lunes, septiembre 25, 2023

«Islas», de Christian Kupchik




(1954-2023)

 
dos poemas para haroldo conti

       1. SUDESTE

el corazón de las tinieblas es verde.
el río es el tiempo.
el atardecer bajando como un ladrón
sorprendía con ocres gastados
un silencio de cigarrillos húmedos,
sólo interrumpido
por el lamento rutinario de algún bayo,
o el grito herido de una gallineta de monte.
en el canal                                          a lo lejos
roncaba una laucha almacenera.
el río es esta ancha y vasta soledad
este cielo
este aire
y las islas sumidas en esa bruma infinita.

mañana será otra vez
los golpes de los remos alargando el sopor,
extendiendo un fastidio progresivo
de vagabundaje por el hastío
            será otra vez
la vieja y su lucha en los juncales
            será otra vez
la mirada triste o absurda de los peces
            será otra vez
la muerte del aleluya repitiéndose
por siempre desde el cuarentayocho,
alguna borrachera con caña quemada…
mañana será otra vez
la esperanza de un barco.

el sudeste silbo despacio
enroscándose en los huesos del río.

la vieja
           apagó el farol.





       2. DESDE LAS VÍAS

el otro cambio, los que se fueron
litto nebbia

levanto la cabeza y respiro
hondo                        hundo
la cabeza en el áspero aliento
                                    del río.
hay luces por todas partes
                                    que sólo sirven para confundir
aquí                             entre estas latas
donde las casillas oscilan como globos
y las ventanas de los trenes
                                    puntean velozmente la penumbra...
la cabina de señales
                                    cabecea igual que una chata arenera
al fondo
                                    el lívido resplandor de un verano
                                    se desvanece con el día
y más atrás aún
tiemblan                    se encogen
los focos empañados de automóviles
                                    que bailotean como un tropel de mástiles
las grúas de las dársenas
                                    y por encima de todo
la chimenea de una usina
                                    se elevan sobre la mugrienta
                                    claridad del amanecer.

la vida
reducida a un punto sanguinolento
una galleta                un vino
una interminable hilera de camiones,
una tarde en las vías abandonadas…

                                    –y allá mi cabeza,
                                    a reunirse con los que se fueron–

las villas todavía están
                                    envueltas en la niebla naranja
y aquello parece
                                    el comienzo de los tiempos.

la propia llama del calentador
se opaca                     destiñe.
mi madre y las cosas
aparecen cubiertas de ceniza.





en Jonás y los sueños diurnos, 1983





Fotografía original de Dante Fernández






















domingo, septiembre 24, 2023

“Motivos del hijo pródigo”, de María Monvel





«Te amo más, mi hijo Pródigo, que al otro, mi hijo Fiel.

Porque me abandonaste te amo más que a él.

Porque me abandonaste sin dolor y te fuiste

sin volver la cabeza al sitio en que naciste:

porque en tu despedida no hubo gesto cobarde

ni humedeció una lágrima tus ojos esa tarde...

 

Dejaste el lecho blando que recogió amoroso

tus gentiles fatigas de adolescente hermoso

por la piedra y la paja dura de los caminos.

¡Pájaro en libertad, quisiste ensayar trinos!

 

«Soy rico, sin embargo. Tú también, hijo mío.

Desde niño fue tuyo el cordero mejor

¡y cuántas veces vimos los dos el calofrío

de la envidia en los ojos de tu hermano mayor!

 

«Presentía que habías de marchar sin recelo

desdeñando en la mía, la bendición del cielo!

Te fuiste; yo lloré. Nunca lloré, tú sabes:

no se alteró al morir tu madre mi rostro grave,

pero lloré por ti. Nunca te he amado tanto,

como así, desafiando mi cólera y mi llanto.

¡Y hoy vuelves! Dame tus sandalias. Yo quiero

sacudir en mi mano ese polvo ligero

que me enseña caminos que tu planta pisó.

En invierno y verano nieve y sol te esquivó.

 

 

 

en María Monvel: Antología esencial, 2023

Boca Budi Books

 

Edición de Ariel Rioseco Gutiérrez














sábado, septiembre 23, 2023

«Mi corazón es como la luna de otoño…», de Han Shan

Versión de Juan Carlos Villavicencio dedicada a Christian Kupchik (1954-2023)



 
Mi corazón es como la luna de otoño
perfectamente brillante en el estanque color verde profundo
nada se puede comparar con eso
dime       cómo se puede explicar



c. 730











viernes, septiembre 22, 2023

“Reconocimiento bajo Tierra”, de Juvencio Valle





Me hundo a diario

en las viejas harinas de la tierra;

me hundo como un tallo

con incansables manos,

refloto y permanezco

con el pelo caído;

resurjo a peligrosos intervalos

en pino celestial todo fragante

de bautismal diluvio.

 

Zozobro en una lluvia interminable

y en este espeso oleaje,

inestable madero me sostengo;

subo y bajo en esa agua noche y día;

atado por los besos

del agua desmedida;

de estación a estación voy hacia el fondo,

círculos repentinos me coronan

de vítores sagrados.

 

El mar en que me pierdo

es un laboratorio innumerable,

más que eso es una fábrica

con su caldera activa, con sus silbos;

ojos, raíces, dedos como almácigos,

agujas y dedales finos,

humo y carbón espesos,

manos con muchos dedos que levantan

dorados tulipanes.

 

Allí el azul de Prusia como un pájaro,

el rojo con su flecha,

el violeta y celeste, todavía,

convertidos en vacilante larva,

y el gris aún inmóvil

sin desprenderse de la fría piedra.

 

Los múltiples ungüentos

hablan con voces propias,

el barniz que circunda la manzana,

el aceite que hincha la bellota,

la porcelana sobre la azucena,

el nácar de la uña

y el azulado eléctrico del pelo.

 

Allá abajo el primer temblor de álamo,

la orientación del pie aún indecisa;

en ese fundo único

el rubor de la piel es una oruga,

el asombro del ojo como un huevo;

en la haz de esas aguas todavía

los ignorados mundos de la lengua.

 

En mis hombros sostengo

el temblor germinal de la tierra;

con mi pecho en escudo

rompo el hirviente oleaje,

la enmarañada urdimbre de agua y agua,

de polvo y polvo levantado

movibles tijerales.

 

Me anudan con sus brazos

los brotes insurgentes,

la verde botella de los vientos,

el rosa de las yemas;

el salitre rebasa por las grietas,

la miel va por los tallos

y en sus blancas celdillas el azúcar

insinúa su ruedo.

 

Este mar que yo surco

es de espesa y creciente levadura,

barro azul de laureles y violetas;

en él soy un arado que desgarra,

un ojo que inspecciona;

a mi lado rebullen activos colmenares,

disueltos elementos,

leche que avanza ciega,

congelados racimos.

 

Resoplo las espumas

con salud y delicia,

con hambre de expansión abro los brazos

y avanzo y retrocedo

y sien este vaivén caigo en peligro,

con delirio vital me sujeto

a la rama estrellada

que el destino me alarga como un puente.

 

Prisionero glorioso de este barro,

con la frente encendida

observo, lupa en mano,

cómo la tierra grávida adereza

su máquina celeste;

cómo su mano múltiple modela

la vaporosa efigie de la rosa,

cómo levanta trémula

la leche de sus bronces.

 

 

 

en El viejo lenguaje de las hojas (Antología), 2019

Descontexto Editores














jueves, septiembre 21, 2023

«Una figura de la piedad, del discurso», de J. H. Prynne

Traducción de Kurt Folch




A merced de la fortuna: de modo que
él pregunta la hora y está gris, casi con
solemne insistencia. Sí lo es, de modo
que quizá solo el olor de la resina

                    lo mantiene en una simple
                    esperanza. Ella lo sabe,
                    hay una incitación
                    indirecta, entre ellos.

Hacia lo alto se disuelven los ramajes, en astillas
del horizonte: para cada uno, el temor a esto, o demasiado
lejos hacia el costado. La grieta que a ella
le gusta tocar, como avanzando, el sonido de su tipo de respiración.

                    En la luz, que cada uno
                    podría, corriendo desde ambos
                    al alcance de la distancia
                    innombrable, en el ojo

donde está el amor, y el sonido del agua, se llamará
euterpe. Tocarán por sobre la equivocación, creando la carne y las uñas en
la belleza de los dedos, a la actividad de la luz,
tocarán con las manos abiertas
esperando mantenerlo allí, el temible
cobro del amor: bajo la luz gris
y las columnas de esperanza, por la orilla del río.



1969



en fémur del mundo, cuadro de tiza ediciones, 2022

































miércoles, septiembre 20, 2023

“Coronación de Enrique Brouwer”, de Clemente Riedemann





No bien hubo traspasado el pórtico

que sólo a los felices les es permitido franquear,

vinieron a él sus mujeres más discretas;

cubrían con sedas sus amables pechos

y lucían flores en sus cabezas;

 

Sobre un cojinete de raso del color del mar

traían la corona y se la ciñeron;

él y ellas sonreían, no había apremio alguno

en sus semblantes; le entregaron las llaves del puerto

donde moran las almas de los que navegan;

 

Le preguntaron cuál era su voluntad

y él dijo: ¿Han visto por aquí a mi padre?

En la otra orilla, respondieron.

Necesito un barco, ordenó el Almirante.

Y, desde entonces, anda Brouwer, errante

por las constelaciones.

 

 

 

en Una casa junto al río (Antología), 2016

Descontexto Editores

 













martes, septiembre 19, 2023

«Salmo tercero: visión de septiembre», de W. S. Merwin

Versión de Jeannette L. Clariond




para Galway Kinnell


Veo la mano donde se alza el sol
                    una memoria
                    para una mente
          Veo negros días negros días
                    las mentes de las piedras
                    yéndose
                    y asimismo regresando
                    por veladas sendas
          Veo una jaula vacía
                    una memoria evocando
                    un corazón
                    al que se pidió sentir más
                    y siente menos
Veo el vacío de un ave volando
                    y su canto me persigue
                    con mi propio nombre
                    con el gélido sonido
                    de mi propio nombre
                    quebrándose
          Veo los ojos de esa ave
                    en cada luz
                    en la lluvia
                    en espejos
                    en ojos
                    en cucharas
          Veo cristalinos lagos flotar sobre nosotros
                    acariciándonos con sus orillas
                    llevándose secretos
                    que nunca trajeron
          Veo lenguas escindidas
                    y el nacimiento de la palabra
                    que ha de crecer
                    en el dolor
                    y encaminarse hacia Nínive
          Veo la polilla arremolinarse
                    como oreja de animal invisible
                    y no soy quien llama
          Veo cascabeles cabalgando caballos muertos
                    y nunca un silencio igual

                    oh bártulos vengan y hablen con nosotros mientras puedan





1969




Publicado por Vaso roto, 2010












Contribución indirecta a DscnTxt de Diego Alfaro Palma


















lunes, septiembre 18, 2023

“Distraerse”, de Henri Michaux





Un cazador para asustar la caza prendió fuego a un bosque. De pronto vio a un hombre que salía de una roca.

 

El hombre atravesó el fuego sosegadamente. El cazador corrió tras él.

 

- Diga, pues... ¿Cómo hace para pasar a través de la roca?

- ¿La roca? ¿Qué quiere decir con eso?

- También lo vi pasar a través del fuego...

- ¿Fuego? ¿Qué significa fuego?

 

Ese perfecto taoísta, completamente borrado, no veía las diferencias de nada.

 

 

 

Henri Michaux, Un barbare en Asie

 

 

 

en Cuentos breves y extraordinarios, 1993

(7ma edición)

 

Edición de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares





















domingo, septiembre 17, 2023

«Los buñuelos de la tía Francisca», de Juan Gelman




 

envidio como loco a los astronautas/
tienen más plata que el banco central/
les dan de comer todos los días/
es una comida especial para aguantar el vacío/

además aparecen en tv/
una mujer linda y rubia se la pasa esperándolos/ 
son discretas como tía francisca/
que nunca tuvo un sí ni un no con el tío/

aunque lo engañaba con frecuencia y nostalgia/
los buñuelos de miel de tía fran
tenían más nostalgia que varios tangos juntos/
eran más ricos que la miel y las abejas que hacen la miel y las
flores/ que dan de comer a las abejas/

los buñuelitos de la tía brillaban en la oscuridad de la cocina/
y parecían de oro o astros que se están por volar/ 
la única vez que entré a robarlos/ pisé al gato/
el gato pegó un grito que rompió la noche/

un pedazo de noche cayó sobre la cabeza de tía francisca que
abrió la puerta y me vio/
yo no le pude decir nada porque sus nostalgias me habían 
pegado la noche al paladar/
yo siempre tuve mala suerte/
una noche me clavé en el pie el único clavo de punta que 
había en toda la ciudad/

la gente me aplaudió/ decía bravo/ decía
mire que hace falta mala suerte para que le pase algo así/ 
me miraban con cierto cariño/
porque una cosa es sufrir y otra cosa es otra cosa/

para peor se me rayó el disco de ciriaquito ortiz/ 
justo allí donde dice me hago/ me hago/
y no sigue adelante para traer la ilusión que volvés/ 
su bandoneón es una ola inmóvil/ y

se parece a mi corazón/
mi corazón es un disco rayado/ 
siempre da vueltas alrededor de vos/ 
se para al encontrar tu belleza/ 
extraña.



en Hacia el sur, Roma 1981-1982


















sábado, septiembre 16, 2023

“Canción”, de Han Yu





No expulsen a las moscas de la mañana,

salvad los mosquitos de la tarde.

Si los rodean,

fácil es defenderse.

¡Su vida es tan efímera!

Que tengan su parte de existencia;

el viento de la nueva luna

los barrerá sin dejar rastro.

 

 

 

en Poesía china, 1960

 




















viernes, septiembre 15, 2023

«El día que te besé…», de Diane di Prima

Traducción de Juan Carlos Villavicencio




El día que te besé, murió la última 
cucaracha. Las Naciones Unidas
abolieron todas las prisiones. El Papa
admitió a Jean Genet como miembro
del Colegio Cardenalicio. La
Fundación Ford, a un costo enorme,
reconstruyó la ciudad de Atenas.
El día que hicimos el amor, el dios del pan
volvió a la Tierra, Eisenhower dejó
de jugar golf. Los supermercados
vendían marihuana. Y Apolo leyó
poemas en el Union Square Park.

Se disolvieron las bombas
el día que jugueteaste con mi cuerpo.




en Dinners and Nightmares, 1961




Fotografía original de Peter Moore
en el Caffe Cino en Greenwich Village, 1968














The day I kissed you, the last cockroach / he died. The United Nations / they abolished all prisons. Pope / admitted Jean Genet as a member / of the College of Cardinals. The / Ford Foundation, at huge expense, / rebuilt the city of Athens. / The day we made love, the god of bread / returned to Earth, Eisenhower left / to play golf. Supermarkets / they sold marijuana. And Apollo read / poems in Union Park Square. // The day you frolicked in my body / the bombs dissolved.













jueves, septiembre 14, 2023

“Costra”, de Gellu Naum





La ciudad tenía una sola casa

la casa tenía una sola habitación

la habitación tenía una sola pared

la pared tenía un solo reloj

el reloj tenía una sola aguja

 

durante todo este tiempo los niños

crecían y hacían una sola pregunta

 

mientras los adultos confusos y espléndidos

disminuían disminuían sonriendo

 

 

 

en Seis poetas rumanos contemporáneos, 1993 

Selección y traducción de Omar Lara





















miércoles, septiembre 13, 2023

«Cambio», de Boris Pasternak

Versión de Juan Carlos Villavicencio






Antes glorificaba a los pobres,
y no por cierta nobleza en mi mirada,
sino porque sólo ahí la vida transcurría
sin alardes ni ostentación. 

No me eran ajenos los ambientes refinados
de las casas de los nobles,
pero yo era amigo de la miseria,
y enemigo de los parásitos.

Me esforcé por ser amigo 
De la clase trabajadora,
Por lo que me hicieron el honor 
De también considerarme un trapo.

Era tangible y sin pretensiones
Sólida, corpulenta y sustancial
La vida en los sótanos, sin adornos,
Y en los áticos sin florituras ni cortinas.

Y me fui deteriorando desde que el tiempo
Fue alcanzado por la corrupción,
Cuando el dolor se convirtió en vergüenza
Y se retorcieron los optimistas y burgueses.

Mi fe en aquellos en los que confié
Se rompió y nuestros lazos se quebraron.
Yo también perdí al Hombre
Cuando todos lo perdieron.



1956












Перемена

Я льнул когда-то к беднякам / Не из возвышенного взгляда, / А потому, что только там / Шла жизнь без помпы и парада. // Хотя я с барством был знаком / И с публикою деликатной, / Я дармоедству был врагом / И другом голи перекатной. // И я старался дружбу свесть / С людьми из трудового званья, / За что и делали мне честь, / Меня считая тоже рванью. // Был осязателен без фраз, / Вещественен, телесен, весок / Уклад подвалов без прикрас / И чердаков без занавесок. // И я испортился с тех пор, / Как времени коснулась порча, / И горе возвели в позор, / Мещан и оптимистов корча. // Всем тем, кому я доверял, /Я с давних пор уже не верен. /Я человека потерял / С тех пор, как всеми он потерян.









martes, septiembre 12, 2023

“Hostal”, de Aciro Luménics





I

 

Sin pensar

sin imaginar

mi lengua te exploraba

junto a la ventana

sobre la cama deshecha

el canal 

a unos centímetros

que debíamos apresurar

abordar entre voces

ásperas por el tabaco

y el toque de armonía

entre tus piernas ya cansadas

sin mirar atrás

ni volvernos sal

una vez más.

 

 

 

II

 

Nos miraron brevemente

quisieron olvidar

la forma cúbica

de encaje

la puerta que abrió 

y cerró

nuestras frágiles expectativas

fuimos débiles

nos quebrantamos

al subir esa colina

en las afueras

de ese pueblo

inhabitado

y un cartel al viento

te mostró la furia

de un amor

arrebatado

y permanente

 

 

 

III

 

Buscábamos donde dormir

entre diagonales

más allá de un caupolicán herido

desagarrado

ya sin alma

el hombre joven con mirada bates 

nos dejó pasar

la casa limpia

y ordenada

la tensa calma

más aún al desayuno

el anfitrión sirvió

dos trozos de almidón

y escuchamos la señal

el golpeteo

esa melodía que nos unió

durante el viaje

nos atamos al jardín

bajo las flores

esta soy yo, te oí decir, 

pero no importaba

no importaba

nos habíamos perdido ya

demasiado lejos

 

 

 

IV

 

Recuerdo la tormenta

el sonido de los truenos

el cielo impávido de luz

la lluvia en todas direcciones

los celajes

batiéndose hacia el sur

forjamos el amor movidos por

la fuerza del océano

el torbellino sucedió por el camino

apenas inclinado

el hilo disolvió

por un segundo

hasta ver allá

al final de un horizonte

atizado por relámpagos

un destino escrito sobre las mareas

indeciso y furioso

irrefrenable

 

 

 

V

 

Los años destilaron

bajo el puente

en el que nos volvimos a encontrar

guiar

hace unos días

la melodía de aquel verano fresco

el rumbo decidido

al otro lado

hacia la isla

en que bates nos dio hospedaje

y desayuno 

en una habitación clara

frente al patio de las flores

y tu voz imaginó otra vez

esta soy yo, repetiste,

la isla nos espera

en otro tiempo

en otra calle diagonal

un viaje al mar

un cruce gigantesco

definitivo

natural

la despedida

 

 

 

en A ultranza, 1969

Pintura: Theodor Kittelsen