martes, julio 01, 2025

«Mar pequeño del que peregrina (Diario de huerta)», de Diego Alfaro Palma

Fragmento




No sé qué me gusta más, si escribir o caminar. A ratos pienso que son casi lo mismo. No sé muy bien por qué hago uno o lo otro, tampoco me interesa saber para dónde voy cuando tomo el lápiz o los zapatos: salgo a dar una vuelta. No ambiciono libros, tampoco grandes historias, pero hace unos días me dijeron que debería usar plantillas: gasto las suelas para un lado. En realidad, esto ya lo sabía. No tengo muchos zapatos ni zapatillas, pero todas están gastadas de la misma forma. Me preguntaron si acaso me dolía la espalda. Nunca pensé en eso, pero sé que me va a cobrar la cuenta cargar tantas cajas en las librerías que trabajé. En los últimos días tuve una caminata distinta hacia el cerro La Huinca en Limache, un viaje habitual en mí, pero esta última vez fue extraño o mi cuerpo se sintió extraño; el camino de siempre se había convertido de arcilla a polvo, mi nariz comenzó a sufrir alergia, mis ojos apenas podían ver, el cuerpo me picaba. La Huinca en los inviernos de mi infancia y juventud era un lugar verde, poblado de cantos de pájaros, pero se ha ido convirtiendo en una explanada de tierra seca, espinos secos, boldos secos, canales secos, litres secos. Desde su altura se puede ver montañas verdes de paltos que han absorbido el agua que hace falta. Las paltas o aguacates viajan miles de kilómetros hacia supermercados desconocidos. La Huinca era un poema que había escrito mi abuelo y que habían continuado mis padres. Era el lugar a donde me iba a esconder o a escapar en mi bicicleta, y quizás algún día sea otro punto del desierto. Entonces pienso si podré seguir escribiendo cuando ese lugar desaparezca, cuando el fuego le pase por encima o una sorpresiva lluvia produzca un aluvión. La lluvia hoy es algo impensable y sin embargo la espero. La nostalgia me parece algo impensable. Si la escritura es igual a caminar siento que ninguna de las dos es totalmente inútil. 

Camino porque otros escribieron y escribo porque otros caminaron hacia una cima similar.




Publicado por Portaculturas, Córdaba (Argentina), 2025







Pueden comprarlo en Chile en Libro Verde






lunes, junio 30, 2025

«ars poetica en el que cada pronombre es Palestina Libre», de George Abraham

Versión de Juan Carlos Villavicencio




& así está escrito: los colonos robarán la tierra de Dios & PALESTINA 
            LIBRE
maldecirá a los colonos por su incapacidad de aliñar la comida de 
            PALESTINA LIBRE

en todos los que reclamarán la tierra de PALESTINA LIBRE 
            una quemadura de sol con la forma de la cara 
del colono dictador pero no en la piel de PALESTINA LIBRE

manchada de tierra. allá. PALESTINA LIBRE lo dijo. nadie de verdad 
            posee nada 
PALESTINA LIBRE no calló para que así fuera— el mar de PALESTINA 
            LIBRE

israelí; el cielo de PALESTINA LIBRE israelí pero no el trueno 
            de PALESTINA LIBRE—
la culpa siempre será de PALESTINA LIBRE & por eso se llamará 
            una historia

precisa; a expensas de la visibilidad de PALESTINA LIBRE, plasmada 
            en tela ensangrentada 
—o papel— el más largo suicidio de PALESTINA LIBRE: PALESTINA 
            LIBRE morirá

en la cárcel & se volverá israelí — PALESTINA LIBRE morirá protestando 
            & se convertirá
en un volantín en llamas — PALESTINA LIBRE llamará a Hamas la fábula 
            de cada

TITULAR: el falafel israelí es tan seco que PALESTINA LIBRE podría 
            iniciar una intifada con él
TITULAR: el falafel israelí es tan seco que PALESTINA LIBRE podría 
            liberar a Palestina con él

no, PALESTINA LIBRE nunca le dará un nombre a PALESTINA LIBRE 
            que no 
tenga raíces en la revuelta – PALESTINA LIBRE, unida con un guion 
            por la bandera de los colonos:

PALESTINA LIBRE unida con un guion por pronombres de colonos: 
            PALESTINA LIBRE 
no jura lealtad al árabe. o al inglés. PALESTINA LIBRE no existirá en

idioma alguno; PALESTINA LIBRE escribirá poemas sobre olivos 
            & controles fronterizos
sin que se pueda encontrar una Palestina libre; PALESTINA LIBRE 
            le pondrá nombre a la violencia

pero nunca a la resurrección, como PALESTINA LIBRE no sobrevivió
            a historias imposibles
para llegar hasta aquí. está escrito: la sangre estará en manos 
            de PALESTINA 

LIBRE – bien podrían pintar las uñas de PALESTINA LIBRE mientras 
            PALESTINA LIBRE está
en ello – ¿qué? ¿no es lo que esperaba PALESTINA LIBRE? ¿acaso 
            PALESTINA 

LIBRE no pensó todo el tiempo que PALESTINA LIBRE sería 
            la última en reír? 



















viernes, junio 27, 2025

Dos entrevistas a Amanda Durán



(1982-2025)


I. «La muerte es tan democrática y permanente». 
Entrevista de Giovanni Astengo
 
En esta conversación, realizamos un periplo por la escritura desde el cuerpo, lo sagrado y lo pagano, la muerte y sobre todo por la fuente inagotable del quehacer poético, lugar que hoy Amanda, trabaja de la mano de la reconocida gestora cultural chilena María Luisa Lanas.

En tu poesía hay un tejido, un nudo inexorable, que vincula el ser mujer en relación al cuerpo, sentirse, pensarse, intuirse desde ese corpus parlante, vivido y siempre al límite del influjo y reflujo de los fluidos de sangre o de semen; un cuerpo colmado de dolor, de erotismo y de auto-conocimiento, «He intentado no amar después de los muertos», repites tres veces en un poema de tu segundo libro, Ovulada, publicado en Chile y España. ¿A partir de qué contexto personal y social configuras esta poética, a veces, hermética; y de qué forma operan estas imágenes que podrían ser «duras» para un lector más conservador?
La poesía en mi trabajo es el confesionario por excelencia, lo relaciono mucho al diario de vida por lo íntimo del proceso, un camino tan personal, como una búsqueda de sanación perpetua. El cuerpo claramente es otra constante, termina siendo el ánfora de toda esa experiencia, antes de ser escrita. Mi conexión con esa palabra y todo el cuerpo son mi único soporte real para la vida. Nudo es ese primer proceso de exploración donde todo esquema filoso y catalogador como ser mujer, hija, madre, huérfana o hermana se interrogan entre sí, mutuamente. Me gusta tocar la realidad como un collage físico que puede descomponerse, que puede abrirse como una carta o estudiarse como este caso, el caso de Nudo que es una autopsia.
 
Mientras reviso tu libro Antro (Misa para señoritas), publicado el año 2010, por Árbolanimal, Argentina. Leo: «Putita de Dios / que quitas el pecado del mundo». Y pienso en Sylvia Plath, Sinead O’Connor, Safo, etc. Este libro establece una solemnidad al seguir ciertas pautas tanto de la religiosidad oficial –usando el latín– o la plegaria solitaria sola con un crucifijo en la mano, como diciendo «Yo, la peor de todas», como Sor Juana Inés de la Cruz. Pero sin dudas lo que llama la atención , es que en este formato de misa dominical, pases a lo pagano, a las ninfas del bosque del «entusiasmo». ¿Cuál es el desarrollo de este «Cántico» rituálico, donde vuelve a aparecer el cuerpo de la mujer de forma más celebratoria, a diferencia de Ovulada?
Antro es el estremecimiento ante el otro, en este caso «la otra» esa que no tiene altar. El desamparo de una mujer muerta que no puede homenajearse. Empecé a escribirlo tras el asesinato de una gran amiga a manos de su pareja. Ella descansaba en un gran congelador, donde su sangre se endurecía en sacrificio por todas las que seguíamos vivas. Ese terremoto emocional me llevó a querer hablar con mujeres abusadas y buscar en las oraciones sacras, esas en las que la diosa pagana fue sincréticamente sustituida por una virgen o por una Eva. En el texto oficial de la santa misa hay una de estas lecturas, el «Salve Regina». Una de las pocas menciones en que la mujer no es quien puede rogar por nosotros, sino a quien rogamos desde el desamparo, es un extracto hermoso que incluí en el libro y que en español dice así:

«A ti clamamos los desterrados hijos de Eva;
a ti suspiramos gimiendo y llorando
en este valle de lágrimas»

Yo sé que este libro puede parecer grotesco, es sumamente grotesco, como el modo en que murió Kajsa, como el ruido de un minutero por cada mujer que es violada y asesinada en algún lugar del mundo.

Yo fui amigo de tu madre, Tamara Durán, más conocida como «La Perestroika», gran performista en los años de dictadura, y en tu último libro La Belleza (Amargord, España, 2016) lo que suena de fondo es un verdadero requiem a tu madre, sin la normativa formal de este tipo de escritura o reglas musicales. No obstante, no deja de conmover tu visión con respecto a la muerte de Tamara, y pienso en el poeta Humberto Díaz-Casanueva y su Requiem a su madre, pero es mejor Seru Girán –como dices– con «Hundiendo el Titanic», porque siento que ella se te «aparece» o tu recuerdo pasa más por lo nimio que por lo grandilocuente. ¿Cómo se puede escribir después de una experiencia vital tan fuerte?
Escribir o pintar son dos caminos hermosos para romper el llanto de una experiencia así de fuerte. La muerte es tan democrática y permanente, todos cargamos con ella o sobre ella. La Belleza es un intento de acompañar a Tamara en esa muerte tan lejos y violenta. Convencerla que había tenido un último día hermoso, tomar su cabeza y dejarla escapar. Siempre lo pensé así, en mi necesidad de acurrucarla y darle esa despedida romántica o poética, pero verso a verso la que se iba despidiendo era siempre yo. La que se arrojaba al precipicio de vivir sin madre. La que nacía una vez más para asumirse huérfana. Es un libro al que le tengo profundo cariño por el tremendo aprendizaje que ha significado siempre leerlo.

¿Cuáles son tus apreciaciones con respecto al Estallido social, el post-estallido, la pandemia y el feminismo?
Acá prefiero citar Plan de evasión, del genio Bioy Casares. Se trata de una prisión clandestina en la que el recluso ignora su condición de encierro. Para lograr esto Castel, quien dirige el proyecto, interviene quirúrgicamente los órganos de algunos presos, con el fin de alterar todo lo que perciben. Ellos, por ejemplo, pueden ver enormes paisajes en vez de rejas tras la operación de sus corneas. La prisión se convierte en una isla que, aunque tendrá muros de agua y mantendrá la sensación de encierro, también formula esa idea de «oportunidad» que toda Isla desierta tiene. Entonces a nivel subconsciente los individuos de este relato son libres y sólo la noción de confinamiento podría realmente confinarlos.

Quizás no estábamos más libres antes, teníamos esas «corneas adulteradas», pero ahora que hemos vivido el estallido con todo lo que implica (uno de sus bellos matices es la manifestación multitudinaria del feminismo) y ahora que incluso casi medio millar de jóvenes han perdido sus ojos, creo que estamos mucho más cerca de ver y de encontrar caminos. Puede que estemos encerrados, pero ya tenemos garantizada la posibilidad de soñar lo que queremos vivir cuando estemos afuera, juntos.


en Periódico Carajo, 23 de junio, 2021



II. «Mi poesía es muy confesional, me relacioné con la poesía desde lo íntimo, desde la libertad absoluta de poder decir todo lo que yo sintiera». 
Entrevista de Ariadne Agámez

En el marco de la versión número 32 del Festival Internacional de Poesía de Medellín, Publimetro habló con la reconocida poeta.

«Me advirtieron, que a las mujeres que buscan se les descose el rostro, que andan por ahí, chorreando esa herida horrenda, que están solas, tan solas, que se les calca una foto en blanco y negro y un adónde, y ellos dicen: no hay nadie», fragmento del poema «Hoja Blanca», que revela cómo a través de las letras, la poeta logra expresar su más profundo dolor por la violencia que viven las mujeres en el mundo.

Amanda Durán nació en Chile, en 1982. Es escritora y artista visual chilena. Su obra ha sido publicada en Perú, España, Chile, Uruguay y Argentina. Participando, además, de antologías en Suecia, Francia, Guatemala, México y Canadá. Sus libros son Zona primavera; Ovulada, libro publicado en Chile (MAGO Editores); España (Amargord Ediciones); y Perú (Altazor Ediciones); Antro, misa para señoritas, presentado en Uruguay (La Propia Cartonera), Argentina (Árbolanimal) y Chile (Ediciones Colectivas Periféricas); La Belleza, España (Amargord Ediciones), y finalmente Nudo en Chile (MAGO Editores) que reúne extractos de sus últimos tres libros.

¿Quién es Amanda Durán?
Soy una poeta construida con el amor de un abuelo que me enseñó poesía desde los ocho años, para rescatarme de la tristeza y fue el mejor regalo que pudieron haberme dado. Mi primer libro se publicó a los 12 años y he tenido la suerte de estar muy bien acompañada por escritores que admiro, que me han dado el apoyo, como N. Parra, que prologó mi primer libro; de ahí en adelante, mis otros maestros Patricio Manns y Raúl Zurita.

¿Cuál fue esa tristeza de la que la poesía logró rescatarla?
Las tristezas de los tiempos, la herida de la familia disfuncional, que es una herida transversal en este momento para todos los seres humanos y en algunos casos se soporta más y en otros menos. Tiene que ver justamente con esa ausencia del amor nutricional, que olvida a veces escuchar la voz de los  niños y de las mujeres. Mis padres se separaron y no iban a vivir conmigo. Eso a los ocho años me provocó una depresión, de la que me rescató sólo la poesía. De ahí en adelante, la poesía ha sido mi bastón para la vida.

¿Cómo fue la experiencia de escribir el primer libro siendo tan joven?
Era como un juego, como para un niño jugar lucha o dibujar, para mí era dibujar historias con las palabras. Mi abuelo me regaló el concepto de la licencia poética, que es que en el papel y gracias al lápiz tienes un universo ilimitado y permiso para decir lo que quieras, transformar las palabras en lo que quieras y mezclar el lenguaje como quieras.  En el libro hay poemas desde los 8 hasta los 12, no tiene una temática esencial, pero básicamente es una niña jugando con varios conceptos, las alas de los ángeles, la familia y los niños.

¿Qué fue lo que marcó el proceso de convertirse en poeta desde tan temprana edad?
Lo que más me marcó fue tener la posibilidad de relacionarme con grandes poetas. Desde muy niña haber sido invitada a lecturas, encuentros y poder conocer un tipo de escritura que en el colegio no enseñaban y eso me explotó la cabeza. Desde niña tengo la noción de que la poesía es un derecho humano y que, lamentablemente, no está considerada en las mallas pedagógicas. Se nos enseñan ciertos poetas en cada país, ciertos poetas extranjeros, algunos nacionales, pero no se nos muestra esta gran variedad de voces y esta capacidad de esa licencia poética, que para un niño puede transformar la vida. La palabra es lo primero que utilizamos para comunicarnos y cuando aprendemos a hablar tendemos un puente con el otro y ese puente puede manifestar nuestro interior de un modo que sabemos manejar todos los seres humanos en nuestros lenguajes e idiomas.

¿Cómo describe su poesía?
Mi poesía es muy confesional, me relacioné con la poesía desde lo íntimo, desde la libertad absoluta de poder decir todo lo que yo sintiera. Finalmente fue mi puente para decir todo lo que no estaba diciendo en la vida. Por eso también la rescató como mi gran salvavidas. Mis libros fueron mis gritos de auxilio en distintos momentos mi vida. La Ovulada tiene mucho que ver con esta maternidad violenta, una relación abusiva, esta relación con el padre maltratador y la pareja en la que se convierte. En Antro, veo a otras mujeres vivir sus propias luchas y sus propias experiencias de las heridas que va cargando. En esa época mi mejor amiga fue asesinada por su pareja en Suecia, eso me afectó profundamente. Luego viene el libro siguiente, La Belleza, en el que me relaciono con la muerte de mi madre, reconciliándome con esa idea, porque todo se relaciona, mi madre también fue víctima de violencia machista y fue asesinada. En ese libro decidí enfrentarlo, no con rabia, sino asumir la belleza de quién había sido mi madre, la belleza de su partida y la belleza que tiene el dolor también. Zurita es un poeta chileno a quién admiro mucho y dice que «el poeta es aquel que viene del paraíso, que en su dolor de no tenerlo responde con poesía. La poesía, incluso la más triste, no está contando esa experiencia del paraíso. Todos mis libros tienen un proceso muy orgánico, muy real.

¿Cómo ha sido el recorrido de las mujeres poetas en el mundo?
Tenemos una larga historia de mujeres poetas maravillosas que lamentablemente tuvieron finales bien tristes y trágicos a nivel mundial. La mayoría de las mujeres, la misma Gabriela Mistral, la poeta chilena, que si bien no se suicidó terminó autoexiliada, viviendo sola, en un país lejano, siendo descartada por sus pares masculinos en Chile, siendo que ganó el Nobel. Nuestra misión como poetas es sobrevivir para entregarle esa posta a las que vienen, de que de poesía no se muere. Justamente la poesía para la mujer ha sido tan peligrosa, porque se ha relacionado con la escritura desde el diario de vida, muy íntimo, muy secreto, muy tuyo. Es una relación muy auténtica. El hombre, en cambio, su relación ha sido desde el escrito formal, lo aceptado por la sociedad como la palabra auténtica, científica, por tanto está más desde lo de afuera, tiene un tema muy diferente a la poesía de las mujeres que viene con una historia espiritual de autorrescate, esa poesía confesional que refleja la vulnerabilidad, que muy pocos quieren aceptar. Debemos apoyarnos mucho como mujeres, escuchar las heridas que venimos a contar y cuál es el paraíso del que venimos a dar un mensaje.

¿Cómo ha sido llegar al Festival en Medellín?
Feliz. Este es un festival que todo poeta sueña experimentar y ha sido como estar en un sueño, pero consciente para llevarme todas las experiencias posibles.



en Publimetro (Colombia), 28 de julio, 2022





Fotografía original de Juan Augusto Cardona






















jueves, junio 26, 2025

«Bajo la luz…», de Amanda Durán




 
Bajo la luz: la lámpara,
el filo, el tajo del aire,
ella,
ahogada por la angustia
contenida por el muro y esa
escalera a la nada, que prometía
una vía de escape.





en La belleza, Amargord, 2017



















miércoles, junio 25, 2025

«Edad de oro», de Jorge Teillier


 
Jorge Teillier junto a Sybila Arredondo y León Ocqueteaux 
en la casa de Hernán Cortés #2839, Santiago de Chile
Noviembre de 1959. Sin datos del autor.


Un día u otro
todos seremos felices.
Yo estaré libre
de mi sombra y mi nombre.
El que tuvo temor
escuchará junto a los suyos
los pasos de su madre,
el rostro de la amada será siempre joven
al reflejo de la luz antigua en la ventana,
y el padre hallará en la despensa la linterna 
para buscar en el patio
la navaja extraviada.

No sabremos
si la caja de música
suena durante horas o un minuto;
tú hallarás —sin sorpresa—
el atlas sobre el cual soñaste con extraños países, 
tendrás en tus manos
un pez venido del río de tu pueblo,
y Ella alzará sus párpados
y será de nuevo pura y grave
como las piedras lavadas por la lluvia.

Todos nos reuniremos
bajo la solemne y aburrida mirada 
de personas que nunca han existido, 
y nos saludaremos sonriendo apenas 
pues todavía creeremos estar vivos.




en El cielo cae con las hojas, 1958
Versión definitiva en Descontexto Editores, 2025












Pueden comprarlo escribiendo a descontextoeditores@gmail.com
o en las mejores librerías de Chile y Argentina gracias a BigSur


















martes, junio 24, 2025

HOY a 90 años de su nacimiento / Presentación de El Cielo cae con las Hojas de Jorge Teillier






Descontexto Editores
& Bar Liguria
los invitan a la presentación 
de 
El Cielo cae con las Hojas
del poeta lautarino
Jorge Teilier
a 90 años de su nacimiento

Edición de Juan Carlos Villavicencio


con la participación de las poetas
Elvira Hernández
Macarena Urzúa
y el poeta
Cristián Gómez Olivares

Música de Lux Violeta
(Jessica Sequeira & Carlos Mejía)


Martes 24 de junio · Bar-Restaurant Liguria 
Merced #298 · Barrio Lastarria · 19:00 (Chile)

         















lunes, junio 23, 2025

«El cielo cae con las hojas (poemas de Jorge Teillier)», de Jaime Valdivieso




 
Siempre hemos pensado que el arte es una especie de mediana, vasta o diminuta región, por la cual atravesamos unos cortos o largos momentos, y cuya huella, muchas veces, perdura largamente en nosotros.

En pocas oportunidades hemos tenido la impresión más auténtica de vivir esta singular experiencia en que consiste el arte, como a través de los libros de Jorge Teillier: Para Ángeles y Gorriones y El Cielo Cae con las Hojas, recientemente publicado.

Este ultimo libro, aunque menos fresco, tal vez menos luminoso que el primero, tiene no obstante la misma línea temática, mayor madurez espiritual. Se hace en estos poemas más evidente, más definitiva, su visión de la realidad, de la vida, en la que juega un papel importantísimo el factor tiempo, como categoría de la existencia, y que se expresa a través de una nostalgia por las cosas idas y a la vez como ansiedad de un mundo distinto, ideal, más justo, más puro, más bello.

Poesía fuera del tiempo: de ahora, de ayer, de mañana, de muchos años más, pues, aunque hecha con elementos más cerca del ensueño y de la magia que de la realidad, se afirma, sin embargo, en ideales que pertenecen a la esencia del hombre y que son de siempre. Tal vez, única en nuestra literatura, la poesía de Jorge Teillier nos introduce en un universo como aquel que descubrió el Grand Moulnes, plagado de duendes, de seres misteriosos, que se mueven en silencio, vagamente, o no se mueven y que a veces desaparecen dejando tras de sí sólo una leve estela: «Una sombra se sienta junto al telar roto; / Frente a la puerta / nos estrechamos las manos / y partimos sin mirar atrás; / Hemos llegado cerca de un pueblo / la niebla rodea casas que apenas existen».

Si diéramos la oportunidad a este poeta de organizar un mundo a su imagen, de seguro que nos encontraríamos en una región particularísima, un tanto eglógica, en donde veríamos algunas ovejas, bajo unos sauces, niños, junto a un estero; mirando absortos las ondas de un agua transparente; y más allá, en una casa con palomas y gallinas, una hermosa muchacha triste, pálida; vestida de otra época.

Si examinamos su estructura formal veremos que ella coincide exactamente con su espíritu. Su sintaxis es lenta, entrecortada, sin ligazón gramatical muchas veces, sino simplemente unida por el clima psicológico que hace además que cada rasgo concreto, regional, propio del sur de nuestro país, deje de ser dato meramente ilustrativo para elevarse, en su conjunto, al plano de la mejor poesía universal.

No obstante, todo lo anterior, cabría señalar al poeta cierta insistencia en el uso de algunas palabras como «antiguo», «olvidado», «viejo», «extraño», «gastado», que al repetirse en ciertos giros con demasiada frecuencia, pierden persuasión poética y caen en el mero recurso mecánico.




en Las Últimas Noticias, martes 7 de abril, 1959











Contribución a DscnTxt de Tomás Harris



















domingo, junio 22, 2025

«Nombres», de Yalāl ad-Dīn Muhammad Rūmī

Sin datos del traductor




El árbol que andas buscando a veces se llama sol,
o también lago, o nube.
Pero también puedes llamarlo mar, arena o viento.
En cada uno de ellos encuentras el árbol de la vida.
Lo que te ha engendrado está producido por otro,
y así sucesivamente.
Lo que tú llamas padre, para otro es hijo.
Si te atienes a los nombres pierdes de vista el Uno.
Los nombres son muchos, mientras que el Uno es único.
Ese es el árbol que estás buscando.
Te has tomado tu misión al pie de la letra,
por eso has fracasado.
Así fue como descubrió las raíces del árbol,
buscando en su propio corazón. 


















sábado, junio 21, 2025

«Tras noventa días fragantes…», de Pao-chueh Tsu-hsin

Versión de Juan Carlos Villavicencio





Tras noventa días fragantes de primavera
la abeja deambula y hurga entre las flores.
Cuando toda esa fragancia esté a salvo en la colmena,
¿dónde irán a caer los pétalos?







Pintura original: Magnolia y abejas (c. 1700-50), de Ding Yingzong




















jueves, junio 19, 2025

«Al volver a leer a G. Orwell», de Ersē Sōtēropoulou

Traducción de Claire Pye 




Mojándose la frente por la mañana
Nereida
en 1984
después de tanto trabajo pintoresco
1999 a las 10 de la mañana 20 de mayo
la llegada de una multitud en el blanco
negros como ojeras
párpados hinchados con ruido de cáscaras
y música egipcia     tambores infantiles
cornamusas
bombos
organitos
los llorosos retornos de la voz
el gorgoteo del café en la cocina
el cazo de la leche
el interruptor de la luz
la cucharilla del azúcar.

Un momento insospechado (nel mezzo del camin di nostra vita)

Mirando hacia adelante
tu breve ruta entre la multitud
tantos edificios  generadores eléctricos  tantos talleres
parques cadáveres
lavándose la cara
en 1984

una mañana
verá ante sí

Nereida
tu túnica corta
tu cuerpo cálido como calor.





en Prometeo, nº 84-85, julio de 2009



















miércoles, junio 18, 2025

«Carta abierta a un 'renacido'»,* de James Baldwin

Traducción de Juan Carlos Villavicencio




Conocí a Martin Luther King Jr. antes de conocer a Andrew Young. Sé que Andy y yo nos conocimos gracias a Martin. Andy era, en mi opinión, y no porque él se describiera así, «la mano derecho» de Martin. Era presente – absolutamente presente. Vio lo que estaba pasando. Asumió la responsabilidad de saber lo que sabía y de ver lo que veía. Sólo he oído una vez a Andy intentar describirse a sí mismo: cuando intentó dejar en claro algo sobre mí a otra persona. Así que, una noche, supe lo que significaba el ministerio cristiano para él. Permítanme explicarlo un poco.

El texto proviene del Nuevo Testamento, Mateo 25:40: «De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis».

Me encuentro en la difícil y nada aburrida situación de tener noticias que dar a Occidente – por ejemplo: negro no es sinónimo de esclavo. Les aconsejo que no intenten defenderse de este mensaje impactante, engorroso e indeseado. Lo volverán a escuchar: de hecho, este es el único mensaje que probablemente escuchará Occidente de ahora en adelante.

Lo expreso de esta manera un tanto astringente porque es necesario, y porque hablo, ahora, como nieto de un esclavo, descendiente directo de alguien que se convirtió al cristianismo. «Mi conversión», como dice Countee Cullen, «tuvo un alto precio / pertenezco a Jesucristo». También hablo como exministro del Evangelio y, por lo tanto, como uno de los renacidos. Recibí instrucciones de alimentar al hambriento, vestir al desnudo y visitar a los presos. Lejos estoy de mi juventud y de la casa de mi padre, pero no he olvidado estas instrucciones, por lo que ruego que mi alma nunca las olvide. Quienes hoy se llaman «renacidos» simplemente se han convertido en miembros del club privado más rico y exclusivo del mundo, un club al que el hombre de Galilea ni siquiera podía aspirar a entrar. Menos desearlo.

«De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis». Son palabras duras. Es difícil vivir con ellas. Es una descripción despiadada de la responsabilidad que tenemos entre nosotros. Es bajo esa dura luz que uno toma una decisión que es moral. De que Occidente ha olvidado que existe la decisión moral, dan testimonio mi historia, mi carne y mi alma. Y así, si me permiten decirlo, es el aprieto en el que el más célebre cristiano renacido del mundo ha logrado meter al señor Andrew Young.

No insistiremos en la verdad obvia de que lo que Occidente llama una crisis «energética» disfraza con torpeza lo que ocurre cuando ya no se pueden controlar los mercados, estás encadenado a las colonias (en lugar de que sea al revés), se están quedando sin esclavos (ni confiar en los que crees que aún te pertenecen), no se puede, tras una reflexión rigurosamente sobria, enviar a los Marines o a la Royal Navy a ninguna parte o arriesgarse a una guerra global, no tienes aliados –sólo socios comerciales o «satélites»– y has roto todas las promesas que se han hecho alguna vez, en cualquier lugar y a cualquier persona. Sé de lo que hablo: mi abuelo nunca recibió las «cuarenta hectáreas y una mula» prometidas; los nativos que sobrevivieron ese holocausto están en reservas o muriendo en las calles, y ni un solo tratado entre Estados Unidos y los nativos se cumplió jamás. Eso es todo un récord.

Los judíos y los palestinos saben de promesas incumplidas. Desde la Declaración Balfour (durante la Primera Guerra Mundial), Palestina estuvo bajo cinco mandatos británicos, e Inglaterra prometió la tierra a los árabes o a los judíos, según quién pareciera llevar la delantera. Los sionistas —a diferencia de los judíos—, utilizando, como alguien lo expresó, la «maquinaria política disponible», es decir, el colonialismo, por ejemplo, el Imperio Británico mismo, prometieron a los británicos que, si les entregaban el territorio, el imperio estaría a salvo para siempre.

Pero a nadie le importaban los judíos, y cabe destacar que los sionistas no judíos suelen ser antisemitas. Los estadounidenses blancos responsables de enviar esclavos negros a Liberia (donde aún trabajan para la plantación de caucho Firestone) no lo hicieron para liberarlos. Los despreciaban y querían deshacerse de ellos. La intención de Lincoln no era «liberar» a los esclavos, sino «desestabilizar» al gobierno confederado dándoles motivos para «desertar». La Proclamación de Emancipación liberó, justamente, a los esclavos que no estaban bajo el control del Presidente de una entidad que aún no podía garantizar la existencia de la Unión.

Siempre me ha asombrado que nadie parezca capaz de establecer la conexión entre la España de Franco, por ejemplo, y la Inquisición española; el papel de la Iglesia –o, para ser brutalmente preciso, la Iglesia Católica– en la historia de Europa y el destino de los judíos; y el papel de los judíos en la cristiandad y el descubrimiento de América. Pues el descubrimiento de América coincidió con la Inquisición y la expulsión de los judíos de España. ¿Acaso nadie ve la conexión entre El mercader de Venecia y El prestamista? En ambas obras, como si no hubiera pasado el tiempo, se retrata al judío haciendo el trabajo sucio y usurero del cristiano. El primer hombre blanco que vi fue el administrador judío que llegó a cobrar la renta, y la cobraba porque no era el dueño del edificio. De hecho, nunca vi a ninguno de los dueños de los edificios en los que fregamos y sufrimos durante tanto tiempo, hasta que fui adulto y famoso. Ninguno de ellos era judío. 

Y yo no era estúpido: el del almacén y el farmacéutico eran judíos, por ejemplo, y fueron muy pero muy amables conmigo y con nosotros. Los policías eran blancos. La ciudad era blanca. La amenaza era blanca, y Dios era blanco. Ni por un instante de mi vida resonó la despreciable y absolutamente cobarde acusación de que «los judíos mataron a Cristo». Reconocía a un asesino cuando lo veía, y los que intentaban matarme no eran judíos.

Pero el Estado de Israel no se creó para la salvación de los judíos, sino para la salvación de los intereses de Occidente. Esto es lo que queda claro (debo decir que siempre lo tuve claro). Los palestinos han estado pagando las consecuencias de la política colonial británica de «divide y vencerás» y de la conciencia cristiana culpable de Europa durante más de treinta años.

Finalmente: no hay absolutamente —repito: absolutamente— esperanza alguna de establecer la paz en lo que Europa llama con tanta arrogancia Oriente Medio (¿cómo iba a saberlo Europa, tras haber fracasado tan estrepitosamente en encontrar un paso hacia la India?) sin negociar con los palestinos. La caída del Sha de Irán no solo reveló la profunda preocupación del piadoso Carter por los «derechos humanos», sino que también reveló quién suministraba petróleo a Israel y a quién suministraba armas. Resultó ser, para decirlo claramente, la Sudáfrica blanca [del Apartheid].

Bueno. Un judío, en Estados Unidos, es un hombre blanco. Tiene que serlo, ya que yo soy negro y, como supone, su única protección contra el destino que lo llevó a Estados Unidos. Pero sigue haciendo el trabajo sucio de los cristianos, y los hombres negros lo saben.

Mi amigo, el Sr. Andrew Young, con un gran amor y coraje, y con una nobleza silenciosa, irreprochable e indescriptible, ha intentado evitar un holocausto; yo lo proclamo héroe, traicionado por cobardes.



en The Nation, 29 de septiembre de 1979








* Renacido (Born-again en inglés) refiere a una experiencia de conversión religiosa profunda y transformadora, típica del cristianismo evangélico protestante, central en la comunidad afroamericana post-esclavitud, donde el individuo 'nace de nuevo' al aceptar a Jesucristo como salvador.










martes, junio 17, 2025

«Nuestra carencia», de Micaela Paredes




 

Si el universo avanza
hacia su desintegración
si el tiempo es hambre y el espacio es frío
nuestra carencia no tiene remedio
nuestra carencia es el remedio
porque no es nuestra porque no
                                         somos
más que agua aprisionada

            un cuerpo

sometido a la gravedad
a las leyes
de la entropía

maneras de representar el infierno
de ser materia y no poseer
más que una imagen.




en Propétides, Editorial Devenir, 2024


















lunes, junio 16, 2025

«Insomnio», de Antonieta Rodríguez París




 
Desperté en la casa solitaria
sentada en el borde de la noche
con un silencio redondo de nostalgia.
Había soñado con una vida de árbol
o de estrella
y con la sombra de los acantilados
que nunca había visto.
En el contorno de un camino
suspiré tu nombre
como el rododendro enfermo
a los pies de la luna llena.
La tristeza de los ventanales
reflejaba un largo purgatorio.




en Poemas gramaticales, 1988














domingo, junio 15, 2025

«La derrota», de Juan Calzadilla



(1930-2025)
 

Siempre estaba listo para librar la batalla
en otra parte, no en él mismo. En definitiva
en el espacio más conveniente a las tácticas
del otro y, hasta si se quiere, en el terreno elegido
por éste. Él sabía que todas las batallas donde
se pone en juego el resto son a muerte,
incluso las que no se libran, pero si no le había
sido dado escoger entre la lucha corporal
y el armisticio, ¿cómo no haber pensado
que hubiera podido al menos elegir el lugar
del combate? Pero también este recurso le fue
negado. Y no por el contendor, quien confiaba
ya en su triunfo, aún antes de alistarse,
sino por él mismo. ¡Si hubiera podido disponer
de su vida como de un arma filosa!
¡Si hubiera sabido que su existencia era el cuartel
en disputa! Porque había que pegar duro
con los cuerpos. Y esto tampoco él lo sabía.



en La condición urbana, 2018























sábado, junio 14, 2025

«Noche otoñal junto al lago», de Li Qingzhao

Versión de Carlos Manzano de la traducción de Kenneth Rexroth



 
El viento otoñal arrastra nubes blancas 
por el cielo. La hierba se vuelve 
marrón. Caen las hojas. Gansos salvajes 
vuelven hacia el Sur. Las últimas 
flores, orquídeas y crisantemos, relucen 
y exhalan su amargo perfume.
Sueño con aquel hermoso rostro que nunca 
podré olvidar. Voy a dar un paseo por 
el río. La barcaza surca la corriente 
y corta las olas coronadas con 
crestas de plata. Suenan flautas y tambores 
y cantan los remeros. Me siento 
feliz un instante y después me embarga 
la antigua pena. Fui joven poco 
tiempo y ahora ya estoy envejeciendo.

Ya ha amainado la suave brisa.
El polvo perfumado se 
ha posado. Es el final de la época 
de las flores. Cae la tarde 
y la pereza no ha dejado peinarme 
en todo el día. Ahí están 
los artículos de tocador, pero mi 
esposo se ha ido para no 
volver. Cualquier esfuerzo sería 
en vano, cuando intento 
cantar, las lágrimas me ahogan.
He soñado que mi barca 
de flores me llevaba hasta él, pero sé 
que un navío tan frágil no 
podrá cargar con tal peso de pena.




en Cien poemas chinos, 1966