos muñecos, que difícilmente se venden. Puedes ofrecerlos con el diez por ciento de descuento, lo cual equivaldrá a los diezmos en lo tocante a los curas. En cuanto a las religiosas, hazte el cargo que es una limosna que les das.

En este momento mi padrino fue interrumpido por el llanto de Heriberto, que se hallaba en un rincón de la trastienda, la cabeza cogida entre las manos, y no podía escuchar sin pena los últimos acentos del dueño de la Tienda de Muñecos.

—Heriberto —dijo dirigiéndose a él—, no tengo más que repetirte lo que tantas veces antes te he dicho: que no atiples la voz ni manosees los muñecos.

Nada contestó Heriberto, pero sus sollozos resonaron de nuevo, cada vez más altos y más destemplados.

Sin duda, esta contrariedad apresuró el fin de mi padrino, que expiró poco después de pronunciar aquellas palabras. Cerré piadosamente sus ojos y enjugué en silencio una lágrima. Me mortificaba, sin embargo, que Heriberto diera mayores muestras de dolor que yo. Sollozaba ahogado en llanto, mesábase los cabellos, corría desolado de uno a otro extremo de la trastienda. Al fin me estrechó entre sus brazos:

—¡Estamos solos! ¡Estamos solos! —gritó.

Me desasí de él sin violencia, y señalándole con el dedo al sacerdote, el feo doctor, las blancas enfermeras, muñecos en desorden junto al lecho, le hice señas de que los pusiera otra vez en sus puestos…




1927















miércoles, noviembre 06, 2024

«Cadena humana», de Seamus Heaney

Tres poemas / Traducción de Paula Galíndez



 
Cadena humana

para Terence Brown

Ver las bolsas de harina que se pasaban de mano en mano
los voluntarios, en primer plano, y a los reclutas
disparando sobre la turba, volvió a prepararme

con las dos puntas sujetadas de un saco,
dos fajos cargados de cereal que había hecho asas
para usar de agarre, listos para arrojar;

la puja hombro a hombro, el un-dos, un-dos
hasta el remolque, y volver a encorvarme y arrastrar y agotar
con la siguiente carga. Nada superaba

ese breve alivio, la verdadera retribución de deslomarse.
Un soltar que ya no volverá.
O sí, una vez. Por todas.




La enfardadora


Todo el día el clanc de una enfardadora,
monótono, cardíaco,
tan pasado por alto

que atardecía cuando caí en la cuenta
de lo que estaba oyendo
y me perdía: las horas más ricas del verano,

como habían sido desde un principio,
de montacargas, todas sudadas,
y con la recompensa casi suficiente

del galope arreado del tractor
hacia el final del día
dando la última vuelta al campo de heno.

Pero lo que también recordé
mientras las torcazas arrullaban al borde
de doce hectáreas espigadas

y yo me paraba a inhalar la frescura
de ese eldorado crepuscular
de majestuosos cilindros de fardo

fue lo que dijo Derek Hill,
la última vez que se sentó a nuestra mesa,
que ya no podía soportar

ver el sol poniente
y pedía por favor que lo ubicaran
de espaldas a la ventana.




«La puerta estaba abierta y la casa estaba oscura»


en memoria de David Hammond


La puerta estaba abierta y la casa estaba oscura
por lo que hablé su nombre, aunque ya lo sabía:
la respuesta esta vez sería silencio

que me dejó parado escuchándolo crecer
hacia atrás y abajo y afuera, a la calle
donde al entrar (ahora lo recuerdo)

los faroles también habían estado extintos.
Me sentí, por primera vez allí y entonces, un extraño,
casi un intruso que quería salir volando

aunque entendí que aquí no había peligro,
solo retirada, un no tan hostil
vacío, como dentro de un hangar de medianoche

en un campo de aviación entre el verano que expira.



2010



Publicado por Salta el Pez Ediciones, 2024




















martes, noviembre 05, 2024

«Tres poemas a Palestina», de Abdul Karim Al-Sabaawi

Versión de Juan Carlos Villavicencio





1

Ellos difundieron las buenas nuevas
cuando se unieron a Él en la Última Cena;
y antes de caminar,
arrastrando su cruz por el camino de espinas y piedras,
lo rodearon,
jurando tener fe en Él, ser obedientes
y darle sus votos.
Pero se durmieron con los párpados pesados,
dejándolo atrás.
Él lloró completamente solo
y bebió de mala gana la copa que eludía.
Sintió el frío de la muerte en Su sangre
y el sabor amargo del dolor en Su boca.
Antes del amanecer
uno lo traicionó,
otro lo negó,
y huyeron los demás.




2

¡Cuánto pesa Abel sobre mis hombros!
Lo mataron, pero debo cargarlo,
y vagar por la ciudad con su cadáver,
Lamentando, gimiendo, llorando
«Abel está muerto».
Abel, mi tristeza, mi destino oscuro,
no fui yo quien te mató; no golpeé tu cabeza con una piedra.
No hice lo que haría un pájaro con el cadáver de su compañera.
Durante años he vagado por el desierto,
contigo sobre mis hombros como una maldición: 
como una serpiente tu cadáver desmoronado yace tendido.
Han pasado años desde tu asesinato,
tu cadáver se ha descompuesto, tu sangre se ha secado,
tu carne desprendido, Abel.
Pero pobre de mí si me niego
o rebeló contra mi destino y cavo un hoyo
para arrojarte adentro.
Tu cadáver podrido se aferra a mí,
clava sus uñas en mi cuello,
gritando,
«¿Por vergüenza
me desechas y huyes?
¿A quién tengo yo sino a ti? Otros no se atreven
a llevarme ni siquiera algunos pasos».




3

Job mantuvo su palabra
y se cumplió lo que estaba escrito:
los gusanos se alimentaron de sus manos
y bebieron sus ojos,
y su cadáver fue arrojado a los cuervos de la orilla
y a las bandadas de otros pájaros.
¡Virtuoso Job!
No te rebeles, no desesperes, no te enojes.
Los gusanos han roído tu carne y arañado tus huesos,
ya que dentro de tu vientre el embrión de la paciencia 
ha crecido viejo y jorobado,
¡Hasta la arena de la orilla bajo tus pies se ha podrido, Job!
Incluso el viento que corona las olas se enferma y aleja
de tus heridas putrefactas.
Y te preguntas: ¿Qué sigue?
Job mantuvo su palabra
y se cumplió lo que estaba escrito.











 

lunes, noviembre 04, 2024

«Reunión», de Ida Vitale





Érase un bosque de palabras,
una emboscada lluvia de palabras,
una vociferante o tácita
convención de palabras,
un musgo delicioso susurrante,
un estrépito tenue, un oral arcoíris
de posibles oh leves leves disidencias leves,
érase el pro y el contra,
el sí y el no,
multiplicados árboles
con voz en cada una de sus hojas.

Ya nunca más, diríase,
el silencio 



en Oidor andante, 1972






Fotografía original de Pablo Bielli