Es un asunto que siempre me pareció muy complejo. Podría responder con otra pregunta: ¿Por qué no escribe todo el mundo? Porque es verdad que la escritura, es decir, la combinación ordenada del lenguaje y la narración, es como las otras actividades artísticas, una de las cosas que distinguen a los seres humanos. Escribir es algo propio de la condición humana.
Podría también citar a Pascal y decir: «Escribo, por lo tanto, soy». O incluso proclamar mi parentesco con Sartre al afirmar que la escritura es el acto por el cual me defino. Se podría decir que la escritura es la estructura que ubico entre mi yo y el no-ser, el caos, la desintegración.
Podría también pretender que soy una exploradora que organiza campos de experiencia y de lenguaje nunca antes organizados de esa manera; o bien, practicar una adición elaborando fórmulas verbales para alejar del lector espíritus y demonios, o al menos, hacerle creer ilusiones; incluso, ser una moralista que compara la palabra «es» y todas sus implicancias con la palabra «debería», pues tales comparaciones están implícitas en la novela como género… O podría definirme como una hedonista y decir que amo esto, dado que escribir es también una forma de juego. Si fuera invitada a uno de esos talk shows norteamericanos, diría que lo hago porque eso me reporta dinero, lo que sería la única razón decente.
Cada una de estas explicaciones encierra algo de verdad, si bien ninguna es la adecuada. El hecho es que ignoro por qué escribo. Todos los interrogantes desconocen un fin. Cada uno esconde un «por qué», hasta llegar a una pregunta primigenia. «¿Por qué el universo?».
Quizás los escritores escriben para saber la respuesta. Y porque nunca la encuentran.
Contribución a DscnTxt desde Leteo por Christian Kupchik
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