lunes, enero 31, 2011

“Quiromancia”, de Oswald de Andrade







El Bandera barítono leía a Belmiro Braga y descartaba esperanzas de entrar en la diplomacia como diplomático. Se elaboraba vaticinios frente a su padre de calva gramática. Y nos mostraba versos diciéndose partidario de la poesía vagabunda aunque llena de alma. Se había ido a pasar una semana gigolosa en la pensión de Georgina en santos.

Lo dejábamos por la noche a deshoras y partíamos a cenar a Nápoles con pizzas chorreadas de tomate y queso y un vino recién-llegado en el nocturno de Caserta.

Abría títeres de sueño organillo rítmico y quebrantador de valses en el aire estrellado.

Después, de arriba, pensión de artista, caían gotas profundas de Chopin en la comida.






en Memorias sentimentales de Juan Miramar, 1924















domingo, enero 30, 2011

"El monje", de Matthew Lewis

Fragmento



A través de varios pasadizos angostos, y según pasaban, la luz de la lámpara no mostraba más que objetos asquerosos; cráneos, huesos, tumbas e imágenes cuyos ojos parecían contemplarles con horror y sorpresa. Por fin llegaron a una espaciosa cueva, cuyo techo estaba tan alto que la vista no alcanzaba a vislumbrar. Una profunda oscuridad envolvía aquel vacío; húmedos vapores dejaron helado el corazón del monje, mientras escuchaba con tristeza el aullido del viento en las criptas solitarias.









1796









sábado, enero 29, 2011

“A una flaquísima tuerta”, de Francisco Acuña Figueroa







Aquí yace Estefanía,
flaca y aguda mujer,
que bien pudo aguja ser,
bien sólo un ojo tenía.

Momia, esqueleto de alambre,
en torno a sus huesos vanos
yacen también los gusanos,
porque se murieron de hambre.





en Obras completas, 1848















viernes, enero 28, 2011

"El revés de la trama", de Graham Greene

Fragmento



La solemnidad del crimen pesaba sobre su mente casi como una felicidad: aquello era acción por fin después de haber andado tanto tiempo confuso y a tientas.

Colocó el paquete a salvo en su bolsillo y entró a la iglesia llevando su propia muerte. Una vieja estaba encendiendo un cirio delante de la estatua de la Virgen; otra permanecía sentada con su cesto del mercado junto a ella y las manos cruzadas contemplando el altar. El resto de la iglesia permanecía vacío.

Scobie se sentó en la parte de atrás. No se sentía inclinado a orar. ¿Para qué? Si uno era católico, conocía todas las respuestas y ninguna oración era eficaz en estado de pecado mortal. Observó, sin embargo, a las dos mujeres con envidia. Ellas eran todavía habitantes del país que él abandonó.

He aquí lo que el amor humano le había hecho: le había robado al amor de la eternidad.










1948










jueves, enero 27, 2011

“El genio”, de H. P. Blavatsky






¡Genio! ¡Tú, don del Cielo, tú, luz divina!
En medio de qué peligros estás condenado a brillar.
Frecuentemente la debilidad del cuerpo
refrenará tu fuerza,
frecuentemente ahogará tu vigor e impedirá tu curso;
y los nervios temblorosos te fuerzan a refrenar
tus más nobles esfuerzos de luchar con dolor
¡La Miseria, triste huésped!

Crabbe



De entre los muchos problemas hasta ahora no resueltos en el Misterio de la Mente resalta de manera destacada la cuestión del Genio. ¿De dónde viene y qué es el genio, cuál es su raison d´être, cuáles las causas de su excesiva rareza? ¿Es de veras un “don del Cielo”? Y si es así, ¿por qué tales dones para unos, siendo la torpeza intelectual o incluso la idiotez el hado de otros? El considerar la aparición de hombres y mujeres de genio como un mero accidente, como un premio de la ciega suerte o dependiendo de causas exclusiva mente físicas, es concebible sólo para un materialista. Como certeramente dice un autor, sólo queda entonces esta alternativa: estar de acuerdo con el creyente en la existencia de un dios personal “para referir la aparición de todo individuo singular a un acto especial de la voluntad divina y de la energía creadora», o “reconocer en toda la sucesión de tales individuos un gran acto de alguna voluntad, expresado en una eterna ley inviolable”.

El genio, como Coleridge lo definió, es desde luego, –según todos los indicios externos–, “la facultad de crecimiento”; sin embargo para la intuición interna del hombre la cuestión es: si es el genio –una aptitud anormal de la mente– el que se desarrolla y crece, o es el cerebro físico, su vehículo, el que a través de algún proceso misterioso se hace más apto para recibir y manifestar desde dentro hacia el exterior la naturaleza innata y divina del alma superior del hombre. Acaso los filósofos de la Antigüedad, en su sabiduría no sofisticada, estaban más cerca de la verdad que nuestros modernos sabiondos, cuando dotaron al hombre de una deidad tutelar, un Espíritu al que llamaban genius. La substancia, por no decir la esencia –observa la diferencia, lector– de esa entidad y la presencia de ambas, se manifiesta según el organismo de la persona con la que comunica. Como dice Shakespeare, lo que percibimos de la “substancia” del genio de los grandes hombres “no está aquí”:

Porque lo que ves no es sino la parte más pequeña…
Pero si estuviera toda su figura aquí,
Seria de una altura tan espaciosa y encumbrada
Que tu techo no sería suficiente para contenerla.

Esto es precisamente lo que enseña la Filosofía Esotérica. La llama del genio no es encendida por ninguna mano antropomórfica, excepto la del propio Espíritu de uno. Es la naturaleza misma de la Entidad Espiritual, de nuestro Ego, la que sigue tejiendo nuevas tramas de vidas en la tela de reencarnaciones sobre el telar del tiempo, desde los inicios hasta el final del gran Ciclo de Vida [1]. Esta es la naturaleza que se impone, más fuerte que la de la personalidad en el hombre común; de modo que lo que llamamos «manifestaciones de la genialidad» en una persona, son sólo los esfuerzos más o menos exitosos de ese Ego para hacerse valer en el plano exterior de su forma objetiva –el hombre de barro–, en la prosaica vida diaria de este último. Los EGOS de un Newton, Esquilo o Shakespeare son de la misma esencia y substancia que los de un palurdo, ignorante, loco o inclusive idiota; y la autoafirmación de sus genius informantes (espíritus tutelares) depende de la construcción fisiológica y material del hombre físico. Ningún Ego difiere de otro en cuanto a su primordial u original esencia y naturaleza. Lo que hace de un mortal un gran hombre y de otro una persona vulgar y tonta es, según se dice, la calidad y naturaleza de su cascarón y envoltura física, y la capacidad o incapacidad del cerebro y del cuerpo de transmitir y dar expresión a la luz del hombre interno, real; y esta aptitud o inaptitud es, a su vez, resultante del Karma. O, usando otro símil, el hombre físico es el instrumento musical y el Ego, el artista ejecutante. La potencialidad de la perfecta melodía del sonido está en el primero –el instrumento–, y ninguna habilidad del último puede despertar una armonía impecable en un instrumento roto o mal hecho. Esta armonía depende de la fidelidad de transmisión al plano objetivo, del inexpresado pensamiento divino que se encuentra en las mismas profundidades de la naturaleza subjetiva o interna del hombre, mediante palabra o acto. Siguiendo nuestro ejemplo, el hombre físico puede ser, un inapreciable Stradivarius, un violín barato y agrietado, o nuevamente una mediocridad entre ambos, en las manos de un Paganini que lo “anima”.

Todas las naciones antiguas sabían esto. Pero aunque todas tenían sus Misterios y sus Hierofantes, no a todos podía enseñarse por igual la gran doctrina metafísica; y mientras unos pocos elegidos [2] recibían tales verdades en su iniciación, a las masas sólo se les permitía acercarse a éstas con la mayor cautela, dentro de los límites –siempre lo más lejanos posible–. “Del DIVINO TODO procedió Amun, la Divina Sabiduría… no la des a los indignos”, dice un Libro de Hermes. San Pablo, el “sabio Maestro Constructor” [3], no hace más que imitar a Thot–Hermes cuando dice a los Corintios: “Nosotros decimos la Sabiduría entre los que son perfectos (los iniciados)… hablamos sabiduría divina en MISTERIO, la Sabiduría oculta” [4].

A pesar de ello, todavía en nuestros días se acusa a los antiguos de blasfemia y de fetichismo, por su “culto a los héroes”. ¡Pero han profundizado los historiadores modernos alguna vez en la causa de tal “adoración”! Creemos que no. De otra manera ellos serían los primeros en darse cuenta de que lo que era “adorado”, o, más bien, a lo que se rendía honores no era ni al hombre de barro ni a la personalidad –el “héroe” o “santo fulano de tal”, que aún prevalece en la Iglesia de Roma, una iglesia que beatifica el cuerpo más que el alma–, sino al Espíritu divino prisionero, al “dios” exiliado dentro de esa personalidad. ¿Quién en el mundo profano sabe que incluso la mayoría de los magistrados (Arcontes de Atenas, mal traducidos en la Biblia como “príncipes”) –cuya tarea oficial era preparar la ciudad para tales procesiones–, ignoraba el verdadero significado del “culto” alegado?

Ciertamente tenía razón San Pablo al declarar que “Nosotros decimos Sabiduría… no la sabiduría de este mundo… que ninguno de los Arcontes de este mundo (profano) conocía, sino la sabiduría oculta de los MISTERIOS.” Pues como de nuevo da a entender la Epístola del Apóstol, el lenguaje de los iniciados y sus secretos no los conoce ningún profano [5], ni aún un “Arconte” o gobernante fuera del templo (lugar) de los sagrados misterios; nadie “salvo el Espíritu del hombre (el Ego) que está en él” [6].

Si se hubieran traducido los capítulos II y III de la I Epístola a los Corintios con el espíritu en que estaban escritos –incluso su letra muerta está ahora desfigurada–, el mundo podría percibir asombrosas revelaciones. Entre otras cosas habría una clave para los hasta ahora inexplicables ritos del antiguo Paganismo, uno de los cuales es el misterio de este mismo culto a los Héroes. Y mostraría que si las calles de la ciudad que honraba a uno de tales hombres estaban llenas de rosas esparcidas para el paso del héroe de ese día; si todos los ciudadanos estaban llamados a inclinarse reverentemente ante aquel que era tan festejado; y si el sacerdote y el poeta rivalizaban entre sí en su celo por inmortalizar el nombre del héroe después de su muerte… La filosofía oculta nos dice la razón de ello.

“Contempla”, dice ésta, “en toda manifestación del genio –cuando está combinado con la virtud–” en el guerrero o en el bardo, en el gran pintor, artista, estadista u hombre de ciencia, que lo eleva por encima de las cabezas del vulgo en manada, “la innegable presencia del exiliado celeste, el divino Ego cuyo carcelero eres tú, ¡oh hombre de materia!” Así, lo que denominamos deificación se aplica al Dios inmortal que está dentro, no a las paredes muertas o tabernáculo humano que lo contiene. Y esto fue hecho en reconocimiento tácito y silencioso de los esfuerzos realizados por el divino cautivo que, aún bajo las más adversas circunstancias de encarnación, logró manifestarse.

El Ocultismo por tanto, no enseña nada nuevo al afirmar el axioma filosófico arriba mencionado. Tratando con más extensión el amplio tópico metafísico, sólo le da un último toque explicando ciertos detalles. Enseña, por ejemplo, que la presencia en el hombre de varios poderes creativos –llamados genios en general–, no es debida a ninguna suerte ciega, a ninguna cualidad innata a través de tendencias hereditarias, –aunque lo que se conoce por atavismo puede frecuentemente intensificar estas facultades–, sino a una acumulación de “antecedentes experienciales” individuales del Ego en su vida (y vidas) precedentes. Pues, aunque omnisciente en esencia y por naturaleza, aún necesita experimentar a través de sus personalidades las cosas de la tierra, terrestres en plano objetivo, para poner en vigor por medio de ellas la realización de esa omnisciencia abstracta. Y añade nuestra filosofía que el cultivo de ciertas aptitudes a través de una larga serie de encarnaciones pasadas, debe culminar finalmente en alguna vida, en un florecer perenne como genio, en una u otra dirección.

Por ello, los grandes Genios, si son verdaderos e innatos y no meramente una expansión anormal de nuestro intelecto humano, nunca pueden copiar o rebajarse a imitar, sino que siempre serán originales, sui generis en sus impulsos creativos y realizaciones. Como esos lirios gigantes de la India que brotan súbitamente, acunados por las nubes, en las grietas y fisuras de las desnudas rocas de las altas mesetas en los montes Nilgiri, así también el verdadero Genio necesita solamente una oportunidad para mostrarse en la existencia y florecer a la vista de todos en el suelo más árido, pues su estampa es siempre inconfundible. Usando un dicho popular, el genio innato al igual que los crímenes, saldrá a la luz tarde o temprano y cuanto más se haya querido suprimir u ocultar, mayor será el torrente de luz arrojado por su súbita irrupción. Por otra parte, el genio artificial, tantas veces confundido con el anterior y que en realidad no es más que el resultado de prolongados estudios y preparación, nunca será, por decirlo así, más que la llama de la lámpara encendida fuera del portal del templo; puede lanzar una larga estela de luz de una parte a otra de la carretera, pero deja el interior del edificio a oscuras. Y como toda facultad y propiedad en la Naturaleza es dual –esto es, puede hacerse que sirva a dos fines, tanto a uno bueno como a otro malo–, de este modo se delatará el genio artificial a sí mismo. Nacido del caos de las sensaciones terrenales, de las facultades perceptivas y retentivas, todavía de memoria finita, siempre será esclavo de su cuerpo; y ese cuerpo, debido a su inconstancia y a la tendencia natural de la materia hacia la confusión, llevará incluso a los considerados “grandes genios” de regreso a su propio elemento primordial, que es el caos, el mal, o la Tierra.

Así, entre el genio verdadero y el artificial, uno nacido de la luz del Ego inmortal, el otro de los efímeros fuegos fatuos del intelecto terrestre o puramente humano y del alma animal, media un abismo, sólo salvable para quien aspira ir siempre hacia adelante; quien nunca pierde de vista, aun en las profundidades de la materia, esa estrella guía del Alma Divina y de la Mente, lo que llamamos Buddhi–Manas. Este último no requiere, al contrario que el primero, cultivarse. Las palabras del poeta afirman que la lámpara del genio:

Si no es protegida, podada y alimentada con cuidado
Pronto muere, o llega a derrocharse con vacilante luz.


Estas palabras pueden aplicarse solamente al genio artificial, resultante de la cultura y de una agudeza puramente intelectual. No es la luz directa de los Mânasaputras, los Hijos de la Sabiduría, pues el verdadero “Genius”, alumbrado por la llama de nuestra naturaleza superior o Ego, no puede morir. Es por ello que es tan sumamente raro. Lavater calculó que “la proporción de genios (en general) respecto a hombres ordinarios es de uno por un millón; pero para genios sin tiranía, sin presunción, que juzgan al débil con equidad, al superior con humanidad, y a los iguales con justicia, esa proporción es de uno entre diez millones.” Esto verdaderamente es interesante, aunque no demasiado lisonjero para la naturaleza humana si por “genio”, entendía Lavater sólo la clase más alta del intelecto humano, desarrollado por el cultivo, “protegido, podado y alimentado”, y no el genio del que hablamos nosotros. Además tal genio es siempre capaz de conducir hasta los extremos del infortunio o del bienestar, a aquel a través de quién se manifiesta esta luz artificial de la mente terrestre. Al igual que los genios (deidades, espíritus tutelares) buenos y malos de los antiguos, con quienes comparte tan apropiadamente el nombre, el genio humano coge a su desvalido poseedor de la mano y le conduce un día a los pináculos de la fama, la fortuna y la gloria, para sumergirle al día siguiente en un abismo de deshonra, desesperación y frecuentemente de crimen.

Pero, de acuerdo con el gran fisonomista, en este mundo hay más genios de este último tipo, ya que, como enseña el Ocultismo, es más fácil para la personalidad, con sus agudos sentidos físicos y tatwas [7], tender hacia el cuaternario inferior que remontarse a su tríada; la filosofía moderna, no sabe nada de su más elevada forma espiritual, “uno por cada diez millones”, aunque es bastante entendida en conformar genios inferiores. Así es natural que confundiendo uno con otro se hayan equivocado los mejores escritores modernos al definir el verdadero genio. Como consecuencia, oímos y leemos continuamente muchas cosas que a los ocultistas les parecen bastante paradójicas. “El genio necesita cultivarse”, dice uno; “el genio es vano y autosuficiente”, dice otro; mientras un tercero seguirá definiendo la luz divina no más que para empequeñecerla en el lecho de Procusto de su propia estrechez intelectual de miras. Hablará de la gran excentricidad de los genios, emparentándola como norma general con una “constitución inflamable”, aun lo mostrará como “¡presa de cualquier pasión, pero rara vez de inclinaciones delicadas!” (Lord Kaimes). Es inútil discutir con estos, o decirles que los genios originales y grandes apagan los más deslumbrantes rayos de intelectualidad humana como el sol apaga la luz de una llama de fuego en un campo abierto; que nunca es excéntrico; aunque siempre sui generis; y que ningún hombre dotado de verdadero genio puede jamás abandonarse a sus pasiones físicas animales. En la opinión de un humilde ocultista sólo un gran carácter altruista como el de Buddha o el de Jesús, y el de sus pocos imitadores fieles, pueden ser considerados en nuestro ciclo histórico como GENIOS completamente desarrollados.

De ahí que el verdadero genio tenga pocas posibilidades de recibir su reconocimiento en nuestra era de convencionalismos, hipocresía y contemporización. A medida que el mundo aumenta en civilización se expande su fiero egoísmo, y apedrea a sus verdaderos profetas y genios en beneficio de sus sombras remedadas. Sólo las agitadas masas de millones de ignorantes, el gran corazón de la gente, son capaces de sentir intuitivamente a una verdadera “gran alma” llena de amor divino por la humanidad, de compasión divina por el hombre sufriente. De aquí que sólo el pueblo llano es aún capaz de reconocer al genio, como que sin tales cualidades ningún hombre tiene derecho a ese nombre. Ningún genio puede encontrarse ahora en la Iglesia o el Estado y eso lo prueba su propia confesión. Parece que hubiese pasado mucho tiempo desde que en el siglo XIII el “Doctor Angélico” [8] desairó al Papa Inocencio IV, quien haciendo alarde de los millones obtenidos por la venta de absoluciones e indulgencias, hizo a Santo Tomás de Aquino la siguiente observación “¡la era en que la Iglesia decía: 'Plata y oro no tengo', ha pasado!” “Cierto,” fue la rápida contestación; “pero también ha pasado la era en que podía decir a un paralítico, ¡Levántate y anda!” Y sin embargo, desde aquel tiempo y desde mucho, mucho antes hasta nuestro días no ha cesado en ningún instante la crucifixión de su Maestro ideal por la Iglesia y el Estado. Mientras cada Estado cristiano rompe con sus leyes y costumbres, con todo mandamiento dado en el Sermón de la Montaña, la Iglesia cristiana se justifica y aprueba esto a través de sus propios obispos que desesperadamente proclaman: “Un Estado cristiano sobre principios cristianos es imposible” [9]. De ahí que no sea posible un modo de vida semejante al de Cristo (o Buddha) en los Estados civilizados.

El ocultista, entonces, para quien “el verdadero genio es sinónimo de mente auto–existente e infinita”, reflejado más o menos fielmente por el hombre, no encuentra en las definiciones modernas del término nada que se aproxime a lo correcto. Por su parte, los modernos seguramente recibirán con irrisión la interpretación esotérica. La misma idea de que cada hombre con un “alma” dentro de sí es el vehículo de un genio, parecerá supremamente absurda aun para los creyentes, mientras que los materialistas se pondrán a malas con ella llamándola “crasa superstición”. Por lo que se refiere al sentimiento popular –el único aproximadamente correcto ya que es puramente intuicional (no intelectualizado)– ni será tenido en cuenta. El mismo epíteto elástico y cómodo de “superstición” será usado, una vez más, para explicar por qué no ha habido nunca aún un genio universalmente reconocido –tanto de un tipo como de otro– sin una cierta cantidad de cuentos y leyendas misteriosas, fantásticas y, frecuentemente extraordinarias relacionadas con ese carácter tan único, acompañándolo en su vida y aun sobreviviéndole. Con todo, son sólo los no sofisticados, las denominadas masas “ignorantes”, los que –justamente a causa de esa falta de razonamiento sofisticado– cada vez que toman contacto con un carácter anormal, fuera de lo común, sienten que hay en él algo más que el mero hombre mortal de carne y atributos intelectuales. Y sintiéndose ellos mismos en presencia de lo que en la inmensa mayoría está siempre oculto, de algo incomprensible para sus mentalidades prosaicas, experimentan el mismo temor reverencial que las masas populares sintieron antiguamente cuando su fantasía, muchas veces más infalible que la razón cultivada, hizo dioses de sus héroes, enseñando:

Al débil a inclinarse, al orgulloso a rezar
a los poderes nunca vistos y más poderosos que ellos…

Esto ahora se llama superstición… ¿Pero qué es superstición? Es cierto que tenemos miedo de aquello que no nos podemos explicar claramente. Como niños a oscuras, tanto los cultos como los ignorantes, somos todos propensos a poblar esa oscuridad con fantasmas de nuestra propia creación; pero esos “fantasmas” no prueban de ningún modo, que esa “oscuridad” –que es sólo otra forma de denominar lo “invisible” y “oculto”– está realmente vacía de cualquier presencia salvo la nuestra propia. De manera que si en su forma exagerada es la “superstición” un extraño íncubo [10], como una creencia en las cosas “más arriba y más allá” de nuestros sentidos físicos, no obstante es también un modesto reconocimiento de que hay cosas en el Universo, y alrededor nuestro, de las que no sabemos nada. Bajo este sentido no se convierte la “superstición” en un sentimiento irrazonable, mitad asombro, mitad pavor, mezclado con la admiración y la reverencia, o con el miedo, según los dictados de nuestra intuición. Y esto es mucho más razonable que repetir con los sabiondos demasiado doctos: que no hay nada, “nada en absoluto en esa oscuridad”, ni puede haber nada allí ya que ellos no han acertado a percibirlo.

¡Eppur si muove! Donde hay humo, ahí debe haber fuego; donde hay vapor húmedo allí debe haber agua. Nuestra reclamación descansa sobre una verdad axiomática eterna: nihil sine causa. El genio y el sufrimiento inmerecido son prueba del Ego inmortal y de la Reencarnación en nuestro mundo. Por lo demás, es decir, por lo que se refiere a las calumnias y burlas con las que se encuentran tales doctrinas esotéricas, Fielding –también una suerte de genio, a su manera–, dio cuenta de nuestra respuesta un siglo antes. Nunca pronunció una verdad mayor que el día en que escribió que “Si la superstición hace del hombre un tonto, el ESCEPTICISMO LO CONVIERTE EN UN LOCO”.





Notas

[1] El período de un Manvantara completo, que comprende 4.320.000.000 de años solares.
[2] Los que ya habían alcanzado el nivel evolutivo necesario para “entender”, y eran conscientes de ello.
[3] Un término absolutamente teúrgico, masónico y oculto. Usándolo, Pablo se declara a sí mismo como Iniciado, teniendo el derecho de iniciar a otros. Primera Epístola del Apóstol San Pablo a los Corintios III, 10.
[4] Ibídem II, 6–8.
[5] Fanum, lugar sagrado. Pro–fanum (profano), fuera del lugar sagrado.
[6] Primera Epístola del Apóstol San Pablo a los Corintios II, 11.
[7] “Aquello” eternamente existente, los diferentes principios de la Naturaleza, en su significado oculto. Ver Glosario Teosófico.
[8] Nombre con el que era denominado Santo Tomás de Aquino, y Escuela Angélica, la que seguían sus discípulos o tomistas. Ver José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, tomo IV, Alianza Editorial. Madrid, 1981, página 3271.
[9] Ver “Going to an Fro”, primer artículo (Lucifer, nov. 1889).
[10] Dícese del espíritu, diablo o demonio que, según la opinión vulgar, tiene comercio carnal con una mujer, bajo la apariencia de varón.





en Revista Lucifer, noviembre 1889















miércoles, enero 26, 2011

"La insurrección en Túnez y el futuro de la Revolución Árabe", de Alan Woods





El maravilloso movimiento revolucionario de los trabajadores y los jóvenes tunecinos es una inspiración y un ejemplo para el mundo entero. Por más de una semana Túnez ha estado viviendo una revolución de dimensiones épicas. El levantamiento de masas en Túnez ha desembocado en el derrocamiento del odiado dictador Zine al-Abidine Ben Ali después de 23 años en el poder.

El levantamiento cogió a casi todo el mundo por sorpresa, incluido el gobierno. El 6 de enero la revista The Economist, dijo con confianza: "Es improbable que los problemas de Túnez terminen con el derrocamiento del presidente de 74 años de edad o, incluso, que sacudan su modelo de autocracia". La nación norteafricana era como un refugio de estabilidad y prosperidad relativas, aunque gobernada con mano de hierro. Para los inversores extranjeros, Túnez ha sido un lugar seguro para invertir y una fuente de mano de obra barata. Para los turistas era un lugar para tumbarse al sol y disfrutar de la vida.

Pero lo que parecía como un rayo de un cielo azul, en realidad, había estado preparándose durante décadas. Esto refleja en parte el empeoramiento de la situación económica, que tiene su impacto más grave en la gente de los estratos sociales más bajos. Pero también refleja otra cosa, menos visible pero más importante. La revolución no se puede explicar sólo por la pobreza, ya que las masas siempre la han sufrido. Se trata de un proceso dialéctico en el que un millar de pequeñas injusticias se van sumando hasta que la acumulación llega a un punto crítico en el que una explosión es inevitable. Cuando la sociedad llega a este punto, cualquier accidente puede provocar la explosión.

En este caso la auto-inmolación de un vendedor de frutas en la ciudad de Sidi Bouzid fue la chispa que provocó una conflagración general. Mohamed Bouazizi, el joven que se prendió fuego era, en realidad, un graduado universitario que, como tantos otros, fue incapaz de encontrar un trabajo adecuado. Trató de salir adelante vendiendo frutas y verduras, pero incluso eso fue imposible porque la policía lo detuvo por vender sin permiso. Desesperado, decidió poner fin a su vida en un gesto dramático. Murió unas semanas después. Este incidente provocó una oleada de manifestaciones y disturbios.

El aumento de los precios de alimentos y otros bienes básicos, el desempleo galopante y la falta de libertad causó que los disturbios se extendieran por todo el país. Además de la gente pobre que comenzó la agitación, miles de estudiantes y trabajadores salieron a las calles para demostrar su odio hacia el régimen. Un nuevo elemento en la ecuación es el surgimiento de una capa grande de jóvenes graduados que no tienen perspectivas de trabajo. En un periodo en que millones tienen acceso a la televisión e Internet y cuando la gente es consciente del estilo de vida lujoso de los ricos, la imposibilidad de escapar de la pobreza extrema y el desempleo se vuelve cada vez más insoportable.

Ben Ali y el clan Trabelsi eran sinónimo de corrupción, enorme desigualdad, y represión política. Su corrupción era tal que provocó la indignación del embajador de EE.UU., como sabemos por las revelaciones de WikiLeaks. Comenzando como una protesta contra las intolerables condiciones de vida, el desempleo y el alto costo de vida, el movimiento de masas adquirió rápidamente un carácter político. Se puede resumir en una sola consigna: ¡Fuera Ben Ali!

Una vez que el fuego se encendió no había forma de extinguirlo. Una ola de disturbios se ha extendido por todo el país, con continuas manifestaciones masivas contra el desempleo, la subida de los precios de los alimentos y la corrupción. Un gran número de licenciados en paro, la frustración por la falta de libertades, los excesos de la clase dominante y la ira por la brutalidad de la policía parece que se han unido para dar inicio a una imparable ola de indignación pública.


De la represión a la concesión
Los enfrentamientos se volvieron mucho más mortales el fin de semana del 8-9 de enero, y luego se extendió a la capital Túnez. Sacudido por la revuelta en las calles, el régimen trató de salvarse combinando represión y concesiones. Como siempre, el primer recurso fue el uso de balas, gases lacrimógenos y porras. La ferocidad de la represión policial sorprendió incluso a endurecidos periodistas occidentales. Es imposible decir cuántos perdieron la vida en estos enfrentamientos sangrientos, pero según las organizaciones de derechos humanos por lo menos 60 personas han muerto.

Pero después de una semana se hizo evidente que estos métodos no estaban funcionando. Por el contrario, sólo sirvieron para echar más leña al fuego. Una vez que todo un pueblo se levanta y dice "no", ningún Estado, ejército o policía en el mundo lo puede detener.

Una vez que las masas comienzan a perder el miedo, un régimen dictatorial no puede salvarse sólo por la represión. Al principio, el Presidente negó que la policía hubiera reaccionado desproporcionadamente, diciendo que estaban protegiendo la propiedad pública contra un pequeño grupo de "terroristas". Esto no hizo nada para apaciguar a los manifestantes. Todas las universidades y las escuelas fueron cerradas en un intento por mantener a los jóvenes en casa y fuera de las calles. Esto también fracasó. Poco a poco, según su régimen se derrumbaba ante sus ojos, la realidad empezó a penetrar en el torpe cráneo del presidente.

El 12 de enero despidió a su Ministro del Interior y ordenó la liberación de todos los detenidos durante los disturbios. También creó un comité especial para "investigar la corrupción". Esto es como Satanás investigando a Belcebú. También se comprometió a hacer frente a la raíz del problema mediante la creación de 300.000 puestos de trabajo extras. Pero los disturbios continuaron y llegaron al centro de la capital el 13 de enero, a pesar de un toque de queda nocturno.

Ben Ali, a continuación, se comprometió a abordar el aumento de precios de los alimentos, permitir la libertad de la prensa e Internet, y "profundizar la democracia y revitalizar el pluralismo". También dijo que no modificaría la constitución para que le permitiera presentarse a las elecciones de nuevo en 2014. En un último acto de desesperación por salvarse a sí mismo, Ben Ali apareció en la televisión prometiendo que ya no se permitiría a la policía disparar contra los manifestantes y anunció una serie de reformas y concesiones. Es fácil conceder lo que ya no está en nuestro poder para preservar.

El Presidente sólo ordenó el cese de fuego cuando estaba claro que cualquier otra masacre de la policía provocaría un motín en el ejército, incluso en el nivel superior. Un sitio web francés informó de la existencia de un creciente malestar en las fuerzas armadas y de una escisión abierta entre la policía y el ejército: "Uno de los desarrollos nuevos e importantes a principios de esta semana fue el distanciamiento entre una parte del ejército y el régimen”. El lunes, una docena de soldados montaba guardia en el palacio de justicia de Kasserine, tanto para evitar posibles disturbios en el interior como para proteger a los abogados, según informaron varios testigos.

Se recibieron numerosos informes de confraternización entre el Ejército y el pueblo y en algunos casos del Ejército protegiendo las manifestaciones contra las fuerzas de policía. Esta fue la razón por la que el ejército fue retirado de las calles de la capital y sustituido por la policía. Cuando la masiva manifestación llegó al palacio presidencial el pueblo y los soldados se abrazaron.

Las protestas llegaron a su punto culminante el viernes, cuando miles de personas se congregaron frente al Ministerio del Interior, un símbolo del régimen. Muchos subieron a su techo. La policía respondió con una lluvia de bombas lacrimógenas, pero fue en vano. Las masas en las calles habían adquirido sentido de su poder y habían interpretado correctamente el discurso del Presidente como un signo de debilidad. Por todas partes se planteó la consigna: ¡Fuera Ben Ali! Ben Ali ya había prometido dimitir… en 2014. Pero este cálculo resultó ser un tanto optimista. La gente en las calles exigió –y obtuvo– su dimisión inmediata.

Con una prisa indecente, el ex presidente disolvió su gobierno y el parlamento del país, hizo las maletas y se dirigió al aeropuerto más cercano. El Sr. Ben Ali y su familia salieron de Túnez, y están buscando un lugar de asilo. Pero esto es más fácil decirlo que hacerlo. Es un hecho triste de la vida que cuando un hombre es exitoso y próspero tiene un montón de amigos, pero un fracaso le cierra todas las puertas.

El presidente Nicolás Sarkozy, cortésmente pero con firmeza, rechazó una petición de su viejo amigo a aterrizar su avión en Francia. Los últimos informes dicen que terminó en Jeddah, en Arabia Saudita, donde recibirá una bienvenida más favorable de los miembros de la Casa de Saud, que debe estar empezando a preocuparse de que ellos pueden esperar un destino similar alguna vez en un futuro no muy lejano.

La salida precipitada del Presidente ha preparado el terreno para una maniobra por arriba, con la ansiosa mano de Washington moviendo los hilos entre bastidores. Como primer paso, en un discurso televisado en la tarde del viernes, el Primer Ministro Mohamed Ghannouchi anunció que asumiría el papel de presidente interino, y se ha declarado el estado de emergencia.

Los soldados ya han comenzado a descolgar de vallas publicitarias y de las paredes de edificios públicos en todo el país los retratos omnipresentes del Sr. Ben Ali. Los líderes esperan que mediante la eliminación de los signos externos de un gobierno autoritario, las masas estén satisfechas y regresen a casa. Esto posibilitaría que la misma gente que gobernó antes mantuviera todas las palancas del poder, permitiendo al mismo tiempo que el pueblo tuviera la ilusión de que algo ha cambiado.

Esperar que esta gente introdujera reformas políticas significativas y elecciones libres y justas, sería el colmo de la estupidez. Mohamed Ghannouchi es uno de los líderes del antiguo régimen. Es el "hombre de Ben Ali". Él fue el arquitecto de las mismísimas políticas económicas que contribuyeron al caos actual. Ha estado en el centro del antiguo régimen desde el principio. No se puede esperar que defienda los intereses del pueblo. Al tiempo que ofrece bellos discursos sobre la democracia y el constitucionalismo, se basa en un estado de excepción, impuesto por el ejército y las fuerzas de seguridad.

Esta es una táctica dilatoria por parte del ejército y la elite del régimen para reprimir las protestas y restaurar su control del poder. La realidad detrás de la fachada "democrática" es el mantenimiento del decreto de estado de emergencia, que prohíbe reuniones de más de tres personas e impone un toque de queda nocturno. Las fuerzas de seguridad han sido autorizadas a abrir fuego contra cualquier persona que desafíe estas órdenes.


La hipocresía de los imperialistas
Todo esto ha hecho saltar la alarma en Washington, París y Londres. Los imperialistas se han sorprendido por los acontecimientos, que no previeron y que se han escapado de su control. Las revoluciones no respetan las fronteras, y mucho menos las fronteras artificiales establecidas por el imperialismo en el pasado que dividen el cuerpo vivo del Magreb.

África del Norte y Oriente Medio son fundamentales para los intereses económicos y estratégicos de los EE.UU. y la UE, especialmente Francia. Un analista de asuntos árabes de la BBC, Magdi Abdelhadi, fue citado diciendo: "La desaparición del Sr. Ben Ali podría sacudir todo el orden post-colonial en el norte de África y el resto del mundo árabe". Esto es muy cierto, y va al meollo de la cuestión.

Ahora que las masas han derrocado al viejo tirano con un levantamiento heroico, los gobiernos occidentales están apresurándose a reclamar la democracia. El presidente Sarkozy dijo que estaba al lado de los ciudadanos de Túnez, antiguo protectorado de su país. Nicolás Sarkozy ha elevado el cinismo a una forma de arte. Si hubiera un Premio Nobel de la hipocresía, sin duda lo ganaría.

El 28 de abril 2008, declaró durante uno de sus viajes a Túnez: "Su país está inmerso en la promoción de los derechos humanos universales y las libertades fundamentales...". Unos meses más tarde, el director gerente del FMI Dominique Strauss-Kahn, dijo en la capital, Túnez, que el régimen de Ben Ali era "el mejor modelo para muchos países emergentes".

Estos hombres no pueden alegar ignorancia. Durante décadas, las organizaciones pro derechos humanos han denunciado innumerables violaciones en Túnez, pero esto no impidió que el presidente de Francia fuera el primer Jefe de Estado (y uno de los pocos) en felicitar a Ben Ali después de su amañada "reelección" en 2009. Ahora el hombre mismo puede decir, sin siquiera ruborizarse: "Sólo el diálogo puede aportar una solución democrática y duradera a la crisis actual".

Estas astutas palabras están concebidas como una trampa para los incautos. A las masas revolucionarias se les aconseja que dejen de luchar y, en su lugar, que entren en un diálogo amistoso. ¿Con quién? Un diálogo con la misma gente que les ha robado y oprimido desde hace décadas, los mismos verdugos cuyas manos están manchadas de rojo con la sangre del pueblo. ¿Quién es el hombre que ofrece este consejo de amigo? Es el hombre que apoyó a los verdugos hasta el momento mismo en que Ben Ali fue derrocado por las masas. A lo largo de la sublevación del pueblo de Túnez, Sarkozy estuvo silencioso, pero su gobierno estaba tratando de salvar a la dictadura.

El ejército disparó fuego real contra gente desarmada, pero el portavoz del gobierno francés, Francois Baroin, dijo que la condena de la represión "supondría interferencia". ¡Como si la presencia permanente del ejército francés en muchos países africanos que no tienen nada que ver ni remotamente con democracia política no fuera una interferencia de primer orden!

El Ministro de Agricultura, Bruno Lemaire, era muy abierto en su defensa del dictador tunecino. Ben Ali "es alguien que a menudo es juzgado mal", pero "ha hecho muchas cosas", dijo. No se sabe a qué "cosas" se refería, si eran buenas o malas. Lo que sí sabemos es que el Ministro de Asuntos Exteriores francés, Alliot-Marie, fue aún más lejos que su colega, ofreciendo a Ben Ali "los conocimientos prácticos de nuestras fuerzas de seguridad". Así, los "demócratas" en París ofrecieron ayuda a la dictadura para reprimir a su propio pueblo en un país que Francia había colonizado durante 73 años. Los viejos hábitos se resisten a morir.

Tres días después del tiroteo de las masas desarmadas, el Primer Ministro, François Fillon, dijo que estaba "preocupado" por el "uso desproporcionado de la violencia", colocando así a las víctimas y a los verdugos en el mismo nivel. Utilizando los trucos de siempre, hizo un llamado a todas las partes involucradas a actuar con moderación y elegir el camino del diálogo. Pero nadie ha explicado nunca cómo es posible "elegir el camino del diálogo" con la policía disparando a todo lo que se mueve.

Ahora que el juego ha terminado, todos estos "demócratas" están ansiosos de aconsejar al pueblo tunecino. Y no sólo en París. Barack Obama ha tenido la amabilidad de condenar la violencia contra los ciudadanos tunecinos por "expresar pacíficamente su opinión en Túnez". Pero este mismo hombre, como sabemos por las revelaciones de WikiLeaks, estaba en plena posesión de todos los hechos relacionados con el régimen corrupto y represivo en Túnez y no hizo absolutamente nada al respecto.

Ahora este mismo hombre dice: "Aplaudo la valentía y la dignidad del pueblo tunecino". Pero se apresuró a añadir: "Insto a todas las partes a mantener la calma y evitar la violencia, y hago un llamado al gobierno tunecino a respetar los derechos humanos, y celebrar elecciones libres y justas en un futuro próximo que reflejen la verdadera voluntad y aspiraciones del pueblo tunecino".

Esta misma canción se está cantando por todos lados. Es una canción de cuna tranquilizadora y, como todas las canciones de cuna, está diseñada para enviar a las masas de nuevo a dormir. Se les pide mantener la calma y "evitar la violencia". Todo lo que se requiere de las masas es que se vayan a casa en silencio, "mantengan la calma" y, sobre todo, "eviten la violencia". ¿No es extraño que siempre sean las masas a las que se les pide mantener la calma, permanecer tranquilas y "evitar la violencia", cuando son los ricos y poderosos quienes tienen el monopolio de la violencia, y lo usan para defender su poder y privilegios?

La gente ha tenido que afrontar las balas y las porras de la policía, han visto a sus compañeros, amigos y familiares, brutalmente golpeados, pateados, gaseados con gases lacrimógenos, detenidos, torturados y asesinados a sangre fría. Se les negó incluso el acceso a los cuerpos mutilados de sus seres queridos. Ahora se les aconseja mantenerse tranquilos, "evitar la violencia" y, sobre todo, abandonar las calles, desmovilizarse y regresar a casa ordenadamente con el fin de permitir que una banda de ladrones determine su destino. Se trata de una broma de muy mal gusto.


La revuelta se extiende
La erupción de descontento popular en Túnez y la vecina Argelia es una pesadilla para los líderes autoritarios en el norte de África y en el mundo árabe. Los regímenes corruptos y reaccionarios en el norte de África y Oriente Medio están temblando. Temen que el ejemplo dado por las masas en Túnez será seguido mañana por los trabajadores y campesinos de otras zonas donde existen los mismos problemas. Esa es la razón por la que en pocos días la revuelta se había expandido al país vecino de Argelia por el alza de los precios del azúcar, la leche y la harina, que resultó en la muerte de al menos cinco personas.

Al Jazeera informó que se oía a jóvenes gritando la consigna de "dadnos azúcar" y que manifestantes irrumpieron en los almacenes para robar sacos de harina en señal de protesta contra el precio de los alimentos, que había aumentado entre 20 y 30 por ciento en la primera semana de enero. En un intento de calmar a los manifestantes, el gobierno argelino ha impuesto recortes urgentes de los derechos de importación y los impuestos para ayudar a reducir el costo de los alimentos y afirma que ha "dado vuelta la página" de los disturbios en todo el país.

Los disturbios en varias ciudades de Argelia sólo disminuyeron después de que el gobierno se comprometiera a hacer todo lo necesario para proteger a los ciudadanos del aumento del costo de la vida. Libia, Marruecos y Jordania también han anunciado planes para reducir los precios de los productos básicos. Pero la situación en Argelia sigue siendo muy inestable. Recordemos que durante todo el año de 2001, el sur de la región bereber de Argelia (Kabilia) fue el escenario de una insurrección generalizada. En Marruecos también, el régimen reaccionario del Rey Mohamed VI es muy inestable y tiene muchas similitudes con la situación en Túnez.

Justo antes de que Ben Ali fuera derrocado, el columnista Abdel al-Rashed escribió en el periódico Ash-Sharq al-Awsat: "Mucho de lo que impide la protesta y la desobediencia civil no es más que la barrera psicológica". El derrocamiento de Ben Ali, así como los esfuerzos en Argelia para apaciguar la ira sobre los aumentos de precios, habrán tenido el efecto de inhibir el temor que desde hace tiempo mantenía el descontento bajo control en toda la región. Las noticias por satélite y medios de comunicación sociales pueden dejar de lado las tácticas autocráticas y rápidamente pueden fusionar las frustraciones de los jóvenes de las regiones aisladas y desfavorecidas en un movimiento amplio.

La llama de la rebelión se está extendiendo a otros países árabes. El movimiento revolucionario en Túnez ha sido seguido muy de cerca en los canales regionales de televisión por satélite e Internet en todo el Oriente Medio, donde el alto desempleo, una población joven grande, una inflación disparada y una creciente brecha entre ricos y pobres están echando leña al fuego.

Argelia está justo al lado de Túnez, pero Ammán está a 1.500 millas (2.500 Km.) de Túnez. No obstante, la razón para el enojo de los manifestantes en Jordania era la misma, y también lo fueron las llamadas para que el líder dimitiera. Sintiendo temblar el suelo bajo sus pies, el rey Abdullah II ordenó una reducción de los precios y los impuestos sobre algunos alimentos y combustibles. El gobierno ya ha asignado £141 millones en el presupuesto de 2011 para subsidiar el pan, del cual dependen muchos pobres en un país de 7 millones de habitantes. El dinero también será utilizado para reducir el precio del combustible, así como para la creación de empleo, pero se trataba de un caso de demasiado poco y demasiado tarde.

Según un informe de Al Jazeera, los manifestantes fueron vistos llevando pancartas que decían "Jordania no es sólo para los ricos", "El pan es una línea roja", "Atención a nuestras hambre y furia". Más de 5.000 personas participaron en protestas en Jordania en un "día de ira" para protestar contra la escalada de precios de los alimentos y el desempleo en el mismo día en que, en otra parte del mundo árabe, el presidente de Túnez huyó del Estado norteafricano después de semanas de manifestaciones violentas.

Estudiantes de la Universidad de Jordania y seguidores del partido baasista también realizaron manifestaciones en Irbid, Karak, Salt y Maan, exigiendo que el Primer Ministro, Samir Rifai, renunciara. Los informes oficiales afirman que la policía logró contener a los manifestantes, formando círculos a su alrededor, y no hubo detenciones. Después de ver lo sucedido en Túnez, las autoridades jordanas se dieron cuenta de que los sangrientos enfrentamientos podrían volver las protestas en una insurrección.

El blog jordano de noticias Ammon informó que en la protesta, llamada "Día de la ira", la gente gritaba: "Clase unida, el gobierno unido ha chupado tu sangre", y agitando carteles con panes prendidos a ellos. "Estamos protestando contra la política del gobierno, los altos precios e impuestos que han provocado la revuelta del pueblo jordano", dijo Tawfiq al-Batoush, un ex jefe de la municipalidad de Kayak, a Reuters.

Un informe de Tom Pfeiffer, para Reuters, el sábado 15 de enero 2011, contenía citas muy interesantes: "Esto podría ocurrir en cualquier lugar", dijo Imane, dueño de un restaurante en Egipto que no quiso dar su nombre completo. "Las imágenes de satélite e Internet que podemos ver hoy en día significa que la gente que normalmente estaría callada, ahora puede ver a los demás conseguir lo que quieren".

"No estamos acostumbrados a algo como esto en esta parte del mundo", dijo Kamal Mohsen, un estudiante libanés de 23 años de edad. "Es más grande que un sueño en una región donde la gente sigue diciendo '¿qué podemos hacer?'".

"Los jóvenes de todo el mundo árabe debe salir a la calle y hacer lo mismo. Es hora de reclamar nuestros derechos", dijo Mohsen, el estudiante libanés. "Los líderes árabes deberían estar muy asustados, porque no tienen nada que ofrecer a su gente sino miedo y cuando los tunecinos ganen, el miedo se superará y lo que suceda será contagioso. Es sólo cuestión de tiempo", añadió.

De todos los países árabes, el más importante es Egipto, con su poderosa clase obrera. Las preocupaciones acerca de su futuro se expresan en un reciente artículo en el Daily Star, un diario libanés:

- "Cualquiera que espere una revolución en toda la región haría bien en mirar a Egipto, que importa cerca de la mitad de los alimentos consumidos por sus 79 millones de habitantes y está luchando con una inflación de más del 10 por ciento.

- "Con un aparato de seguridad masivo dispuesto a reprimir rápidamente grandes protestas en las calles y con el principal partido de oposición de la Hermandad Musulmana excluido de la política formal, el mayor desafío del Estado proviene de las huelgas de las fábricas en el cinturón industrial del Delta del Nilo.

- "La campaña por el cambio político de Egipto basada en Internet, la voz más crítica del país, no ha logrado ir más allá de la charlatanería de la clase media y llegar a los pobres en la calle”.

- "Ha habido una división entre las luchas económicas y las luchas políticas en Egipto”, dijo Laleh Khalili, un experto en Oriente Medio en la Universidad de Londres. “Las huelgas han seguido, pero no han alcanzado el dominio público”.

- "Sin embargo, esto podría cambiar si el descontento creciente por la inflación de los precios de alimentos se introduce en el malestar general acerca del estancamiento político y económico y la falta de oportunidades y libertad".

El Fondo Monetario Internacional dijo que las tasas de desempleo actual ya son muy altas y que la región necesita crear cerca de 100 millones de nuevos empleos para el año 2020. Pero en una situación en la que los presupuestos están bajo gran presión por el creciente costo de los alimentos importados y el combustible, esto será imposible, sobre todo en aquellos países que carecen de grandes reservas de energía.

"Existe el peligro de... volverse un poco cómodo con el argumento de que 'el Estado árabe saldrá del paso'", dijo esta semana en un blog Stephen Cook, del Consejo de Relaciones Exteriores de Estados Unidos. "Puede que no sean los últimos días de… [el Presidente de Egipto Hosni] Mubarak o de cualquier otro hombre fuerte de Oriente Medio. Pero es evidente que algo pasa en la región".


La necesidad de una perspectiva revolucionaria
Los expertos políticos burgueses se consuelan con la idea de que el ejemplo de Túnez no se extenderá para derrocar a los gobiernos autocráticos que van desde Rabat a Riad porque los movimientos de oposición son débiles y están desmoralizados. Pero no han captado la idea en absoluto.

El levantamiento de Túnez no fue organizado por la oposición, que también es débil y está desmoralizada. Fue un levantamiento espontáneo de las masas y fue imparable, precisamente porque no había ninguna organización reformista "responsable" que lo dirigiera hacia canales seguros. La debilidad o la ausencia de las organizaciones reformistas de masas no es un reflejo de la fuerza de los regímenes autocráticos, sino de su debilidad. Una vez que las masas comiencen a moverse, será como un coche que avanza cuesta abajo y sin frenos.

Como hemos señalado con relación a Irán, el carácter espontáneo del movimiento es al mismo tiempo su fuerza y su debilidad. En Túnez, las masas fueron lo suficientemente fuertes como para derrocar un régimen corrupto y podrido. Pero la pregunta es: ¿y ahora, qué?

"Nuestro gran problema es la falta de una perspectiva política", dijo Nizar Amami, uno de los dirigentes sindicales de la sección del PTT-UGTT, en una conversación con Mediapart el lunes al mediodía en Túnez. "No ha surgido ningún partido; el Partido Demócrata Progresista (PDP, el partido de la oposición legal) es muy débil. La UGTT ha ocupado el lugar de la oposición para lanzar consignas, acciones de solidaridad, etc., pero en cuanto al proyecto [político]… En fin, el régimen ha sido desestabilizado verdaderamente, y eso es algo realmente sin precedentes".

Emma Murphy es profesora en la Escuela de Gobierno y de Asuntos Internacionales en la Universidad de Durham, y es una experta en asuntos tunecinos. Ella fue entrevistada por la BBC:
"¿Pueden ellos [la oposición legal] ofrecer algo más al pueblo tunecino?"
Ella contestó lo siguiente:
- "Probablemente no. Pero si la democracia ha de llegar, el Consejo de Dirección debe hacer indicaciones muy tempranas de que habrá reformas sustanciales para el sistema de partidos políticos, los procesos electorales, la libertad de asociación, los derechos civiles y la libertad de los medios de comunicación antes de las elecciones. Un pronto final del estado de emergencia y algunas indicaciones claras de que el Comité sobre la corrupción anunciado hace unos días se ocupará directamente de las actividades de los clanes de Ben Ali y de los Trabelsi servirían mucho para convencer a los tunecinos de que, esta vez, las promesas de un gobierno constitucional se cumplirán, de que esta vez la reconciliación nacional realmente significará exactamente eso, y de que el ejército, en la defensa de la estabilidad, no sucumbirá una vez más a la defensa de un régimen autoritario".

Podemos predecir con confianza que, en las próximas semanas y meses, un ejército de "amigos de la democracia" descenderá sobre Túnez: representantes de sindicatos "libres" con maletas llenas de dólares, hombres trajeados de los Estados Unidos y de la Unión Europea, ONGs por docenas, la Internacional "Socialista", la Fundación Friedrich Ebert, y otros frentes "respetables" de la CIA, todos ansiosos por proporcionar consejos y –para aquellos que estén dispuestos a seguirlos– considerables recursos materiales. El objetivo de esta gente puede resumirse en una palabra: la restauración del orden.

El orden puede restaurarse por diferentes medios. La contrarrevolución puede llevarse a cabo de una forma que oculte su ropaje dictatorial. Lo que Ben Ali no pudo conseguir con balas y porras, sus sucesores y sus valedores imperialistas esperan alcanzarlo a través de sonrisas y palabras amables, con la ayuda de dólares y euros. Sin embargo, el objetivo sigue siendo el mismo: sacar al pueblo de las calles, que el obrero vuelva a su torno, el campesino a su granja, y el estudiante a sus estudios. Lo que desean fervientemente es un rápido retorno a la normalidad: es decir, un rápido retorno a la vieja esclavitud bajo un nuevo nombre.

No puede depositarse absolutamente ninguna confianza en estos hipócritas "demócratas". Estos mismos gobiernos respaldaron el régimen dictatorial de Zine al-Abidine Ben Ali. Las grandes empresas occidentales hicieron jugosas ganancias allí y no tenían ninguna razón para quejarse por los bajos salarios, ya que esa era, en primer lugar, la base de sus ganancias. Estas damas y caballeros mantuvieron un silencio cortés durante décadas sobre el régimen podrido y represivo de Túnez porque ese mismo régimen estaba defendiendo sus ganancias. Ahora que ese régimen ha sido derrocado, encuentran de repente una voz para llamar a la "calma".

Los acontecimientos están moviéndose a la velocidad de la luz. Incluso mientras escribo estas líneas, Ghannouchi ya ha sido sustituido por el presidente del Parlamento, Fued Mebaza, que está intentando improvisar un Gobierno de unidad nacional para convocar nuevas elecciones en 60 días. Esto demuestra que el régimen es débil y está corroído por divisiones.

Trabajadores y jóvenes de Túnez, ¡manténgase en guardia! Lo que han conquistado es el resultado de sus propias luchas y sacrificios heroicos. ¡No permitan que lo que han ganado con sangre les sea arrebatado con el fraude! No depositen ninguna confianza en los grandes discursos y las promesas huecas. Confíen sólo en su propia fuerza, su propia auto-organización, y su propia determinación.

La idea de un "gobierno nacional", que incluiría a los diferentes partidos políticos legales y, tal vez, a uno o dos más que los militares no consideraran una amenaza para la estabilidad del país y sus relaciones con aliados importantes, tales como los Estados Unidos y la Unión Europea, es otra trampa. La "oposición legal" es un conjunto de oportunistas débiles y cobardes, comprometidos durante años de connivencia –o de sumisión– con el régimen de Ben Ali.

El pueblo de Túnez no está formado por tontos o niños pequeños que se deje adormecer con palabras hipócritas. No debe desmovilizarse, sino, por el contrario, tiene que intensificar la movilización y darle una expresión organizada y generalizada. No debe darle ningún respiro a los restos del antiguo régimen. No debe permitir que estos bandidos reorganicen una nueva versión "democrática" del viejo régimen. El tiempo de las palabras ya pasó hace mucho. ¡No más intrigas! ¡Abajo el Gobierno! ¡Fin inmediato del Estado de emergencia! ¡Plena libertad de reunión, organización y de expresión! ¡Por una Asamblea Constituyente revolucionaria! ¡Por la disolución inmediata de todos los órganos represivos y juicio popular a los asesinos y torturadores!

Para lograr estas reivindicaciones, se debe organizar una huelga general a nivel nacional. La clase obrera es la única fuerza que tiene el peso necesario para derrocar el antiguo régimen y reconstruir la sociedad de arriba abajo. El proletariado debe ponerse a la cabeza de la sociedad. Esta es la única salida posible. La convocatoria de una huelga general ya ha encontrado eco en las agrupaciones locales de la UGTT. Según algunos informes, ya tuvieron lugar varias huelgas generales en algunas regiones la semana pasada (Kasserine, Sfax, Gabes, Kairuán y Jendouba).

Con miras a preparar una jornada de huelga general hay que formar comités de huelga a todos los niveles: local, regional y nacional. La vida misma nos enseña que la única manera de obtener la libertad y la justicia es a través de la acción directa de las masas. En Túnez la cuestión del poder se plantea abiertamente. Es necesario organizar y movilizar a todo el pueblo para propiciar el derrocamiento decisivo del antiguo régimen.

Ha habido informes de saqueos generalizados durante toda la noche pasada. Esto ha sido claramente organizado por las fuerzas policiales y por agentes provocadores leales a Ben Ali. Quieren crear una situación de caos que les permita hacer fracasar la revolución, para volver al pasado. También hay informes de que se están estableciendo comités barriales de autodefensa.

Los trabajadores deben confraternizar con los soldados que están de su lado. Debe haber un llamamiento a las filas del ejército para que se formen comités de soldados vinculados al pueblo. Los obreros y campesinos deben conseguir armas para su propia defensa y establecer una milicia popular en cada fábrica, barrio y pueblo para mantener el orden y defenderse de los bandidos y contrarrevolucionarios. Esto es crucial para el éxito de la revolución.


El renacimiento del marxismo árabe
No me cabe duda de que habrá gente "inteligente" que por alguna razón peculiar se considera marxista y que dirá que lo que está sucediendo en Túnez "no es una revolución", aunque, hay que decir la verdad, tampoco puede decir lo que es. En su libro La revolución permanente, Trotsky compara a los mencheviques con un viejo profesor de escuela que durante muchos años ha dado lecciones sobre la primavera. Pero una mañana abre la ventana y cuando es recibido por un sol radiante y el canto de los pájaros, cierra la ventana de golpe y declara que estas cosas son una aberración monstruosa de la naturaleza.

Los marxistas genuinos parten de la realidad viviente, no de los esquemas sin vida. La revolución de Túnez, en muchos aspectos, se parece a la revolución de febrero de Rusia en 1917. La Revolución ha comenzado claramente, pero no está completada. Ha logrado derrocar el régimen anterior, pero aún no ha sido capaz de poner nada en su lugar. Por lo tanto, es posible que la revolución pueda ser derrotada, particularmente ante la ausencia de una dirección auténticamente revolucionaria.

Si no hubiera sido por la presencia del Partido Bolchevique, la revolución de febrero habría terminado en una derrota. Por otra parte, si no hubiera sido por la presencia de Lenin y Trotsky, el Partido Bolchevique habría sido incapaz de ejercer el papel que jugó. La dirección habría sido ejercida por los dirigentes reformistas de los Soviets, y la revolución habría terminado en un naufragio. Si eso hubiera ocurrido, no habría ninguna duda de que esos mismos marxistas "inteligentes" habrían estado escribiendo montones de manuales, explicando que, por supuesto, no hubo ninguna revolución en Rusia, por las razones a, b, c y d.

Cuando estaba preparando este artículo y leía diferentes informes en Internet, me puse a leer algunos blogs anarquistas. Me ha interesado ver que hay personas "inteligentes", no sólo entre los marxistas, sino también entre los anarquistas. El autor del blog antes mencionado, se quejaba amargamente de la falta de apoyo a la revolución en Túnez debido a que no se ajusta a sus prejuicios anarquistas. Por lo menos tiene instintos revolucionarios saludables, a diferencia de los pedantes que se niegan a dar a la revolución tunecina un certificado de nacimiento, debido a que no se adecua a sus estúpidas ideas preconcebidas.

Durante décadas, se ha cultivado cuidadosamente la idea de que no hay base para el socialismo y el marxismo entre las masas de Oriente Medio y del norte de África. En la medida en que hay alguna oposición –dice el argumento– esta aparece bajo la bandera del fundamentalismo islámico. Pero este argumento es falso de raíz y está desmentido por los acontecimientos de Túnez. Las mujeres jóvenes que salieron a las calles para enfrentarse a la policía no llevaban el burka. Son personas educadas e inteligentes que hablan un buen francés e inglés. No exigen la introducción de la ley sharia, sino derechos democráticos y puestos de trabajo.

Esos llamados izquierdistas que han estado flirteando con el fundamentalismo islámico demuestran un desprecio por el nivel de comprensión de los trabajadores y la juventud árabes. Retratar a los fundamentalistas como una tendencia revolucionaria es una traición a la causa del socialismo. La futura revolución árabe se llevará a cabo no bajo la bandera negra del fundamentalismo islámico, sino bajo la bandera roja del socialismo.

En el pasado hubo una fuerte tradición socialista y comunista en el mundo árabe. Pero los crímenes del estalinismo tuvieron su efecto más terrible en esta parte del mundo. Los partidos comunistas de masas de Irak y Sudán fueron destruidos por la política traidora de las "dos etapas", que entregó el poder en un plato a los llamados burgueses progresistas, como Kassim y Nimeiri. Esto llevó a la aniquilación de la vanguardia comunista y a la consolidación de los regímenes dictatoriales, como el de Saddam Hussein, con todo lo que esto implicó para los pueblos del Medio Oriente.

La naturaleza aborrece el vacío. Lo mismo puede decirse de la política. El vacío dejado por el colapso del estalinismo dio paso a los fundamentalistas islámicos, que se presentan como "anti-imperialistas", a pesar del hecho de que fueron apoyados y financiados por el imperialismo de EE.UU. para combatir el "comunismo" y luchar contra las fuerzas soviéticas en Afganistán. Basta recordar que Osama Bin Laden fue un agente de la CIA hasta que se peleó con sus viejos amigos de Washington.

En la manifestación de Bruselas de esta tarde (15 de enero), un camarada informó de una conversación que mantuvo con una mujer mayor tunecina. Ella le preguntó: "¿has visto hombres con barbas largas en nuestras manifestaciones en Túnez? ¡No! Porque no necesitamos a esas personas para liberarnos". Los fundamentalistas siempre han sido utilizados como un medio para desviar a las masas de la revolución socialista. No es casualidad que a Rashid Ghannoushi, un líder islámico, se le haya permitido volver del exilio y ahora se le está promocionando en los medios de comunicación tunecinos. Muchos están diciendo: "¡no echamos a Ben Ali para que ahora vengan los islamistas!".

Es muy importante subrayar que esta es la primera vez que un dictador árabe ha sido derrocado por su propio pueblo sin una intervención exterior. Esto representa una ruptura decisiva con una visión fatalista que, lamentablemente, se ha extendido en el mundo árabe y que dice: "sí, ha habido muchas luchas pero siempre fuimos derrotados". Es significativo que en la manifestación de hoy en Bruselas el lema principal que se coreaba era: "¡Sí podemos!"

En cuanto a las repercusiones en otros países, un activista del movimiento, escribiendo en nawaat.org, una de las voces de la insurrección, tenía esto que decir: "el pueblo tunecino ha dado una lección a todo el mundo y, en particular, a los oprimidos del mundo árabe: no esperes nada de nadie y sí todo de ti mismo, y supera el miedo que paraliza tu voluntad y tu energía".

Las tradiciones socialistas siguen vivas y reúnen fuerza. Una nueva generación de activistas árabes está creciendo en las condiciones de crisis del capitalismo. En el curso de la lucha están aprendiendo rápido. Lo que están buscando es las ideas del marxismo. La magnífica obra de Marxy.com (la web en lengua árabe de la Corriente Marxista Internacional) está empezando a producir resultados importantes, no sólo en la defensa de las ideas y los principios del marxismo, sino en la organización revolucionaria práctica del trabajo y la solidaridad, como demuestra su campaña de apoyo a la revolución tunecina.

Ayer por la tarde, en el programa de la televisión tunecina Nessma (la mayor televisión del Magreb) con intelectuales y periodistas se preguntó acerca de cómo devolver al pueblo la riqueza que la familia de Ben Ali había robado a la gente. Un periodista dijo: debemos nacionalizar los bancos y todos los activos del clan Trabelsi. Entonces, uno mencionó el artículo “La primavera tunecina", y otro espontáneamente añadió: "sí conocemos ese artículo marxista (refiriéndose al título del primer artículo en Marxy.com sobre la insurrección tunecina) pero no hemos llegado todavía a esa primavera".

Esta es una pequeña anécdota, pero revela el eco que las ideas del marxismo están alcanzando en la izquierda de Túnez. Lo que hemos presenciado en Túnez es nada menos que los inicios de la revolución árabe, un evento colosal que va a cambiar el curso de la historia mundial. De un país a otro, las llamas de la revuelta se extenderán desde el Atlántico al Éufrates. El movimiento revolucionario se desarrollará y madurará, para levantarse al nivel de las tareas exigidas por la historia. Luchando codo a codo con las masas, las fuerzas del marxismo crecerán con ellas. La revolución árabe triunfará como una revolución socialista o no triunfará en absoluto.

¡Abajo el régimen de Fued Mebaza!
¡Plenos derechos democráticos, ya!
¡Por una Asamblea Constituyente revolucionaria!
¡Por la expropiación de todos los bienes robados por la camarilla de los Trabelsi!
¡Victoria para los trabajadores y la juventud de Túnez!
¡Viva la Revolución Socialista árabe!











17 de enero, 2011
en www.marxist.com












martes, enero 25, 2011

“La casa y la hojarasca”, de Juan Carlos Lázaro







La hojarasca y el agua detenida
son todo lo vivo y lo real
de este patio y de esta casa.
El resto son fantasmas.
Que lo diga sino el centinela rojo
que dormita en el torreón de la esquina
y que sueña con la próxima batalla.
La sombra del general
se mueve tras las persianas.
Con él van su kepí, sus charreteras,
su sable, sus botas, su capa.
En su recámara crepuscular
a la luz de una vela escribe
con mano trémula: “A la patria…”.
El caballo blanco relincha,
agita su cola en el aire
espantando a una mosca lunática.
Una criada vestida de luto, pálida,
prepara la mesa para la cena
a la que sólo acuden
entre candelabros dorados
el pasado, el polvo, la nada.
El resto son fantasmas.




en La casa y la hojarasca, 2001















lunes, enero 24, 2011

"Monedas", de Armando Rubio




Engominado, pulcro,
penetro en las iglesias
altivamente cirio
con mi cara de hostia
dominguera.


Y me arrodillo,
y me confieso, y me persigno,
y regreso a la calle
para comprar barquillos
con monedas hurtadas al abuelo.





domingo, enero 23, 2011

“Un hombre que duerme”, de Georges Perec

Fragmento inicial






Apenas cierras los ojos, comienza la aventura del sueño. A la familiar penumbra de la habitación, volumen oscuro cortado por algunos detalles, donde tu memoria identifica sin esfuerzo los caminos que has recorrido mil veces, trazándolos a partir del cuadrado opaco de la ventana, resucitando el lavamanos a partir de un reflejo, la repisa a partir de la sombra un poco más clara de un libro, identificando la masa más negra de la ropa colgada, sucede, al cabo de un cierto tiempo, un espacio de dos dimensiones, como un cuadro sin límites definidos que formase un ángulo muy pequeño con el plano de tus ojos, como si reposara, no completamente perpendicular, sobre el puente de tu nariz, y que, al principio, puede parecerte de un gris uniforme, o más bien neutro, sin colorines ni formas, pero que, con bastante rapidez sin duda, se revela poseedor al menos de dos propiedades: la primera es que se oscurece más o menos según la mayor o menor fuerza con la que cierras los párpados, como si, más exactamente, la contracción que ejerces sobre la línea de tus cejas cuando cierras los ojos tuviera el efecto de modificar la inclinación del plano con respecto a tu cuerpo, como si la línea de tus cejas constituyera su eje y, por consiguiente, a pesar de que esta consecuencia no parezca demostrable más que por la evidencia misma, de modificar la densidad, o la calidad, de la oscuridad que percibes; la segunda es que la superficie de este espacio no es regular en absoluto, o, más exactamente, que la distribución, el reparto de la oscuridad no se efectúa de manera homogénea: la zona superior es manifiestamente más oscura, la zona inferior, que te parece la más cercana, aunque a estas alturas, evidentemente, las nociones de cercano y lejano, arriba y abajo, delante y detrás, han dejado de ser muy precisas, es, por un lado, mucho más gris, es decir, no mucho más neutra como lo crees al principio, sino sorprendentemente mucho más blanca, y por otro lado contiene, o sostiene, uno, dos, o más tipos de bolsas, de cápsulas, algo así como la idea que tienes de una glándula lacrimal, por ejemplo, con bordes finos y ciliados, dentro de los cuales tiemblan, se agitan, se retuercen relámpagos muy muy blancos, algunos muy delgados, como estrías muy finas, algunos mucho más gruesos, casi gordos, como gusanos. Estos relámpagos, aunque el término relámpago resulte absolutamente impropio, poseen la curiosa virtud de no poder ser observados. En cuanto fijas demasiado tu atención en ellos, y es casi imposible no hacerlo, pues al fin y al cabo bailan ante ti y el resto apenas existe, de hecho no hay nada verdaderamente visible aparte del eje de tus cejas y de ese espacio tan vago de dos dimensiones más o menos perceptible en el cual la oscuridad se extiende de manera irregular, pero en cuanto los miras, a pesar de que, por supuesto, esta palabra no significa ya nada, en cuanto intentas, por ejemplo, asegurarte aunque sea un poco de su forma, o de su sustancia, o de un detalle, inevitablemente terminas, con los ojos abiertos, frente a la ventana, rectángulo opaco que vuelve a ser cuadrado, a pesar de que esa o esas bolsas no se le parezcan en nada. Pero éstas reaparecen, y con ellas el espacio más o menos inclinado que se articula sobre tus cejas, poco después de que vuelvas a cerrar los ojos, y, aparentemente, no han cambiado desde la última vez. Sin embargo, no puedes estar completamente seguro de este último punto puesto que, al cabo de un tiempo difícilmente calculable, y aunque nada te permita aún afirmar que hayan desaparecido realmente, puedes comprobar que han palidecido de forma considerable. Se te presenta ahora una especie de grisalla a rayas, que sigue perteneciendo a ese mismo espacio que prolonga más o menos tus cejas, pero, podría decirse, deformado hasta el punto de encontrarse constantemente desplazado hacia la izquierda; puedes mirarlo, explorarlo, sin alterar el conjunto, sin provocar un despertar inmediato, pero eso carece totalmente de interés. Ahora sucede algo a tu derecha, en este caso se trata de una tabla, más o menos detrás, más o menos arriba, más o menos a la derecha. La tabla, evidentemente, no se ve. Solamente sabes que es dura, a pesar de que no te encuentres sobre ella, y precisamente porque te hallas sobre algo muy blando que es tu propio cuerpo. Se produce entonces un fenómeno realmente asombroso: al principio hay tres espacios que nada te permitiría confundir, tu cuerpo-cama, que es blando, horizontal, y blanco, después la línea de tus cejas, que domina un espacio gris, mediocre, oblicuo, y por último, la tabla, que se mantiene inmóvil y muy dura por encima, paralela a ti y quizá accesible. Resulta claro, aunque esto sea lo único que siga siendo claro, que si trepas sobre la tabla, dormirás, que la tabla es el sueño. El principio de la operación es de lo más simple, aunque todo te indica que te hará falta mucho tiempo: habría que reducir la cama y el cuerpo, hasta que no fueran más que un punto, una canica, o bien, lo que es lo mismo, habría que condensar toda la flaccidez del cuerpo, concentrarla en un solo lugar, por ejemplo en algo así como una vértebra lumbar. Pero el cuerpo, en este momento, ya no presenta en absoluto la bella unidad de hace un rato, de hecho, se dispersa en todas las direcciones. Intentas traer hacia el centro un dedo del pie, o el pulgar, o un muslo, pero entonces, cada vez, olvidas una regla: y es que nunca debes perder de vista la dureza de la tabla, que había que proceder con astucia, conducir tu cuerpo sin que éste sospeche absolutamente nada, sin que tú mismo lo sepas con certeza, pero es ya demasiado tarde, cada vez desde hace mucho tiempo es ya demasiado tarde y, curiosa consecuencia, la línea de tus cejas se rompe en dos y en el centro, entre tus dos ojos, como si el eje hubiera sostenido todo el conjunto, como si toda la fuerza de ese eje se concentrase en ese punto, te llega de golpe un dolor preciso, sin lugar a dudas consciente y en el que reconoces inmediatamente la más banal de las jaquecas.





1967















sábado, enero 22, 2011

«La última isla», de Jorge Teillier





De nuevo vida y muerte se confunden
como en el patio de la casa
la entrada de las carretas
con el ruido del balde en el pozo.
De nuevo el cielo recuerda con odio
la herida del relámpago,
y los almendros no quieren pensar
en sus negras raíces.

El silencio no puede seguir siendo mi lenguaje,
pero sólo encuentro esas palabras irreales
que los muertos les dirigen a los astros y a las hormigas,
y de mi memoria desaparecen el amor y la alegría
como la luz de una jarra de agua
lanzada inútilmente contra las tinieblas.

De nuevo sólo se escucha
el crepitar inextinguible de la lluvia
que cae y cae sin saber por qué,
parecida a la anciana solitaria que sigue
tejiendo y tejiendo;
y se quiere huir hacia un pueblo
donde un trompo todavía no deja de girar
esperando que yo lo recoja,
pero donde se ponen los pies
desaparecen los caminos,
y es mejor quedarse inmóvil en este cuarto
pues quizás ha llegado el término del mundo,
y la lluvia es el estéril eco de ese fin,
una canción que tratan de recordar
labios que se deshacen bajo tierra.





en Para ángeles y gorriones, 1956






Versión definitiva en Muertes y maravillas, 1971

















viernes, enero 21, 2011

“El tonel de amontillado”, de Edgar Allan Poe







Había yo soportado hasta donde me era posible las mil ofensas de que Fortunato me hacía objeto, pero cuando se atrevió a insultarme juré que me vengaría. Vosotros, sin embargo, que conocéis harto bien mi alma, no pensaréis que proferí amenaza alguna. Me vengaría a la larga; esto quedaba definitivamente decidido, pero, por lo mismo que era definitivo, excluía toda idea de riesgo. No sólo debía castigar, sino castigar con impunidad. No se repara un agravio cuando el castigo alcanza al reparador, y tampoco es reparado si el vengador no es capaz de mostrarse como tal a quien lo ha ofendido.

Téngase en cuenta que ni mediante hechos ni palabras había yo dado motivo a Fortunato para dudar de mi buena disposición. Tal como me lo había propuesto, seguí sonriente ante él, sin que se diera cuenta de que mi sonrisa procedía, ahora, de la idea de su inmolación.

Un punto débil tenía este Fortunato, aunque en otros sentidos era hombre de respetar y aun de temer. Enorgullecíase de ser un connaisseur en materia de vinos. Pocos italianos poseen la capacidad del verdadero virtuoso. En su mayor parte, el entusiasmo que fingen se adapta al momento y a la oportunidad, a fin de engañar a los millonarios ingleses y austriacos. En pintura y en alhajas Fortunato era un impostor, como todos sus compatriotas; pero en lo referente a vinos añejos procedía con sinceridad. No era yo diferente de él en este sentido; experto en vendimias italianas, compraba con largueza todos los vinos que podía.

Anochecía ya, una tarde en que la semana de carnaval llegaba a su locura más extrema, cuando encontré a mi amigo. Acercóseme con excesiva cordialidad, pues había estado bebiendo en demasía. Disfrazado de bufón, llevaba un ajustado traje a rayas y lucía en la cabeza el cónico gorro de cascabeles. Me sentí tan contento al verle, que me pareció que no terminaría nunca de estrechar su mano.

—Mi querido Fortunato —le dije—, ¡qué suerte haberte encontrado! ¡Qué buen semblante tienes! Figúrate que acabo de recibir un barril de vino que pasa por amontillado, pero tengo mis dudas.
—¿Cómo?,—exclamó Fortunato—. ¿Amontillado? ¿Un barril? ¡Imposible! ¡Y a mitad de carnaval...!
—Tengo mis dudas —insistí—, pero he sido lo bastante tonto como para pagar su precio sin consultarte antes. No pude dar contigo y tenía miedo de echar a perder un buen negocio.
—¡Amontillado!
—Tengo mis dudas.
—¡Amontillado!
—Y quiero salir de ellas.
—¡Amontillado!
—Como estás ocupado, me voy a buscar a Lucresi. Si hay alguien con sentido crítico, es él. Me dirá que...
—Lucresi es incapaz de distinguir entre amontillado y jerez.
—Y sin embargo no faltan tontos que afirman que su gusto es comparable al tuyo.
—¡Ven! ¡Vamos!
—¿Adónde?
—A tu bodega.
—No, amigo mío. No quiero aprovecharme de tu bondad. Noto que estás ocupado, y Lucresi...
—No tengo nada que hacer; vamos.
—No, amigo mío. No se trata de tus ocupaciones, pero veo que tienes un fuerte catarro. Las criptas son terriblemente húmedas y están cubiertas de salitre.
—Vamos lo mismo. Este catarro no es nada. ¡Amontillado! Te has dejado engañar. En cuanto a Lucresi, es incapaz de distinguir entre jerez y amontillado.

Mientras decía esto, Fortunato me tomó del brazo. Yo me puse un antifaz de seda negra y, ciñéndome una roquelaure, dejé que me llevara apresuradamente a mi palazzo.

No encontramos sirvientes en mi morada; habíanse escapado para festejar alegremente el carnaval. Como les había dicho que no volvería hasta la mañana siguiente, dándoles órdenes expresas de no moverse de casa, estaba bien seguro de que todos ellos se habían marchado de inmediato apenas les hube vuelto la espalda.

Saqué dos antorchas de sus anillas y, entregando una a Fortunato, le conduje a través de múltiples habitaciones hasta la arcada que daba acceso a las criptas. Descendimos una larga escalera de caracol, mientras yo recomendaba a mi amigo que bajara con precaución. Llegamos por fin al fondo y pisamos juntos el húmedo suelo de las catacumbas de los Montresors.

Mi amigo caminaba tambaleándose, y al moverse tintinearon los cascabeles de su gorro.

—El tonel —dijo…
—Está más delante —contesté—, pero observa las blancas telarañas que brillan en las paredes de estas cavernas.

Se volvió hacía mí y me miró en los ojos con veladas pupilas, que destilaban el flujo de su embriaguez.

—¿Salitre? —preguntó, después de un momento.
—Salitre —repuse—. ¿Desde cuándo tienes esa tos?

El violento acceso impidió a mi pobre amigo contestarme durante varios minutos.

—No es nada —dijo por fin.
—Vamos —declaré con decisión—. Volvámonos; tu salud es preciosa. Eres rico, respetado, admirado, querido; eres feliz como en un tiempo lo fui yo. Tu desaparición sería lamentada, cosa que no ocurriría en mi caso. Volvamos, pues, de lo contrario, te enfermarás y no quiero tener esa responsabilidad. Además está Lucresi, que...
—¡Basta! —dijo Fortunato—. Esta tos no es nada y no me matará. No voy a morir de un acceso de tos.
—Ciertamente que no —repuse—. No quería alarmarte innecesariamente. Un trago de este Medoc nos protegerá de la humedad.

Rompí el cuello de una botella que había extraído de una larga hilera de la misma clase colocada en el suelo.

—Bebe —agregué, presentándole el vino.

Mirándome de soslayo, alzó la botella hasta sus labios. Detúvose y me hizo un gesto familiar, mientras tintineaban sus cascabeles.

—Brindo —dijo— por los enterrados que reposan en torno de nosotros.
—Y yo brindo por que tengas una larga vida.

Otra vez me tomó del brazo y seguimos adelante.

—Estas criptas son enormes —observó Fortunato.
—Los Montresors —repliqué— fueron una distinguida y numerosa familia.
—He olvidado vuestras armas.
—Un gran pie humano de oro en campo de azur; el pie aplasta una serpiente rampante, cuyas garras se hunden en el talón.
—¿Y el lema?
Nemo me impune lacessit.
—¡Muy bien! —dijo Fortunato.

Chispeaba el vino en sus ojos y tintineaban los cascabeles. El Medoc había estimulado también mi fantasía. Dejamos atrás largos muros formados por esqueletos apilados, entre los cuales aparecían también toneles y pipas, hasta llegar a la parte más recóndita de las catacumbas. Me detuve otra vez, atreviéndome ahora a tomar del brazo a Fortunato por encima del codo.

—¡Mira cómo el salitre va en aumento! —dije—. Abunda como el moho en las criptas. Estamos debajo del lecho del río. Las gotas de humedad caen entre los huesos... Ven, volvámonos antes de que sea demasiado tarde. La tos...
—No es nada —dijo Fortunato—. Sigamos adelante, pero bebamos antes otro trago de Medoc.

Rompí el cuello de un frasco de De Grâve y se lo alcancé. Vaciólo de un trago y sus ojos se llenaron de una luz salvaje. Riéndose, lanzó la botella hacia arriba, gesticulando en una forma que no entendí.

Lo miré, sorprendido. Repitió el movimiento, un movimiento grotesco.

—¿No comprendes?
—No —repuse.
—Entonces no eres de la hermandad.
—¿Cómo?
—No eres un masón.
—¡Oh, sí! —exclamé—. ¡Sí lo soy!
—¿Tú, un masón? ¡Imposible!
—Un masón —insistí.
—Haz un signo —dijo él—. Un signo.
—Mira —repuse, extrayendo de entre los pliegues de mi roquelaure una pala de albañil.
—Te estás burlando —exclamó Fortunato, retrocediendo algunos pasos—. Pero vamos a ver ese amontillado.
—Puesto que lo quieres —dije, guardando el utensilio y ofreciendo otra vez mi brazo a Fortunato, que se apoyó pesadamente. Continuamos nuestro camino en busca del amontillado. Pasamos bajo una hilera de arcos muy bajos, descendimos, seguimos adelante y, luego de bajar otra vez, llegamos a una profunda cripta, donde el aire estaba tan viciado que nuestras antorchas dejaron de llamear y apenas alumbraban.

En el extremo más alejado de la cripta se veía otra menos espaciosa. Contra sus paredes se habían apilado restos humanos que subían hasta la bóveda, como puede verse en las grandes catacumbas de París. Tres lados de esa cripta interior aparecían ornamentados de esta manera. En el cuarto, los huesos se habían desplomado y yacían dispersos en el suelo, formando en una parte un amontonamiento bastante grande. Dentro del muro así expuesto por la caída de los huesos, vimos otra cripta o nicho interior, cuya profundidad sería de unos cuatro pies, mientras su ancho era de tres y su alto de seis o siete. Parecía haber sido construida sin ningún propósito especial, ya que sólo constituía el intervalo entre dos de los colosales soportes del techo de las catacumbas, y formaba su parte posterior la pared, de sólido granito, que las limitaba.

Fue inútil que Fortunato, alzando su mortecina antorcha, tratara de ver en lo hondo del nicho. La débil luz no permitía adivinar dónde terminaba.

—Continúa —dije—. Allí está el amontillado. En cuanto a Lucresi...
—Es un ignorante —interrumpió mi amigo, mientras avanzaba tambaleándose y yo le seguía pegado a sus talones. En un instante llegó al fondo del nicho y, al ver que la roca interrumpía su marcha, se detuvo como atontado. Un segundo más tarde quedaba encadenado al granito. Había en la roca dos argollas de hierro, separadas horizontalmente por unos dos pies. De una de ellas colgaba una cadena corta; de la otra, un candado. Pasándole la cadena alrededor de la cintura, me bastaron apenas unos segundos para aherrojarlo. Demasiado estupefacto estaba para resistirse. Extraje la llave y salí del nicho.
—Pasa tu mano por la pared —dije— y sentirás el salitre. Te aseguro que hay mucha humedad. Una vez más, te imploro que volvamos. ¿No quieres? Pues entonces, tendré que dejarte. Pero antes he de ofrecerte todos mis servicios.
—¡El amontillado! —exclamó mi amigo, que no había vuelto aún de su estupefacción.
—Es cierto —repliqué—. El amontillado.

Mientras decía esas palabras, fui hasta el montón de huesos de que ya he hablado. Echándolos a un lado, puse en descubierto una cantidad de bloques de piedra y de mortero. Con estos materiales y con ayuda de mi pala de albañil comencé vigorosamente a cerrar la entrada del nicho.

Apenas había colocado la primera hilera de mampostería, advertí que la embriaguez de Fortunato se había disipado en buena parte. La primera indicación nació de un quejido profundo que venía de lo hondo del nicho. No era el grito de un borracho. Siguió un largo y obstinado silencio. Puse la segunda hilera, la tercera y la cuarta; entonces oí la furiosa vibración de la cadena. El ruido duró varios minutos, durante los cuales, y para poder escucharlo con más comodidad, interrumpí mi labor y me senté sobre los huesos. Cuando, por fin, cesó el resonar de la cadena, tomé de nuevo mi pala y terminé sin interrupción la quinta, la sexta y la séptima hilera. La pared me llegaba ahora hasta el pecho. Detúveme nuevamente y, alzando la antorcha sobre la mampostería, proyecté sus débiles rayos sobre la figura allí encerrada.

Una sucesión de agudos y penetrantes alaridos, brotando súbitamente de la garganta de aquella forma encadenada, me hicieron retroceder con violencia. Vacilé un instante y temblé. Desenvainando mi espada, me puse a tantear con ella el interior del nicho, pero me bastó una rápida reflexión para tranquilizarme. Apoyé la mano sobre la sólida muralla de la catacumba y me sentí satisfecho. Volví a acercarme al nicho y contesté con mis alaridos a aquel que clamaba. Fui su eco, lo ayudé, lo sobrepujé en volumen y en fuerza. Sí, así lo hice, y sus gritos acabaron por cesar.

Ya era medianoche y mi tarea llegaba a su término. Había completado la octava, la novena y la décima hilera. Terminé una parte de la undécima y última; sólo quedaba por colocar y fijar una sola piedra. Luché con su peso y la coloqué parcialmente en posición. Pero entonces brotó desde el nicho una risa apagada que hizo erizar mis cabellos. La sucedió una voz lamentable, en la que me costó reconocer la del noble Fortunato.

—¡Ja, ja... ja, ja! ¡Una excelente broma, por cierto... una excelente broma...! ¡Cómo vamos a reírnos en el palazzo... ja, ja... mientras bebamos... ja, ja!
—¡El amontillado! —dije.
—¡Ja, ja...! ¡Sí... el amontillado...! Pero... ¿no se está haciendo tarde? ¿No nos estarán esperando en el palazzo... mi esposa y los demás? ¡Vámonos!
—Sí—dije—. Vámonos.
—¡Por el amor de Dios, Montresor!
—Sí —dije—. Por el amor de Dios.

Esperé en vano la respuesta a mis palabras. Me impacienté y llamé en voz alta:

—¡Fortunato!

Silencio. Llamé otra vez.

—¡Fortunato!

No hubo respuesta. Pasé una antorcha por la abertura y la dejé caer dentro. Sólo me fue devuelto un tintinear de cascabeles. Sentí que una náusea me envolvía; su causa era la humedad de las catacumbas. Me apresuré a terminar mi trabajo. Puse la última piedra en su sitio y la fijé con el mortero. Contra la nueva mampostería volví a alzar la antigua pila de huesos. Durante medio siglo, ningún mortal los ha perturbado. ¡Requiescat in pace!







Publicado por primera vez en 1846