miércoles, febrero 19, 2025

«sin que te venza la lluvia», de Miyazawa Kenji

Traducción de Teresa Herrero y Juan Fernández Rivero




sin que le venza la lluvia
sin que te venza el viento
sin que te venzan la nieve ni el calor del verano
el cuerpo fuerte, así
sin codicia ni cólera
sonriendo siempre, en calma
y comer cada día cuatro tazas de arroz integral
miso, alguna verdura
sin pensar nunca en ti
observando, escuchando, entendiendo, sin olvidar nunca 
y vivir en un prado a la sombra de un pino
en tu choza de paja
y si en el este hay algún niño enfermo
ir hasta allí y cuidarlo
y si en el oeste hay una madre fatigada
ir hasta allí y cargar el saco del arroz en su lugar
y si en el sur hay alguien moribundo
ir hasta allí y decirle que no tenga miedo
y si en el norte hay alguien que discute
ir hasta allí y decirle que no vale la pena
y cuando haya sequía, llorar
y vagar con pesadumbre cuando sea pobre el verano
y aunque todos te llamen inútil
no ser nunca encumbrado
o despreciado por nadie;
esta es la clase de persona
que quiero llegar a ser



en La semilla y el corazón. Antología de poesía japonesa, Alba, 2022

















 

martes, febrero 18, 2025

«Crónica de un terrible homicidio, o acaso feminicido», de Carlos María de Bustamante




 
El 25 de diciembre de 1824, un hombre preso en la cárcel de Corte fue sentenciado a la horca por los seis homicidios que se le atribuían. Antes de morir pidió al alcalde, el conde de Regla, un permiso para ver por última ocasión a su esposa. El juez, hombre cabal, consideró justa la petición del reo, por lo que la mujer fue llevada a la cárcel donde se encontraba su marido. El hombre, del que desconocemos su nombre, mantuvo una conducta ejemplar y trató a su esposa con el respeto que merecía. Sin embargo, tan pronto quedaron solos, sacó un puñal que hasta ese momento había mantenido oculto y atacó a su cónyuge, cosiéndola a puñaladas. Nadie se percató del acto hasta que fue muy tarde. El individuo fue detenido y, al preguntarle las razones que lo habían llevado a cometer acto tan atroz, el asesino dijo al juez: «Yo voy a morir y no quiero dejar a una joven bonita de quince años expuesta a que otro la goce, y para que esto no suceda determiné que me acompañara a la eternidad». En el rebozo de la mujer se contaron veinticinco estocadas o puñaladas y tres mortales que le infirió. 

Estaba embarazada y con un chico apenas destetado.




en Diario Histórico de México, 25 de diciembre de 1824

















lunes, febrero 17, 2025

«Casas», de Walid Khazendar

Versión de Juan Carlos Villavicencio



Una nube de migrantes en sus ojos,
y en su maletín de cuero un libro, un lápiz, la fotografía familiar
el óxido de las bancas en sus manos, las barandas y los pomos 
            de las puertas,
el óxido de cada apretón de manos en sus manos.
El maletín apoyado en el muro –
hará aparecer de ahí primero sus recuerdos o
como un mago podría hacer aparecer un país:
una casa,
una calle,
una capital.
Cerró los ojos y se recostó sobre el hombro de sus costumbres familiares.
No querrá como amigo a otro florero,
no se confesará a una cama que va a volar en el próximo ataque,
no se hará un té ni va a cantar,
caminará mucho rato de un lado a otro entre el pórtico y la cocina
y oirá con atención algún sonido procedente de la puerta del jardín.
Pero sólo va a escuchar el crujido de las hojas bajo los pies
que pasan
y luego
ya se van.
Sólo queda el murmullo de las conversaciones en las casas de al lado.
















domingo, febrero 16, 2025

«Desde esa luz que ya no veo», de Juan Cristóbal

Poema y contratapa



14

Los que no duermen, al igual que un condenado a muerte al final de su sentencia, esperan una señal para descubrir otros misterios, otros fantasmas venidos de la luna, algo que los saque, gracias a sus rezos, de la indiferencia de sus vientos, de las cuevas en que viven, de las locuras en que habitan, para poder descubrir el cementerio de sus muertos, las ruinas de sus almas, donde la mudez, imitándose a sí misma en el despertar de la mañana, se parezca tanto a las interrogantes infinitas de los cielos, como esas injurias desfalleciendo a la mitad de la plegaria.




CONTRATAPA

Si tuviese que decir qué son o significan estos versos y de dónde y cómo surgieron, lo diría con palabras muy sencillas: «De esa experiencia que se me presentó alguna vez, de manera muy lejana, los recuerdos  en los ojos de mi muerte: al igual que ese viejo y oculto remolino cuando merodeaba las huellas agrietadas de la noche, mientras arrastraba sombras y pueblos olvidados».



2024














sábado, febrero 15, 2025

«Luna de mediados de otoño», de Heng Chao

Versión de Juan Carlos Villavicencio



 
La lluvia del crepúsculo
atraviesa la vastedad del espacio. El cielo del río
apenas es de un gris verdoso.

Las hileras de árboles pierden 
la persistencia de sus sombras. Los charcos
retienen una luz distinta. Ocultos zumban 
por todas partes los insectos. Los pájaros sobre las ramas
se asustaron y emprendieron un repentino vuelo,

como si la tarde infinita
fuera completamente imparcial
al mirarme, murmurando
un pasaje cargado de pureza.












viernes, febrero 14, 2025

«Lejos, desde mi colina», de Olga Orozco




 
A veces sólo era un llamado de arena en las ventanas,
una hierba que de pronto temblaba en la pradera quieta,
un cuerpo transparente que cruzaba los muros con blandura
dejándome en los ojos un resplandor helado,
o el ruido de una piedra recorriendo la indecible tiniebla de la medianoche;
a veces, sólo el viento.

Reconocía en ellos distantes mensajeros
de un país abismado con el mundo bajo las altas sombras de mi frente.

Yo los había amado, quizás, bajo otro cielo,
pero la soledad, las ruinas y el silencio eran siempre los mismos.

Más tarde, en la creciente noche,
miraba desde arriba la cabeza inclinada de una mujer vestida de congoja
que marchaba a través de todas sus edades como por un jardín
antiguamente amado.
Al final del sendero, antes de comenzar la durmiente planicie,
un brillo memorable, apenas un color pálido y cruel, la despedía;
y más allá no conocía nada.

¿Quién eras tú, perdida entre el follaje como las anteriores primaveras,
como alguien que retorna desde el tiempo a repetir los llantos,
los deseos, los ademanes lentos con que antaño entreabría sus días?

Sólo tú, alma mía.

Asomada a mi vida lo mismo que a una música remota,
para siempre envolvente,
escuchabas, suspendida quién sabe de qué muro de tierno desamparo,
el rumor apagado de las hojas sobre la juventud adormecida,
y elegías lo triste, lo callado, lo que nace debajo del olvido.

¿En qué rincón de ti,
en qué desierto corredor resuenan los pasos clamorosos 
            de una alegre estación,
el murmullo del agua sobre alguna pradera que prolongaba el cielo,
el canto esperanzado con que el amanecer corría a nuestro encuentro
y también las palabras, sin duda tan ajenas al sitio señalado,
en las que agonizaba lo imposible?

Tú no respondes nada, porque toda respuesta de ti ha sido dada.

Acaso hayas vivido solamente
aquello que al arder no deja más que polvo de tristeza inmortal,
lo que saluda en ti, a través del recuerdo,
una eterna morada que al recibirnos se despide.

Tú no preguntas nada, nunca, porque no hay nadie ya que te responda.

Pero allá, sobre las colinas,
tu hermana, la memoria, con una rama joven aún entre las manos,
relata una vez más la leyenda inconclusa de un brumoso país.



en Desde lejos, 1946
















jueves, febrero 13, 2025

«En la piel», de Hugo Mujica





A lo lejos, afuera,

              cae
              una lluvia
              que tan sólo huelo, una lluvia
                                                 que aún no ha llegado.

Aquí
en la piel, como en una página
en blanco,
espero que el agua, la lluvia,
                                             lo que vive y tiembla,
                                                                       me sea alguna vez revelado.



en Y siempre después el viento, 2011




en Umbral de la palabra, Descontexto Editores, 2025
(de próxima aparición)














miércoles, febrero 12, 2025

«La página en blanco», de Eliseo Diego





Me da terror este papel en blanco
tendido frente a mí como el vacío
por el que iré bajando línea a línea
descolgándome a pulso pozo adentro
sin saber dónde voy ni cómo subo
trepando atrás palabra tras palabra
que apenas sé qué son sino son sólo
fragmentos de mí mismo mal atados
para bajar a tientas por la sima
que es el papel en blanco de aquí afuera
poco a poco tornándose otra cosa
mientras más crece la presencia oscura
de estas líneas si frágiles tan mías
que robándole el ser en mí lo vuelven
y la transformación en acabándose
no es ya el papel ni yo el que he sido.













 

martes, febrero 11, 2025

«Mar de leva», de María Camila Restrepo




 
Como mar de leva desato tormentas de vientos pasados 
Me convierto en ola
Me elevo
Me alejo
Me sumo al mal tiempo
Me rompo en la orilla de forma violenta 
Me estallo en espuma 
Y no sé lo que hago 
Soy nada más agua en función de la luna















lunes, febrero 10, 2025

«Habla primigenia», de Denise Levertov

Traducción de Juan Carlos Villavicencio




Si todavía existe un lenguaje original entre nosotros,
oculto como un pterodáctilo pigmeo
entre los bosques, a veces divisado al amanecer,
posando sobre un cable de teléfono, o como 
un pez prehistórico descubierto en las grutas 
más profundas del océano, de ahí entonces la exclamación,
universal sea cual sea el sonido, la expresión 
triunfante, maravillada, infantil de «¡Eso es! ¡Eso es!»,
mostrando y presentando la cosa, cualquier cosa,
como afirmación previa incluso al acto de nombrar.



en The Sands of the Well, 1996





Fotografía original de LaVerne Harrell Clark






Primal Speech

If there’s an Ur-language still among us, /hiding out like a pygmy pterodactyl / in the woods, sighted at daybreak sometimes, / perched on a telephone wire, or like / prehistoric fish discovered in ocean’s / deepest grottoes, then it’s the exclamation, / universal whatever the sound, the triumphant, / wondering, infant utterance, ‘This! This!’, / showing and proffering the thing, anything, / the affirmation even before the naming.












domingo, febrero 09, 2025

«A Jerusalén», de Yūsuf ḨaMdān

Versión de Juan Carlos Villavicencio y Carlos Almonte




Viniste a mí, encadenada,
conducida a la fuerza.
Viniste
fluyendo, como las lágrimas de un corazón herido. 
Y, sin embargo, no voy a verte.
Perdóname,
porque hoy vives invadida.

¿De verdad has venido a mí?
En mi pasión, oraba a menudo
sin una «Roca»,
y cuando no encontraba agua, 
simulaba el rito de ablución;
y cuando finalmente viniste a mí, juré: 
¡No te aceptaré invadida!

Quiero que seas una Kaaba para los pueblos de la Tierra,* 
una casa espaciosa,
sin guardias;
te amo... eres la voz de un minarete,
el sonido de los cornos
mezclados con campanas de la iglesia. 
Te amo, eres un jazmín al aire libre, 
pero lo he jurado, sí lo he hecho:
No te aceptaré invadida.


en Antología de Poesía de la Resistencia Palestina
Descontexto Editores, 2024






* La Kaaba es el lugar sagrado y de peregrinación más importante del islam; una construcción en forma de prisma rectangular, que está ubicada en La Meca, Arabia Saudita. Hacia este lugar orientan su rezo los musulmanes de todo el mundo.







Pueden comprar nuestra antología
o en las mejores librerías de Chile y Argentina



















sábado, febrero 08, 2025

«Jardín escondido», de Wen Chao

Versión de Juan Carlos Villavicencio




En plena primavera
cuando llueve,
sólo un puente lejano
permite llegar al pueblo.

¿Huele todo a orquídeas?
Aún nadie las recogió;
¿Son sólo flores caídas? Las mariposas son
las primeras en encontrarlas. La tupida hierba 
sella un sendero sin uso; los bosques abiertos
revelan los arbustos de baja altura.

Desde que me fui
nadie uso nunca el azadón.
Pasa que estoy viejo también,
y odio estar lejos tanto tiempo.

 













viernes, febrero 07, 2025

«El lugar del principio», de Enrique Molina





La casa está perdida en un jardín
o un jardín esconde en su garganta el hogar que
vivimos,
lenguaje elemental,
                                       laberinto de piedra,
las ramas de los árboles que abrazan
a ese mundo herido en el costado.
A veces el jardín respira y deja ver
esas paredes que alguna vez fueron de luz.
A veces inventan un mundo sin saber
que no se entra jamás,
que hay que permanecer afuera de la Historia.

La casa está perdida en unos ojos que nunca más veré.
La casa está perdida en esa misma casa.
La casa es una pérdida constante
en cualquier jardín.

La casa es un jardín perdido
en el lugar de la memoria.





Sin datos bibliográficos











jueves, febrero 06, 2025

«El hombre de mi colina», de Joseph Cimpaye

Sin traductor conocido




Dentro de la administración de la época, un monstruo de dos cabezas, donde lo colonial se yuxtaponía a lo feudal al mismo tiempo que lo patrocinaba, el Kirongozi aparecía ante todos como un espantapájaros. Extraoficialmente, era el subjefe, pero la administración dirigida por los blancos no lo reconoció y, por lo tanto, no le pagó. Por consiguiente, quedó bajo la autoridad exclusiva del jefe adjunto, que lo nombró según criterios vagos, pero basándose principalmente en el afán del candidato de ofrecer pequeños y grandes obsequios. Por lo tanto, el Kirongozi siguió siendo esencialmente un cortesano del Subjefe con toda la libertad que esto implica. Pero, además, ejerció en nombre de su señor, el papel de ordenanza-policía-gerente, teniendo esta triple actividad como campo de aplicación una circunscripción muy específica: la subjefatura. Por supuesto, estaba fuera de lugar que el afortunado beneficiario de este subfeudo de tercera categoría reclamara alguna remuneración a su señor supremo. Por el contrario, se recomendó encarecidamente que los Kirongozi mantuvieran, si no intensificaran, el ritmo de las ofrendas para mantener sus funciones. Lo que también quedó implícito fue la libertad dada a Kirongozi para encontrar alguna compensación por la negligencia en materia de remuneración de la que fue víctima por parte de las dos administraciones. Se salió con la suya exprimiendo lo mejor que pudo a los contribuyentes de la subjefatura, una táctica incómoda dada la naturaleza heterogénea de la masa de ciudadanos. A partir de entonces, para conseguir rentabilizar su profesión, Kirongozi tuvo que adoptar una actitud camaleónica, a veces humillante, amable o cobarde, a veces molesta, según los casos. Todas estas facetas componen finalmente el retrato de un personaje monstruoso, unánimemente odiado. 




1970











miércoles, febrero 05, 2025

«A propósito de la muerte de Anne Brontë», de Charlotte Brontë

Traducción de Juan Carlos Villavicencio dedicada a nuestra querida Lore que hoy se nos fue



Poca alegría queda en la vida para mí,
      y poco terror siento por la tumba;
he vivido la hora de la despedida hasta ver
      a alguien por quien moriría si la pudiera salvar.

Mirar con calma el aliento que se apaga,
      deseando que cada suspiro sea el último;
anhelando ver la sombra de la muerte
      arrojada sobre esos queridos rasgos.

La nube, el silencio que debe separar
      de mí al ser más querido de mi vida;
y luego agradecer a Dios de todo corazón,
      agradecerle con fervor y de manera adecuada;

por más que yo supiera que habíamos perdido
      la esperanza y la gloria de nuestra vida;
y ahora, carente de toda luz, azotada por la tempestad,
      debo soportar sola la extenuante lucha.



1849














On the Death of Anne Brontë

There's little joy in life for me, / And little terror in the grave; / I 've lived the parting hour to see / Of one I would have died to save. // Calmly to watch the failing breath, / Wishing each sigh might be the last; / Longing to see the shade of death / O'er those beloved features cast. // The cloud, the stillness that must part / The darling of my life from me; / And then to thank God from my heart, / To thank Him well and fervently; // Although I knew that we had lost / The hope and glory of our life; / And now, benighted, tempest-tossed, / Must bear alone the weary strife.