Hijo de un maestro de una escuela privada,
tuvo que encargarse de su familia al morir sus padres
siendo aún joven. En un pleito por tierras con unos vecinos,
y aunque la parte contraria carecía de todo argumento,
perdió al final el litigio por falta de dinero y de contactos.
No fue sólo la pérdida de un poco de tierra: peor aún,
la humillación de pagar el banquete de reconciliación.
Arrebatado por la ira decidió alejarse y abandonando
a su esposa flamante y a los hermanos aun niños prometió
volver cargado de gloria. Una vez lejos de ahí
se enroló en el ejército y se zambulló en cada batalla
con el espíritu de quien no tiene nada que perder.
Gracias a su audacia ascendió rápido y en tres años se convirtió
en comandante de un batallón. Fue esto mismo
lo que lo llevó a errar, comenzó a acumular riquezas
sin escrúpulos. Por supuesto las del enemigo,
pero también retuvo el salario de sus subordinados.
Y fue justo esta conducta la que lo perdió:
en la noche anterior a una batalla, en una aldea donde acampaban,
su respuesta grosera ante el reclamo de los soldados
produjo una revuelta y un tiro suelto le dio muerte.
Así la promesa que en el pasado hiciera a su familia:
espérenme, voy a volver montado en un gran caballo
y vestido como un príncipe, se hizo polvo en el aire.
Al final, por supuesto, sí que terminó volviendo al pueblo.
Pero eso fue cuando su hermano menor (de apenas 18)
caminó acompañado de un amigo más de mil kilómetros
arrastrando de vuelta su cadáver en un carro destartalado.
en Un país mental. 150 poemas chinos contemporáneos,
Gog y Magog, 2023
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