domingo, marzo 26, 2023

“¿Recuerdas?”, de Manuel Magallanes Moure





¿Recuerdas? Una linda mañana de verano.

La playa sola. Un vuelo de alas grandes y lerdas.

Sol y viento. Florida al mar azul. ¿Recuerdas?

Mi mano suavemente oprimía tu mano.

 

Después, a un tiempo mismo, nuestras lentas miradas

posáronse en la sombra de un barco que surgía

sobre el cansado límite de la azul lejanía,

recortando en el cielo sus velas desplegadas.

 

Cierro ahora los ojos, la realidad se aleja

y la visión de aquella mañana luminosa

en el cristal oscuro de mi alma se refleja.

 

Veo la playa, el mar, el velero lejano,

y es tan viva, tan viva la ilusión prodigiosa,

que, a tientas, como un ciego, vuelvo a buscar tu mano.

 

 

 

en Antología de la poesía chilena, 1961






























sábado, marzo 25, 2023

«Escrito en el Templo de Zhang Xun y Xu Yuan», de Wen Tianxiang

Versión de Juan Carlos Villavicencio




Si por piedad filial los hijos deben morir 
y los ministros por lealtad,
¿qué nos importa estar muertos?
Nuestra tierra sagrada está hecha pedazos,
ningún patriota podría sentirse tranquilo,
ningún súbdito leal hizo lo que debía.
¿Qué podría apaciguar mi justificada ira?
Zhang Xun y Xu Yuan, quienes eran leales a la corona,
nunca pudieron ser sometidos por los rebeldes;
sus nombres quedaron grabados en la eternidad.
Aquellos que vengan después deben sentir
la ausencia de su leal fervor,
y por ello deben ponerse firmes como el acero.

Pasa pronto la vida como una llama titilante;
un hombre debe trabajar, ya con sol o con lluvia,
con todas las herramientas y formas que tenga a mano.
Si los héroes se hubieran rendido ante el enemigo,
ellos habrían cargado con la culpa,
y sus nombres nunca podrían haberse sentado en la historia.
Su sombrío templo al lado del bosque,
sus estatuas, imponentes, dignas,
¡cuántas veces han sido adoradas cuando vuelan los cuervos 
sobre los árboles centenarios y el sol enciende el cielo!
Si un traidor cruzara por ahí, 
¡más vale que abra bien los ojos!






El poeta escribe esta letra para glorificar a Zhang Xun y Xu Yuan que no sometieron la ciudad al asedio de los rebeldes bajo An Lushan y sacrificaron sus vidas.















viernes, marzo 24, 2023

“Cuando se fue Magdalena”, de Miguel Arteche





Cuando se fue Magdalena.

Cuando tan lejos se fue.

 

Nadie supo si llovía

la noche de su partida,

cuando se fue Magdalena,

cuando se fue.

 

Nadie vio si se alejaba

por el mar y la montaña.

Nunca se fue Magdalena,

nunca tan lejos se fue.

 

Nadie dijo si algún día

Magdalena volvería.

 

Nadie sabe.

                        Yo lo sé.

 

Nunca volvió Magdalena.

Yo, que estoy muerto, lo sé.

 

 

 

en 16 poetas chilenos (Antología), 1987






























jueves, marzo 23, 2023

«Intromisión», de Denise Levertov

Traducción de Juan Carlos Villavicencio



 

Después de haberme cortado las manos
y de que me crecieran unas nuevas

vino algo que mis antiguas manos 
habían anhelado, y pidió que lo mecieran.

Después de que mis ojos arrancados
se marchitaran, y me crecieran otros nuevos,

algo por lo que mis antiguos ojos habían llorado
vino pidiendo compasión.



1972












Intrusion

After I had cut off my hands / and grown new ones // something my former hands had longed for / came and asked to be rocked. // After my plucked out eyes / had withered, and new ones grown // something my former eyes had wept for / came asking to be pitied.





miércoles, marzo 22, 2023

“Cuando te levantas...”, de Paul Eluard





Cuando te levantas el agua se despliega

Cuando te acuestas el agua se expande

 

Eres el agua desviada de sus abismos

Eres la tierra que echa raíces

y sobre la cual todo se asienta

 

Produces burbujas de silencio en el desierto de los ruidos

Cantas himnos nocturnos en las cuerdas del arcoíris

Estás en todas partes suprimes todas las rutas

 

Sacrificas el tiempo

A la eterna juventud de la llama exacta

Que vela la naturaleza al reproducirla

 

Mujer tú engendras un cuerpo siempre igual

El tuyo

 

Tú eres la semejanza

 

 

 

en Antología de la Poesía Surrealista, 1961

Aldo Pellegrini, selección y traducción


























martes, marzo 21, 2023

«Celebrando mi útero», de Anne Sexton

Traducción de Juan Carlos Villavicencio




Todas en mí son un pájaro.
Sigo batiendo todas mis alas.
Querían cortártelas
pero no lo harán.
Dijeron que estabas inconmensurablemente vacía
pero no lo estás.
Dijeron que enfermaste y morirías
pero se equivocaron.
Estás cantando como una colegiala.
No te estás desgarrado.

Dulce carga esta,
celebrando a la mujer que soy
y al alma de mujer que soy
y a la criatura fundamental y a su deleite
por ti es que canto. Me atrevo a vivir.
Hola, espíritu. Hola, cáliz.
Asegurado, tapado. Refugio que sí contiene.
Hola a la tierra de los campos.
Bienvenidas, raíces.

Cada célula tiene una vida.
Hay suficiente aquí para satisfacer a una nación.
Es suficiente con que la población sea dueña de estos bienes.
Cualquier persona, cualquier comunidad diría de eso,
«Es bueno este año en el que podemos volver a plantar
y pensar en una próxima cosecha.
Se anunció una plaga y ésta fue proscrita».
Muchas mujeres siguen cantando juntas sobre esto:
una está maldiciendo una máquina en una fábrica de zapatos,
una está cuidando de una foca en el acuario,
una está aburrida al volante de su Ford,
una está cobrando en el peaje,
una está en Arizona atando el cordón umbilical de un becerro,
una está a horcajadas sobre un violonchelo en Rusia,
una está en Egipto moviendo unas ollas sobre la estufa,
una está pintando las paredes de su dormitorio color luna,
una está muriendo pero recordando un desayuno,
una se estira sobre su colchoneta en Tailandia,
una le está limpiando el culo a su hijo,
una está mirando por la ventana de un tren
en medio de Wyoming y una está
en cualquier parte y otras en todas partes y todas
parecen estar cantando, aunque algunas no pueden
cantar ni una sola nota.

Dulce carga esta,
celebrando a la mujer que soy
déjame llevar una bufanda de tres metros,
déjame tocar un tambor para las-de-diecinueve-años,
déjame llevar cuencos para la ofrenda
(si acaso esa es mi parte).
Déjame estudiar el tejido cardiovascular,
déjame examinar la distancia angular de los meteoros,
déjame sorber los tallos de las flores
(si acaso esa es mi parte).
Déjame hacer ciertas figuras de la tribu
(si acaso esa es mi parte).
Para esto el cuerpo necesita
que me dejes cantar
para la cena,
por los besos,
por aquel apropiado
sí.




1969





Fotografía original de  Nancy Crampton 









In Celebration of My Uterus

Everyone in me is a bird. / I am beating all my wings. / They wanted to cut you out / but they will not. / They said you were immeasurably empty / but you are not. / They said you were sick unto dying / but they were wrong. / You are singing like a school girl. / You are not torn. // Sweet weight, / in celebration of the woman I am / and of the soul of the woman I am / and of the central creature and its delight / I sing for you. I dare to live. / Hello, spirit. Hello, cup. / Fasten, cover. Cover that does contain. / Hello to the soil of the fields. / Welcome, roots. // Each cell has a life. / There is enough here to please a nation. / It is enough that the populace own these goods. / Any person, any commonwealth would say of it, / «It is good this year that we may plant again / and think forward to a harvest. / A blight had been forecast and has been cast out». / Many women are singing together of this: / one is in a shoe factory cursing the machine, / one is at the aquarium tending a seal, / one is dull at the wheel of her Ford, / one is at the toll gate collecting, / one is tying the cord of a calf in Arizona, / one is straddling a cello in Russia, / one is shifting pots on the stove in Egypt, / one is painting her bedroom walls moon color, / one is dying but remembering a breakfast, / one is stretching on her mat in Thailand, / one is wiping the ass of her child, / one is staring out the window of a train / in the middle of Wyoming and one is / anywhere and some are everywhere and all / seem to be singing, although some can not / sing a note. // Sweet weight, / in celebration of the woman I am / let me carry a ten-foot scarf, / let me drum for the nineteen-year-olds, / let me carry bowls for the offering / (if that is my part). / Let me study the cardiovascular tissue, / let me examine the angular distance of meteors, / let me suck on the stems of flowers / (if that is my part). / Let me make certain tribal figures / (if that is my part). / For this thing the body needs / let me sing / for the supper, / for the kissing, / for the correct / yes.







lunes, marzo 20, 2023

“Quizás”, de Vera Brittain





Quizás algún día vuelva a brillar el sol

Y veré que los cielos aún son azules,

Y sentiré otra vez que no vivo en vano,

Aunque me sienta privada de Ti.

 

Quizás los dorados prados a mis pies

Harán que las radiantes horas de la primavera 

luzcan alegres

Y me serán dulces los blancos brotes de mayo,

Aunque Tú hayas fallecido.

 

Quizás brillen los bosques de verano,

Y las rosas púrpura sean bellas otra vez,

así como los campos de cosecha del otoño 

un exquisito deleite,

Aunque Tú no estés ahí.

 

Quizás algún día no me retorceré de dolor

Al ver el paso del año moribundo

Y al volver a escuchar canciones navideñas,

Aunque Tú no puedas oírlas.

 

Pero, aunque el amable Tiempo renueve muchas alegrías,

Hay la más grande alegría que no conoceré

De nuevo, porque mi corazón al perderte

Se quebró, hace mucho tiempo.

 

 

 

Extraído de The First World War Poetry Digital Archive

University of Oxford

 

en: www.oucs.ox.ac.uk/ww1lit

 

Traducción de Carlos Almonte

 

 

 

Perhaps

Perhaps some day the sun will shine again, / And I shall see that still the skies are blue, / And feel once more I do not live in vain, / Although I feel bereft of You. // Perhaps the golden meadows at my feet / Will make the sunny hours of Spring seem gay / And I shall find the white May blossoms sweet, / Though You have passed away. // Perhaps the summer woods will shimmer  bright, / And crimson roses once again be fair, / And autumn harvest fields a rich delight, / Although You are not there. // Perhaps some day I shall not shrink in pain / To see the passing of the dying year, / And listen to the Christmas songs again / Although You cannot hear. // But, though kind Time may many joys renew, / There is one greatest joy I shall not know / Again, because my heart for loss of You / Was broken, long ago.


























domingo, marzo 19, 2023

«Dote», de Oswald de Andrade

Traducción de Márgara Russotto, Santiago Kovadloff y Héctor Olea



 
Te enseñaré
El secreto onomatopéyico del mundo
Te presentaré a
Tomás Moro
Federico García Lorca
La sombra de los ahorcados
La sangre de los fusilados
En las aceras de las ciudades inaccesibles
Te enseñaré mis tarjetas postales
El anciano y el niño de los jardines públicos
El tutu de la bailarina sobre un taxi

Escapados ambos de la batalla del Marne
El caimán caminante
La amante de suicidios
La novia enmascarada
La tonta del teatro antiguo
La mitad de la Sulamita
La que el payaso raptó el carnaval

En fin, las diecisiete lunas mecánicas
Que antecedieron tu simpar arrebol




en Cântico dos Cânticos para Flauta e Violão, 1942




















sábado, marzo 18, 2023

“En el umbral de mi partida”, de Xu Lizhi





Quiero ver una vez más el mar abierto

y comprobar qué tan copiosas

han sido mis lágrimas de media vida

Quiero subir una vez más

el pico más alto de alguna montaña

e intentar llamar de vuelta a mi alma extraviada

Quiero acostarme en alguna pradera

y ojear la Biblia que me dio mi madre

También quiero acariciar el cielo

tocar con los dedos ese cremoso azul

Pero no podré hacer nada de esto

estoy por dejar este mundo atrás

Ustedes que han oído hablar de mí,

no se sorprendan de mi partida

menos aún suspiren o se aflijan

Estuve bien cuando llegué

y ahora que me voy, lo estaré también

 

 

3 de julio de 2014

 

 

 

en Poesía china contemporánea, 2019

Simplemente Editores





























viernes, marzo 17, 2023

«Monólogos de la casta Susana: Sé que hablan de mí, sé que me espían», de Antonio Cisneros





Sé que hablan de mí, sé que me espían
entre un macizo de altísimos papayos.
El viento (despreciable) acumula las nubes
contra el sol que calienta
las aguas de mi baño. Reclinada
en los bordes de la loza,
rígido el cuello (la cervical nerviosa),
lejos de la veranda junto a los chopos
(¿qué es un chopo?) o los chanchos de tierra.
Y las aguas que pierden su tibieza
(mi carne de gallina). Incómoda
con mi propio destino. Ya no quiero
saber todas las cosas que sabía
(las mejores recetas de pescado
y el grito de las aves). Es mejor
yacer cual un adobe en los escombros
(que ninguno codicia bien o mal).
Sé que hablan de mí, sé que me espían.
En este vaso verde como un prado
(laberinto sin fondo)
apachurro yo misma mi limón.
Prefiero ajarme con ron y cola-cola
que en la mano del viejo repelente.
No es que ignore mi páncreas
ni que cante (perro lobo a la luna)
las sombras de la muerte. Amo la Vida
y me gusta tocarla como tocan
las sábanas de Holanda .
mi vientre en los veranos y apretarla
como aprietan en invierno
las pieles de los osos. Ese viento
(siempre despreciable) revuelve las mamparas,
los toldos del jardín.
Rescato la botella de ron, me bamboleo
con las últimas noticias. Al nuevo día
no me quiero hecha polvo en el espejo,
no me quiero hecha polvo en el espejo,
no me quiero hecha polvo en el espejo.





en Monólogos de la casta Susana y otros poemas, 1986













 

jueves, marzo 16, 2023

“Las reformas sociales y la violencia”, de Aldous Huxley





Cuanto mayor sea la violencia, tanto menor resultará la revolución”. Puede sacarse provecho meditando esta sentencia de Barthélemy de Ligt.

 

Para que pueda considerarse que una revolución ha tenido éxito, ella debe significar la realización de algo nuevo. Pero la violencia y los resultados de la violencia -la contraviolencia, la suspicacia y el resentimiento por parte de las víctimas, y la creación por parte de los que la perpetran de una tendencia a usar de violencias mayores son cosas demasiado conocidas y demasiado desesperantemente antirrevolucionarias. Una revolución violenta solo puede obtener los inevitables resultados de la violencia, que son tan viejos como el mundo.

 

O permítasenos más bien plantear el asunto de otra forma. No puede considerarse que una revolución haya tenido éxito, si no nos conduce hacia el progreso. Ahora bien, citando una vez más al Dr. Marett, el único progreso verdadero es el progreso en caridad. ¿Será posible, acaso, realizar progresos en caridad por medios que estén esencialmente desprovistos de caridad? Si consideramos desapasionadamente nuestra experiencia personal y los anales históricos, tenemos que llegar a la conclusión de que no es posible. Pero es tan vivo nuestro deseo de encontrar un “atajo” hacia Utopía, estamos tan parcialmente inclinados en favor de las personas que tienen opiniones parecidas a las nuestras, que rara vez nos hallamos en condiciones de conducirnos con el desapasionamiento necesario. Porfiamos en que los fines que creemos buenos pueden justificar el empleo de medios que nos constan ser abominables; seguimos creyendo, contra toda evidencia, que esos medios nocivos pueden lograr los buenos fines que deseamos. El grado hasta que pueden llegar a engañarse a sí mismas, personas de gran inteligencia, queda bien demostrado en los siguientes conceptos extraídos del libro que el profesor Laski ha escrito sobre el Comunismo. “Es evidente -dice- que sin la férrea dictadura del Jacobinismo, la República hubiera sido destruida”. A cualquier persona que se ponga a considerar imparcialmente el asunto, los hechos parecerán más bien demostrarle que fue precisamente la férrea dictadura del Jacobinismo la que destruyó a la República. La rigidez dictatorial llevó a la guerra exterior y a la reacción interna. La guerra y la reacción suscitaron la dictadura militar.

 

La dictadura militar resultó en nuevas guerras. Estas guerras sirvieron para que por sobre la extensión de Europa se intensificasen los sentimientos nacionalistas. El Nacionalismo llegó a cristalizar en una cantidad de nuevas religiones idólatras, que dividieron al mundo. (El credo nazi, por ejemplo, está contenido implícitamente, y hasta cierto punto llega a estar explícitamente expuesto en los escritos de Fichte). Al nacionalismo se le debe la conscripción militar dentro de los países y el imperialismo en el exterior. “Sin la férrea dictadura de los Jacobinos -dice el profesor Laski- la república hubiera sido destruida”. 

 

¡Admirable concepto! Desgraciadamente, ahí están también los hechos. El primer hecho importante es que la República fue destruida y que la principal causa de la destrucción fue la férrea dictadura de los Jacobinos. Pero no fue este tampoco el único mal de que se hizo responsable la dictadura Jacobina. Llevó a los despilfarros y a las matanzas inútiles de las guerras napoleónicas, a la imposición a perpetuidad de la esclavitud militar, o conscripción, prácticamente en todos los países de Europa; y a la aparición de todas esas idolatrías nacionalistas, que amenazan la existencia de nuestra civilización. Un “récord” admirable. Y, sin embargo, personas que se creen revolucionarias persisten en suponer que empleando métodos esencialmente parecidos a los que usan los Jacobinos, ellas podrían lograr resultados tan diferentes de aquellos, como lo pueden ser la justicia social y la paz entre las naciones.

 

La violencia nunca puede ser el camino hacia un progreso verdadero, a menos que, como compensación y reparación, sea seguida por circunstancias no violentas y por actos de justicia y de buena voluntad. En tales casos, lo que realiza el progreso es el tratamiento compensatorio y no la violencia que tal tratamiento intenta compensar. Por ejemplo, hasta donde puede llegarse a considerar que la conquista romana de las Galias y la conquista británica de las Indias se tradujeron en progreso (y es difícil poder decir si lo realizaron, y totalmente imposible colegir si un adelanto parecido no hubiera podido alcanzarse sin conquistas), estos progresos se debieron totalmente al tratamiento compensatorio de las administraciones romana y británica, una vez terminadas las violencias. En aquellos casos en que el tratamiento compensatorio no sigue al hecho original de la violencia, como sería el caso de aquellos países que fueron conquistados por los turcos, no llega a cumplirse ningún progreso verdadero. (Cuando la violencia se lleva hasta sus límites extremos y se extermina totalmente a las víctimas, la pizarra queda limpia, y los perpetradores de violencia quedan en situación de empezar de nuevo por cuenta propia. Este fue el procedimiento que, rechazando la alternativa más humana propuesta por Penn, emplearon los colonizadores ingleses en Norteamérica, para solucionar el problema de los indios pieles rojas. Intrínsecamente abominable, esta política solo puede llevarse a cabo en países escasamente poblados).

 

Cuanto más se prolongue la violencia, tanto más difícil les resulta, a aquellos que la han empleado, encontrar la forma de realizar actos compensatorios no violentos. Se crea una tradición de la violencia y los hombres aceptan escalas de valores, de acuerdo con las cuales los actos de violencia se computan como hechos heroicos o virtuosos. Cuando esto sucede, como aconteció, por ejemplo, entre los Tártaros y los Vickings y como parecería que los dictadores quisieran que ocurriese entre los germanos, los italianos y los rusos, existen pocas perspectivas de que los efectos de la violencia sean anulados por actos de justicia y de benevolencia posteriores.

 

De lo expuesto se deduce que ninguna reforma tiene probabilidades de poder alcanzar los resultados que se propone, a menos que, además de ser bien intencionada, sea oportuna. Cuando las circunstancias históricas dadas susciten tanta oposición como para que sea necesario recurrir a la violencia a fin de implantar una reforma social, acometerla resulta criminalmente temerario. Ya que son muchas las probabilidades de que no solamente fallen los buenos resultados que se anticiparon para toda reforma que necesite de la violencia para ser implantada, sino también de que las cosas se pongan peor de lo que estaban antes. La violencia, como hemos visto, solo puede acarrear los resultados de la violencia; y estos efectos solo pueden ser anulados por una no-violencia compensatoria posterior a los hechos; en aquellos lugares en que la violencia ha sido empleada durante mucho tiempo, se forma un hábito de violencia y se les hace sumamente difícil, a los que la perpetran, trocar su política. Más aún, los resultados de la violencia van siempre mucho más lejos que los sueños más disparatados de los que recurren a ella, muchas veces con buena intención. La “dictadura de hierro” de los Jacobinos concluyó, como ya hemos visto, en tiranía militar, veinte años de guerras, conscripción a perpetuidad en la mayor parte de Europa y la aparición de la idolatría nacionalista. En nuestra época, la violencia de la opresión zarista mantenida durante tanto tiempo y la catastrófica y aguda violencia de la Guerra Mundial determinaron “la dictadura de hierro” de los Bolcheviques. La amenaza de una violencia revolucionaria mundial engendró el Fascismo; el Fascismo originó el rearmamentismo; el rearmamentismo ha determinado la desliberalización progresiva de los países democráticos. Solo el tiempo podrá decirnos cuáles serán los resultados finales de “la dictadura férrea” de Moscú. Actualmente (junio de 1937) las perspectivas son, por decir lo menos, tristes y oscuras.

 

Si es que queremos, entonces, intentar reformas en gran escala que no se corrompan por sí solas en el proceso de su implantación, debemos proceder de tal manera que no tenga que recurrirse a la violencia para imponerla o que, en el peor de los casos, se necesite usar de muy poca violencia. 

 

(Es bueno tomar nota, a este respecto, que las reformas implantadas bajo el estímulo del temor a violencias de países vecinos y con el objetivo de poder usar más eficientemente de la violencia en guerras internacionales futuras, se corrompen tanto a la larga, como las reformas que solo pueden implantarse recurriendo a alguna forma de temor doméstico. Los dictadores han logrado muchas transformaciones en gran escala, dentro de la estructura de las sociedades que gobiernan, sin haber tenido que recurrir al temor. El pueblo consintió estas transformaciones, porque había sido persuadido, mediante intensa propaganda, de que eran necesarias para poner al país al abrigo de una “agresión extranjera”. Algunos de estos cambios han participado de la naturaleza de las reformas deseables; pero hasta donde hayan sido calculados para hacer más eficaz al país como máquina de guerra, tienden a incitar a los demás países al mejoramiento de su propia eficiencia militar y hacen de este modo más probable el advenimiento de la guerra. Pero la naturaleza de la guerra moderna es tal, que parece inverosímil que ninguna reforma deseable pueda sobrevivir a la catástrofe. Puede verse, de este modo, que reformas intrínsecamente deseables y que hayan sido aceptadas sin oposición pueden, sin embargo, degenerar, si la comunidad ha sido persuadida de aceptarlas, mediante propaganda dirigida a despertar su temor a extrañas violencias futuras, o a ensalzar la gloria de futuras violencias perpetradas con éxito por uno mismo). 

 

Volviendo a nuestro tema principal, que es la necesidad de evitar las violencias interiores durante la implantación de las reformas, vemos que una reforma puede ser intrínsecamente buena, pero tan inoportuna en determinadas circunstancias históricas, como para ser prácticamente inútil. Esto no quiere decir que tengamos que caer en el error enorme en que incurrió Hegel -y que repite con entusiasmo todo tirano moderno que tenga algún crimen que justificar o alguna locura que racionalizar-, el error que consiste en afirmar que lo real es lo racional, y que lo histórico es lo mismo que lo ideal. Lo real no es lo racional y todo lo que existe no es legítimo. En cualquier momento histórico dado, lo real, tal como lo conocemos, contiene algunos elementos racionales que han sido incorporados laboriosamente a su estructura por el esfuerzo paciente del hombre; entre las cosas que existen, algunas son más justas y mejores que otras. Por consiguiente, el más elemental sentido común exige que, cuando implantemos reformas, tratemos de preservar todos aquellos elementos del orden existente que posean algún valor. 

 

Pero no es todo. Los cambios para la mayor parte de los seres humanos son profundamente penosos. Y siendo así, haremos bien en mantener aquellos elementos constitutivos del orden existente, que no sean ni particularmente nocivos, ni especialmente benéficos, sino simplemente neutros. El conservatismo humano es un hecho, en cualquier situación determinada de la historia. Es por ello muy importante que los reformadores sociales se abstengan de emprender transformaciones innecesarias, como transformaciones de magnitudes asombrosas. En todo lo que fuese posible, las instituciones familiares debieran extenderse y desarrollarse de manera que puedan producir los resultados deseados. De este modo, la cantidad y la intensidad de movimiento opositor a transformar y el riesgo de tener que emplear procedimientos violentos, podrían reducirse al mínimo.

 

 

 

en El fin y los medios (Capítulo IV), 1937































miércoles, marzo 15, 2023

“Campo Santo”, de Heddy Navarro Harris





Los muertos

llevan puestas sus parcas coreanas

aprietan sus maletines negros

mascando chicle

se deslizan

en suaves patines alemanes

 

Las muertas

llevan medias y tacones altos

tiñen su cabello

electrocutan sus pestañas

someten su rostro

a estucos torturantes

además cojean

disimulando un dolor de dedos comprimidos

 

Muertos mis muertos

lapidarias sus sonrisas

amortajadas sus palabras

veladas sus miradas

tomando el fresco

del cementerio nuestro

 

 

 

en Antología de la nueva poesía femenina chilena, 1985






























martes, marzo 14, 2023

«Adiós libros míos», de Kenzaburō Ōe

Fragmento



(1935-2023)



Ante la indiferencia de Vladimir, Shinshin se dirigió entonces a Kogito:

—Hemos discutido este punto varias veces. Mishima expuso su alegato a los soldados de las Fuerzas de Autodefensa para incitarlos a un golpe de Estado, aunque seguramente no era tan optimista como para suponer que toda la tropa lo apoyaría de inmediato. Pero a la vez, Mishima no descartaría por completo la posibilidad de que su discurso produjera el impacto suficiente en las Fuerzas de Autodefensa como para empujarlas hacia el golpe de Estado. Es de dominio público que Mishima era un hombre astuto y muy listo.

—Pero en el caso de que hubiera llegado a propiciar el golpe de Estado, Mishima habría continuado su vida como líder del grupo subversivo... Y por el momento no habría necesitado ninguna frase para rematar su vida.

—... A ver, ¿a qué viene tu pregunta entonces? —Kogito se dirigió a Vladimir, que mantenía su postura.

—Que si Mishima planeó en serio el golpe de Estado de las Fuerzas de Autodefensa quiere decir que acaso lo consideraba de verdad como un complot factible.

»¿Qué pretendía Mishima al encabezar el movimiento de Los escuderos? Con el apoyo de aquel grupo podría propiciar en un futuro cercano un ambiente subversivo entre los soldados de las Fuerzas de Autodefensa, pero al fin y al cabo no le quedaría más remedio que realizar el seppuku, puesto que jamás llegaría a convencerlos del todo. Me parece patológico que una persona articule todas esas ideas para rumiar en secreto la última frase de su vida...

—O sea que tú no crees en la leyenda de Mishima.

—Tal como usted ha comentado acerca de la forma de construcción de una novela, yo creo que al principio Mishima sólo tenía en mente la fundación de un grupo paramilitar llamado Los escuderos y algunas actividades relacionadas con el mismo. Al estar en contacto con las Fuerzas de Autodefensa, a través del entrenamiento de los miembros del grupo, se acercó a los mandos superiores, aprovechando los privilegios de ser un escritor de prestigio, ex alumno de la Facultad de Derecho de la Universidad de Tokio. A medida que se intensificaba la violencia callejera del movimiento estudiantil, con la intención de renovar el Tratado de Seguridad del 70, Mishima se implicaba cada vez más.

»Al considerar el hecho de que algunos mandos de las Fuerzas de Autodefensa simpatizaban con él, hasta el punto de haber colaborado en las actividades del grupo, la idea del golpe de Estado encabezado por Los escuderos no era del todo un disparate. He leído las memorias de uno de los oficiales, donde dice que, en realidad, trataba a Mishima pensando cómo haría para “retirarse” del compromiso. No obstante, para Mishima no había marcha atrás. Es posible que se le ocurriera la “última frase” durante esa etapa.

»Los jóvenes escuderos, a quienes Mishima instigaba sin cesar con su filosofía, se radicalizaban cada vez más. Por su parte, Mishima, un escritor sagaz como dice el señor Shigeru, sabía que un golpe en solitario de Los escuderos estaba destinado al fracaso. En consecuencia, decidió abusar de la confianza de los mandos que simpatizaban con él para coger a uno de ellos como rehén y lanzar luego un discurso con el fin de provocar el golpe de Estado, todo como última opción cuando ya no le quedara más remedio que recurrir al seppuku.

»Con el grupo de Los escuderos puesto en marcha, a un novelista no le resultaría complicado elaborar la escena de su propio final, ¿no le parece? Al sacrificarse mediante el seppuku, el pueblo japonés se convencería unánimemente de que aquél había sido un acto “serio”. Dice el señor Shigeru que la idea del suicidio en compañía de jóvenes bellos tiene su origen en la propia estética de Mishima.

—Entonces, Vladimir, por lo que estoy escuchando, tu opinión no difiere de la que manifiestan los japoneses críticos, como el señor Choko, con relación a Mishima.

—No, por favor, Shinshin, tú ya sabes lo que voy a opinar de ahora en adelante.

Vladimir se exaltó por un momento, pero luego se calmó, y continuó hablando con serenidad:

—Mire, señor Choko, sospecho que Mishima guardaba otro as en la manga para prolongar su historia personal quién sabe hasta cuándo. Es decir, en primer lugar provocar el golpe de Estado por parte de las Fuerzas de Autodefensa, bajo la iniciativa de Los escuderos y, al fracasar éste, no renunciar a su complot: al contrario, sacar provecho de la represión gubernamental, originada en aquel fracaso.

»Sé que ese plan, de haber sido puesto en práctica, habría desencadenado las mismas risas y burlas entre los soldados de las Fuerzas de Autodefensa. Pero ¿qué habría sucedido si Mishima se hubiera encerrado con el comandante esposado como rehén, hasta que lo hubieran detenido al cabo de una larga lucha con los soldados que intentaban rescatar a su superior? ¿No cree que habría habido mucha gente que hubiera apreciado la seriedad de su acción y la validez de su filosofía?

»Por otro lado, los medios de comunicación hubieran divulgado a los cuatro vientos las declaraciones de criminal confeso de Mishima en los tribunales, y luego, cuando ya le hubieran impuesto una condena definitiva, se hubieran ocupado de su existencia carcelaria. De ahí sólo le restaría un paso para ganarse una firme reputación como líder político, ¿no le parece? Una vez cumplida la condena, Mishima, algo canoso pero musculoso gracias al continuo ejercicio físico que habría intensificado en prisión, se integraría de nuevo sin dificultad en la sociedad japonesa.

»¿Qué habría sido de Japón si Mishima hubiera regresado en pleno auge de la economía de burbuja para recomponer el grupo de Los escuderos? ¿Se imagina lo que habría sucedido si hubiera explotado la burbuja justo cuando los nuevos escuderos hubieran tenido una influencia determinante? ¿Las Fuerzas de Autodefensa hubieran sido capaces de ignorar un segundo plan de golpe de Estado en esas circunstancias?

Antes de que Kogito comenzara a formular su respuesta, intervino Shigeru:

—Al respecto, te aclaro lo siguiente, Vladimir: bien muerto hace tiempo, Mishima no era nadie para elaborar un plan tan realista y ponerlo en práctica. De modo que no te queda más remedio que matizar tu polémica Mishima a un nivel más general, ¿no crees? De esa forma tendrá algún sentido para ti. ¿No te ha parecido interesante su argumento, Kogy?

—A lo mejor sí vale la pena profundizar en la polémica Mishima, con tal de que tomemos distancia con su escandalosa muerte.

Vladimir estaba visiblemente exaltado. Sus pupilas azulinas, las cejas negras y espesas, las mejillas sonrojadas, con un tono verdoso por mal afeitadas, los labios carnosos y brillantes, cubiertos de saliva... A su lado, Shinshin, que había enmudecido desde hacía un buen rato, mostraba una incipiente sonrisa cínica e indiferente en su rostro pequeño, blanco como empolvado y con manchas rojo sangre.

Ahora que la discusión había cesado, Shigeru inclinaba el par de botellas de vino para revisar su contenido, antes de servirse lo poco que quedaba en una de ellas, y luego fijó su mirada en la copa. Al cerciorarse de que flotaban algunos sedimentos de corcho, hizo un ademán de pedir otra botella a Shinshin, que desaprobó la propuesta con un movimiento de cabeza.





2005


















lunes, marzo 13, 2023

“La mujer que estoy queriendo”, de Antonio Gil





Ella se acoda en la mesa

y los ángeles de los pueblos chicos

vienen a mirarla

con tristeza de días seguidos

y horas de flauta en la lluvia.

Detrás de la puerta,

ya el invierno prepara

la velocidad de sus caballos

por el campo

y pastorea por los patios

un viento de hojas secas

y ovejas escolares.

 

Arde en la noche de la ciudad

sonando una guitarra

como por el bosque

un hacha de filo antiguo

recién inaugurada,

ella me mira entonces, largamente,

asomando su mirada más allá de mi rostro

y el rostro cotidiano

de todos los objetos...

(no haya más palabras,

todo queda dicho)

 

Yo navego el amor entonces,

arbolo el amor con una vela

a partir de sus ojos míos

y por la ciudad se aleja ardiendo

y al galope

una nueva guitarra hacia los huertos.

 

 

 

en Poesía para el camino (Antología), 1977