martes, septiembre 30, 2025

«La boca del pozo», de Jabra Ibrahim Jabra

Traducción de Juan Carlos Villavicencio y Carlos Almonte





[Durante la masacre de Dayr Yasin, 
el enemigo arrojó los cuerpos
de sus víctimas en el pozo del pueblo]

La boca del pozo
donde las manos de jovencitas juguetonas
disfrutan su amistad, vertiendo
agua de la fuente en las tinajas,
en medio del canto y la alegría.
¿Se convertiría de repente en una entrada hacia la nada
esa entrada a una tumba, llena de jovencitas
y de mujeres embarazadas sangrando,
mezclada ahora la sangre con pólvora?
¿Se secaron y arrugaron los racimos de uvas que la rodeaban? 
¿Se quemó el trigo y derramaron
los odres su contenido sobre las piedras esparcidas,
y fue Jesús crucificado ahí otra vez?

La boca del pozo será nuestro segundo Gólgota.
De su entrada ensangrentada brotará
lava negra, ardiente y humeante,
mezclada con la carne de jovencitas y mujeres embarazadas 
para destruir
a aquellos que sembraron la muerte
y alimentaron a las águilas en nuestra tierra. 
Entonces, desde su sagrada y abundante fertilidad, 
fluirá la vida, con seguridad fluirá
en todos nuestros pueblos otra vez.



en Antología de Poesía de la Resistencia Palestina
Descontexto Editores, 2024





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domingo, septiembre 28, 2025

«Ofrenda votiva», de Gabriele D'Annunzio

Traducción de Fernando Iscar


 
El citarista Eunomo de Locri consagraba en Delfos
una cigarra de trabajado bronce al dios.
 
Había un certamen de cítara. Y el rival de Eunomo,
Esparto, ahí estaba preparado; y ahí estaban 
 
los jueces, y atentos acercaban sus delicados
oídos al sonido docto, graves los rostros, sentados.
 
Alto flameaba el día sobre el rojo toldo, irradiando
cerúleo a lo lejos, entre los oleastros, el mar.

En la divina luz era la febea prueba más 
solemne: les temblaba a los contendientes el corazón.
 
Cuando al tañido, del plectro de oro sonó la cítara
locrita, una cuerda rompióse con un silbido.
 
De palidez se cubrió Eunomo, temiendo
que faltase la nota justa en el acorde pleno,
 
a los delicados oídos de los jueces; ¡cuando sobre la barra
del instrumento, sobre la desierta clavija
 
vino a posarse, ebria de rocíos, una cigarra cantora,
que el perfecto sonido dio de la cuerda 
 
ausente, entonando de improviso al modo eolio la agreste
voz que poco antes era de los bosques alegría!
 
Venció por tal ayuda, en presencia de los ilustres jueces,
el citarista Eunomo, venció la hermosa prueba.

Por lo que, Rey Apolo, oh arco de plata, hijo
de la inmortal Leto, el coronado Eunomo
 
quiso honrarte en Delfos, ofreciéndote sobre una cítara,
forjada en el más rico bronce, su cigarra.
 
No sólo, como al de Locri, la séptima cuerda
se me rompió silbando repentinamente, oh dios.
 
Todas las cuerdas, por virtud del plectro, se rompieron: abandonadas
quedaron las clavijas sobre la barra ebúrnea;
 
cuelgan retorcidos los nervios; entre los grandes cuernos lunares
teje la araña en el espacio vacío.
 
Tal, oh Esminteo, sobre el tronco insigne del laurel, la consagrada
lira aparece, cual inútil astilla.
 
Pero, apenas tus caballos alcanzan lo más alto del cielo
con sus ardientes cervices, oh Febo, encrinado auriga,
 
(ansioso respira el bosque, de lejos refulgen los golfos
que la divina curva fingen de tu Arco)

llegan las cigarras que al alba bebieron una gotita
de celeste rocío y aún están ebrias,
 
llegan sobre aquella exánime; y, quietas, bajo
sus alas maravillosas, tales ríos de melodía
 
vierten en la cóncava bóveda que nunca
extrajo el plectro más suaves notas,
 
ni sobre las tierras y las aguas, ni sobre nuestros queridos
pensamientos, fluyó con el sonido serenidad más pura.
 
Por lo que me sonrío, oh Cintio, de Eunomo; pero que en mi pecho
no tiemble, como al citarista, el corazón.
 
Serénase con el continuo sonido nuestra alma,
satisfecha por su silencio, rica por sus pensamientos,
 
como un hermoso trirreme anclado en un puerto,
de regreso de su periplo, cargado de bellos tesoros.



en Canto nuevo, 1896













sábado, septiembre 27, 2025

«El día de la comida fría», de Li Qingzhao

Versión de Carlos Manzano de la traducción de Kenneth Rexroth




 
Claro y soleado es el esplendor de
La primavera en el día de la
Comida Fría. El humo agonizante se
Alza del animal de jade, como
Un hilo de seda que flotara en el
Agua. Sueño sobre una pila
De cojines, entre adornos para el pelo,
Rotos y dispersos. Las golondrinas
No han regresado del mar Meridional, pero
Los hombres vuelven a empezar
Y se pelean por nimiedades. A lo largo
Del río vuelan pétalos de pérsicos.
Amentos de sauce llenan de pelusa el aire.
Luego, en el ocaso anaranjado,
Caen gotas de lluvia muy dispersas.



en Cien poemas chinos, 1966











viernes, septiembre 26, 2025

«Desnudo en barro», de César Vallejo





Como horribles batracios a la atmósfera,
suben visajes lúgubres al labio.
Por el Sahara azul de la Sustancia
camina un verso gris, un dromedario.

Fosforece un mohín de sueños crueles.
Y el ciego que murió lleno de voces
de nieve. Y madrugar, poeta, nómada,
al crudísimo día de ser hombre.

Las Horas van febriles, y en los ángulos
abortan rubios siglos de ventura.
¡Quién tira tanto el hilo: quién descuelga
sin piedad nuestros nervios,
cordeles ya gastados, a la tumba!

¡Amor! Y tú también. Pedradas negras
se engendran en tu máscara y la rompen.
¡La tumba es todavía
un sexo de mujer que atrae al hombre!
 


en Los heraldos negros, 1919








jueves, septiembre 25, 2025

«Heredia no va a morir». Entrevista a Ramón Díaz Eterovic, de Carlos Almonte


Celebrando a Ramón Díaz Eterovic,
Premio Nacional de Literatura 2025

 
¿Cómo nace tu interés por el género policial?
En primer lugar hay una curiosidad lectora, en la época de mi adolescencia provinciana, que me llevó a conocer algunos textos de Poe, Conan Doyle, Ellery Queen, Dorothy Sayers, hasta llegar a otros autores que me interesaron más, como Chandler, Ross MacDonald, Simenon. Lecturas orientadas por el azar –combinadas con acercamientos a la poesía y a un sinfín de novelas no policíacas–  en las que fui conociendo las potencialidades del género, la rigurosidad de su estructura, el magnetismo de sus tramas y protagonistas. 

Después vino el abordaje del género como escritor, y más que un asunto largamente meditado, tengo la impresión de que en algún momento apareció Heredia a mi lado y comenzó a hablarme de su vida y aventuras. Así nace La ciudad está triste, escrita en 1985, en una semana; y publicada en 1987 después de varias revisiones de la versión original y de muchos fracasos por encontrar un editor interesado en publicar una novela policial, que además era un texto contestatario a la dictadura que se  vivía. La buena acogida que tuvo esta novela entre sus pocos lectores me motivo a escribir Nunca enamores a un forastero y de ahí no he parado hasta terminar, recientemente, la décima novela de Heredia:  A la sombra del dinero. Siento por lo tanto –a la manera de Paul Auster– que Heredia, más que un alter ego, es una especie de «hermano interior» con el que de tarde en tarde dialogo sobre las cosas que nos pasan. 

Por otra parte, también diría que mi afición al género policial nace por el deseo de testimoniar ciertas situaciones delictivas y marginales existentes en Chile, a través del discurso de un antihéroe descreído, pero con los cojones suficientes como para mirar la realidad sin concesiones. En algún momento –en 1984 o 1985– pensé que mis inquietudes temáticas eran abordables desde la novela policial, en su vertiente de novela negra, donde encontré los códigos para explorar la relación crimen–política–violencia, tan habitual en los países latinoamericanos. Quería abordar una literatura con acento realista, a través de un género muy marginal en Chile, y desde ahí proyectar mis historias y obsesiones. Cuando publiqué La ciudad está triste no era mucho lo que se hablaba en Chile de «novela negra», y por lo tanto gran parte de mi trabajo literario lo he tenido que hacer luchando contra los prejuicios e ignorancias del medio. Prejuicios hacia la novela policial, y en su momento, prejuicios en contra de los textos con contenidos políticos, textos de resistencia. 

¿Por qué la profesión de investigador es, necesaria y recurrentemente, tan solitaria como el oficio de las putas y los escritores? 
La profesión del investigador (en la literatura), como la del escritor, es necesaria porque apunta a reconocer las cicatrices más ocultas en el corazón de la sociedad. Generalmente, como los escritores, los detectives de ficción son seres solos, hasta cierto punto desarraigados, inconformistas, que viven en la marginalidad y desde ella observan pasar la vida. La soledad es tal vez la condición que lo hace más sensible a los problemas de quienes recurren a su ayuda. Los detectives, como las putas y los escritores, son exploradores del alma, de la desolación que muchas veces rodea a las personas. 

El género policial está hecho sobre la base de claves recurrentes, estructuras y personajes tipo, frases hechas, clichés, etc. En este sentido Heredia no hace más que seguir la tradición, adaptándose «latinoamericanamente» al género. ¿Consideras una limitante el hecho de que el relato policial se arme siempre de la misma forma? ¿En dónde radica la mayor creatividad del género?
El género policial es tan limitante como lo puede ser cualquier otro género literario; y escribir una novela policial es tanto o más difícil que escribir una novela común y corriente. Lo importante en la narrativa policial que se hace en Latinoamérica –sobre todo en las últimas dos o tres décadas– es que es asumida por un grupo de escritores interesados en dar al género estatura y trascendencia literaria. Escritores que asumen el género sin prejuicios ni lo consideran algo menor; que siguen sus claves, las parodian, o las discuten (al modo de Piglia o Bolaño) pero que se acercan a él con respeto y amor. La creatividad de este esfuerzo está en la recodificación del género para hacerlo apropiado a la realidad de los países latinoamericanos que se busca reflejar. 

La narrativa policial latinoamericana – a partir de los clichés o códigos tradicionales del género– ha aportada una mirada aguda, crítica, que le ha permitido convertirse en una narrativa de corte social, vinculada a la criminalidad del Estado o los poderosos, al crecimiento de las grandes urbes latinoamericanas y al desamparo en que dentro de ellas se mueve el hombre común y corriente. 

En lo personal, creo que mi aporte ha estado en hacer de mis novelas una suerte de crónica del Chile de los últimos años. Haber creado un personaje que tiene una matriz en el género policial y en la novela social chilena (Manuel Rojas, Nicomedes Guzmán, Gonzalo Drago, Diego Muñoz, Francisco Coloane), pero que también tiene una personalidad propia que lo hace atractivo y con el cual muchos lectores pueden identificarse. Y al fin de cuenta, lo que va quedando en la literatura son los personajes y las buenas historias. 

En Nadie sabe más que los muertos, Heredia le dice con pudor su nombre a Fernanda, pero ambos concuerdan en usar sólo «Heredia». ¿Cuál es el nombre de pila de Heredia? 
La verdad es que no lo sé. He pensado que tiene un nombre algo ridículo o poco común, pero nunca he llegado a dar con uno preciso. Heredia a secas me parece bien, y me gusta jugar con la imaginación del lector para que piensen en su nombre de pila. Heredia es un nombre con personalidad y además, el uso de ese único nombre remarca de alguna manera su soledad, y recoge algo que es muy típico entre los chilenos (sobre todo en los liceos y oficinas) de llamarse sólo por los apellidos. 

Heredia se caracteriza por tener amoríos pasajeros, mujeres que van y vienen, etc. En este mismo sentido, ¿es una relación duradera, el matrimonio por ejemplo, opuesto por esencia a la profesión de detective? ¿En qué sentido la soledad alimenta y en cuál destruye a Heredia?
Supongo que un Heredia casado y con hijos no tendría la misma libertad para desplazarse por la ciudad e investigar sus casos. La soledad de Heredia nace de su apego a esa libertad, y a la posibilidad de ir tomando lo que la vida le ofrece, sin grandes compromisos domésticos ni cotidianos, sin grandes necesidades materiales, y sin otra cortapisa que su entusiasmo para enganchar con un caso y seguirlo a fondo. En su soledad, Heredia reafirma su compromiso con el oficio que ejerce y la verdad que busca. Y aunque suene contradictorio, la soledad de Heredia también forma parte de sus debilidades, porque llega un momento en su jornada diaria en el que sus únicas compañías son sus dudas y el gato Simenon. En esos instantes reflexiona y recarga sus energías para seguir en sus empeños. 

Alguna vez dijiste que Heredia aumentaba de edad en cada novela. ¿Esto significa que morirá algún día? ¿Tienes preparada su muerte? ¿La has visualizado alguna vez? 
No, Heredia no va a morir. En la última novela que publiqué –El hombre que pregunta– Heredia, refiriéndose a Alejandro Dumas y a la muerte de sus tres mosqueteros, dice que «no hay perdón para los que dejan morir a sus héroes», y pretendo ser fiel a esa sentencia de Heredia . Tengo escritas diez novelas con Heredia y en la cabeza me dan vueltas ideas para escribir unas cinco o seis más. He pensado escribir, más adelante, una novela en que aparezca un Heredia viejo, achacoso, investigando su último caso, y aferrado a su oficio con la misma convicción que muestra en sus primeras novelas. No sé si algún día la escriba, si sea capaz de reconocer, al igual que Heredia, que estoy quemando mis últimos cartuchos, pero la idea está.  

Hay una especie de nobleza o de fin moral en los investigadores más conocidos, y en Heredia en particular (acepta casos sin dinero, casos de justicia política, de equidad social, etc.). ¿Por qué es tan estrecha esta relación entre Heredia y la sociedad oprimida o los que sufren injusticias?
Eso responde a la opción de vida asumida por Heredia: actuar desde la esquina en que están los jodidos del mundo, los que no tienen a nadie que los defienda, los que –como dice Jorge Teillier en unos de sus poemas– no son «santos, profetas ni poderosos». En la medida que el motor que mueve a Heredia es la verdad, es casi de simple lógica que esté del lado de los que sufren injusticias. La novela policial es en esencia un discurso moral, ético, que tiene que ver con la verdad y la justicia para quienes son violentados en su condición humana. 

¿Por qué el tema político, no sólo dentro del marco chileno, es tan importante en tu narrativa? (Además de la constante presencia de la dictadura chilena, hay referencias a conflictos entre ingleses y alemanes, nazis y judíos, etc.) 
Supongo que es por la historia que me ha tocado vivir. Tenía 17 años al momento del golpe militar de 1973, y tuve que vivir otros 17 años en un medio sin libertad, orientado por los atropellos de Pinochet y sus cómplices (militares y civiles convertidos en mentirosos, cobardes y asesinos). En esa situación «lo político» siempre ha estado en el centro de mis intereses, no tanto como un quehacer partidario (que hoy no me interesa mayormente, porque la política chilena, de izquierda a derecha, está llena de apernados, ambiciosos y mediocres, que están en la actividad política por obtener una cuota de poder personal, y no por luchar por un proyecto o utopía) sino como una reflexión acerca del poder en la sociedad, y de cómo el hombre se ha organizado o debería organizarse para sobrevivir como especie supuestamente racional.  Sobre este tema, el año pasado, los profesores Guillermo García–Corales y Miriam Pino, publicaron un ensayo – «Poder y crimen en la narrativa chilena»– donde analizan las novelas de Heredia. Y bueno, la relación de la realidad chilena con la de otros países es más o menos obvia. Pasa agua bajo el puente de la historia, y el hombre, de aquí o de allá, sigue cometiendo las mismas aberraciones, los mismos atentados a su libertad; sigue siendo el Caín bíblico que mata a su hermano por la razón que tenga más a mano. 

El género policial, me parece, es un género que no admite muchas exigencias de precisión. Hay ciertos vacíos que se dejan pasar en pos de una lectura coherente. Asuntos como que un moribundo con las tripas afuera alcance a hablar frases largas, o que aparezca la persona precisa en el momento preciso, etc. ¿Tienes la misma opinión? ¿Cómo procedes para lograr la coherencia?
La novela policial exige más precisión y rigor que cualquier otro tipo de novela. Hay que preocuparse de la estructura del relato, de la coherencia de los personajes y del curso de la trama. La novela policial cuenta con muchos lectores preocupados de los detalles y que anda buscando «las caídas» del autor. Ahora bien, a mí no me interesa tanto la novela policial como un mecanismo de relojería, y en tal sentido apuesto más al interés global de la historia que cuento, al ambiente en que se desarrolla y a las características de mis personajes. 

Preocuparse principalmente del enigma perjudicó en alguna etapa el desarrollo del relato policial, pero hoy en día las aguas corren por otros lados, con más preocupación por la calidad del texto y sus componentes, no sólo por el acertijo. En cuanto a la coherencia; todo texto literario, del género que sea, demanda coherencia, de otro modo se cae a pedazos. 

Es sabido que has recibido varias ofertas por llevar tu obra al cine. ¿Qué ha impedido ver las aventuras de Heredia en la pantalla grande? Si de ti dependiera, ¿qué actor –chileno y/o extranjero– debiera encarnar a Heredia?
Han existido acercamientos para llevar al cine alguna historia de Heredia y todos han quedado en el camino por falta de dinero. Hacer cine en Chile es difícil. Afortunadamente, el último mes, un proyecto para hacer una serie televisiva de Heredia ganó el premio del Consejo Nacional de Televisión y obtuvo el financiamiento adecuado. El proyecto fue presentado por la productora Valcine. Las historias de Heredia serán dirigidas por los cineastas Ignacio Agüero y Arnaldo Valsecchi, y para interpretar a Heredia se ha pensado en Boris Quercia. Esperamos que la serie esté en pantalla durante el segundo semestre del 2004. 

En cuanto a la segunda parte de la pregunta, dos actores extranjeros que harían un buen Heredia son Robert de Niro o Andy García. Y de los chilenos, me parece bien Quercia, aunque también vería bien en el personaje a Néstor Cantillana o Rodolfo Pulgar, a quienes, a parte de ser buenos actores, los veo más cerca de la imagen física que tengo de Heredia. 

¿Cuál es, en tu opinión, el escritor más importante del género policial? ¿Tienes algún investigador favorito?
En asuntos literarios no me gustan las clasificaciones de «el mejor», «el más grande», etc. Creo que son todas injustas y arbitrarias. Como en poesía, cuento, o lo que sea, hay muchos autores que han creado personajes maravillosos y buenas historias. Y entre ellos: Chandler, Highsmith, Simenon, Jim Thompson, y un largo etcétera que me obligaría a llenar varias páginas. Y en cuanto a investigadores privados, sucede lo mismo. Entre otros muchos, me gusta el Marlowe de Chandler; Lew Archer de MacDonald, el inspector Maigret de Simenon, Tony Romano de Juan Madrid, Gordiano el Sabueso de Steven Taylor, el padre Cadfael de Ellis Peters. De los chilenos, menciono al Inspector Cortés de René Vergara, y Julien Morris de Alfonso Reyes Messa. 

¿Podrías elegir una novela del género policial, tu favorita? ¿Cuáles son las novelas que consideras imprescindibles? 
Es imposible escoger «la novela» en un universo de tantas novelas notables. Mencionar una, sería dejar fuera a muchas que llenan mi gusto y son de mis afectos. Hay, desde luego, muchas que son imprescindibles para todo lector que quiera abordar el género, y al decir esto, pienso, al azar de la memoria, en obras como: El largo adiós de Chandler, Carta a mi juez de George Simenon, Pasado negro de Rubem Fonseca, Triste, solitario y final de Osvaldo Soriano, 1280 almas de Jim Thompson, Disparen sobre el pianista de David Goodis, ¿Acaso no matan a los caballos? de Horace McCoy, La dalia negra de James Ellroy, Las apariencias engañan de Juan Madrid, Brillo de Elmore Leonard, La Rosa de Alejandría de Vásquez Montalbán, Los milaneses matan en sábado de Georgio Scerbanenco, El cartero llama dos veces de J. M. Cain. En general, diría que mis autores favoritos son Simenon, Osvaldo Soriano y Chandler. De Chandler aprendí el sentido ético de la novela policial; de Soriano la posibilidad de transgredir los códigos del género para hacer literatura policíaca con acento y sabor latinoamericano; y de Simenon aprendí que la esencia de la novela policial no está en el enigma sino en crear personajes convincentes y en evocar ambientes que den color local y verosimilitud a las historias.

Y luego, imprescindibles para conocer las expresiones del género en Latinoamérica, mencionaría: Manual de perdedores de Juan Sasturaín, Luna caliente de Mempo Giardinelli, Perder es cuestión de método de Santiago Gamboa, Nombre de torero de Luis Sepúlveda, Sangre en la sangre de Paco Ignacio Taibo II, Pasado perfecto de Leonardo Padura, Joy de Daniel Chavarría, El mejor enemigo de Fernando López, Variaciones en rojo de Walsh, y los cuentos de Borges y Bioy Casares, y los de algunos autores chilenos, como Alberto Edwards, René Vergara, Alfonso Reyes Messa,  L.A. Isla.  

Por último, ¿hasta qué punto un escritor policial es un investigador frustrado?
No creo que el escritor sea un investigador frustrado, al menos no en mi caso, que nunca he tenido aspiraciones policíacas más allá del papel. Sí creo que todo escritor es un investigador, en el sentido de que, al crear sus ficciones realiza algo así como una doble investigación: en primer lugar hacía el interior de sí mismo para descubrir las ideas, sentimientos, obsesiones, que desea expresar; y luego, en segundo lugar, para ir construyendo su historia, por cuanto, al menos en mi caso, no comienzo una novela con su desarrollo totalmente definido, sino que voy descubriendo sus claves o pistas al correr de las palabras. Escribir e investigar un crimen se parecen en que se parte de un hilo suelto y no se sabe con absoluta certeza a dónde se va a llegar. 



en Revista Descontexto, nº 5, 2004
















miércoles, septiembre 24, 2025

martes, septiembre 23, 2025

«Amante profesional» Ramón Díaz Eterovic


 
Premio Nacional de Literatura 2025


Romero, asesino de profesión, se vanagloriaba de ser un hombre de palabra. Al conocer a Raquel sintió una súbita comezón en su orgullo. La invitó a cenar, la enamoró y por la mañana, cuando el sol caía plácido sobre los cabellos de la mujer, le disparó entre los pechos por el simple y estúpido placer de cumplir un contrato.














lunes, septiembre 22, 2025

«A don Luis de Góngora», de Vicente Aleixandre




¿Qué firme arquitectura se levanta
del paisaje, si urgente de belleza,
ordenada, y penetra en la certeza
del aire, sin furor y la suplanta?

Las líneas graves van. Mas de su planta
brota la curva, comba su justeza
en la cima, y respeta la corteza
intacta, cárcel para pompa tanta.

El alto cielo luces meditadas
reparte en ritmos de ponientes cultos,
que sumos logran su mandato recto.

Sus matices sin iris las moradas
del aire rinden al vibrar, ocultos,
y el acorde total clama perfecto.
















domingo, septiembre 21, 2025

«El grito de mis camaradas desde las profundidades de la batalla», de Hanan Awwad

Traducción de Juan Carlos Villavicencio y Carlos Almonte




La niebla en el aire
las lágrimas en el cielo
y los mártires en el centro del escenario.

El hambre, la derrota a la intemperie 
y la tierra que se despide de sí misma 
los niños depositan sus propios restos 
las mujeres levantan la mano
las culatas provocan a su contraparte 
y hay tristeza al decir adiós.

Nunca ha sucedido en la historia de un pueblo 
ante la muerte de su gente
que permanezca en silencio
persiguiendo crímenes
al dormirse en un viaje que han perdido.

Nunca ha sucedido en la historia de un pueblo 
que el enemigo esté dentro de las fronteras
el pueblo está llamado a la yihad [1]
porque es una obligación que asume cada uno 
porque es un compromiso de defensa colectiva.

Esto nunca ha pasado en la historia de los pueblos libres
los análisis inundan las pantallas
se celebran conferencias para estudiar lo que sucede
vistiendo trajes de despedida como si fuera un funeral.
Los premios literarios y culturales se reparten en mares de sangre, 
y es como ver una épica de otro planeta y que esta no nos importe. 
El silencio pesó más que las voces
y la muerte logró su cometido 
cuando el grito fue ahogado.

La imagen de la revolución se perdió entre nosotros 
señala el poder judicial
    que nos cuestiona y se compadece de nosotros.

Empezamos a crear la imagen de un estado o alguna alternativa 
mientras el enemigo perpetraba horrores
somos los que atendíamos al lenguaje de las balas.

Cualquier texto escrito por nosotros 
nos lo muestra Waystar [2]
¿Qué excusa tendríamos que dar? 
¡Qué manera de evadirnos!

¿No nos duelen los sonidos del llamado 
no nos duelen nuestros ríos de sangre? 
¡Ni el gesto de un niño nos emociona
    mientras busca un poco de comida!

¿Cómo podemos recuperar nuestros espíritus? 
Trayendo de vuelta olas de emoción para nuestro pueblo 
¿Cómo se expresan nuestros rifles?
Dejemos de preguntarnos

cómo proteger a nuestra gente 
¡Con un cuchillo de carnicero
y hasta hacer arder el día
antes de que sea demasiado tarde!

La herida de toda patria es esta:
¿Cómo se consigue olvidar?
Sabemos que esa apuesta ya la perdimos.




[1] Yihad se traduce como «esfuerzo» y aparece repetidamente en el Corán bajo la sentencia «esfuerzo en el camino de Dios». Yihad es un concepto del islam que implica una obligación religiosa de los musulmanes comprometidos con la yihad, con ese esfuerzo. Ellos son llamados muyahidines.

[2] «Waystar Royco» es una corporación ficticia multinacional, de medios y entretenimiento, que aparece en la serie de televisión Succession, de HBO.



en Antología de Poesía de la Resistencia Palestina
Descontexto Editores, 2024





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sábado, septiembre 20, 2025

«Sun Falin (1904-1928)», de Sun Wenbo

Traducción de Miguel Ángel Petrecca




Hijo de un maestro de una escuela privada,
tuvo que encargarse de su familia al morir sus padres
siendo aún joven. En un pleito por tierras con unos vecinos,
y aunque la parte contraria carecía de todo argumento,
perdió al final el litigio por falta de dinero y de contactos.
No fue sólo la pérdida de un poco de tierra: peor aún,
la humillación de pagar el banquete de reconciliación.
Arrebatado por la ira decidió alejarse y abandonando
a su esposa flamante y a los hermanos aun niños prometió
volver cargado de gloria. Una vez lejos de ahí
se enroló en el ejército y se zambulló en cada batalla
con el espíritu de quien no tiene nada que perder.
Gracias a su audacia ascendió rápido y en tres años se convirtió
en comandante de un batallón. Fue esto mismo
lo que lo llevó a errar, comenzó a acumular riquezas
sin escrúpulos. Por supuesto las del enemigo,
pero también retuvo el salario de sus subordinados.
Y fue justo esta conducta la que lo perdió:
en la noche anterior a una batalla, en una aldea donde acampaban,
su respuesta grosera ante el reclamo de los soldados
produjo una revuelta y un tiro suelto le dio muerte.
Así la promesa que en el pasado hiciera a su familia:
espérenme, voy a volver montado en un gran caballo
y vestido como un príncipe, se hizo polvo en el aire.
Al final, por supuesto, sí que terminó volviendo al pueblo.
Pero eso fue cuando su hermano menor (de apenas 18)
caminó acompañado de un amigo más de mil kilómetros
arrastrando de vuelta su cadáver en un carro destartalado.





en Un país mental. 150 poemas chinos contemporáneos
Gog y Magog, 2023

















viernes, septiembre 19, 2025

«Los enemigos», de Pablo Neruda




 
Ellos aquí trajeron los fusiles repletos
de pólvora, ellos mandaron el acerbo
          exterminio,
ellos aquí encontraron un pueblo que cantaba,
un pueblo por deber y por amor reunido,
y la delgada niña cayó con su bandera,
y el joven sonriente rodó a su lado herido,
y el estupor del pueblo vio caer a los muertos
con furia y con dolor.
Entonces, en el sitio
donde cayeron los asesinados,
bajaron las banderas a empaparse de sangre
para alzarse de nuevo frente a los asesinos.

Por esos muertos, nuestros muertos,
pido castigo.

Para los que de sangre salpicaron la patria,
pido castigo.

Para el verdugo que mandó esta muerte,
pido castigo.

Para el traidor que ascendió sobre el crimen,
pido castigo.

Para el que dio la orden de agonía,
pido castigo.

Para los que defendieron este crimen,
pido castigo.

       No quiero que me den la mano
       empapada con nuestra sangre.
       Pido castigo.
       No los quiero de embajadores,
       tampoco en su casa tranquilos,
       los quiero ver aquí juzgados
       en esta plaza, en este sitio.

       Quiero castigo.



en Canto general, 1950














jueves, septiembre 18, 2025

«Corazón maldito», de Violeta Parra

Versión de Inti-Illimani




Corazón contesta:
¿por qué palpita?, sí,
¿por qué palpita?
Como una campana
que se encabrita, sí,
que se encabrita,
¿por qué palpita?

No ves que la noche
la paso en vela, sí,
la paso en vela
como en mar violento
la carabela, sí,
la carabela,
tú me desvelas.

¿Cuál es mi pecado
pa' maltratarme, sí,
pa' maltratarme?
Como al prisionero
por los gendarmes, sí,
por los gendarmes,
quieres matarme.

Pero a ti te ocultan
duras paredes, sí,
duras paredes.
Y mi sangre oprimes
entre tus redes, sí,
entre tus redes,
¿por qué no cedes?

Corazón maldito
sin miramiento, sí,
sin miramiento,
ciego, sordo y mudo
de nacimiento, sí,
de nacimiento,
me das tormento
sin miramiento,
me das tormento
sin miramiento



1966





















miércoles, septiembre 17, 2025

«Sin querer queriendo», de Roberto Gómez Bolaños

Fragmento




Rubén [Aguirre] regresaría tiempo después, pero mientras tanto su ausencia significaba la adversidad del momento, ya que el personaje que él representaba (Lucas Tañeda) era insustituible por múltiples razones; la principal de estas era el hecho de que el público se acostumbra a una imagen y le resulta muy difícil aceptar otra en sustitución de aquella. La solución, por lo tanto, no radicaba en sustituir al actor, sino en sustituir el sketch. Es decir: quitar a Los Chifladitos del programa y poner en su lugar algo diferente. ¿Pero cuál sería ese algo diferente? Porque me pasé dos o tres días (con sus respectivas noches) intentando encontrar la respuesta, pero esta no llegaba. Entonces, agobiado por la premura del tiempo, decidí salir del paso por una semana, escribiendo un sketch de los que yo llamaba «sueltos», en razón de que no tenían continuidad temática temporal. Para esto utilicé material que me había sobrado de otro sketch suelto que había hecho algunas semanas antes, el cual se había referido a un niño pobre que andaba por un parque público y tenía un breve altercado con un vendedor de globos. El niño había sido representado por mí y el vendedor de globos por Ramón Valdés. El resultado no sólo fue aceptable sino que, además, me volvió a sobrar material. Y mientras seguía cavilando, repetí la receta: usé el material sobrante para escribir algo de ambiente similar. Esta vez el resultado fue algo más que aceptable, y no se hicieron esperar los comentarios a favor. Hasta que un par de semanas después bauticé al personaje con el nombre que habría de ser conocido en muchas partes del mundo, rivalizando en popularidad con el Chapulín Colorado (y, en más de un aspecto, inclusive superándolo): el Chavo. 

*   *   *

Jamás pretendí que el público pensara que yo era un niño. Lo único que buscaba era que aceptara que yo era un adulto que estaba interpretando el papel de un niño. El reto no era sencillo, ya que las características del personaje diferían sustancialmente de las que habían distinguido a quienes habían hecho algo semejante. Porque todos (o al menos casi todos) han sido variantes diversas del clásico Pepito, cuya gracia radica precisamente en que es un niño, pero que actúa con la picardía propia del adulto, mientras que el Chavo era el mejor ejemplo de la inocencia y la ingenuidad: la inocencia y la ingenuidad propias de un niño. Y lo más probable es que esa característica haya sido la que generó el gran cariño que el público llegó a sentir por el Chavo; cariño que no sólo se reflejaba en los aplausos, las sonrisas y los comentarios de la gente, pues a todo eso hay que añadir a los cientos de personas (niños y adultos) que se acercaban para dejar en el escenario «una torta de jamón», un par de zapatos, juguetes, etcétera; al tiempo que repetían cotidianamente las expresiones usadas en los programas, como: Fue sin querer queriendo, Se me chispotió, Bueno, pero no te enojes, ¡Eso eso eso!, ¡Cállate, cállate, que me desesperas!, ¡Chusma, chusma!, ¡Tenía que ser el Chavo del Ocho!, etcétera. 

A decir verdad, ese cariño del público fue también un obsequio para todos los actores que tuve a mi lado, los que llegaron a conformar el grupo de comedia más famoso en todo el mundo de habla hispana. Sin embargo, para alcanzar esa fama se tuvieron que aglutinar varias circunstancias, entre las cuales hay que destacar la selección de los actores que habrían de acompañarme. Había tres que ya formaban parte de mi equipo desde Sábados de la Fortuna: Rubén Aguirre, Ramón Valdés y María Antonieta de las Nieves. 

Ya mencioné a Rubén y las circunstancias en que lo conocí, pero debo añadir que aparte de sus facultades como actor tenía características físicas que lo hacían inmejorable como compañero de trabajo, tales como su voz gruesa y segura (había sido locutor y cronista taurino) y su elevada estatura (1.92 metros), que lo convertían en contraparte ideal del Chapulín Colorado, razón por la cual fue el más reconocido de los «villanos» a los que se enfrentaba el héroe. Es, además, ventrílocuo y estupendo animador. 

También narré ya el episodio de la partida de Rubén para trabajar en «la competencia» (Canal 2) y que en aquella ocasión le prometí que si alguna vez quisiera regresar, las puertas del programa estarían abiertas para él. Pues bien, eso fue lo que sucedió no mucho tiempo después, de modo que tuvo fácil acomodo en el entorno del Chavo, interpretando magistralmente al profesor Jirafales, el riguroso maestro de escuela que sufre por las travesuras de los niños, pero que siempre termina soportándolas con la bondad y el estoicismo que caracterizaba a aquellos auténticos apóstoles de la docencia. Su máximo enojo terminaba con la exclamación que se hizo famosa: «¡Ta ta ta ta ta!» El Profesor Jirafales y Doña Florinda estaban mutuamente enamorados y mantenían un romance chapado a la antigua que inundaba de miel las pantallas de los televisores. 

*   *   *

Dos años antes había tenido la suerte de contar con Ramón Valdés como compañero de actuación, en una película que se llamaba El cuerpazo del delito, conformada por tres episodios independientes entre sí. Ramón y yo trabajamos en uno que estaba encabezado por Mauricio Garcés, Angélica María y Pepe Gálvez, y me la pasé de maravilla durante el rodaje. Por un lado, el trío de estrellas desparramaba simpatía, calidad histriónica y algo que no se ve con demasiada frecuencia: compañerismo, ausencia total del «estrellismo» de que suelen hacer gala los actores consagrados. Y, por otro lado, ahí fue donde tuve la oportunidad de evaluar la gracia sin igual de Ramón Valdés. Ese fue, por tanto, el antecedente que me llevó a seleccionarlo para conformar el elenco de mi programa. Y fue él quien interpretó a Ron Damón (Don Ramón) uno de los más agraciados personajes que rodeaban al Chavo. Hacía el papel de uno de esos tipos que ocultan sus múltiples insuficiencias tras una mampara de arrolladora simpatía. Era holgazán, inculto, comodino, etcétera, pero poseedor de esa gracia natural que identifica al pícaro, y de ese ingenio que invariablemente lo ayudaba a salir del peor de los atolladeros. Por ejemplo: jamás pagaba la renta de la vivienda que ocupaba en la modesta vecindad, al lado de su hija, la Chilindrina. 

*   *   *

María Antonieta de las Nieves, como ya dije, entró a formar parte de la Mesa Cuadrada en sustitución de Bárbara Ramson. Cuando llegó dijo que haría ese papel temporalmente, mientras yo conseguía a otra actriz que entrara en su lugar, pues aseguró que lo suyo era la tragedia y no la comedia. Sin embargo, después de verla actuar, yo le hice notar que tenía la calidad más que suficiente para hacer comedia, ya que los papeles trágicos los hace cualquiera. A ella le extrañó aquello que parecía una especie de reto, pero tomó el toro por los cuernos. Poco después, reconoció que no cambiaría su posición por nada en el mundo. Y ahí fue donde alcanzó la cúspide de la fama con su inigualable caracterización de la Chilindrina, personaje que la lanzó a los más altos estratos de popularidad. 

Diseñé a la Chilindrina como una niña que tendría tantas o más pecas que el Chavo, a modo de constituir un lazo de identificación entre ambos; pero ella sería traviesa a más no poder (chimuela, como suelen ser los niños traviesos debido a que su hiperactividad los induce a correr riesgos) y mucho más inteligente que él (con el uso de anteojos que ha llegado a ser paradigmático de los niños inteligentes). La Chilindrina figuraba como la hija de Don Ramón y de la esposa de éste que, según se mencionaba en el transcurso de la serie, había fallecido al dar a luz a la niña. Esta dejaba ver que había heredado la picardía de su padre, aunque la manifestaba adecuándola al contexto infantil que le correspondía. 



2006












martes, septiembre 16, 2025

Entrevista a Robert Redford, de Terry Gross



(1936-2025)


TERRY GROSS, anfitriona: Esto es FRESH AIR. Soy Terry Gross. Robert Redford ha dicho que su nueva película, Un ladrón con estilo (An Old Man & the Gun, 2018), sería su última actuación cinematográfica. Y luego dijo que no debería haber dicho eso. Sin embargo, vamos a aprovechar esta oportunidad para repasar sus primeros años, su infancia y sus inicios en la actuación. En la nueva película, interpreta a un hombre que se ve bastante digno y caballeroso, y que ha robado bancos toda su vida, ha estado en prisión y se ha fugado de la cárcel. (…)

Mi entrevista más reciente con Robert Redford fue en 2013, después del estreno de su película Todo está perdido (All is lost), en la que era el único personaje. El crítico de cine del New York Times, A.O. Scott, la llamó la actuación de una vida. Cuando hablamos, antes de hablar de su pasado, hablamos de Todo está perdido. Interpretó a un hombre solo en un pequeño yate en el Océano Índico. Al principio de la película, un contenedor de carga suelto choca contra el yate, dejando un agujero. Cuando llega una tormenta, su vida corre peligro, pero debe mantenerse calmado e ingenioso. Fue un papel increíblemente demandante físicamente. No hay diálogo en la película, sólo voz en off. Aquí está Redford al principio de la película, leyendo una carta que está escribiendo. No sabemos a quién le está escribiendo.

(Fragmento de la película Todo está perdido)

REDFORD leyendo: 13 de julio, 4:50 P.M.
«Lo siento. Sé que eso significa poco en este momento, pero lo siento. Lo intenté. Creo que todos estarían de acuerdo en que lo intenté: ser sincero, ser fuerte, ser amable, amar, tener razón. Pero no lo fui. Y sé que lo sabían, cada uno a su manera, y lo siento. Aquí todo está perdido, excepto el alma y el cuerpo, es decir, lo que queda de ellos, y la ración de medio día».

(Fragmento de archivo):

GROSS: Robert Redford, bienvenido de nuevo a FRESH AIR. Es una entrada tan conmovedora para el inicio de una película. Leíste esa carta como si fuera un poema. ¿Querías conocer la historia de fondo de tu personaje, como a quién le está hablando? Uno asume que es a la familia. Realmente no sabes nada sobre a quién le escribe, cómo ha sido su vida, por qué está en este yate en medio del Océano Índico. ¿Tú mismo necesitabas saber esto?

REDFORD: Al principio, pensé que necesitaba hacerle preguntas al director, JC Chandor. Pero francamente, Terry, me atrajo mucho lo que no se sabía sobre esto. Me atrajo mucho lo que no se decía. Había desafíos ahí que me resultaron muy atractivos. Uno de ellos fue que vi el proyecto porque sólo había un guion de 30 páginas, y en su mayoría eran bosquejos, ya que no hay diálogo. Me atrajo el hecho de que no hubiera diálogo. Me gustó la idea de que no hubiera efectos especiales. Era una película de muy bajo presupuesto, muy independiente en su espíritu y su presupuesto. Y porque sentí que era una experiencia cinematográfica más pura, como solían ser las películas, tal vez incluso yendo hasta las películas mudas.

La alta tecnología ha entrado en la industria del cine, quizás la ha infestado. Pero yendo a lo que dices, creo que sí, al principio pregunté: ¿Hay algo que debería saber sobre esto? Y el director evitó responderlo, y luego me di cuenta de que eso era lo que se pretendía. Y entonces me dejé llevar por eso, me gustó… sí, podía completarlo hasta cierto punto, pero no demasiado.

GROSS: Entonces el director dijo, refiriéndose a la reacción que esperaba que tuvieras al leer este guion por primera vez: «Redford va a decir 'claro que sí, esto suena increíble' o va a decir '¿por qué diablos haría eso? No tengo nada que demostrar. ¿Por qué me sometería a eso?'». Y realmente te sometes a mucho en la película. Quiero decir, estás siendo golpeado por el agua durante gran parte de ella. Tu yate se está inundado, así que estás chapoteando en el agua. Sé que filmaste parte de esto en un tanque y no en el océano, pero parte de ello, creo, se filmó en el océano. Así que estás ahí…

REDFORD: Sí.

GROSS: …en el océano bajo el sol caliente. Estás en una tormenta. Quiero decir, parece que fue un rodaje agotador. Danos una idea de algunas de las cosas que tuviste que soportar. Por ejemplo, cuando estás en la tormenta, en una de las tormentas y, ya sabes, te está lloviendo encima, ¿qué estás experimentando? ¿Cómo te proteges?

REDFORD: Bueno, fue una verdadera… primero que todo, fue una tormenta real porque, sí, como dices, gran parte fue en aguas abiertas. Pero cuando tuvimos que meternos en lo realmente difícil, fuimos a un tanque gigante donde tenían estas grandes máquinas de olas, estos grandes cilindros que pueden generar olas de 6, 7 pies que pueden inundar el bote o quizás volcarlo. Tenías máquinas de lluvia violenta. Luego tenías máquinas de viento. Y tenías miembros del equipo con mangueras de bomberos golpeándote con agua, fuertes chorros de agua. Cuando todas esas cosas están funcionando a la vez, realmente estás en una tormenta. Así que realmente sentí, mientras hacía esto, que en realidad estaba en una tormenta. Y tenía que sentirme preguntando, como si estuviera realmente en una tormenta, ¿qué voy a hacer? ¿Cómo voy a…? Todo se volvió muy físico. También entré en esto, supongo que a mi edad, preguntándome, ¿Qué puedo hacer todavía? Siempre… porque practiqué deportes de niño y, ya sabes, fui deportista casi toda mi vida, quería… siempre disfruté haciendo mis propias acrobacias cuando podía. Y pensé, bueno, en este punto de mi vida, ¿qué puedo hacer todavía? No estoy seguro, así que fue, en cierto modo, una prueba. Dije, bueno, veamos qué puedo hacer y haré lo que pueda. Y luego te exiges y tu ego entra en acción. Y uno dice, bueno, tal vez debería realmente… déjame hacer esto. Y, por supuesto, cuando hice eso, el ego de J.C. entró en acción. Dijo: sí, presionemos al hombre. Así que supongo que nos estábamos presionando el uno al otro.

GROSS: Ahora, leí que durante parte del rodaje, debido a toda el agua que te estaba golpeando, te dio una infección de oído y creo que perdiste temporalmente la audición, el 60% de la audición en un oído. ¿Es eso exacto?

REDFORD: Sí, sí lo es.

GROSS: ¿Es temporal?

REDFORD: Desearía que lo fuera. Es más o menos permanente.

GROSS: Así que odio decirlo de esta manera, pero si tuvieras que hacerlo de nuevo, ¿habrías salvado tu audición y le habrías dicho que no a la película?

REDFORD: No, no. Lo del oído no es tan malo. Y habría hecho lo que hice. Lo habría hecho todo de nuevo. Estaría feliz de hacerlo otra vez. Quizás no pueda, pero estaría feliz de intentarlo.

GROSS: Sabes, cuando pasan los créditos, dice reparto, Robert Redford, y eso es todo.

REDFORD: Es vergonzoso.

GROSS: Tú eres el reparto. Y después de eso, hay como un largo listado de, ya sabes, gente de cámara y gente de efectos y la gente que se encargó de los peces y la gente de los barcos. Y pienso que este es un grupo enorme trabajando en la película, y tú eres la única persona siempre en cámara. Esa debe haber sido una posición muy rara.

REDFORD: Cuando vi eso… digo, sólo he visto la película una vez.

GROSS: Me sorprende que la hayas visto. ¿A veces ni siquiera ves tus películas?

REDFORD: A veces, sí. A veces, no las he visto… algunas películas no las he visto.

GROSS: Pero de todos modos, decías…

REDFORD: Esa es una historia completamente diferente. Pero de todos modos… cuando… la primera y única vez que la vi fue en el Festival de Cine de Cannes. Y entonces cuando la película… porque ahí abuchean las películas.

GROSS: Sí.

REDFORD: Y entonces cuando bajaron las luces, estoy pensando, cresta, esto podría ir para cualquier lado. Y estoy sentado aquí con un esmoquin. Qué vergonzoso estar de esmoquin y que te abucheen. Así es que estoy sentado ahí pensando, Dios, me pregunto cómo va a salir esto. Entonces vi la pantalla… miembro del reparto, sólo yo. Y pensé, oh, Dios, estoy… realmente estoy en problemas ahora si abuchean esta cosa porque me van a estar abucheando sólo a mí. Como sea, fue para el otro lado. Felizmente, fue demasiado para el otro lado. Eso, en sí mismo, fue un shock, uno agradable.

GROSS: Sabes, hace un par de años, hubo una biografía sobre ti escrita por Michael Feeney Callan. Y estaba leyendo eso y me sorprendió mucho saber que, de niño, tuviste polio. Quiero decir, eres una persona tan física. Eres tan atlético y siempre tan en forma. Necesitabas estarlo para hacer Todo está perdido. Y pensar que estuviste paralizado por un tiempo de niño fue impactante para mí.

REDFORD: Sí, para mí también (risas).

GROSS: Seguro.

REDFORD: No fue un caso severo. Creo que deberíamos… quiero asegurarme de que esto quede claro. No fue un caso de ventilador. Fue un caso de polio leve, pero fue lo suficientemente severo como para mantenerme en cama durante dos semanas. Y porque en esos días, la polio, antes de que se descubriera la vacuna Salk, lo que pendía sobre tu infancia era siempre el miedo a la polio, porque todo lo que veías era gente con ventiladores. Así que sí, cuando me dio, fue debido a un esfuerzo extremo en el océano… bajo esta luz solar brillante en el océano. Y fue alarmante, pero no fue lo suficientemente serio como para que pasara lo peor.

GROSS: ¿Llegaste a tener algo paralizado?

REDFORD: No, no. Estaba postrado. No… no podía moverme muy bien, pero no estaba paralizado.

GROSS: Y… dime si me estoy volviendo demasiado íntimo… así que poco después de que te dio la polio, tu madre dio a luz a gemelos que murieron al poco tiempo después de nacer. Pienso que eso es demasiado trauma al mismo tiempo.

REDFORD: Sí, supongo que depende de cómo te críen y cuál sea tu genealogía. Tú sabes, la familia… vienes de quizás una familia oscura… más oscura… inmigraron de Irlanda y Escocia y no hablaban mucho, no se quejaban… no te quejas mucho. No pides nada. Soportas lo que sea que te toque, y lo haces con gracia. Así que cuando mi mamá tuvo gemelas que murieron, no se habló de ello. Eso se remonta hasta cuando era un niño pequeño, cuando era muy cercano a mi tío, que estuvo en la Segunda Guerra Mundial. Estuvo con el Tercer Ejército del General Patton. Era intérprete porque hablaba cuatro idiomas con fluidez. Yo le tenía mucho cariño, y él… cuando podía venía a jugar béisbol conmigo y así. Luego se fue a la guerra y fue asesinado en la Batalla de las Ardenas. Cuando murió, yo era muy cercano a él. La forma en que la familia lo manejó fue que simplemente no se hablaba de ello. Simplemente sucedió, y no se hacían más preguntas. Simplemente… era lo que era. Creo que eso estaba integrado en la estructura de la familia. Así que como resultado de eso, cuando mi mamá pasó por lo de las gemelas, no se habló de ello. Todo el mundo siguió adelante.

GROSS: Tu madre murió cuando tenías 18 años. Estaba enferma. No estoy segura de qué murió. ¿Cómo cambió eso el curso de tu vida? ¿Tuviste que, de alguna manera, reescribir tus planes?

REDFORD: Bueno, no sé si cambió algo en ese momento. Ella era una persona maravillosa. Murió muy joven. Estaba llena de vida, llena de risas, llena de amor. Ella estuvo siempre muy presente. Quiero decir, ella se arriesgaba, y era muy arriesgada. Me enseñó a conducir un auto cuando tenía 10 años, y nadie lo supo. Quiero decir, ese tipo de cosas. Teníamos una relación cercana, pero también yo tenía una mente joven, igual que todos los otros chicos de mi edad. No querías a tus padres cerca. No querías que tus padres te consintieran. No querías atención ni nada de eso. Y tenías una madre que quería darte esa atención, y de alguna manera la rechazaba. Me siento mal por eso.

GROSS: Fuiste a la universidad. Y por lo que he leído, lo académico no era tanto lo tuyo y que bebías mucho y montabas motocicletas…

REDFORD: Sí.

GROSS: …y corrías piques…

REDFORD: Sí, sí… todo eso.

GROSS: …o lo que sea.

REDFORD: Todo eso.

GROSS: Correcto.

REDFORD: Bueno, no… no sé sobre eso porque eso vino un poco más tarde. Fue realmente… fui a la universidad para salir de Los Angeles. Fui a la universidad porque era en Colorado, y eran las montañas. Y yo… para ese entonces, me di cuenta de que la naturaleza iba a ser una parte enorme de mi vida, que Los Angeles para mí era una ciudad que, cuando era un niño pequeño al final de la Segunda Guerra Mundial, me encantaba… me encantaba. Estaba llena de espacios verdes. Y de repente, cuando la guerra terminó y la economía revivió, de repente Los Angeles no tenía un plan de uso de la tierra. Sentí que la ciudad estaba siendo empujada hacia el mar que amo, porque de repente había rascacielos y autopistas y smog. Y dije, espera un minuto… qué… entonces me quise ir. Así que me fui a las montañas, a las Sierras, trabajé en el Parque Nacional de Yosemite y me enamoré de la naturaleza de esa manera. Me di cuenta de que la naturaleza iba a ser una gran parte de mi vida. Así que busqué tierra en otros lugares que pensé que se mantendrían libres de desarrollo.

GROSS: ¿Estás hablando de Sundance?

REDFORD: Sí.

GROSS: Estamos escuchando mi entrevista de 2013 con Robert Redford, grabada después del estreno de su película Todo está perdido. Él protagoniza la nueva película Un ladrón con estilo. Escucharemos más de la entrevista después de una pausa. Esto es FRESH AIR.

(…)

GROSS: Esto es FRESH AIR. Volvamos a mi entrevista de 2013 con Robert Redford.

(Fragmento de archivo)

GROSS: Así que no mucho después de filmar Butch Cassidy and the Sundance Kid (1969), cofundaste una nueva organización llamada Education Youth and Recreation para promover películas alternativas en campus universitarios. Esto fue realmente…

REDFORD: Sí, eso fue un gran error.

GROSS: ¿Fue un gran error? ¿Por qué fue un gran error?

REDFORD: Bueno, porque en ese momento, ya comenzaba a sentir el impulso de hacer algo que tal vez apoyaría más películas de tipo independiente. La idea era que reuniríamos algo de financiamiento y que compraríamos películas que habían sido mal distribuidas, como The birthday Party (1968) de Billy Friedkin o Dynamite Chicken (1971)… tú sabes, también algunos documentales, porque siempre amé los documentales. Siempre fui extremadamente positivo y apoyé los documentales, así que lo que pudiera hacer para promoverlos, incluso en ese entonces, en 1970. Pensamos, bueno, ¿y si compramos documentales que no fueron distribuidos o fueron mal distribuidos y películas que fueran igual, los ponemos en un paquete y vamos al mercado universitario, vamos directamente a las universidades y decimos, OK, les traemos esto. Bueno, lo que nos dimos cuenta… es que nadie vino… que asumimos que había un mercado universitario. Pero no… lo que la mayoría de los estudiantes quería hacer era ir al pueblo a ver Doctor Zhivago. Así que había muy pocos que quisieran ver películas como estas. Eran tipo cinéfilos, pero eso no lo suficiente para crear un mercado universitario. Así que fracasó.

GROSS: ¿Perdiste dinero personalmente en eso?

REDFORD: No. No puse mi propio dinero en ello, pero sospecho que con el tiempo, si miro hacia atrás, eso fue probablemente la…

GROSS: ¿Las raíces de Sundance?

REDFORD: …la génesis de lo que luego se convirtió… así que sí.

GROSS: Es interesante que allá por… finales de los 60, principios de los 70, ya estabas pensando en esa dirección.

REDFORD: Sí. Y era diferente entonces porque, ya sabes, una de las bellezas era que podía trabajar en ambos… dentro de la corriente principal. En esos días, los estudios permitían que se hicieran películas más pequeñas bajo su paraguas. Así que sí, quería contar historias sobre el país en el que crecí. Y para mí, no me interesaba la parte roja, blanca y azul de Estados Unidos. Me interesaba la parte gris, donde yace la complejidad y donde las cosas se complican. Pero quería contar historias sobre temas que fueran estadounidenses, que tuvieran impacto en las personas, como la política y el deporte y los negocios. Logré que se hicieran dos de ellas. Y quise hacerlas como documentales. Una fue El candidato (The Candidate, 1972) y la otra fue Cuesta abajo (Downhill Racer, 1969), sobre un esquiador. En esos días podrías hacer una película más grande, pero también podrías… si hacías esas películas, podías decir, bueno, ¿me permitirían hacer esta película más pequeña? Y te dejaban. Así que El candidato y Cuesta abajo se hicieron en Warner Brothers. Al mismo tiempo, iba a hacer una película más grande de Warner Brothers, como Todos los hombres del presidente (All The President's Men, 1976) o lo que sea. Así que eso continuó en los años 80 hasta que el negocio cambió. De repente, Hollywood se volvió más centralizado. Estaba siguiendo al mercado juvenil. La tecnología estaba creando más oportunidades para efectos especiales, que harían más atractivas las películas para los jóvenes. Y así Hollywood, que básicamente… Hollywood sigue el dinero. Eso es lo que hace. Iba en esa dirección. Y estaba comenzando a dejar atrás ese otro tipo de películas. Había un vacío ahí. Ya no era probable que hicieran esas películas. Iban a deshacerse de ellas. Eso llevó a la idea de, bueno, para mantener esto vivo… porque aquí es donde se van a desarrollar nuevas voces o pueden venir nuevas películas que sean independientes, que sean más emocionantes y más humanas y cosas así. Eso fue lo que llevó a la idea de Sundance, primero con los laboratorios y luego el festival. Si miro hacia atrás y pienso en el tiempo, probablemente comenzó hace mucho tiempo con esa primera empresa que falló.

GROSS: Bueno, sí, es interesante. Llevar las películas a los campus universitarios falló, así que comenzaste en tu propio campus, y la gente vendría a ti.

REDFORD: (Risas) Para un tipo que nunca se graduó de nada, eso es bastante interesante.

GROSS: ¿Intentas ver muchas de las películas que salen de Sundance?

REDFORD: Intento, sí. A veces no llego a verlas todas. Ha sido un poco… al principio, era más divertido. Ya no es tan divertido como cuando estaba comenzando, porque vas cuesta arriba. Estás como jugando contra las probabilidades. Hay algo emocionante en ese riesgo. Y sigues presionando y presionando. Hay algo emocionante en ello. Y luego, una vez que llega el éxito, entonces de repente entran otros elementos del tipo que lo hacen todo más grande. Y luego te encuentras haciendo publicidad o entrevistas o teniendo que conocer a esta persona importante o esa otra persona importante. Y todo eso está bien. Eso es lo correcto, supongo. Pero no es la diversión que fue cuando estabas parado ahí tratando de meter gente como si estuvieras parado fuera de un club de striptease, diciendo «Oye, ¿quieres entrar a ver esta película?».

GROSS: Escuchando mi entrevista de 2013 con Robert Redford, quien protagoniza la nueva película Un ladrón con estilo. Después de una pausa, hablaremos sobre su infancia, sus inicios en la actuación en series de televisión y la película que lo convirtió en una estrella: Butch Cassidy and The Sundance Kid. Soy Terry Gross, y esto es FRESH AIR.

(Fragmento de música)

GROSS: Esto es FRESH AIR. Soy Terry Gross. Volvamos a mi entrevista de 2013 con Robert Redford. Él protagoniza la nueva película Un ladrón con estilo. Estamos repasando sus primeros años cuando comenzó su carrera como actor.

(Fragmento de archivo)

GROSS: Hiciste mucha televisión, muchas series, al principio de tu carrera a principios de la década de 1960: Maverick, Rescate 8, The Deputy, Playhouse 90, Perry Mason, Naked City, La dimensión desconocida

REDFORD: Hey, Terry –lo de Perry Mason– lo de…

GROSS: (Risas).

REDFORD: ¿Sabes cuál era el título de ese… eso fue en, ¿1959? ¿Sabes cuál era el título de ese episodio?

GROSS: ¿Cuál?

REDFORD: «El caso de la peluca traicionera».

GROSS: (Risas).

REDFORD: Así se llamaba. Estaba tan emocionado por tener un trabajo, ¿sabías?

GROSS: Espera; ¿quién tenía la peluca? No fuiste tú, ¿verdad?

REDFORD: No podría recordarlo ahora. No era Raymond Burr. Pero alguien sí, algún rubio… pero esos fueron años de aprendizaje. Y siempre es… una de las cosas que ha sido extraña es verse uno caracterizado tan a menudo como alguien que se ve… bueno, que tiene un aspecto glamoroso o es atractivo físicamente. Eso es agradable. Quiero decir, no estoy infeliz por eso. Pero lo que vi suceder con el tiempo fue que eso estaba llamando la atención. Y en algún momento… porque siempre sentí que era un actor. Así empecé. Quería… era una persona a la que le encantaba la idea del oficio y que aprender tu oficio era algo fundamentalmente bueno. Quería ser bueno en mi oficio. Y, por lo tanto, sería un actor que interpretaría muchos tipos diferentes de roles, lo cual hice. Interpreté asesinos. Interpreté violadores, personajes realmente trastornados. Pero la mayoría de la gente no sabe sobre eso, porque eso fue en televisión. Así que de repente te ves enmarcado en una categoría de ser glamoroso, y dices, bueno, pero espera un minuto. Tú sabes, la noción es que, bueno, no estarías siendo tanto un actor. Eres simplemente alguien que se ve bien. Y eso siempre fue difícil para mí porque siempre me enorgullecí de cualquier papel que interpretara. Sería ese personaje. Como si miras, digamos, a Jeremiah Johnson [su personaje en La ley del talión (Jeremiah Johnson, 1976)]… un personaje en la naturaleza. Y dentro del mismo año, estaba haciendo El candidato. Y pones esos dos juntos, y esperarías que alguien dijera, bueno, alguien actúa aquí.

GROSS: Quería reproducir un fragmento de tus primeros años en la televisión y pensé, bueno, soy una gran fan de Ruta 66. Tengo la serie completa.

REDFORD: ¿Oh, en serio?

GROSS: Oh, sí, me encanta ese programa. Me encantaba de niño, y me encanta mirarlo hacia atrás.

REDFORD: De niño… muchas gracias. ¿Qué tenías… 10?… cuando hice mi segmento?

GROSS: Oye, estaba viva entonces. Mucha gente no lo estaba.

(Risas)

REDFORD: Lo que me gustaba de Ruta 66 no era tanto el programa como la ruta porque recuerdo hacer dedo de niño de ida y vuelta por la Ruta 66 porque no había autopistas entonces. No había peajes ni nada de eso. La Ruta 66 era la forma en que llegabas de Chicago a Los Angeles o viceversa.

GROSS: Así que de todos modos, pensé, hagamos un clip de Ruta 66. Y luego voy leyendo tu biografía y leo esta línea en la página 87, en la que estás diciéndole a tu agente: «Prefiero pudrirme que ser recordado por Ruta 66 (risas).

REDFORD: ¿Dije eso?

GROSS: Se te cita diciendo eso. ¿Qué puedo decir?

REDFORD: ¿Fui yo? No recuerdo el programa. ¿Dices que tienes un clip?

GROSS: Sí, sí. Así que esto es… ¿ni siquiera recuerdas haberlo hecho? Esto es de un episodio de 1961 con Nehemiah Persoff como tu padre. Y está ambientado en un pueblo molinero en una comunidad polaco-estadounidense. Y cómo te has ido a la universidad y has salido del pueblo. Ahí estabas de vuelta en las vacaciones de la universidad. El episodio comienza contigo persiguiendo a tu novia, que huye por el bosque. Y no estás tratando de atacarla ni nada. Sólo intentas alcanzarla y contactarla para comunicarte con ella. Ella accidentalmente se cae de la colina, se golpea la cabeza y muere. No sabes qué hacer. Así que no llamas a la policía. No le dices a nadie. Intentas decirle a tu padre, pero tu padre simplemente no quiere escuchar nada. Tienes problemas para comunicarte con él. Él no quiere escucharte. Luego la policía la descubre muerta. Estás implicado en su muerte. Así que aquí estás tú tratando de explicarle a tu padre, interpretado por Nehemiah Persoff, qué había pasado realmente con tu novia y qué pasaba realmente con tu relación con tu padre.

(Fragmento del Programa Ruta 66)

Robert Redford como «Janosh»
Nehemiah Persoff como «Jack» 

Janosh: ¿Sabes por qué huyó? Porque me dijo: ¿Me amas? ¿Te casarás conmigo? Y no pude responderle con la verdad. No pude decir: Sí, sí, quiero casarme contigo. Ante Dios y todo el mundo, quiero hacerlo. ¿Cómo podría decirle eso y herirla aún más? Quería casarme con ella. ¿Pero tú lo habrías permitido, papá?
Jack: Si tuvieras que casarte con ella…
Janosh: No, no tenía que hacerlo. No fue algo así.
Jack: Entonces, ¿por qué debería haberte permitido hacerlo? ¿Por qué no viniste a mí? ¿Por qué no viniste a mí?
Janosh: ¿He podido alguna vez, alguna vez, acudir a ti, papá, con algo que fuera una idea mía? ¿No has decidido siempre todo por mí? ¿No has decidido siempre todo por mí, siempre? ¿Quién debo ser, qué debo ser, cómo debo ser?

REDFORD: No recordaba esto para nada. Obviamente no me avergüenzo de ello. Pero no… Dios, qué interesante. No recuerdo… simplemente no lo recuerdo para nada. Es asombroso.

GROSS: Tu voz suena, tú sabes, tan diferente. Es más aguda.

REDFORD: Bueno, sí, recientemente… JC y yo… JC Chandor y yo estábamos en un festival.

GROSS: El director de Todo está perdido, sí.

REDFORD: El director de Todo está perdido… JC y yo estábamos en un festival y pasaron clips de mi carrera que nunca había visto. Tenían clips que se remontaban hasta ahora. Y fue muy incómodo, muy incómodo. Hice el último episodio de Playhouse 90 que se hizo. Sólo pensé que era el mejor programa. Cuando era niño, pensé que era el mejor programa de televisión. Y tuve la suerte de estar en el último Playhouse 90 escrito por Rod Serling. Y pude estar… interpreté a un joven teniente alemán, un teniente nazi muy simpático. Es corrompido por… o alguien más trata de corromperlo, pero él resiste la corrupción. Y Charles Laughton interpretó al rabino.

GROSS: Wow, actuar con Charles Laughton debe haber sido tan interesante. Pero hay una gran historia que se cuenta en tu biografía sobre la bofetada.

REDFORD: Oh, sí, era intimidante. Era uno de mis primeros papeles. Y había una escena con George MacCready, que interpretaba a mi oficial al mando. Y es durante un pogromo, y están gritando nombres en la calle para ser metidos en camiones. Y luego, después, subimos al departamento del rabino. Y hay una tensión entre el rabino, interpretado por Charles Laughton, y MacCready… Hay un desafío intelectual que involucra a Nietzsche y Dios y así sucesivamente. Así que yo sólo estoy ahí desorientado. Soy este chico joven, inocente, ingenuo. Y en un momento, Laughton deja caer algo. Deja caer su Biblia. Y me agacho para recogerla, lo cual no, no, no se hace. Y MacCready ve esto y se da cuenta de que, crestas, este chico necesita algo de entrenamiento. Y el rabino ve que mi instinto es ser compasivo. Me agaché para recoger la Biblia. Y entonces me mira a los ojos. Y la mirada es como: veo quién eres realmente. Veo quién eres realmente. MacCready dice: «Aparentemente sientes que tienes que ser simpático con el rabino». Él dice: «Por lo tanto, te ordeno que le des una bofetada». Entonces se supone que le doy una bofetada, de mala gana, pero le doy una bofetada. Mientras nos preparábamos para hacerlo… iba a ser en vivo. Iba a ser una transmisión en vivo. Mientras nos preparábamos en el ensayo, Laughton se acerca y dice: «Querido muchacho, no puedes darme la bofetada. ¿Qué vas a hacer?». Y yo dije: «¿Qué quieres decir con qué no voy a…?». Él dijo: «¿Qué vas a hacer? Porque no me pueden golpear». Yo dije: «¿No te pueden golpear?». «No, no me pueden golpear. ¿Qué vas a hacer?». Y pensé: «Cresta, ¿y ahora qué voy a hacer?». Así que voy donde el director y le digo: «¿Qué se supone que debo hacer? Y él dice: «Y… no me molestes. Tengo suficientes problemas». Así que llegamos al programa, y me veo sentado ahí. Mientras nos acercamos al momento, estoy pensando: «¿Quién es este tipo para decirme lo que se supone que… lo que no puedo hacer, lo que puedo hacer?». Y me enojé tanto, y además estaba tan nervioso, que cuando llegó el momento, pensé: «¿Quién es él para decirme qué puedo o no puedo hacer?». Así que levanté el brazo y realmente le di un golpe. Y no fue una bofetada. Fue un golpe. Y su mandíbula… salió saliva de su mandíbula. Y me miró, y le salieron lágrimas de los ojos. Me miró. Y cuando terminó, pensé: «Cresta, voy a recibir un buen sermón por esto». Así que fui a su camerino para disculparme. «Lo siento mucho». Él dice: «No, hiciste lo correcto. Hiciste lo correcto».

GROSS: Es una historia genial. Y es tan interesante que tengas un recuerdo tan vívido de hacer esa edición de Playhouse 90 y de la historia de Charles Laughton y ningún recuerdo de Ruta 66 (risas).

REDFORD: Bueno, creo que es porque Playhouse 90 era algo muy importante cuando era niño. Había dos programas en televisión: el Sid Caesar Show y… olvidé el otro nombre…

GROSS: ¿Your Show Of Shows?

REDFORD: Show Of Shows, sí. Y llegaba a Los Angeles vía kinescopio, creo. Y Playhouse 90… esos dos programas eran lo máximo en drama y comedia. Tuvieron un gran impacto en mí cuando era niño. Solo pensaba que eran programas maravillosos. Y la idea de que pudiera estar en uno y más encima que iba a ser el último… fue un gran honor. Fue verdaderamente emocionante para mí.

GROSS: Estamos escuchando mi entrevista de 2013 con Robert Redford, quien protagoniza la nueva película Un ladrón con estilo. Escucharemos más de la entrevista después de una pausa. Esto es FRESH AIR.

(Fragmento de música)

GROSS: Esto es FRESH AIR. Volvamos a mi entrevista de 2013 con Robert Redford. Hemos estado hablando de cómo comenzó a actuar.

(Fragmento de archivo)

GROSS: Así que saltando a 1969, haces Butch Cassidy and The Sundance Kid con Paul Newman. Y esta es la película que te hace icónico. ¿Ya sabías montar a caballo? ¿Te gustaban las películas del Oeste cuando hiciste esta?

REDFORD: Sí. Sí, sabía montar a caballo. Me encantaban los caballos. Me gustaba hacer mis propias acrobacias cuando pude. Cuando surgió por primera vez, debido a la diferencia de edad entre Paul y yo, que era como de 12, 13 años… y él ya era muy conocido. Yo no lo era. Acababa de hacer, creo, la película Descalzos en el parque (Barefoot in The Park, 1967). Pero él obviamente tenía una carrera que era muy notable. El estudio no me quería. El director, George Roy Hill, y yo nos reunimos en un bar en la Tercera Avenida. Y me estaban considerando para interpretar a Butch Cassidy, porque había hecho esta comedia en Broadway, así que… nadie piensa muy profundamente en cosas así. Dijeron: bueno, si hizo una comedia, tal vez podría ser Butch Cassidy. Estábamos sentados en este bar. Y le dije en ese momento: «Sí, puedo hacer eso, pero ese no es el papel que me interesa. Estoy más interesado en el Sundance Kid. Me siento más cómodo en ese papel. Me siento más… podría conectarme más con ese personaje». Y eso sorprendió a George. Y entonces se convenció de esa idea. Pero el estudio no me quería. E intentaron todo para dejarme fuera de la película en ese momento. Era 20th Century Fox. Y creo que fue Paul Newman, William Goldman, el guionista, y George quienes me defendieron contra el estudio. Pero el que realmente presionó, por supuesto, fue Paul. Cuando conocí a Paul… fue muy generoso. Dijo: «Haré esto con Redford». Nunca olvidé eso. Ese fue un gesto que nunca olvidé. Sentí que realmente estaba en deuda con él después de eso. Luego él y yo, en el transcurso de esa película, nos hicimos realmente, realmente muy buenos amigos. Esa amistad continuó en la siguiente película y luego continuó en nuestras vidas personales.

GROSS: Originalmente se suponía que él sería el Sundance Kid, y tú serías Butch Cassidy.

REDFORD: Sí, así es. El título original del guion era The Sundance Kid and Butch Cassidy. Ese era el título original que Goldman había escrito. Y Newman iba a interpretar a Sundance. Pero él había interpretado ese tipo de papel antes. Y George era un tipo que veía a Paul… veía un lado de Paul que muchos no habían visto, porque había trabajado con él en televisión y lo conocía personalmente. Dijo: No, este tipo… es muy nervioso. Habla liviano, cuenta chistes malos. Él… creo que lo veo como Butch Cassidy. Y me vio a mí como Sundance, por lo que tuvo que luchar por eso. Cuando finalmente se hizo, cambiaron el título a Butch Cassidy y The Sundance Kid.

GROSS: ¿Te importaría si reproduzco una escena?

REDFORD: Mmm.

GROSS: OK. Así que esta es una famosa escena. Ambos son ladrones de bancos y trenes. Y en este punto no están exactamente rodeados, pero están acorralados. Están en…

REDFORD: Una cornisa.

GROSS: Una cornisa, sí. Y encima de ti en esta cornisa rocosa está la pandilla que te persigue. No tienes adónde voltear. No tienes adónde ir excepto por el agua que está debajo. Estás muy, muy alto, y es un río o arroyo muy rocoso…

REDFORD: Sí.

GROSS: Pero de todos modos, mientras Butch Cassidy intenta averiguar cuáles son sus opciones, lo que quieres hacer es disparar para salir. Y así partes diciendo.

(Fragmento de Butch Cassidy And The Sundance Kid)

Robert Redford como el Sundance Kid
Paul Newman como Butch Cassidy

Sundance Kid: ¿Listo?
Butch Cassidy: No, saltaremos.
Sundance Kid:Al demonio con saltar, no lo haremos.
Butch Cassidy: No, saldrá bien si el agua es lo suficientemente profunda y no morimos aplastados. No nos seguirán.
Sundance Kid: ¿Cómo lo sabes?
Butch Cassidy: ¿Saltarías si no tuvieras que hacerlo?
Sundance Kid: Tengo que hacerlo, y no lo haré.
Butch Cassidy: Bueno, tenemos que saltar o de lo contrario estamos muertos. Tendrán que volver por donde vinieron. Vamos.
Sundance Kid: Sólo un disparo, eso es todo lo que quiero.
Butch Cassidy: Vamos.
Sundance Kid: Uh-uh.
Butch Cassidy: Hay que saltar.
Sundance Kid: No. Aléjate de mí.
Butch Cassidy: ¿Por qué?
Sundance Kid: Quiero pelear.
Butch Cassidy: Nos matarán.
Sundance Kid: Puede ser.
Butch Cassidy: ¿Quieres morir?
Sundance Kid: ¿Y tú?
Butch Cassidy: Bueno, saltaré primero.
Sundance Kid: No.
Butch Cassidy: Entonces salta tú.
Sundance Kid: No, dije que no.
Butch Cassidy: ¿Qué te pasa?
Sundance Kid: No sé nadar.
Butch Cassidy (riendo): ¿Estás, loco? La caída probablemente te matará.

GROSS: Qué tranquilizador.

(Risas)

REDFORD: Sí, claro.

GROSS: Así que ese es mi invitado, Robert Redford, con Paul Newman de la película de 1969 Butch Cassidy and The Sundance Kid. ¿Te sorprendió lo famosa que se volvió esa escena?

REDFORD: Sí. Quiero decir… me sorprendió todo el asunto. Recuerdo cuando vi el corte preliminar… quiero decir, me encantó hacer la película. Me divertí mucho. Nunca me he divertido tanto en una película como en esa. Pero cuando vi el corte preliminar, dije: «Espera un minuto; ¿qué hace esa canción ahí?».

GROSS: Oh, «Raindrops are falling on my Head», la canción de fondo.

REDFORD: Sí. Dije: espera un minuto; ¿de qué se trata todo esto? Dije: Qué diablos… primero que todo, no está lloviendo. En segundo lugar, ¿qué tiene que ver eso con algo? Pensé: «Bueno, eso… ellos… esto arruinó la película».

GROSS: (Risas).

REDFORD: No tenía sentido para mí. ¿Sabes? ¿Qué tan equivocado puedes estar? Tuve que escuchar esa canción en la radio durante seis meses.

GROSS: (Risas).

REDFORD: Pero la película… también, Terry, otra cosa interesante sobre cómo… supongo que el valor del boca a boca. Recuerdo cuando la película salió, George Roy Hill y William Goldman estaban muy molestos y deprimidos porque las críticas fueron de mixtas a negativas. Y el boca a boca es lo que hizo que la película creciera. Pero cuando se estrenó, tuvo estas críticas mixtas. No las leí. Recuerdo que estaban muy molestos y deprimidos. Y una de las razones por las que las críticas… algunas de las críticas fueron negativas fue por… el anacronismo del diálogo, como el habla moderna de entonces. Encontré eso bastante inspirador y divertido. Fue simplemente divertido. Pero aparentemente, eso… eso fue parte de la respuesta negativa. Pero fue… supongo… superado por la aceptación de toda la película.

GROSS: Por cierto, tuve la misma reacción sobre «Raindrops are falling on my Head» en medio de la película. Pensé…

REDFORD: (Risas) ¿De verdad?

GROSS: Sí. (Risas) Quiero decir, no tenía absolutamente ningún sentido para mí.

REDFORD: Bueno, entonces somos tú y yo. Somos dos.

GROSS: (Risas) Bueno, desafortunadamente, nuestro tiempo se acaba. Realmente ha sido un placer hablar contigo. Muchas gracias por volver a FRESH AIR.

REDFORD: Bueno, gracias, Terry.

GROSS: Ha sido un gran placer.

REDFORD: Sí. Y tu voz es mucho más agradable que la mía.

GROSS: Oh, desearía (risas).

REDFORD: No, lo es. Tienes una voz hermosa.

GROSS: (Risas) Lo deseo. Oh, muchas gracias. (Risas) Reproduciré eso en mi mente.

REDFORD: (Risas) OK.

GROSS: De hecho, ocasionalmente hago eso. Eso fue Robert Redford, grabado en 2013. Su nueva película se llama Un ladrón con estilo. Esto es FRESH AIR.

(Fragmento de música)




Publicación original en Fresh Air, 28 de septiembre, 2018