viernes, noviembre 30, 2012

“Kürüf”, de Leonel Lienlaf







Sobre los campos talados
angustiado
da vueltas el viento;
sobre el polvo y las cenizas
arrastrando los nidos
donde soñaron las aves

El viento
se enloqueció entre las rocas
porque a sus oídos
ya no llega
el canto suave de los árboles.



en Pewma dungu/Palabras soñadas, 2003












jueves, noviembre 29, 2012

“Kurt Schwitters, ¿un artista?”, de Raúl E. Figueira V.





Kurt Schwitters, es el creador de una muy especial forma de crítica y replanteamiento del movimiento Dadá titulada MERZ. Resulta muy difícil establecer una denominación precisa de lo que esta palabra significa. Lo que sí es evidente, una vez adentrados en la contemplación de una obra realizada bajo este nombre, que se trata de una aproximación a lo que queda del Kommers (o en el vocabulario de Schwitters: Comercio, aun cuando podría ser una derivación del verbo “venir”), lo que es desechado, lo que ya no tiene utilidad. Transformaba boletos de tranvía, pedazos de cartón, fósforos, envoltorios, trozos de madera, tela y hierro en los protagonistas materiales de una historia silente que revela el paso del tiempo, lo efímero y frágil además de la existencia humana. En palabras de José Tavares:

“El arte Merz es la versión Schwittersiana de Dadá (...) el significado de esta palabra (Merz) experimenta varias posibles etimologías: Herz (corazón), Schmerz (dolor) o Scherz (broma o chiste) e incluso evocando el verbo ausmerzen (extinguir, exterminar) como proceso de purificación.”[1]

Se indica incluso que en un collage de pared de Schwitters aparecía la palabra Komerziell a la que luego, por adiciones de papel de periódico, revistas, anuncios comerciales y volantes, sólo sobreviría la sílaba central. El propio Schwitters indica: “créanlo o no, la palabra MERZ no es más que la segunda sílaba de la palabra Kommerz.”[2]

Hubo un cuadro titulado Merz que pertenecía a la Galería Municipal de Dresden y fue quemado en la secuela de la denuncia del “Arte Degenerado”, calificativo que emplearon los nazis como justificación para destruir las obras y perseguir a los artistas vanguardistas del siglo XX.

Schwitters era un artista polifacético que a lo largo de su vida se vinculó con la literatura y las artes plásticas. Su creatividad le llevó a plantearse la abolición de los límites entre los géneros artísticos.

Como ejemplo de ello podemos citar un extracto poético titulado “Alfabeto al revés” que le valió muchos comentarios desfavorables, incluso entre los mismos dadaístas a los cuales se adicionó de manera muy peculiar en 1918. Entre sus trabajos críticos podemos apreciar un ensayo que a la vez se presentaba como poema y que presentó a manera de una de tesis de doctorado titulado: “Aceite de hígado de Bacalao”, un texto de unas setenta páginas que buscaba confrontar el análisis de la obra de arte con la creación artística en sí, convirtiéndose en uno de sus textos críticos y satíricos que le valdrían cierta fama de “buscapleitos”. Se trataba del trigésimo ensayo publicado por el autor. Como signo del mismo podemos apreciar el orden en que aparece la dedicatoria: “1-A Augusta, 2-A la crítica de Arte, 3-A los doctores VIT, 4-A todos mis queridos amigos”.

De este artista, sin embargo, lo que más se recuerda habitualmente, son sus tres intentos de crear una obra poliforme que avanzaba sin mayor coherencia que la casualidad, entremezclando los desechos cotidianos de la sociedad industrial, en un espacio programado para servir de exaltación a la virulencia de la vida urbana: sus denominadas Merzbau.




Schwitters logró hacer en Berlín (posteriormente en Noruega y final y precariamente en Inglaterra), la intervención absoluta del interior de la casa en la que vivía adicionando los materiales más diversos con la ayuda de pegamento y yeso. Era un tipo de obra que crecía adhiriéndose a las paredes, rompiendo zonas del techo que daban hacia el piso superior, atravesando paredes y distorsionando todo parentesco con el interior de una vivienda.

Se trataba de una intervención en permanente mutación gracias a la adición de objetos de la más variada conformación material y procedencia. En la habitación central, por ejemplo, dispuso de una zona en la que crearía la muy conocida (gracias al registro que hiciese el célebre fotógrafo Man Ray) “Columna”, un tipo de colmena vertical, cuyas celdas se iban creando con las contribuciones de los visitantes a la casa. Schwitters pedía a los amigos que le visitaban que le dieran algún objeto que llevaran encima para el momento de la visita y del cual debían desprenderse. Luego, con trozos de madera o tela y yeso creaba una pequeña celda en la que el objeto sería emplazado, con su correspondiente etiqueta que recordara quién ofreció el objeto y la fecha de su visita. Todo material era susceptible de ser preservado; la vida era entendida, en sus formas y creaciones, como una vitrina en la que toda obra de creación humana (especialmente las que ya no tenían utilidad) era una obra de arte.

Arte entendido como posibilidad de manifestación del ingenio humano y como tal, extensión de la criatura humana misma. Este tipo de creación Merz que intervenía las casas en las que Schwitters vivía era denominada Merzbau: un tipo de casa dentro de una casa.

La casa Mayor era la ciudad; una interior la casa en sí; una dentro de ésta última era la habitación (que podía estar subdividida en grutas, pasajes y pasadizos) y de último, el cuerpo como estuche (o los estuches que contenían objetos en el caso de las “celdas” de “La Columna”), todo a manera de una visión de muñecas rusas. De la Merzbau de Berlin F. Vurdemberger Gildewart comenta: “Vivía en una casa curiosa, con las paredes recubiertas de boletos de tren, pedazos de papel y periódicos pegados. Esta fue su primera Merzbau. Vista y disfrutada por varias personas.”[3] Sin embargo, da fe que todos los registros gráficos y muchos otros de origen literario “sólo transmiten una impresión aproximativa.”[4]

Durante la segunda guerra mundial, esta su primera Merzbau, fue destruida por los bombardeos aliados. Las obras MERZ como los Merzbil (para la pintura), la Merzzeichnung (dibujo), Merzbühne (escenario Merz para el teatro y la poesía) y Merzdichtung (poesía), tenían como finalidad, no tener finalidad en sí mismas; eran parte de un todo que se rehacía a medida que la ciudad y el entorno, regurgitaban en ellas sus desechos, seleccionados en ocasiones por el azar y en otras por el propio artista.

Merzbau, a su vez, podría ser definida como Construcción (bau) Merz. Tomar para sí los materiales innobles según la academia, resemantizarlos, reagruparlos y construir con ellos un nuevo objeto que no tiene forma de acabarse, es una apuesta a la misma dinámica de lo humano: siempre auto-rehaciéndose. Sólo los “clisés” impuestos por la moda o el “estilo” (en el caso de las obras de arte) y los títulos o denominaciones (impuestas o con las cuales se definen por voluntad propia el individuo o el grupo humano), tendían a la cosificación y el estancamiento. Dadá quería un arte nuevo fuera de las formas del arte aceptado, quería un anti-arte, una reacción contra todo el sistema de valores y percepciones que, según Tzara, habían llevado a la humanidad a la primera guerra mundial (Dadá se dice, nace en Zurich, Suiza, en el café Terrace, en 1916, de la mano de un grupo de poetas, artistas e intelectuales exiliados a causa de esa guerra).



Merz se proponía no como una meta a lograr (para Dadá el anti-arte), sino como una meta en sí misma, algo que no tenía porqué encontrar fuera de sí un sentido ulterior. De hecho Schwitters referiría en 1924, escribiendo para la revista Block, editada en Polonia:

“Yo no soy dadaísta. Porque el Dadaísmo, que es apenas un medio específico, un instrumento, no puede constituir la esencia de un hombre, como por ejemplo, en lo que dice respecto a una concepción del mundo. El dadaísmo es el resultado de una concepción específica del mundo, que de modo alguno es dadaísta, pero si reformadora. El dadaísmo dadá (llamo la atención del lector respecto a esta acentuación particular) es el mejor medio de volver irrisoria la tradición coagulada, sin ideas, que hasta el día de hoy continúa siendo la regla universal (dadá). De ahí la vehemente oposición de la tradición y las acciones para intentar protegerse de la trivialidad dadaísta. Dadá es el reflejo especular del Dadá original, de la dislocación del acento tónico para la segunda sílaba, como un reflejo en el espejo (inversión derecha-izquierda). El dadaísmo también refleja lo viejo y lo nuevo, lo joven en lo viejo, midiendo así su fuerza (...) Dediqué al Dadaísmo mis escritos MERZ. MERZ debe seguir dadá, la abstracción y la construcción (...) el dadaísmo, tal como yo, cultiva el non-sens.”[5]

Esta capacidad de convertir todo lo existente despreciado por los demás en una nueva forma de responder creativamente a las fuerzas transformadoras del ser, se nos antoja similar en cierto grado a la idea que Cappeletti ofrece de la estética libertaria:

“...al concebir al hombre como un ser que trabaja, no deja de concebir al trabajo como creación y como autorrealización de la esencia humana. En la medida en que todo trabajo, despojado de su condición alienante, de su carácter servil y puramente mecánico, implica la acción intelectual y espiritual del hombre y traduce su personalidad al mismo tiempo que la configura y la crea, todo trabajo es creación artística. Sólo las clases dominantes y el Estado, al explotar en provecho propio el trabajo, han hecho de él una carga y una maldición. En una sociedad sin clases y sin Estado no habrá mayor fuente de gozo y de alegría que él, ya que allí se identificará plenamente con la creación artística. De esta manera, para el pensamiento anarquista, todo hombre y todo trabajador, es un artista.”[6]

La Merzbau era una confrontación permanente con el proceso no sólo de edificar una construcción dentro de la cual el artista vivía; era además de ello, la obra que reflejaba su propia existencia como ser humano en relación con sustancias que habían sido útiles alguna vez para muchas personas en sus procesos vitales cotidianos. El pintor Friedel Vonderberger-Gildewart refiere con relación a esta primera Merzbau, que esta casa era:

“una especie de museo personal, donde los objetos expuestos y las salas de exposición son componentes indisociables de una misma obra de arte, pacientemente elaborada y en construcción permanente. (...) como en el Ulisses de James Joyce, la vida se lanza en todas sus ramificaciones en el interior de la Merzbau. Había en la Merzbau, nominalmente, una serie de grutas: el tesoro centelleante de los Nibelungos, la casa de Kif o Kyffhausser con su mesa de piedra, la Gruta de Goethe que preservaba como eje y reliquia una pierna de una escultura de Goethe y gran cantidad de lápices usados hasta el fin por Schwitters, la ciudad sumergida de la unión del personal de la Braunschueig-Lunebung, la exposición de arte de la región del Ruhr, el órgano (que era necesario voltear de izquierda a derecha para poder continuar el recorrido por la Merzbau), la gruta del amor, la Señora Chichí de la Vida (...) estas grutas, pormenores de la gran construcción, eran a veces tan espaciosas que le permitían permanecer en ellas de dos a tres personas simultáneamente.”[7]

Nueve años bastaron para que la obra MERZ se extendiese por toda la casa de dos plantas, desde el ático hasta el sótano. Vendrían posteriormente, dos intentos más de construir una Merzbau. El aspecto crítico de la obra de arte Merz, estuvo muy influenciado por el Dadaísmo y su confrontación con todo el sistema de valores impuestos por la sociedad de las postrimerías del siglo XIX e inicios del XX. Sin embargo, Dadá mostraba en Berlín una fisura que difícilmente podría ser salvada, como nos lo comenta Tavares:

“La primera sesión Dadá, organizada por Huelsenbeck en Berlín, se lleva a efecto en Enero de 1918, en uno de los momentos más fuertes de las tensiones políticas, militares y sociales. Dos corrientes marcaron a los Dadaístas de Berlín, con Huelsenbeck de por medio. De carácter anarquista, individual y artístico, la primera tendencia tiene como animadores a Raoul Hausmann, Hannan Höch y Johanes Bauder; la segunda, abiertamente de izquierda, congrega sobre todo a Wieland Herzfield fundador de las ediciones Malik, su hermano John Heantfield y Georg Grosz, el mariscal de propagandadá. En 1924, Schwitters resumirá esta situación: ‘Grosz (que nunca participó activamente en el dadaísmo) inventó una fórmula política. Para él, Dadá fue sin duda por instantes, un instrumento de combate político, contrariamente a Huelsenbeck, que utiliza el comunismo como instrumento de combate dadaísta’. Herzefelde, antes John Heartfield, es hoy el director más burgués de las burguesas ediciones Malik y no desdeñó el Dadaísmo.”[8]

Los dos intentos posteriores de crear la obra Merz habitable, aparecen reseñados en la micro-merz-biografía de Schwitters que incluimos a continuación.



MICRO-merz-BIOGRAFÍA DE Schwitters:

Schwitters nació en Hanover en 1887.

En Octubre de 1918, en Berlin, Schwitters al conocer a Raoul Haussmann, intentó su adhesión al Movimiento Dadá. Esta solicitud fue rechazada por los vínculos que Schwitters había tenido con la revista Der Sturm, la más influyente de la corriente expresionista. Semanas después, Schwitters lanza MERZ proponiéndose como voz autónoma en el interior de Dadá.

En Noviembre de 1919 Schwitters fue colaborador en los números de la revista Dadá editada en Zurich. En 1920 fue incluido en la nomenclatura del movimiento Dadá, pero Huelsenbeck se opuso enérgicamente a dicha postulación en su Dadá Almanach, editado en ese mismo año. El 1 de Septiembre de 1921, se realizó en Praga un encuentro de artistas denominado ANTI-DADÁ y MERZ; participaban en la corriente del Club Dadá de Berlín Raoul Haussmann y Hannah Höch. Por su parte Kurt Schwitters era el creador de MERZ, un movimiento de un solo artista.

En 1937, trece obras pictóricas de Schwitters fueron retiradas de museos alemanes, se exhibirían en la muestra de “Arte Degenerado” organizado por el régimen nazi para humillar a los artistas de tendencias indagativas y críticas. Posteriormente fueron destruidas y quemadas junto a centenares de obras de artistas contemporáneos a Schwitters, por atentar contra “el buen gusto, la dignidad y los valores elevados del arte alemán”. En ese mismo año el artista y su hijo salen de Alemania perseguidos por los nazis. Llegan a Noruega en donde Schwitters inicia una segunda Merzbau a la que denominó Haus am Bakker (desaparecida en un incendio en 1951). En 1940, huyendo del avance de las tropas nazis, parte hacia Inglaterra en donde pasará año y medio enfermo y recluído en varios campos de concentración. En 1941 el artista es liberado y se instala con su hijo en Londres. En el verano de 1947 inicia la construcción de una tercera Merzbau, la Merz Barn, ubicada en Cylinder's Farm, Little Langdale, que ya no podrá concluir, muriendo el 8 de Enero de 1948 de una enfermedad cardíaca.

Schwitters consideraba, así como un buen número de sus contemporáneos, que la civilización humana estaba llevando, paradójicamente, a la humanidad a un estado de locura que podría aniquilar toda esperanza de un porvenir mejor. Tomaba desechos como materia prima para la ejecución de sus obras porque éstos eran el fiel reflejo de lo que la civilización era. Se comenta que en una conversación respecto al empleo de materiales como los usados por él dijo: “Si el mundo es una mierda, hagamos de la mierda Mundo”








en http://www.oocities.org






Notas

[1] Tavares, José: “Kurt Schwitters, Augusta Pia. Merz y el dadaísmo”, artículo publicado en la revista Utopía, Nro.4, 1996, Lisboa, Portugal, p. 87.

[2] Ibid.

[3] Idem, p. 86.

[4] Idem.

[5] Idem p.87.

[6] Cappelleti, Ángel J.: La ideología anarquista, Alfadil ediciones, Colección Trópicos, 1985, Caracas, Venezuela, p. 63.

[7] Tavares, op. cit., p.86.

[8] Ibid. p.88.










Contribución a Dscntxt de Miguel Muñoz





miércoles, noviembre 28, 2012

“En pleno día sueño con mi esposa muerta”, de Mei Yao Ch’en







¿Quién ha dicho que los muertos no piensan
En nosotros? Siempre que viajo, me
Acompaña. Se sentía intranquila cuando
Yo estaba de viaje. Siempre quería
Venir conmigo. Mientras sueño, todo es
Como era. Cuando despierto, la pena
Me traspasa el corazón. Los vivos se separan
A menudo y no vuelven a verse. Los
Muertos están juntos como almas puras.



en Cien poemas chinos (Kenneth Rexroth, compilador), 2001














martes, noviembre 27, 2012

“Motivo”, de Ezra Pound






He escuchado cómo el tenue murmullo del viento
busca mis huellas en el sosiego del bosque.
He escuchado el tenue murmullo del viento
                                      sobre las quietas aguas del mar.
Cruzando sombríos bosques
                                                      he tomado mi camino.
Noche y día, sobre silenciosas aguas,
el tenue murmullo del viento he buscado.







Traducción de Armando Roa Vial
en Cántico del sol, Descontexto Editores, 2015










en A Lume Spento, 1908










lunes, noviembre 26, 2012

“Hijo de ladrón”, de Manuel Rojas

Primera parte, capítulos 1 y 2






Primera parte


 1
  
¿Cómo y por qué llegué hasta allí? Por los mismos motivos por los que he llegado a tantas partes. Es una historia larga y, lo que es peor, confusa. La culpa es mía: nunca he podido pensar como pudiera hacerlo un metro, línea tras línea, centímetro tras centímetro, hasta llegar a ciento o a mil; y mi memoria no es mucho mejor: salta de un hecho a otro y toma a veces los que aparecen primero, volviendo sobre sus pasos sólo cuando los otros, más perezosos o más densos, empiezan a surgir a su vez desde el fondo de la vida pasada. Creo que, primero o después, estuve preso. Nada importante, por supuesto: asalto a una joyería, a una joyería cuya existencia y situación ignoraba e ignoro aún. Tuve, según perece, cómplices, a los que tampoco conocí y cuyos nombres o apodos supe tanto como ellos los míos; la única que supo algo fue la policía, aunque no con mucha seguridad. Muchos días de cárcel y muchas noches durmiendo sobre el suelo de cemento, sin una frazada; como consecuencia, pulmonía; después, tos, una tos que brotaba de alguna parte del pulmón herido. Al ser dado de alta y puesto en libertad, salvado de la muerte y de la justicia, la ropa, arrugada y manchada de pintura, colgaba de mí como de un clavo. ¿Qué hacer? No era mucho lo que podía hacer; a lo sumo, morir; pero no es fácil morir. No podía pensar en trabajar -me habría caído de la escalera- y menos podía pensar en robar: el pulmón herido me impedía respirar profundamente. Tampoco era fácil vivir.

En ese estado y con esas expectativas, salía a la calle.

-Está en libertad. Firme aquí. ¡Cabo de guardia!

Sol y viento, mar y cielo.



2

Tuve por esos tiempos un amigo; fue lo único que tuve durante algunos días, pero lo perdí: así como alguien pierde en una calle muy concurrida o en una playa solitaria un objeto que aprecia, así yo, en aquel puerto, perdí a mi amigo. No murió; no nos disgustamos; simplemente, se fue. Llegamos a Valparaíso con ánimos de embarcar en cualquier buque que zarpara hacia el norte, pero no pudimos; por lo menos yo no pude; cientos de individuos, policías, conductores de trenes, cónsules, capitanes o gobernadores de puerto, patrones, sobrecargos y otros tantos e iguales espantosos seres están aquí, están allá, están en todas partes, impidiendo al ser humano moverse hacia donde quiere y como quiere.

-Quisiera sacar libreta de embarque.
-¿Nacionalidad?
-Argentino.
-¿Certificado de nacimiento?
-No tengo.
-¿Lo ha perdido?
-Nunca tuve uno.
-¿Cómo entró a Chile?
-En un vagón lleno de animales.

(No era mentira. La culpa fue del conductor del tren: nuestra condición, en vez de provocarle piedad, le causó ira; no hizo caso de los ruegos que le dirigimos -¿en qué podía herir sus intereses el hecho de que cinco pobres diablos viajáramos colgados de los vagones del tren de carga?- y fue inútil que uno de nosotros, después de mostrar sus destrozados zapatos, estallara en sollozos y asegurara que hacía veinte días que caminaba, que tenía los pies hechos una llaga y que de no permitírsele seguir viaje en ese tren, moriría, por diosito, de frío y de hambre, en aquel desolado Valle de Uspallata. Nada. A pesar de que nuestro Camarada utilizó sus mejores sollozos, no obtuvimos resultado alguno. El conductor del tren, más entretenido que conmovido ante aquel hombre que lloraba, y urgido por los pitazos de la locomotora, mostró una última vez sus dientes; lanzó un silbido y desapareció en la obscuridad, seguido de su farol. El tren partió. Apenas hubo partido, el hombre de los destrozados zapatos limpió sus lágrimas y sus mocos, hizo un corte de manga en dirección al desaparecido conductor y corrió tras los vagones; allá fuimos todos: eran las dos o las tres de la madrugada, corría un viento que pelaba las orejas y estábamos a muchos kilómetros de la frontera chilena, sólo un inválido podía asustarse de las amenazas del conductor. El tren tomó pronto su marcha de costumbre y durante un rato me mantuve de pie sobre un peldaño de la escalerilla, tomado a ella con una mano y sosteniendo con la otra mi equipaje. Al cabo de ese rato comencé a darme cuenta de que no podría mantenerme así toda la noche: un invencible cansancio y un profundo sueño se apoderaban de mí, y aunque sabía que dormirme o siquiera adormilarme significaba la caída en la línea y la muerte, sentí, dos o tres veces, que mis músculos, desde los de los ojos hasta los de los pies, se abandonaban al sueño. El tren apareció mientras yacíamos como piedras en el suelo, durmiendo tras una jornada de cuarenta y tantos kilómetros, andados paso a paso. Ni siquiera comimos; el cansancio no nos dejó. A tientas dándonos de cabezazos en la obscuridad, pues dormíamos todos juntos, recogimos nuestras ropas y corrimos hacia los vagones, yo el último, feliz poseedor de una maldita maleta cuyas cerraduras tenía que abrir y cerrar cada vez que quería meter o sacar algo. Mirando hacia lo alto podía ver el cielo y el perfil de las montañas; a los costados, la obscuridad y alguna que otra mancha de nieve; y arriba y abajo y en todas partes el helado viento cordillerano de principios de primavera entrando en nosotros por los pantalones, las mangas, el cuello, agarrotándonos las manos, llenándonos de tierra y de carboncillo los ojos y zarandeándonos como a trapos. Debía escoger entre morir o permanecer despierto, pero no tenía conciencia para hacerlo. Los ruidos del tren parecían arrullarme, y cuando, por algunos segundos fijaba los semicerrados ojos en los rieles que brillaban allá abajo, sentía que ellos también, con su suave deslizarse, me empujaban hacia el sueño y la muerte. Durante un momento creí que caería en la línea y moriría: el suelo parecía llamarme: era duro, pero sobre él podía descansar. Estallé en blasfemias. «¿Qué te pasa?», preguntó el hombre de los destrozados zapatos, que colgaba de la escalerilla anterior del vagón cuya espalda rozaba la mía cada vez que el tren perdía velocidad, chocando entre sí los topes de los vagones. No contesté; trepé a la escalerilla, me encaramé sobre el techo, y desde allí, y a través de las aberturas, forcejeando con la maleta, me deslicé al interior del vagón. Allí no iría colgado, y, sobre todo, no correría el riesgo de encontrarme de nuevo con el desalmado conductor. No sospeché lo que me esperaba: al caer entre los animales no pareció que era un hombre el que caía sino un león; hubo un estremecimiento y los animales empezaron a girar en medio de un sordo ruido de pezuñas. Se me quitaron el sueño, el frío, y hasta el hambre: tan pronto debí correr con ellos, aprovechando el espacio que me dejaban, como, tomando de sorpresa por un movimiento de retroceso, afirmar las espaldas en las paredes del vagón, estirar los brazos y apoyando las manos y hasta los codos en el cuarto trasero de algún buey, retenerlo, impidiendo que me apabullara. Después de unas vueltas, los animales se tranquilizaron y pude respirar; la próxima curva de la línea los puso de nuevo en movimiento. El hombre de los sollozos, trasladado en la escalerilla que yo abandonara, sollozaba de nuevo, aunque ahora de risa: el piso del vagón, cubierto de bosta fresca, era como el piso de un salón de patinar, y yo, maleta en mano, aquella maldita maleta que no debía soltar el no quería verla convertida en tortilla, y danzando entre los bueyes, era la imagen perfecta del alma pequeña y errante... En esa forma había entrado a Chille. ¿Para qué podía necesitar un certificado de nacimiento?  




1951














domingo, noviembre 25, 2012

“El rey de los árboles: Radiohead, The King of Limbs”, de Rodrigo Jarque





Los discos de Radiohead representan un lugar al que es posible acceder para recobrar cierta mirada de las cosas, parafraseando el ensayo “Árbol y hoja” (1964) de J.R.R. Tolkien sobre los cuentos de hadas, con el ánimo de referir no solo a los discos de Radiohead o a The King of Limbs en particular, sino a todo disco.

Tolkien explica que todo cuento de hadas debe cumplir con ciertas condiciones para llegar a buen puerto como obra de arte. Sucintamente, describe que cada relato debe poseer las cualidades de Recuperación, Escape y Consolación, en la cual la primera es necesariamente vinculable con la música, en cuanto a que esta debe brindar la capacidad de recuperar nuestra visión de las cosas. No como realmente son, si no más bien como “se suponía que debían ser vistas”.

Ok Computer produce la misma sensación que leer cuentos viejos o la de adentrarse en un lugar sin darse cuenta. Tolkien entendía el Escape no en términos peyorativos, sino como un derecho. ¿Por qué habría de despreciarse a un hombre que, encontrándose en prisión, tratara de escapar e ir a casa? ¿O, de no poder hacerlo, hablara y pensara en temas que no fueran sus carceleros o los muros de su prisión? Ok Computer representó un gran escape para una importante cantidad de gente a través del planeta, a modo de recuperación de la mirada y de escape a un lugar al que siempre se ha de retornar, buscando recuperar la perdida mirada sobre las cosas.

Radiohead ha sabido construir un mundo secundario al que el lector puede acceder. Dentro de ese mundo, al igual que en los libros, las reglas deben ser coherentes y verosímiles para no perder el encantamiento. La subcreación es el secreto de Radiohead: en el mundo que han creado, se han preocupado por los detalles al punto tal que cada vez que escuchamos una canción, sabemos que lo audible es verdad y que va en concordancia con las reglas elementales de su mundo. Sutiles, son capaces de mentenerse dentro por mucho más tiempo que el de una simple escucha.

The King of Limbs (nombre dado a un roble de mil años en el bosque de Savernake en la localidad de Wiltshire) es un disco breve dentro del gran lienzo de Radiohead. Entenderlo como parte de ese universo ayuda a descifrar lo que hasta ahora parece ser el disco más polémico de la banda por lo polarizadas de las opiniones que ha recibido.

Y es que los de Oxford siguen pintando un gran cuadro, quizás el de un árbol, el rey de los árboles. Y este disco era necesario, tal como lo es para un pintor detenerse en el delicado brillo del rocío sobre una hoja, o en la leve sombra de una raíz enorme. O quizás en la vaga idea de las montañas a lo lejos, que pinta con unos tenues trazos del pincel. The King of Limbs no es una obra maestra de Radiohead, como tampoco lo es ninguno de sus discos. La obra maestra de Radiohead está en la suma de cada parte que compone el gran lienzo que pintan o de la gran discografía que han creado: ¿acaso el David de Miguel Ángel es menos colosal que la Sixtina? ¿O podría criticársele a Baudelaire el haber escrito Le Spleen de Paris después del descomunal Les Paradis Artificiels?

The King of Limbs viene a corroborar todo lo anterior: Radiohead está creando, o subcreando, un mundo secundario maravilloso. Porque esa es la labor de todo artista y no otra. La labor del ser humano es ser un creador y a partir de ahí debe entenderse que cada paso que da el grupo, incluso los que parecen más errados o pequeños, están encaminados a crear su universo propio, al que otros pueden acceder mucho después incluso de la muerte de quienes abrieran sus puertas.

Hay que entrar por un segundo a The King of Limbs y ver florecer los árboles en “Bloom”, saltar hacia el lago cristalino de “Codex”, disfrutar el amanecer artificial de “Give up the Ghost” y volver a casa con la mirada renovada y el consuelo de saber que el mundo ofrece pequeños escapes a cada vuelta de la esquina.









2011





sábado, noviembre 24, 2012

“Tiempo muerto”, de Mario Spachiaro







Los soles pueden ponerse y volver a salir: 
nosotros, una vez que la breve luz se apague, 
hemos de dormir una sola noche eterna.
                                                                                                              Catulo




Cada día muere en la montaña,
y, sin embargo, me asegura cuatro versos lentos
bajo el aire que respira;

me rebela un gran secreto en el oído,
cuando el trueno se hace luz
y nos separa en inútiles fragmentos.

Ella quiere ver,
observar el claro azul del bosque
y levitar entre las sombras que la acechan.

Un pequeño beso, una caricia y su cuerpo frágil y convulso que responde en la caída. Yo la quiero antes de que muera, le repito musitando un misterioso código que recuerdo cada fin de año. Pero el canto seco de su piel me rechaza, una vez más, y aún el grito recompensa mis esfuerzos.

Caigo junto a ella,
junto a su silencio indiferente.
Caigo frente al mar,
de rodillas, junto a cruces sin ficción.
Caigo, solo caigo, sin llegar a detenerme.

Ahora, reubicado en el pasado, me consuela su recuerdo, en la cima y sobre el aire. Su cansada letra surca y graba en el espacio blanco y frío de la nieve. Ni siquiera ha despedido, hablado o resurgido. El silencio frena su primer intento, tal como la sangre que registra el horizonte.

Así es ella.
Así somos nosotros.
Así es el vacío que nos separa y nos reúne, día a día.





  
en Plegarias del olvido, 1956














viernes, noviembre 23, 2012

“Embrujado”, de Naomi Shihab Nye

Traducción de Juan Carlos Villavicencio




Estamos en busca de tu risa.
Tratando de encontrar el camino de regreso
entre los árboles caídos.
Oyendo tu susurro
bajo el bambú,
pincel de hojas de higuera,
sintiendo tu paso
en la terraza,
elegantosas flores de lantana
se asoman desde tu ojal.
Vemos tu resaltado rostro
en ambos lados de un día.
¿Cómo fue que viviste alrededor
del borde de todo lo que hicimos,
temporadas de aflicción & crecimiento,
montañas de ropa sucia & de correo?
Te estoy buscando al principio & al final
en los lugares oscuros,
cuando aparto la vista
de los titulares en la madrugada,
dejando caer el períodico enrrollado al suelo.
El ruido sordo de tu calma
se vierte en mí.
Ahí estaba lo que lo salva
del cuidado, desde el primer día, la vigilancia
y el ser vigilado
desde todos los rincones del jardín.







en Fuel, 1998












Haunted

We are looking for your laugh. / Trying to find the path back to it / between drooping trees. / Listening for your rustle / under bamboo, / brush of fig leaves, / feeling your step / on the porch, / natty lantana blossom / poked into your buttonhole. / We see your raised face / at both sides of a day. / How was it, you lived around / the edge of everything we did, / seasons of ailing & growing, / mountains of laundry & mail? / I am looking for you first & last / in the dark places, / when I turn my face away / from headlines at dawn, / dropping the rolled news to the floor. / Your rumble of calm / poured into me. / There was the saving grace / of care, from day one, the watching / and being watched / from every corner of the yard.







jueves, noviembre 22, 2012

“Israel, basta al terrorismo de Estado”, de Adolfo Pérez Esquivel







Israel ha impedido por todos los medios la constitución del Estado Palestino; arrebatándoles el territorio, oprimiéndolos y construyendo un muro de la infamia separando, encerrando y persiguiendo al pueblo palestino. Tiene el apoyo cómplice de los Estados Unidos y de su Presidente Barack Obama justificando la agresión de Israel contra los palestinos, y haciendo uso y abuso del veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, para impedir sanciones al Estado de Israel por los crímenes cometidos. 

La comunidad internacional reclama llegar a una solución justa y poner fin a la guerra y lograr la creación del Estado Palestino, derecho que lamentablemente ha fracasado por la permanente oposición de Israel, los EE. UU. y la Unión Europea, que proveen de ayuda económica y militar a Israel para que imponga su voluntad por las armas en contra de las resoluciones de la ONU. 

Los ataques recientes contra Gaza, por parte de Israel, y los continuos operativos militares y agresiones pasan a ser una burla a la ONU, al no acatar ninguna recomendación ni buscar caminos de solución del conflicto. El Estado de Israel se pone al margen del derecho internacional y actúa como un Estado terrorista, invadiendo y provocando fuertes daños a la población civil, muerte de mujeres y niños, impidiendo la ayuda humanitaria al pueblo palestino que soporta desde hace décadas la agresión israelí. ¿Hasta cuándo la comunidad internacional va a permitir que Israel continúe actuando con total impunidad y no se pongan límites a su agresión contra el pueblo palestino? ¿Hasta cuando Israel, Estados Unidos y la Unión Europea continuarán siendo parte de la agresión contra los pueblos del Medio Oriente, Palestina, Siria, Libia, Afganistán, Irak y las continuas amenazas a Irán? 

Israel intenta justificar sus actos reclamando el derecho a autodefenderse, pero de acuerdo con el principio básico de derecho internacional: ex injuria non oritur ius, un derecho legal no puede surgir de un acto ilícito. 

Debemos sumar nuestras voces y voluntades para reclamar a Israel, a los EE. UU., a la Unión Europea, a la ONU y a la comunidad internacional que se ponga fin a la violencia contra el pueblo palestino. Pareciera que Israel ha olvidado el sufrimiento de su pueblo y su largo camino de diásporas y angustias. De pueblo víctima se ha tornado en victimario. De ser un pueblo que luchó por su libertad, hoy es un país agresor que encadena y oprime a otro pueblo. 

¡Basta al terrorismo de Estado ejercido por Israel contra el pueblo palestino! 
¡Basta de masacres y muerte de mujeres y niños palestinos! 

Es urgente derribar el muro de la infamia. Aprender a respetar el derecho del pueblo palestino es respetarse a sí mismo. Israel hoy debe derribar el muro más terrible, el que permanece en su mente y corazón. Es urgente reclamar a las Naciones Unidas, establecer las bases para una solución al conflicto y reparar los daños hechos por Israel enviando ayuda humanitaria a Gaza. Pero también es urgente reclamar un embargo militar al Estado de Israel como una efectiva medida no violenta que impida que esto vuelva a ocurrir, obligándolo a detener la represión y a cumplir con las obligaciones de las leyes internacionales. La comunidad internacional no puede cerrar los ojos y dejar de oír el clamor del pueblo palestino. 

Hago un llamado urgente a los tres Premios Nobel de la Paz, Shimon Peres, Presidente de Israel, a Barack Obama, actual presidente de los Estados Unidos y a la Unión Europea. Les pido, les exijo, cesen la represión contra el pueblo palestino. Ustedes no tienen derecho a justificar la violencia, las masacres, la destrucción y la muerte de un pueblo. Les recuerdo el canto de Chuang Tzu, para llevar un poco de luz a sus mentes y espíritus. 


No se puede poner una carga grande en una bolsa pequeña,
ni tampoco se puede, con una cuerda corta,
sacar agua de un pozo profundo.
No se puede hablar con un político poderoso
como si fuera un hombre sabio.
Si busca comprenderte,
si mira dentro de sí mismo
para buscar la verdad que le has dado,
no consigue encontrarla.
Al no encontrarla, duda.
Cuando un hombre duda,
matará.


La paz es el camino; el camino que han perdido y matan, porque dudan de sí mismos. Sin libertad y dignidad no pueden construir la paz, deben liberarse de sí mismos y respetar el derecho del pueblo palestino a tener un Estado libre e independiente. Sus gobiernos deben cumplir el mandato de constituir dos Estados, que hasta ahora Israel, los EE. UU. y la Unión Europea niegan a Palestina. 

Ser Premios Nobel de la Paz, implica asumir la responsabilidad con la humanidad de construir la Paz entre los pueblos. No la traicionen. 




Buenos Aires, 20 de noviembre del 2012 














miércoles, noviembre 21, 2012

Cuatro poemas de Fadwa Tuqan

Versiones de Juan Carlos Villavicencio 





A Cristo

Señor, gloria de los universos
Este año en tu cumpleaños
Toda la alegría de Jerusalén ha sido crucificada
¡Todas las campanas, Oh Señor
Están en silencio!
Por dos mil años,
No han estado en silencio en tus cumpleaños,
A excepción de este año
Las cúpulas ahora están de luto
Lo negro está envuelto en negro
En la Vía Dolorosa,
Jerusalén es azotado
Bajo la cruz
Está sangrando
En las manos del verdugo.
El mundo es inflexible ante la tragedia
La luz se ha apartado de ese despiadado maestro perdido
Que no encendió una vela
Que no derramó una sola lágrima
Para lavar las penas de Jerusalén
Los labradores han matado al heredero, Oh Señor,
Y usurpado la vid
Los labradores mataron al heredero, mi Señor
El pájaro del pecado se ha dispersado
Dentro de los pecadores del mundo
Y voló a profanar la castidad de Jerusalén
Qué maldito diablo es,
Odiado incluso por el Diablo.
Oh, Señor, gloria de Jerusalén
Fuera del pozo de agonía
Fuera del abismo
Fuera de los recovecos de la noche
Fuera del horror
El gemido de Jerusalén asciende a ti
Misericordia, Señor
¡Libérale este cáliz!





Dolores de parto

El viento sopla el polen en la noche
a través de las ruinas de hogares y campos.
La tierra se estremece de amor,
con el dolor de dar a luz,
pero el conquistador nos quiere hacer creer
historias de sumisión y rendición.

¡Oh Aurora Árabe!
Dile al usurpador de nuestra tierra
que el parto es una fuerza desconocida para él,
el dolor del cuerpo de la madre,
que la tierra cargada de cicatrices
inaugura vida
en el momento del amanecer
cuando la rosa sangrente
florece en la herida.





Mi ciudad está triste

El día en que conocimos la muerte y la traición,
se recogió la marea,
las ventanas del cielo se cerraron,
y la ciudad contuvo sus respiros.
El día del repliegue de las olas, el día
en el que la pasión abominable abrió la cara,
la esperanza se redujo a cenizas,
y mi triste ciudad fue asfixiada
tragando mientras el dolor.
Sin ecos ni signos,
los niños, las canciones, se perderán a sí mismas.
Mientras se desnudan, cubiertos de sangre los pies,
la tristeza se arrastra por mi ciudad,
un silencio plantado como la monta,
oscuro como la noche
un terrible silencio que transporta
el peso de la muerte y la derrota.
¡Ay, mi triste ciudad enmudecida!

¿Las frutas y el grano pueden por lo tanto ser quemados,
en el tiempo de la cosecha?

¡Doloroso el final de la ruta!





Detrás de sus paredes

Una injusta mano lo ha construido
y permanece de su tamaño
como una eterna miseria.
He visto sus melancólicos muros,
desgastados y deteriorados por las largas centurias, gritando:
¡Tú me quitas la luz y la libertad,
pero no podrás extinguir en mi corazón
la chispa de la esperanza.

Maldito, existirás para sofocar cada sueño
que se regenera en la medida que se alimenta.
Mi corazón nunca dejará de soñar
incluso si esta celda se cerrara para siempre.

Si mil cadenas me atan
tantas fantásticas alas me harán volar.
Maldeciré a cada persona y las de tu futuro por el tiempo que pueda.
Porque no me doblegará, nunca seré silenciado
delante de la furia.

Nunca dejaré de ser libre.
Voy a cantar los deseos de mi espíritu,
incluso si vas a aplastarme con cadenas.
Mi canción manará a raudales desde el fondo.











martes, noviembre 20, 2012

“Freud, el sionismo y Viena”, de Edward Said







Esta es una parábola a la que vale la pena dedicar unas líneas, aunque se deriva de una experiencia personal mía bastante peculiar, que ha atraído una atención inusual, si bien inmerecida, de los medios de comunicación y de la opinión pública. Normalmente no suelo ponerme a mí mismo como ejemplo, pero dado que este se ha tergiversado tanto y debido también a que podría ilustrar el contexto de la lucha palestino-sionista en el que tuvo lugar, me he permitido utilizarlo. A finales de junio y primeros de julio de 2000 realicé una visita personal con mi familia al Líbano, donde también pronuncié dos conferencias públicas. Como la mayoría de los árabes, mi familia y yo estábamos muy interesados en visitar el sur del Líbano para ver la recién evacuada «zona de seguridad» ocupada militarmente por Israel durante veintidós años, y de la que las tropas del estado judío fueron expulsadas sin ceremonias por la resistencia libanesa. Nuestra visita tuvo lugar el 3 de julio, en una excursión que duró todo el día y en la que nos detuvimos en la célebre prisión de Jiam, construida por los israelíes en 1987, en la que ocho mil personas fueron torturadas y retenidas en espantosas y brutales condiciones. A continuación nos dirigimos al puesto fronterizo, también abandonado por las tropas israelíes y actualmente una zona desértica si se exceptúa a los visitantes libaneses que acuden allí en gran número para arrojar piedras en señal de celebración a través de la frontera, todavía extremadamente fortificada. No se veía a un solo israelí, ni militar ni civil.

Durante nuestra parada de diez minutos, me hicieron una fotografía -con mi consentimiento- arrojando un diminuto guijarro en competición con algunos de los hombres más jóvenes presentes, ninguno de los cuales, evidentemente, tenía ningún objetivo concreto a la vista. La zona estaba vacía en varios kilómetros a la redonda. Dos días después, mi foto apareció en los periódicos de Israel y de todo Occidente. Se me describía como un terrorista lanzador de piedras, un hombre violento, incluyendo el habitual coro de difamaciones y falsedades conocido por todo aquel que haya incurrido en la hostilidad de la propaganda sionista.

Dos ironías llaman la atención. Una es que, aunque he escrito al menos ocho libros sobre Palestina y he defendido siempre la resistencia a la ocupación sionista, nunca he propugnado otra cosa que no sea la coexistencia pacífica entre nosotros y los judíos israelíes. Mis escritos han circulado por todo el mundo al menos en 35 lenguas, de modo que es difícil que mi postura resulte desconocida, y mi mensaje es muy claro. Sin embargo, tras haber considerado inútil refutar los hechos y argumentos que he presentado y, lo que es más importante, tras haber sido incapaz de evitar que mi trabajo llegue a un público cada vez más amplio, el movimiento sionista ha recurrido a técnicas cada vez más mezquinas para tratar de detenerme. Hace dos años contrataron a un oscuro abogado norteamericano-israelí para que investigara los primeros diez años de mi vida y demostrara que, aunque nací en Jerusalén, en realidad nunca estuve allí; se suponía que eso mostraría que yo era un mentiroso que había falseado mi derecho de retorno, y ello -y esta constituye la estupidez y la trivialidad del argumento- a pesar de que la odiosa Ley de Retorno israelí otorga a cualquier judío de cualquier lugar del mundo el «derecho» a ir a vivir a Israel, haya o no puesto el pie allí alguna vez anteriormente.
                                                                                             
Por otra parte, tan groseros e imprecisos fueron los métodos de investigación de este abogado que muchas de las personas a las que entrevistó escribieron cartas contradiciendo lo que había dicho; ninguno de los periódicos a los que ofreció su artículo, excepto uno, aceptaron publicarlo debido a sus tergiversaciones y distorsiones. La campaña no solo constituyó un esfuerzo para desacreditarme personalmente (el director del periódico que lo publicó dijo abiertamente que había publicado la ridícula bazofia, producida por aquel pistolero a sueldo, debido a que quería desacreditarme precisamente porque yo tenía un montón de lectores), sino que, de forma bastante sorprendente, pretendía mostrar que todos los palestinos son unos mentirosos y que no se puede creer en sus afirmaciones sobre el derecho de retorno.

Inmediatamente después de este orquestado esfuerzo vino el incidente de las piedras. Y aquí está la segunda ironía. Pese a los veintidós años de devastación del sur del Líbano por parte de Israel, su destrucción de aldeas enteras, la matanza de centenares de civiles, su utilización de soldados mercenarios en saqueos y represalias, su deplorable empleo de los métodos más inhumanos de tortura y encarcelamiento en Jiam y en otros lugares: a pesar de todo eso, la propaganda israelí, ayudada y alentada por algunos corruptos medios de comunicación occidentales, decidió concentrarse en mi inofensivo acto, hinchándolo hasta unas proporciones absurdas que sugerían que yo era un fanático violento interesado en matar judíos. Se excluyó el contexto, así como las circunstancias; es decir, que me limité a arrojar un guijarro, que no había un solo israelí presente por ninguna parte y que no se amenazaba a nadie con ningún daño o peligro físico y, lo que aún resulta más estrafalario, se orquestó de nuevo toda una campaña para tratar de que me expulsaran de la universidad donde llevo enseñando treinta y ocho años. Se utilizaron asimismo artículos en la prensa, comentarios, cartas insultantes y amenazas de muerte para intimidarme o silenciarme, incluso por parte de colegas míos que de repente descubrieron su lealtad al estado de Israel. Sin embargo, toda aquella comedia, la total falta de lógica que pretendía relacionar un incidente en el sur del Líbano con mi vida y mis obras, fue en vano. Mis colegas me apoyaron, así como una buena parte de la opinión pública. Y, lo que es más importante, la administración de la universidad defendió magníficamente mi derecho a mis propias opiniones y mis propios actos, y señaló que la campaña contra mí no tenía nada que ver con el hecho de que hubiera arrojado una piedra (una acción acertadamente descrita como un gesto de protesta), sino con mi postura y mi actividad políticas, que se enfrentaba a la política israelí de ocupación y represión.

El último episodio de toda esta presión sionista resulta, en ciertos aspectos, el más triste y vergonzoso. A finales de julio de 2000, el director del Instituto y Museo Freud de Viena se puso en contacto conmigo para preguntarme si aceptaría la invitación de pronunciar la conferencia anual sobre Freud en la sede de dicho organismo, en mayo de 2001. Le dije que sí y el 21 de agosto recibí una carta oficial del director del instituto invitándome a hacerlo en nombre de la junta. Acepté de inmediato, ya que había escrito sobre Freud y durante muchos años había sido un gran admirador de su vida y su obra. (Habría que señalar, a modo de inciso, que Freud fue inicialmente antisionista, pero posteriormente modificó su punto de vista cuando las persecuciones nazis de los judíos europeos hicieron que el “estado judío” apareciera como una posible solución al generalizado y mortífero antisemitismo. Sin embargo, creo que su postura frente al sionismo fue siempre ambivalente).

El tema que propuse para mi conferencia fue «Freud y lo no europeo», y pretendía mostrar que, aunque el trabajo de Freud fue para y sobre Europa, su interés en las antiguas civilizaciones como las de Egipto, Palestina, Grecia y África constituía un indicio de la universalidad de su visión y del alcance humano de su obra. Además, creo que su pensamiento merecía ser valorado por su antiprovincianismo, bastante distinto de la mentalidad de sus contemporáneos, que denigraban a otras culturas no europeas tildándolas de menores o inferiores.

Entonces, y sin previo aviso, el 8 de febrero de aquel mismo año el presidente del instituto, un sociólogo vienés apellidado Schü1ein, me informó de que el consejo había decidido cancelar mi conferencia debido -decía- a la situación política en Oriente Próximo «y sus consecuencias». No se me dio ninguna otra explicación. Fue un gesto lamentable y poco profesional, en abierta contradicción con el espíritu y la letra de la obra de Freud. En los más de treinta años que llevaba dando conferencias por todo el mundo nunca me había ocurrido algo así, e inmediatamente respondí con una carta de una sola frase en la que le pedía a Schü1ein que me explicara cómo una conferencia sobre Freud en Viena podía tener algo que ver con «la situación política en Oriente Próximo». Naturalmente, no recibí respuesta alguna.

Para empeorar aún más las cosas, el 10 de marzo The New York Times publicó una noticia sobre el episodio, junto con una versión grotescamente ampliada de la famosa fotografía del pasado mes de julio en el sur del Líbano, un hecho que había tenido lugar mucho antes de que la gente de Freud me hubiera invitado, a finales de agosto. Cuando The Times entrevistó a Schülein, éste tuvo el cinismo de sacar a relucir la foto y de decir lo que no había tenido el valor de decirme a mí, que aquella (así como mis críticas a la ocupación israelí) era la razón de la cancelación, dado -añadía- que podía ofender la sensibilidad de los judíos vieneses en el contexto de la presencia de Jörg Haider, el Holocausto y la historia del antisemitismo austríaco. Que un respetable académico diga tales tonterías es algo que excede los límites de la imaginación, pero que lo haga mientras Israel está asesinando y matando a palestinos despiadadamente cada día resulta derechamente indecente.

Lo que, en su abrumadora pusilanimidad, la pandilla freudiana no dijo públicamente fue que la verdadera razón de aquella indecorosa cancelación de mi conferencia fue que esta era el precio que hubieron de pagar a sus donantes de Israel y de Estados Unidos. En Viena y Nueva York se ha celebrado ya una exposición de los papeles de Freud organizada por el instituto y ahora se espera poder llevarla a Israel. Parece ser que los potenciales financieros exigieron que para pagar la exposición en Tel Aviv se había de cancelar mi conferencia. La sumisa junta de Viena cedió y consecuentemente mi conferencia se canceló, no porque yo defendiera la violencia y el odio, ¡sino precisamente porque no lo hago!

Ya dije en su momento que Freud fue obligado a abandonar Viena por los nazis y por la mayoría del pueblo austríaco. Hoy, esos mismos dechados de valor y de principios intelectuales prohíben dar una conferencia a un palestino. Tan bajo ha caído esa rama especialmente desagradable del sionismo que no puede justificarse mediante el debate abierto y el diálogo genuino, sino que utiliza oscuras tácticas mafiosas de amenaza y extorsión para obtener silencio y obediencia. Tan desesperadamente busca la aprobación que, tanto en Israel como a través de sus partidarios en otros lugares, se revela, por desgracia, a favor de borrar por completo la voz palestina, ya sea estrangulando las aldeas palestinas como Bir Zeit, ya sea sofocando la discusión y la crítica allí donde pueda encontrar a colaboracionistas y cobardes que lleven a cabo sus reprensibles exigencias. No resulta sorprendente que en un clima así Ariel Sharon sea el dirigente de Israel.

Pero en última instancia estas tácticas propias de matones se vuelven en su contra, ya que no todo el mundo tiene miedo, ni se puede silenciar a todo el mundo. Después de cincuenta años de censura y tergiversación sionistas, los palestinos continúan con su lucha. En todas partes, a pesar de la escasa cobertura de los medios de comunicación, a pesar de la venalidad de instituciones como la sociedad freudiana, a pesar de la cobardía de los intelectuales que mantienen dormidas sus conciencias, la gente clama justicia y paz. Inmediatamente después de que se cancelara mi invitación, el Museo Freud de Londres me invitó a pronunciar la conferencia que debía haber pronunciado en Viena (tras verse obligado a abandonar Viena en 1938, Freud pasó el último año de su vida en Londres). Dos instituciones austríacas, el Instituto de Ciencias Humanas y la Sociedad Austríaca de Literatura, me invitaron a pronunciar sendas conferencias en Viena en la fecha que yo eligiera. Un grupo de distinguidos psiquiatras y psicoanalistas críticos (entre ellos, Mustafá Safuan) escribieron una carta al Instituto Freud protestando por la cancelación. Muchas otras personas se han sentido conmocionadas ante tan patente intimidación y así lo han manifestado en público. Mientras tanto, la resistencia palestina continúa en todas partes.

Sigo creyendo que nuestro papel como pueblo que busca la paz y la justicia consiste en ofrecer una visión alternativa al sionismo, una visión basada en la igualdad y la inclusión, antes que en el apartheid y la exclusión. Cada episodio del estilo del que aquí he descrito aumenta mi convicción de que ni los israelíes ni los palestinos tienen otra alternativa que compartir una tierra que ambos reivindican. Creo también que la intifada de al-Aqsa se ha de dirigir a ese fin, a pesar de que se debe practicar una enérgica resistencia política y cultural frente a las reprensibles políticas de ocupación israelíes basadas en el asedio, la humillación, la inanición y el castigo colectivo. El ejército israelí causa un daño inmenso a los palestinos día tras día: se mata a más personas inocentes, sus tierras se destruyen o se confiscan, sus casas son bombardeadas o demolidas y sus movimientos se ven restringidos o totalmente interrumpidos. Como resultado de estas acciones israelíes, miles de civiles no pueden encontrar trabajo, ir a la escuela o recibir tratamiento médico. Esta arrogancia y esta rabia suicida contra los palestinos no darán otro resultado que más sufrimiento y más odio, y por eso, en última instancia, Sharon siempre ha fracasado y ha recurrido a inútiles asesinatos y pillajes. Por nuestro propio bien, debemos sobreponernos a la bancarrota del sionismo y seguir expresando nuestro propio mensaje de paz y justicia. Aunque el camino parezca difícil, no se puede abandonar. Cuando alguno de nosotros se detenga, otros diez deben ocupar su lugar. Este es el genuino sello distintivo de nuestra lucha, y ni la censura ni la complicidad innoble pueden evitar su triunfo.




en Al-Ahram Weekly, 15-21 de marzo de 2001