lunes, septiembre 25, 2023
«Islas», de Christian Kupchik
domingo, septiembre 24, 2023
“Motivos del hijo pródigo”, de María Monvel
«Te amo más, mi hijo Pródigo, que al otro, mi hijo Fiel.
Porque me abandonaste te amo más que a él.
Porque me abandonaste sin dolor y te fuiste
sin volver la cabeza al sitio en que naciste:
porque en tu despedida no hubo gesto cobarde
ni humedeció una lágrima tus ojos esa tarde...
Dejaste el lecho blando que recogió amoroso
tus gentiles fatigas de adolescente hermoso
por la piedra y la paja dura de los caminos.
¡Pájaro en libertad, quisiste ensayar trinos!
«Soy rico, sin embargo. Tú también, hijo mío.
Desde niño fue tuyo el cordero mejor
¡y cuántas veces vimos los dos el calofrío
de la envidia en los ojos de tu hermano mayor!
«Presentía que habías de marchar sin recelo
desdeñando en la mía, la bendición del cielo!
Te fuiste; yo lloré. Nunca lloré, tú sabes:
no se alteró al morir tu madre mi rostro grave,
pero lloré por ti. Nunca te he amado tanto,
como así, desafiando mi cólera y mi llanto.
¡Y hoy vuelves! Dame tus sandalias. Yo quiero
sacudir en mi mano ese polvo ligero
que me enseña caminos que tu planta pisó.
En invierno y verano nieve y sol te esquivó.
en María Monvel: Antología esencial, 2023
Boca Budi Books
Edición de Ariel Rioseco Gutiérrez
sábado, septiembre 23, 2023
«Mi corazón es como la luna de otoño…», de Han Shan
viernes, septiembre 22, 2023
“Reconocimiento bajo Tierra”, de Juvencio Valle
Me hundo a diario
en las viejas harinas de la tierra;
me hundo como un tallo
con incansables manos,
refloto y permanezco
con el pelo caído;
resurjo a peligrosos intervalos
en pino celestial todo fragante
de bautismal diluvio.
Zozobro en una lluvia interminable
y en este espeso oleaje,
inestable madero me sostengo;
subo y bajo en esa agua noche y día;
atado por los besos
del agua desmedida;
de estación a estación voy hacia el fondo,
círculos repentinos me coronan
de vítores sagrados.
El mar en que me pierdo
es un laboratorio innumerable,
más que eso es una fábrica
con su caldera activa, con sus silbos;
ojos, raíces, dedos como almácigos,
agujas y dedales finos,
humo y carbón espesos,
manos con muchos dedos que levantan
dorados tulipanes.
Allí el azul de Prusia como un pájaro,
el rojo con su flecha,
el violeta y celeste, todavía,
convertidos en vacilante larva,
y el gris aún inmóvil
sin desprenderse de la fría piedra.
Los múltiples ungüentos
hablan con voces propias,
el barniz que circunda la manzana,
el aceite que hincha la bellota,
la porcelana sobre la azucena,
el nácar de la uña
y el azulado eléctrico del pelo.
Allá abajo el primer temblor de álamo,
la orientación del pie aún indecisa;
en ese fundo único
el rubor de la piel es una oruga,
el asombro del ojo como un huevo;
en la haz de esas aguas todavía
los ignorados mundos de la lengua.
En mis hombros sostengo
el temblor germinal de la tierra;
con mi pecho en escudo
rompo el hirviente oleaje,
la enmarañada urdimbre de agua y agua,
de polvo y polvo levantado
movibles tijerales.
Me anudan con sus brazos
los brotes insurgentes,
la verde botella de los vientos,
el rosa de las yemas;
el salitre rebasa por las grietas,
la miel va por los tallos
y en sus blancas celdillas el azúcar
insinúa su ruedo.
Este mar que yo surco
es de espesa y creciente levadura,
barro azul de laureles y violetas;
en él soy un arado que desgarra,
un ojo que inspecciona;
a mi lado rebullen activos colmenares,
disueltos elementos,
leche que avanza ciega,
congelados racimos.
Resoplo las espumas
con salud y delicia,
con hambre de expansión abro los brazos
y avanzo y retrocedo
y sien este vaivén caigo en peligro,
con delirio vital me sujeto
a la rama estrellada
que el destino me alarga como un puente.
Prisionero glorioso de este barro,
con la frente encendida
observo, lupa en mano,
cómo la tierra grávida adereza
su máquina celeste;
cómo su mano múltiple modela
la vaporosa efigie de la rosa,
cómo levanta trémula
la leche de sus bronces.
en El viejo lenguaje de las hojas (Antología), 2019
Descontexto Editores
jueves, septiembre 21, 2023
«Una figura de la piedad, del discurso», de J. H. Prynne
miércoles, septiembre 20, 2023
“Coronación de Enrique Brouwer”, de Clemente Riedemann
No bien hubo traspasado el pórtico
que sólo a los felices les es permitido franquear,
vinieron a él sus mujeres más discretas;
cubrían con sedas sus amables pechos
y lucían flores en sus cabezas;
Sobre un cojinete de raso del color del mar
traían la corona y se la ciñeron;
él y ellas sonreían, no había apremio alguno
en sus semblantes; le entregaron las llaves del puerto
donde moran las almas de los que navegan;
Le preguntaron cuál era su voluntad
y él dijo: ¿Han visto por aquí a mi padre?
En la otra orilla, respondieron.
Necesito un barco, ordenó el Almirante.
Y, desde entonces, anda Brouwer, errante
por las constelaciones.
en Una casa junto al río (Antología), 2016
Descontexto Editores
martes, septiembre 19, 2023
«Salmo tercero: visión de septiembre», de W. S. Merwin
lunes, septiembre 18, 2023
“Distraerse”, de Henri Michaux
Un cazador para asustar la caza prendió fuego a un bosque. De pronto vio a un hombre que salía de una roca.
El hombre atravesó el fuego sosegadamente. El cazador corrió tras él.
- Diga, pues... ¿Cómo hace para pasar a través de la roca?
- ¿La roca? ¿Qué quiere decir con eso?
- También lo vi pasar a través del fuego...
- ¿Fuego? ¿Qué significa fuego?
Ese perfecto taoísta, completamente borrado, no veía las diferencias de nada.
Henri Michaux, Un barbare en Asie
en Cuentos breves y extraordinarios, 1993
(7ma edición)
Edición de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares
domingo, septiembre 17, 2023
«Los buñuelos de la tía Francisca», de Juan Gelman
sábado, septiembre 16, 2023
“Canción”, de Han Yu
No expulsen a las moscas de la mañana,
salvad los mosquitos de la tarde.
Si los rodean,
fácil es defenderse.
¡Su vida es tan efímera!
Que tengan su parte de existencia;
el viento de la nueva luna
los barrerá sin dejar rastro.
en Poesía china, 1960
viernes, septiembre 15, 2023
«El día que te besé…», de Diane di Prima
jueves, septiembre 14, 2023
“Costra”, de Gellu Naum
La ciudad tenía una sola casa
la casa tenía una sola habitación
la habitación tenía una sola pared
la pared tenía un solo reloj
el reloj tenía una sola aguja
durante todo este tiempo los niños
crecían y hacían una sola pregunta
mientras los adultos confusos y espléndidos
disminuían disminuían sonriendo
en Seis poetas rumanos contemporáneos, 1993
Selección y traducción de Omar Lara
miércoles, septiembre 13, 2023
«Cambio», de Boris Pasternak
martes, septiembre 12, 2023
“Hostal”, de Aciro Luménics
I
Sin pensar
sin imaginar
mi lengua te exploraba
junto a la ventana
sobre la cama deshecha
el canal
a unos centímetros
que debíamos apresurar
abordar entre voces
ásperas por el tabaco
y el toque de armonía
entre tus piernas ya cansadas
sin mirar atrás
ni volvernos sal
una vez más.
II
Nos miraron brevemente
quisieron olvidar
la forma cúbica
de encaje
la puerta que abrió
y cerró
nuestras frágiles expectativas
fuimos débiles
nos quebrantamos
al subir esa colina
en las afueras
de ese pueblo
inhabitado
y un cartel al viento
te mostró la furia
de un amor
arrebatado
y permanente
III
Buscábamos donde dormir
entre diagonales
más allá de un caupolicán herido
desagarrado
ya sin alma
el hombre joven con mirada bates
nos dejó pasar
la casa limpia
y ordenada
la tensa calma
más aún al desayuno
el anfitrión sirvió
dos trozos de almidón
y escuchamos la señal
el golpeteo
esa melodía que nos unió
durante el viaje
nos atamos al jardín
bajo las flores
esta soy yo, te oí decir,
pero no importaba
no importaba
nos habíamos perdido ya
demasiado lejos
IV
Recuerdo la tormenta
el sonido de los truenos
el cielo impávido de luz
la lluvia en todas direcciones
los celajes
batiéndose hacia el sur
forjamos el amor movidos por
la fuerza del océano
el torbellino sucedió por el camino
apenas inclinado
el hilo disolvió
por un segundo
hasta ver allá
al final de un horizonte
atizado por relámpagos
un destino escrito sobre las mareas
indeciso y furioso
irrefrenable
V
Los años destilaron
bajo el puente
en el que nos volvimos a encontrar
guiar
hace unos días
la melodía de aquel verano fresco
el rumbo decidido
al otro lado
hacia la isla
en que bates nos dio hospedaje
y desayuno
en una habitación clara
frente al patio de las flores
y tu voz imaginó otra vez
esta soy yo, repetiste,
la isla nos espera
en otro tiempo
en otra calle diagonal
un viaje al mar
un cruce gigantesco
definitivo
natural
la despedida
en A ultranza, 1969
Pintura: Theodor Kittelsen