Después de presenciar en Estocolmo la entrega del Premio Nobel de
Literatura 1971 a
Pablo Neruda, viajé con él y con su mujer, Matilde Urrutia, hasta Varsovia,
donde se estrenaba su obra teatral Fulgor y muerte de Joaquín
Murrieta. A los sesenta y siete años, Pablo Neruda, doblemente consagrado como
Premio Nobel y como embajador de Chile en Francia, fue recibido calurosamente,
tanto en Varsovia como en Estocolmo, por intelectuales, reporteros y
fotógrafos. Pero Neruda, un poeta para quien “la vida es un regalo”, siempre ha
sido una personalidad carismática. Como dice Margarita Aguirre en Las vidas de Pablo Neruda:
“Es un hombre al que no se puede mirar en vano. Deslumbran su fuerza, su
calidez humana, y es como si algo magnético, una misteriosa atracción, nos
atara a su presencia”.
Cuando conocí a Neruda, en el año 1966, en Nueva York, también era
el centro de la atracción en el Congreso del PEN Club Internacional;
dondequiera que leía su poesía, ya sea en la sala repleta del Poetry Center o
en una tertulia íntima de amigos, se creaba un magnetismo entre el poeta, la
poesía y los oyentes. Sin embargo, de todos los Nerudas que he visto, al que
mejor conozco es al que entrevisté en su casa de Isla Negra, donde me hospedé
durante las dos últimas semanas de su campaña política como candidato
presidencial por el Partido Comunista de Chile. Neruda, como se sabe, ante una
izquierda dividida, retiró su candidatura para apoyar al candidato socialista
Salvador Allende. Isla Negra ni es isla ni es negra. Es una hermosa y elegante
playa chilena situada a unos cuarenta kilómetros al sur de Valparaíso y a dos
horas en automóvil desde Santiago. Nadie sabe cuál es el origen del nombre,
pero Neruda lo atribuye a unas grandes rocas negras, vagamente delineadas como
islas, que se ven desde la terraza de su casa. Hace treinta años, cuando Isla
Negra era un lugar completamente desconocido y desolado, Neruda compró con
dinero que había ganado con su poesía un terreno de seis mil metros cuadrados
sobre la playa, con una casita de piedra en la cima de una loma. “Luego la casa
fue creciendo, como la gente, como los árboles”. Tiene también otras casas, una
sobre el cerro San Cristóbal, en Santiago, y otra en Valparaíso, la cual ha
sido dañada por los temblores recientes. Para decorarlas el poeta recorre, en
cualquier parte del mundo que esté, casas de antigüedades y de trastos viejos
especializadas en demoliciones, en busca de toda clase de objetos, desde
puertas y ventanas hasta mascarones de proa, sextantes, faroles, campanas,
anclas, caracoles. Cada objeto que posee le recuerda una anécdota. “¿No se
parece a Stalin?”, pregunta, señalando el busto del filibustero Henry Morgan
que cuelga de una pared, del comedor de Isla Negra. “Un anticuario, en París,
no me lo quería vender, pero cuando se enteró de que yo era chileno me preguntó
si conocía a Pablo Neruda. Fue así como conseguí que me lo vendiera”.
En Isla Negra, cerca del mar (elemento recurrente en su poesía),
es donde Neruda, el “navegante terrestre”, y Matilde, su tercera esposa
(“Patoja”, como él la llama cariñosamente, la “musa” a quien ha dedicado tantas
poemas de amor), han establecido su residencia permanente. Alto, fornido,
medio calvo, de tez olivácea, sus rasgos más distintivos son una nariz
prominente y los ojos castaños, grandes y aletargados. Sus movimientos son
pausados pero firmes. Apoyado en un bastón de madera rústica y cubierto de un
largo poncho argentino, suele hacer largos paseos a pie. Habla con voz
cadenciosa, pero sin afectación. “El suyo es un tono muy particular, carnoso y
de una matización inacabable —escribió el chileno José Santos González Vera—.
Uno se acostumbra a su voz y al releer sus versos se la siente... Oyendo a los
indias, me vino el recuerdo del acento nerudiano”.
A Neruda le gusta recibir a sus amigos y siempre hay un lugar en
la mesa para el convidado de último momento. Por lo general los atiende en el
bar, al que se entra desde una terraza que da al mar, pasando por un pequeño
corredor. En el suelo del corredor hay un bidé victoriano y un viejo órgano de
viento; en las ventanas, sobre hileras de estantes, una colección de botellas
de todas formas y colores. El bar, con grandes ventanales que dan al mar, está
decorado con lámparas y pinturas marinas; los muebles, como los de un barco,
están fijos en el suelo. El techo está cruzado por vigas de raulí; en cada una
de ellas el “poeta carpintero” ha escrito con tiza los nombres de sus queridos
amigos ya muertos: Federico (García Lorca), Paul Eluard, Alberti, Miguel
Hernández, Ortiz de Zárate..., los cuales luego fueron grabados en la madera
por “Rafita..., el poeta de la carpintería”. Una fotografía de Twiggy se
extiende desde el arco de entrada hasta el suelo. Sobre una pared hay dos
carteles, obras de sus adversarios. En uno, traído de un viaje a Caracas, se
lee “Neruda, go home”, en otro (la tapa de una revista argentina), debajo de
su fotografía dice: “Neruda, ¿por qué no se suicida?”. Detrás del mostrador,
sobre el estante de los licores, se anuncia: “No se fía.” Neruda prepara toda
clase de bebidas para sus convidados aunque él sólo toma whisky o vino. Cuenta
que se acostumbró a tomar whisky durante sus años de cónsul en la India, donde era la bebida
más barata. Las comidas son típicamente chilenas. Algunas de ellas han sido
mencionadas por Neruda en su poesía: un caldillo de congrio, un pescado
cubierto con delicada salsa de tomates y camarones, un pastel de carne. El
vino, siempre chileno, se sirve a veces de una jarra de porcelana en forma de
pájaro que canta cuando se vierte. Durante el verano se almuerza en la galería
frente al jardín de entrada donde se destaca “El locomóvil: Tan poderoso, tan
triguero, tan procreador y silbador y rugidor y tronador! Lo quiero porque se
parece a Walt Whitman”.
Suele leer sus poesías a los amigos. Un mediodía, en el bar, leyó
el poema “Meditación sobre la
Sierra Maestra”, de su libro Canción
de Gesta. “Este poema autobiográfico y político —explicó— se supone que ha
sido escrito en el año 2000 d. de C., cuando ya se ha completado la Revolución Americana.
El poema empieza entonces y retrocede a nuestra era”. Después de leerlo propuso
celebrar el día con un “happening”. Para esta ocasión preparó, con cerezas y
vino espumante blanco, una bebida que tomamos sentados en un pequeño bote, Marval de Isla Negra, que está sobre el césped de la terraza, frente al mar. Con nosotros
estaban los Solimano, viejos amigos que escondieron en su casa a Neruda en 1948
cuando era buscado por la policía porque en su famoso panfleto “Yo acuso”,
Neruda había criticado duramente ante el Senado a Gabriel González Videla,
entonces presidente de Chile...
Para Neruda no existe una línea divisoria entre su poesía y su
política. Como dijo al aceptar la candidatura presidencial: “Nunca he
concebido mi vida como dividida entre la poesía y la política... Soy un chileno
que a lo largo de todo el siglo ha conocido las desventuras y las dificultades
de nuestra existencia nacional y que ha participado en cada uno de los dolores
y alegrías del pueblo. Soy miembro de una familia de trabajadores que repartieron
sus ásperas jornadas entre el centro y el sur del territorio. Jamás estuve con
los poderosos y siempre sentí que mi vocación y mi tarea era servir al pueblo
de Chile con mi acción y mi poesía. He vivido cantándolo y defendiéndolo”.
Las conversaciones que forman nuestra entrevista se llevaron a
cabo en breves sesiones. Por las mañanas, después de que Neruda tomaba el
desayuno en su cuarto, nos reuníamos en la biblioteca, en un ala nueva de la
casa. Yo esperaba mientras él contestaba su correspondencia, componía un poema
o corregía las galeradas de una nueva edición chilena de su libro Veinte poemas de amor y una
canción desesperada, publicado por primera vez en 1924, y del que se han
vendido más de dos millones de ejemplares. Los poemas nuevos los escribe, con
tinta verde, en un cuaderno. Puede componer un poema largo en un tiempo breve
haciendo sólo pequeñas correcciones. Luego Homero Arce, su secretario y amigo
desde hace más de cincuenta años, transcribe los poemas a máquina. Solíamos
encontrarnos para trabajar en “la covacha”, un pequeño cuarto de la biblioteca.
Neruda, pausadamente, contestaba a mis preguntas como hablando para sí. La
única vez que lo vi impacientarse fue cuando su sobrina Alicia Urrutia lo
interrumpió, en el momento en que estaba describiendo apasionadamente la
historia de Chile, para anunciarle que tenía un llamado telefónico urgente (el
único teléfono de Isla Negra está en la hostería, a unos cinco minutos a pie de
la casa).
Por las tardes, después de su siesta diaria, sentado en un banco
de piedra que está frente al mar, Neruda hablaba sosteniendo en sus manos el
micrófono de la grabadora, la cual recogió, además de su voz, “la voz del mar”
que “retumba como un combate antiguo”, que “canta y golpea”, que “no está de
acuerdo”.
¿Por qué cambió su nombre y por qué eligió el de
Pablo Neruda?
Ya no me acuerdo de qué se trata. Yo tenía 13 o 14 años. Recuerdo
que a mi padre le molestaba mucho que yo escribiera, con la mejor de las
intenciones; porque él pensaba que eso de escribir llevaría a la destrucción de
la familia y de mi persona, y que, especialmente, me llevaría a la inutilidad
más completa. Es decir, él tenía su razón doméstica para hacerlo, razón que no
pesó mucho en mí, en mi vocación. Y una de las primeras medidas defensivas que
adopté fue la de cambiarme de nombre.
¿Eligió Neruda por el poeta checo Jan Neruda?
No me parece haber conocido el nombre del poeta checo. Eso sí que
por aquellos años leí un pequeño cuento de él. Nunca he leído su poesía. Pero
él tiene un libro que se llama Cuentos de Mala Strana, cuentos sobre la
gente modesta de ese barrio de Praga… Es posible que haya salido de ahí mi
nuevo nombre. Como le digo, el hecho está tan alejado en mi memoria que no lo
recuerdo. Sin embargo, los checos me consideran como uno de ellos, como parte
de su país. Desde ese tiempo tengo una vinculación muy amistosa con los checos.
¿Sabe que Pablo en hebreo quiere decir “el que dice
cosas bellas”?
¿Está segura de eso? Debe ser el otro Pablo, el compañero de
Cristo.
¿Es esta su primera campaña presidencial?
Yo he acompañado a los candidatos de izquierda a la presidencia en
sus giras por todo el país. Acompañé a don Pedro Aguirre Cerda, en 1938. Fue el
triunfo del Frente Popular, el primer gobierno de izquierda que ha habido en la
historia de este país. Había alianza de comunistas; radicales, socialistas,
etc. Desde entonces yo he seguido acompañando a los otros candidatos en sus
giras. El candidato actual del Partido Socialista, Salvador Allende, ha hecho
tres campañas anteriores en las que no ha salido victorioso. Yo lo he
acompañado en esas tres campañas presidenciales a través de todo el país, desde
Arica hasta más allá del estrecho de Magallanes.
¿Es esta su primera campaña presidencial para Pablo
Neruda?
La primera y la última. ¿Quiénes son los poetas políticos que
aspiraron a la presidencia y triunfaron? Nuestro tiempo es una época de poetas
gobernantes, Mao Tsé-tung, Ho Chi Min. Es claro que Mao Tsé-tung tiene otras
cualidades; como sabe, es un magnífico nadador, cosa que a mí me falta. También
hay un gran poeta que es presidente de una república africana (Senegal),
Leópold Senghor, y hay otro que escribe en francés, un poeta surrealista, que
es el alcalde de Fort de France, de la Martinique, Aimé Césaire. Los poetas han
intervenido en mi país siempre en política. Nunca hemos tenido un poeta
presidente de la
República. En América Latina ha habido escritores que han
sido presidentes. Un gran escritor venezolano, Rómulo Callegos, fue presidente
de la República
de Venezuela.
¿Cómo hace sus campañas presidenciales?
En general, el tipo de actos que hacemos nosotros en esta campaña
comienza en los grandes centros urbanos de Santiago, sobre todo en las grandes
barriadas populares donde hay cientos de miles de habitantes. Se coloca un
tablado, donde uno sube. Primero se van presentado ahí canciones folklóricas,
luego una persona del comando explica el alcance estrictamente político de
nuestra campaña. Mi tono para hablar con la gente del pueblo es mucho más
amplio y menos organizado, es un tono más poético. Termino casi siempre leyendo
poesía, Si no leyera poesía la gente se iría decepcionada. Naturalmente, quieren
también escuchar mi pensamiento político, pero no abuso de esta parte política
o económica porque pienso que además tienen necesidad de otra clase de
lenguaje.
Eso se ha dado en los Estados Unidos con Norman
Mailer y Eugene McCarthy.
No sabía yo. Yo siempre he admirado a los antiguos trovadores y
entre los poetas norteamericanos a Carl Sandburg, que tocaba la guitarra y leía
sus poemas. Eso me ha gustado mucho. Hubiera querido hacerlo yo mismo, pero
tengo tan pésimo oído musical que ni siquiera sé entonar la melodía más
sencilla. Me ha sido negado ese don, pero lo que más me gustaría sería tenerlo.
¿Cómo reacciona el pueblo cuando le lee sus poemas?
Yo tengo siempre una gran confianza en el pueblo, y el pueblo
chileno me conoce mucho. Tengo que decir que me quiere de una manera
emocionante. No podría contar los detalles porque serían muchos. Reaccionan
estupendamente, de tal manera que casi no puedo entrar ni salir de algunos
sitios. Tienen que ponerme una guardia especial que me proteja de los abrazos
de la gente porque se precipitan alrededor mío. Esto me sucede en todas partes.
¿No necesita guardaespaldas?
No, no se trata de la guardia que me proteja de un ataque, sino al
contrario. Por ejemplo, entrar al automóvil es una gran dificultad para Matilde
y para mí, porque la multitud nos empuja de un lado a otro, impidiéndonos, con
su efusión, la libertad de movimiento.
¿Existe el temor al ataque físico?
No, ese temor no existe, ni para los candidatos ni para los presidentes.
Nuestros presidentes andan sin escolta en la calle todos los días.
¿Existe la posibilidad de una unidad de la
izquierda?
Sí, la vamos a tener antes de una semana.
¿Cree que será elegido?
No creo, no lo sé tampoco. Nosotros somos muy poco personalistas
en el sentido político, y estamos dispuestos al retiro de mi candidatura en
bien de la unidad. Lo importante es la unidad popular porque de otra manera no
hay posibilidad de victoria. Aquí, los partidos de izquierda, si van separados
a la elección no pueden afrontar las grandes fuerzas de la derecha tradicional,
que tiene un candidato fuertemente apoyado, económicamente. Y el otro
candidato, el de la
Democracia Cristiana, es el candidato oficial del partido del
gobierno. Son cosas poderosas. Está, primero, el dinero, y luego una
candidatura oficial que puede ser ayudada directamente por el gobierno. Sólo un
gran movimiento que una a todos los sectores de la izquierda puede ganarle a
estos dos candidatos.
¿Cuáles serían sus primeras medidas si fuese
elegido presidente?
Está todo escrito en un programa que han suscrito todos los
candidatos de izquierda. Es muy largo detallar, pero desde luego está la
nacionalización de las riquezas naturales del país. Este país tiene la mina de
cobre más grande del mundo, Chuquicamata, y es propiedad norteamericana. La
compañía de teléfonos es norteamericana, la compañía de electricidad es
norteamericana. Los chilenos, cuando encendemos la luz todas las noches,
estamos pagándoles a algunos accionistas que están en Nueva York o en Detroit
que no saben ni que existen los chilenos. No lo digo en forma trágica, porque
esto es más bien cómico. Que en 1970, casi llegando al año 2000, persista este
sistema de colonialismo, es increíble. Las nacionalizaciones son medidas de
sentido común y yo creo que los norteamericanos las esperan.
Pero el país, ¿está preparado para hacerse cargo de
esas compañías?
Como todas estas cosas han cambiado, ya se han superado los
problemas, y se sabe que esto va a pasar. ¿Para qué hacer las cosas en forma
que nos peleemos todos? Todo se debe hablar, notificar, tratar, pero no se
puede ceder. Muchas de las compañías de este país han pagado todas las
inversiones y los técnicos durante mucho tiempo. Por ejemplo, en nuestras
grandes minas de cobre queda muy poco personal norteamericano. En algunas no
llega ni a cinco personas.
¿Son técnicos?
Son algunos técnicos los que quedan, pero todo lo demás lo hacen
técnicos chilenos porque son industrias muy antiguas y los chilenos tienen
amplios conocimientos técnicos. Si se refiere uno a las represalias económicas,
no estamos ya en el tiempo de las represalias económicas. Tienen que entender
los países imperialistas que ha pasado la época de los imperios y que ni las represiones
políticas ni las económicas tienen sentido en nuestra época. Hay que buscar,
aunque duelan, estas medidas, el entendimiento. Es decir, nosotros no queremos,
porque vamos a nacionalizar las minas, un rompimiento con el gobierno
norteamericano ni con los Estados Unidos, No. Tenemos que seguir
entendiéndonos, y entendiéndonos mejor en materia económica y en todo lo demás
sobre la base del respeto mutuo, político y económico.
Si llegara a ser presidente, ¿habría libertad de
prensa?
Desde luego que hay un acuerdo, un programa del gobierno popular
que garantiza la libertad de prensa. Nuestro gobierno popular estaría hecho de
una conjunción de partidos, es decir, será un gobierno pluripartidista, lo que
asegura la diversidad y riqueza de la experiencia de cada una de las
corrientes populares. Nosotros garantizamos en ese programa de gobierno la
libertad de prensa y de opinión.
¿Se siente preparado económica, política y
socialmente para el cargo de la presidencia?
Como ya he dicho, este cargo y nuestro programa es un programa
antipersonalista. Se trata de hacer un gobierno colegiado y colectivo. No
faltarán técnicos y especialistas para cada materia. No depende de que el
presidente sepa más o menos. Naturalmente que no puede ser ni un ignorante ni
un idiota. Pero tampoco puede ser un monarca que disponga todo cuanto se hace,
todo cuanto se propicia. No, un presidente en esta época moderna tiene que
tener consejeros, tiene que tener especialistas, y éstos abundan en nuestro
país. Esto está escrito en nuestro programa. La vigilancia la tendrán las
mismas fuerzas populares para que se realice el programa que se ha prometido al
pueblo chileno. Así que por este lado yo no tengo ningún miedo. En el remoto
caso que yo fuera el elegido no tengo ningún problema personal sobre esto. No
me parece a mí que porque yo soy un poeta esté predestinado a no ser presidente
de la República. No
creo que sea una cosa muy agradable ser presidente de la República, pero los poetas
pueden gobernar con el mismo derecho que los ingenieros, o los industriales, o
los abogados, o los políticos, o los militares, que tantas veces han usurpado
el poder por la buena o por la mala. En fin, yo creo que un poeta también tiene
el derecho a creer que puede cumplir sus deberes con su pueblo y con el
sentimiento de amor y de justicia que al menos debieran tener todos los poetas.
En el año 1933, en una de sus cartas al cuentista
argentino Héctor Eandi le decía: “Políticamente no se puede ser ahora sino comunista
o anticomunista. Las demás doctrinas se han ido desmoronando y cayendo.” ¿A
qué doctrinas se refería?
No recuerdo esa carta, pero supongo que me refería a las doctrinas
anarquistas que tuvieron tanta importancia en una época de mi vida.
Ese pensamiento, ¿tiene validez en la actualidad?
El mismo pensamiento cuenta en cierta forma, no lo podría decir
tan dogmáticamente como en mi juventud, pero más o menos. El anticomunismo
significa siempre un pensamiento reaccionario aunque se vista de apoliticismo o
de izquierdismo.
¿Tiene el Partido Comunista muchos adeptos entre la
juventud?
Muchos. La juventud comunista pasa en este momento por su más alto
periodo de auge en la historia de nuestro partido. Sólo en Santiago tiene más
de veinticinco mil adherentes.
¿Y el MAPU? (Movimiento de Acción Popular Unitaria)
El MAPU es una fracción de la Democracia Cristiana.
Son los de la izquierda católica, un pequeño partido que está recién comenzando
a actuar en la vida política. Se han separado del Partido Demócrata Cristiano
recientemente. Son muy interesantes políticamente. También están los grupos
izquierdizantes.
¿Son éstos los más rebeldes?
Estos tienden al terrorismo y las acciones directas. Son
supervivientes del viejo anarquismo y también tienen que ver con los
movimientos juveniles mundiales de esta época.
¿Qué opina de esos movimientos?
Yo hallo que tienen un principio de gran salud física. Es
importante que la juventud sienta rebeldía. Ahora, si esta rebeldía juvenil
encauza a la acción individualista, personal, directa, desligada de las
organizaciones, desligada del pueblo, sobre todo desligada de la clase obrera,
entonces va mal. Si esta juventud después de su rebeldía tiende a la
comprensión del movimiento obrero y de las grandes organizaciones de la
izquierda, entonces está bien. ¿Qué pienso yo? Muchos de estos jóvenes que no
son una gran cantidad, por lo menos en este país, son jóvenes de las
universidades, casi siempre de familias acomodadas, de la burguesía, de la
pequeña burguesía más próspera. Estos jóvenes, que no son muchos, como digo,
lograrán alguna vez integrarse a las demás fuerzas populares. De otra manera
ellos pasarán de la extrema izquierda a ser campeones de la derecha, campeones
del conservantismo, de la burguesía. Porque esta oscilación pendular de la
juventud siempre ha existido. Yo vengo de una generación en que todos éramos
anarquistas. Traduje los libros anarquistas cuando tenía 16 años. Del francés
traduje a Kropotkin, a Jean Graves y a otros escritores anarquistas. Leía
solamente a los grandes escritores rusos de tipo anárquico, como Andreiev y
otros. En aquel tiempo, nosotros, jóvenes anarquizantes, comenzamos a
descubrir por nuestra propia cuenta que era indispensable una unión con el
movimiento del pueblo, que en ese momento también era de tendencia anarquista.
Era la época de la IWW
(Industrial Workers of the World), y casi todos los sindicatos pertenecían a
esa tendencia, que representaba creo Harry Bridges, uno de los últimos en
Estados Unidos. Este grupo de anarquistas, que tuvo mártires como Sacco y
Vanzetti en Estados Unidos, también en América Latina tuvo enorme importancia.
Pero, ¿qué pasó con la juventud de la época que participaba aun del terrorismo
y que predicaba, como yo mismo lo hacía, el sabotaje, el boicot a las
elecciones, la oposición a los movimientos organizados? ¿Qué pasó? Unos
comprendimos que nuestro camino estaba en la organización, estaba al lado del
movimiento obrero, y otros pasaron directamente a servir los intereses de la
gran burguesía, del capitalismo y del imperialismo. Con el tiempo se pueden
repetir también estos fenómenos. Esta juventud o se integrará al movimiento
popular o se integrará a los enemigos del movimiento popular.
¿No podrían formar un nuevo frente independiente?
¿Independiente de qué? ¿Del proletariado? No creo. En todo caso
sería un frente divisionista que no tendría ninguna cabida, puesto que son muy
grandes los otros movimientos para que uno más o posibles pequeños grupos
lleguen a tener importancia.
¿Cómo se explica que el Partido Comunista chileno
sea el de más importancia en Latinoamérica?
Tuvimos nosotros un gran organizador, se llamó Luis Emilio
Recabarren, un hombre gigantesco, que fundó hace ya 45 o 50 años la prensa
obrera chilena. Es decir, periódicos pequeños que expresaban las inquietudes
del pueblo chileno. Él fundó los primeros sindicatos, las grandes federaciones
sindicales, y él fundó también el Partido Comunista. Fue un hombre
extraordinario. Es un hombre venerado por el pueblo de Chile. Se le considera
como un padre de la patria. Este hombre sentó en su apasionante lucha la base
de un partido orgánico, de un partido incansable qué no se ha desviado ni hacia
la derecha ni hacia el izquierdismo. Que ha buscado siempre el camino para
enfrentar a los enemigos populares y poner la concentración de su fuerza y su
lucha en el apoyo a las masas obreras y campesinas, y este partido ha ido
creciendo en tamaño y en prestigio.
¿No es esta la primera candidatura comunista en
unos 38 años?
Sí, desde hace mucho tiempo nos hemos abstenido de presentar
candidato. Pero ya era necesario que lo hiciéramos. Hemos acompañado a otras
fuerzas para que saliera de los partidos populares una candidatura. Esta vez
lo presentamos nosotros.
¿Tienen hoy más posibilidades?
Somos el partido mayoritario de la izquierda de Chile, por lo
tanto tenemos tantas posibilidades como los demás partidos.
¿Justifica la violencia?
Hay violencia y violencia. En los países que están dominados por
el terror y la violencia fascista yo justifico todos los medios para salir de
esa situación. ¿Qué posibilidades hay cuando gobierna gente delincuente como en
el caso de Papá Doc en Haití? Ahí están llenas desde hace mucho tiempo las
cárceles de presos políticos, como en el Paraguay. Cada pueblo debe escoger su
camino. No se puede decir “no creo en la violencia” como un axioma general
político. La violencia, es decir, la unión de las fuerzas revolucionarias en un
país para cambiar el orden establecido, puede ser precedida por una conjunción
de fuerzas que acompañen un movimiento de esta clase. Pero la violencia creada
individualmente, solitariamente, en general resulta fracasada y además
posibilita la represión antipopular. Sin contar que muchos de los actos terroristas
son organizados desde hace siglos por la policía.
¿Sería necesaria la violencia en Chile?
No podemos ni siquiera pensar en tal cosa puesto que podemos
hablar y decir cuanto queremos. Sería demencial propiciar una solución de
violencia.
Usted ha pasado momentos muy difíciles en Chile...
Son momentos escasos en la historia de Chile y nosotros los
chilenos conocemos mucho nuestra historia. Sabemos que cualquier represión de
la clase que yo sufrí (yo pagué consecuencias y fui perseguido) es un estado
transitorio, y siempre el que hace la represión, el que hace la violencia, la
paga. Es decir que el acto de violencia, viniendo de los gobiernos de Chile, en
vez de fortificarlos los debilita profundamente.
¿Cree que el socialismo podría rescatar a la
América Latina del colonialismo y subdesarrollo? ¿Por qué?
Naturalmente que el único sistema que puede rescatar a la América Latina de su
tremendo atraso es el socialismo. Hay que superar todos los ensayos que se han
hecho en estos países, casi siempre dirigidos más bien a mantener la
explotación colonial y la sangría de nuestros pueblos hacia la metrópoli del
capitalismo. El socialismo tiene una fuerza creadora, representa una revolución
de tipo que se acomoda enteramente a los problemas de América Latina. Tenemos,
además, un continente sin grandes tradiciones, por lo tanto la fertilidad creadora
del socialismo tendrá aquí una nueva forma, tendrá características
extraordinarias.
Es decir, tendrá una línea propia, sin ser ni la rusa,
ni la maoísta, ni la castrista.
El marxismo nos enseña que el desarrollo de la sociedad tiene que
adaptarse a su historia, a su medio, a toda la vida de su gente, no tiene por
qué seguir ningún modelo. Pero tiene que contar con la experiencia de los
pueblos que han hecho su revolución. Tenemos en la América Latina la Revolución Cubana,
no podemos decir que ella sea un modelo arquetipo de ninguna otra.
Naturalmente, nosotros los chilenos vivimos en un país muy diferente a Cuba y
tenemos otras características en nuez desarrollo, tanto cultural corno
económico. Una revolución en Chile la encontraría en un estado mucho más
avanzado que el que tenía Cuba antes de su revolución. El pueblo chileno es
eminentemente creador, es eminentemente capaz de emprender cualquiera de las
técnicas. Nuestros obreros especializados y nuestros técnicos están en todas
partes del continente latinoamericano aceptados muchas veces corno
especialistas o como técnicos consejeros de empresas. Cuba era país de un solo
producto, el azúcar, y los gobiernos anteriores a la revolución descuidaron la
industria de, tal manera que la revolución sorprendió a Cuba con un alto
porcentaje de gente que no podía hacer en las fábricas lo que pueden hacer,
por ejemplo, los obreros, os trabajadores y los técnicos de Chile. El hecho
mismo de que Cuba en este tiempo haya emprendido dentro de sí una
transformación en este sentido, dando otros caminos y despertando el sentido de
la industria, ha sido también un gran éxito en la revolución cubana.
Usted ha dicho que Estados Unidos sigue siendo una
amenaza para América Latina. ¿Por qué?
Desgraciadamente yo soy un hombre pacífico y todos estos conceptos
son muy desagradables pero verdaderos. La historia misma del desarrollo
industrial y económico de los Estados Unidos ha tomado un carácter
expansionista desde hace mucho tiempo. Y hemos sido no sólo amenazados sino
agredidos muchas veces. La historia de la América Latina está
llena de esta clase de a que han dejado naturalmente huellas muy profundas en
nuestros pueblos. En los últimos años la doctrina del imperialismo, tan
acentuada en los Estados Unidos, se ha visto fortificada con teóricos que hasta
han llegado a justificar empresas tan atroces como la guerra de Vietnam. No sé
por qué, no encuentro razón teórica atendible para pensar que si el imperialismo
norteamericano ha ido a lugares tan distantes de su territorio, como Vietnam y
Corea, para implantar sus teorías y para implantar su dominio, por qué no lo
seguiría haciendo dentro de nuestra América latina que está mucho más cerca y
que ha sido considerada por los imperialistas norteamericanos como terreno
propio, como su retaguardia. Los pactos militares que han hecho con los países
de América Latina no tienen nada que ver con el asentimiento de nuestros
pueblos, son eminentemente pactos destinados a conducir una política agresiva
para unirnos al cauro de esta experiencia agresiva y amenazante de los políticos
y militares. Además, tenemos la experiencia muy cercana de Santo Domingo y de
Cuba. Antes tenemos Nicaragua, México, Centroamérica, Panamá; en fin, es una
historia muy larga. Pero recientemente estas cosas todavía llegan más lejos con
el famoso informe de Nelson Rockefeller. En una época Nelson Rockefeller pasó
por una persona de actitud intelectual, de inquietudes artísticas, y recuerdo
que durante la gran guerra contra el fascismo Nelson Rockefeller pareció ser
para muchos un amigo de América Latina. En los últimos años él se ha pegado al
carro de Johnson. Últimamente ha servido al presidente Nixon para una empresa
de tipo colonizador. El informe de Rockefeller al presidente Nixon, que hemos
leído, ha sido publicado en muchas partes, es un prodigio de endurecimiento
político, y de desconocimiento total de nuestras reacciones morales,
históricas y emotivas. El aconseja ahora el apoyo americano a los gobiernos
militares en una forma franca y pretendiendo que estos gobiernos son una fuerza
constitutiva que puede servir para implantar cierto tipo de justicia social que
fuera aceptada por los norteamericanos imperialistas de hoy. Es decir, Nelson
Rockefeller, con ser un hombre de 1970, que sabe de su antiguo y perdido
prestigio, reincide en la política que inauguró Theodore Roosevelt, que se
llamaba la política de big stick, es decir, de fomentar las castas
militares con todo lo que esto significa para América Latina de caudillismo, de
golpes anticonstitucionales. Fomentó también la división y el espíritu
militarista agresivo entre las naciones latinoamericanas. Es esto una prueba que
los latinoamericanos tenemos muy poco que esperar de la política
norteamericana hasta que ésta no se modifique de una manera integral y
racional. Es decir, cuando Estados Unidos tome en cuenta la experiencia actual,
lo que está pasando entre su juventud, entre sus intelectuales, en sus
universidades, vea la reprobación que en su propia, patria merecen sus actos
agresivos, entonces, cuando tome en cuenta y se formule de nuevo la nueva
política que pueda unir a nuestro continente podríamos comenzar a establecer
muchos actos de colaboración. Por el momento la política general de los Estados
Unidos no sólo es agresiva contra nosotros sino contra- la mayoría de los
pueblos del mundo. Se ha constituido como una superpotencia que cree necesaria
la implantación de su poder sin límites precisos, mucho más allá de su propio
territorio. Esto es lo grave. Este capítulo es muy largo y tendríamos que
volver muchas veces sobre él… Hablar de imperialismo puede parecer un toque
demagógico, sobre todo para el observador europeo o para el observador
apolítico, pero nosotros, en América Latina, sabemos a qué atenernos, hemos
sufrido la consecuencia de la intromisión de los Estados Unidos en casi todos
nuestros países. Aquí mismo, y no voy a hablar yo por mí mismo, el senador
Renán Fuentealba, senador del Partido Demócrata Cristiano, es decir del
gobierno chileno, que tiene íntimos vínculos con los políticos norteamericanos
y con su gobierno, acaba de decir en una denuncia pública que la CIA está tratando de provocar
un golpe militar en Chile. Esto no lo digo yo, no lo han dicho los comunistas,
ha sido denunciado por un senador del gobierno, de un gobierno que no se
caracteriza por ningún espíritu antinorteamericano. No se ha investigado
totalmente esta denuncia. Sin embargo, el senador demócrata cristiano, que es
el partido único del gobierno, ha hecho esta denuncia. Quiere decir que él, y
su partido y el gobierno de Chile tienen antecedentes bastante claros para
hacer una declaración de esta especie. Naturalmente, prueba otra vez el peso de
la influencia dañina de la política norteamericana en nuestros países, el hecho
mismo de que esta denuncia no haya continuado investigándose. Un espíritu de
independencia y de dignidad hubiera aconsejado al gobierno investigar y mostrar
a la opinión nacional lo que haya de verdadero en estas aseveraciones del
senador demócrata cristiano.
¿Cree que se puede llegar a una conciliación entre
las potencias?
Yo soy partidario del entendimiento, soy partidario de la paz. La
conciliación de principio entre capitalismo y socialismo es otra cosa. Son dos
organismos que luchan por probar la eficacia de su sistema. El capitalismo
está en retroceso, estamos presenciando su decadencia. El socialismo es una
fuerza nueva en la humanidad, con poderes visiblemente superiores al capitalismo
que se basan en una comprensión más inteligente de las relaciones entre los
seres humanos y también de los medios de producción y de distribución de la
riqueza entre los hombres. Yo creo que no se trata de conciliación, pero debe
tener el respeto necesario para coexistir. A mi me dijo una vez mi viejo amigo
Ehrenburg que estando él en Nueva York se propuso hablar con un millonario
norteamericano. Le buscaron el millonario más millonario para que hablara con
un soviético. Conversando con Ehrenburg, el millonario le dijo: “No se haga
usted ilusiones, nosotros no le tememos a sus bombas, a lo que le tenemos miedo
es a sus cacerolas. A las cacerolas de la Unión Soviética”. Creo que, esto es
bastante comprensible. Mientras las cacerolas estén llenas, mientras que las
ollas estén en las cocinas de los países socialistas, se está probando que un
sistema nuevo de economía en el mundo tiene eficacia, tiene éxito, camina. Y el
supermillonario tenía mucha razón. Ehrenburg estaba muy complacido de su
franqueza.
¿Cree usted que habrá una revolución en los Estados
Unidos?
No es inminente, pero hay, un estado de rebelión pronunciada en
los Estados Unidos. Yo no sé dónde va a ir, pero me parece que por lo menos esta
toma de conciencia intelectual de los jóvenes y de los universitarios tiene que
pesar alguna vez en la dirección del estado y en las condiciones en que se
desarrolla la vida histórica de los Estados Unidos. Es el comienzo de una
etapa, es el primer comienzo de una etapa. No sé cuándo será la segunda parte
de esta etapa, ni cuándo será la tercera, eso depende de los norteamericanos.
No se puede determinar por receta. A mí me parece que. el capitalismo está
haciendo crisis no sólo en los Estados Unidos sino en muchas partes. De
inmediato se puede ver que hay una crisis moran enorme dentro del
norteamericano de vida. The American way of Life no ha traído
exactamente con la prosperidad la felicidad, pero sí, en muchos casos, la
desesperación de la gente norteamericana.
¿A qué lo atribuye?
Me parece que es una crisis del sistema capitalista. Se ha fijado
como meta una prosperidad basada en una serie de leyes feroces que están
estallando. A mí me parece que esta crisis del sistema general está llegando a
todo el mundo. La guerra de Vietnam ha puesto ante la humanidad un hecho
verdaderamente inaudito. Que todas las energías, la riqueza de un gran país
como los Estados Unidos se dediquen al exterminio de una población lejana,
desconocida para los jóvenes nortes que son enviados a matar y a morir, es un
hecho que ha iluminado can la sangre vertida la conciencia adormecida de gran
parte de la humanidad. La tragedia de Vietnam iluminó de tal manera que
despertó en los Estados Unidos, en cierta parte de los Estados Unidos, un
sentimiento de culpa que se fue extendiendo y que provocó muchas cosas; por una
parte, la rebeldía de los jóvenes, y por otra, la desesperación. Yo atribuyo a
la guerra de Vietnam ese poder catalizador. Nunca se vio una guerra más injusta,
nunca se vio al hombre cometer desmanes colectivos tan extraños y crueles. Pero
al mismo tiempo tuvo que causar la reflexión instintiva del intelectual. Por
qué un país que tuvo tan extraordinarios pensadores como Thoreau, o como
Whitman, o como tantos otros, que prácticamente extendieron la medida humana,
cómo un país así, que también se puso a la cabeza de la revolución industrial,
que hizo tantas cosas extraordinarias en el dominio del conocimiento y de la
cultura en los años previos a la guerra, pudo llegar a superar a Hitler en
barbarie e inhumanidad. Los Estados Unidos fundaron esa inmensa capital de
sueños que fue Hollywood, adelantando la cinematografía, que sin ese impulso
podría haber tardado un siglo en desarrollarse. En fin, se esperaban tantas
extraordinarias proezas de los norteamericanos (que se han cumplido a veces,
como las exploraciones a la luna) que, uno se pregunta: ¿Cómo ese país puede
dedicar todas sus fuerzas al exterminio y al terror? Bueno, a mí me parece que
tal pregunta que se hizo el ser humano lo llevó también a dudar del sistema,
del establishment, dudar de la verdad
que se le decía, y empezó a producir la amargura, el escepticismo y muchas
veces la desesperación que se ven en la vida norteamericana. Además, la ola
infinita de terrorismo, de atentados criminales, como la muerte de Luther King,
del presidente John Kennedy, del senador Robert Kennedy, y las masacres hechas
por muchachos, criminales de nuevo tipo, increíbles, desinteresados,
demoniacos, como aquel sobre el cual escribió Truman Capote, In Cold Blood,
o el crimen de Charles Manson, no son casos tan aislados, se encadenan unos a
otros formando un hilo que tiene que ver con la crisis moral del sistema, con una perversidad que sale a flote, pero que estaba ya plantada de alguna manera
en la vida de una sociedad que se fue echando a perder, que se fue
pervirtiendo. Por lo tanto esta pregunta sobre la que estamos haciendo reflexiones
tan descosidas se relaciona con la otra pregunta: ¿habrá una revolución? ¿Esta
revolución, quiénes la harán? Si no intervienen las grandes masas obreras en la
toma de conciencia, esa revolución será postergada. La revolución no la
pueden hacer los estudiantes en ningún país. Pueden tener la conciencia de que
anda mal el mundo, pero la fuerza organizada de un movimiento tiene que venir
del pueblo mismo. Y eso yo no lo veo aún en los Estados Unidos. En el pueblo
negro se ha visto un gran despertar, y es posible también que una próxima
organización se revelaría interesantísima e importantísima en el desarrollo
mismo de esta revolución, pero más allá no conozco, no sé, no estoy informado.
¿Qué opina de la situación cubana actual?
La Revolución Cubana es un hecho bastante grande e importante como
para que nosotros, los escritores de mi generación, no tengamos otra obligación
que defenderla. El hecho cubano tiene una importancia asombrosa en la vida de la América Latina. Es tal vez el
acontecimiento más decisivo en nuestra historia desde los movimientos de la Independencia de
1810. Naturalmente la vida de la Revolución Cubana se ha visto perturbada por una
serie de factores que han puesto en grave peligro la revolución, la que ha
necesitado toda su vitalidad para sobrevivir, especialmente la extensión del boicot que le han impuesto los
gobiernos latinoamericanos por imposición del Departamento de Estado. Esto ha
sido trágico. Lo primero que debíamos haber hecho fue aumentar nuestras
relaciones con Cuba, haber conocido los progresos de esta gran experiencia
nueva en el continente, haber tenido todas las relaciones necesarias como para
conocer el proceso de la revolución. Ahora pasan cosas tan grotescas como esta:
para ir a Cuba, la sobrina del ex presidente Jorge Alessandri (ahora nuevamente
candidato presidencial de la derecha) tuvo que partir de aquí a Madrid, de
Madrid a Praga, de Praga a Cuba, en donde estuvo una semana. Para volver tuvo
que volar de la Habana
a Madrid o Londres, de ahí a Praga, de Praga a Buenos Aires, de Buenos Aires a
Chile. Es decir, que un vuelo de unas diez horas toma de cuatro a cinco días
para hacerlo de ida y vuelta. Estos son los frutos ridículos del aislamiento y
bloqueo impuestos a Cuba. Pero todos los que aplauden estas medidas son los que
se quejan de la Cortina
de Hierro y de las dificultades que crea a les escritores; mientras se está
imponiendo sobre Cuba una especie de cerco inaceptable, medieval, destinado a
desconocer su progreso y matarlo por hambre. Esto es completamente grotesco
además de ser injusto. El hecho de que no se pueda ni visitar, ni comerciar, ni
tener relaciones diplomáticas con un país latinoamericano con gente tan
cercana a nosotros, como parientes nuestros que hablan nuestro idioma, con una
historia común, me parece, verdaderamente, el colmo. Y todo porque gobernantes
como Johnson o Nixon y los capitalistas criollos no gustan del sistema político
de ese país. Esto es completamente grotesco. Ellos son dueños de darse el
régimen que quieren. Los chilenos estamos muy atentos a las experiencias de la Revolución Cubana
y miramos con inmensa simpatía su creciente desarrollo.
¿Y el Che Guevara?
El Che Guevara ha llegado a ser un mito. Fue un hombre de mucha
valentía y de mucho interés. Queda poco por decir porque todo se ha dicho. Ha
pasado a ser un mito mundial y una influenció activa y creadora del siglo XX.
Muy doloroso su destino. Fue asesinado en un país que pronto levantará
monumentos en su honor.
Volviendo a Cuba, ¿no podría compararse su bloqueo
con el de las Alemanias?
Ah, esto es distinto. En un país hay un estado socialista y en el
otro un estado capitalista. Además se estaba haciendo desde la Alemania Occidental
una intensa campaña para destruir desde allí el estado de la República Popular
Alemana. El muro es antipático, pero yo creo que fue necesario. Mientras tanto la Alemania democrática, la Alemania Oriental,
se ha elevado como una de las más grandes potencias económicas del mundo; creo
que ocupa el noveno lugar entre los países productores. Es milagroso que a
pesar de tener al lado la
Alemania Federal con su gran impulso y la enorme ayuda de los
Estados Unidos y de los monopolios, este país haya salido de la destrucción,
de las ruinas, y haya logrado tantos éxitos con la nueva sociedad que ha
construido. En general, todas las fronteras entre pueblos deben terminar. Pero
hay algunas más dolorosas que otras. Supongo que lo que ha estado pasando en
Alemania habrá causado prácticos problemas humanos, inmensos problemas, pero
me parece que por estar tan próximos geográficamente no quedaba más remedio que
esta separación. Mientras que no se reconozca a esa Alemania y no haya respeto
mutuo desgraciadamente tiene que ser así. Por eso lo que queremos en América
son relaciones diplomáticas con Cuba, reconocimiento de la Revolución Cubana y del
estado cubano, del estado actual de la nación cubana, tal como es, con su
revolución y su república.
¿Ha producido la tecnología una crisis de valores
de la cultura humanística?
Bueno, hay gente que cree que la tecnología se va a tragar al
hombre. Yo no creo tal cosa. Recuerdo cómo los agricultores ingleses, y también
los norteamericanos, combatían el ferrocarril. La tecnología es una necesidad
absoluta del avance de la humanidad. El desarrollo de la tecnología no tiene
por qué comerse al hombre. Este miedo del adelanto técnico y de las
proyecciones que pueda tener es un miedo cósmico, con un carácter de
superstición tan grande como el de las tribus prehistóricas. Ahora hemos
llegado a tener pavor del hombre mismo, pavor cósmico de lo que el hombre puede
descubrir. Yo, desde luego, no siento ninguno de esos pánicos. Pienso que, por
el contrario, el camino del hombre es el descubrimiento, pienso que Dios
abdicó y que desde entonces Dios es el hombre.
Uno de los temores, y justificado, es que se usen
los avances tecnológicos para fines destructivos.
La maldición de la humanidad es que todo lo que se perfecciona en
la técnica termina por usarse para la destrucción de vidas humanas. Bueno,
sobre esa base tenemos que fundamentar el humanismo de esta época, luchar
contra la guerra y contra las explosiones atómicas termonucleares. Pero esto es
una lucha aparte. No porque se produzcan estas cosas vamos a cerrarle el paso
al adelanto técnico. Verdaderamente es estremecedor que existan estos medios de
destrucción. Justamente está ahora en Chile Linus Pauling, un hombre muy
respetable, que ha hablado tan francamente y ha expresado conceptos tan extraordinarios
sobre la destrucción atómica que tiene que ponernos en guardia. Naturalmente,
en los últimos años ha habido un movimiento muy grande en contra del peligro
atómico y posiblemente las grandes potencias acuerden no continuar
fabricándolas. No sé en realidad cómo marchan esas negociaciones, pero creo que
la intención es seria.
¿Qué es lo que predice para la nueva década?
No sé si no son más esperanzas que predicciones. Pienso que se
puede solucionar el problema de Vietnam, es decir, el retiro de las tropas
norteamericanas y la autodeterminación del pueblo vietnamita. Es el conflicto
más grave que tiene la humanidad. Me parece que también está en vías de
respetarse las dos Alemanias como repúblicas separadas; esto traerá una gran
tranquilidad a Europa. ¡Pero, parece que estoy hablando como los videntes!
Bueno, ¿qué es entonces lo que espera de la nueva
década?
Realmente creo que eso pasará. En cambio, no veo tan cercana la
solución al conflicto de Medio Oriente, que también es un problema gravísimo.
En América Latina creo que habrá una tendencia general a una mayor
independencia del imperialismo. Se acentuará la lucha antiimperialista y me
parece que lo más importante sucederá en Chile. Creó que la elección la van a
ganar las fuerzas populares y que habrá cambios bastante grandes. No puedo
decir qué pasará en otros países de América Latina; en muchos de ellos las
condiciones son insoportables.
En caso de ser elegido presidente, ¿seguiría
escribiendo?
Escribir para mí es como respirar. No podría vivir sin respirar y
no podría vivir sin escribir.
¿Podría escribir tanto como hasta ahora?
Yo creo que si.
Lo he visto escribir en el auto...
Yo escribo donde puedo y cuando puedo, pero siempre estoy
escribiendo.
¿Siempre lo hace en forma manuscrita?
Desde que tuve un accidente en que me rompí un dedo, no pude, por
unos meses, manejar la máquina de escribir. Seguí la costumbre de mi tierna
juventud y volví a escribir a mano. Luego, cuando ya me mejoré de mi dedo, que
estaba medio quebrado, y pude manejar la máquina, ya me había reacostumbrado a
escribir a mano. Encontré que escribiendo a mano tenía más sensibilidad y que
las formas plásticas de mi poesía podían cambiar más fácilmente. Es decir,
comprendí que la mano tenía algo que ver con eso. Acabo de leer en París
Review lo que dice Robert Graves al periodista qué lo interroga: “¿No le ha
llamado a usted la atención algo en esta casa, en esta pieza? Todo está hecho a
mano.” “El escritor —dice Robert Graves— no debe vivir sino entre cosas hechas
a mano”. Pero me parece que Robert Graves se olvidó que también la poesía debe
escribirse a mano. A mí me parece que la máquina me apartaba de mucha intimidad
con la poesía, y la mano me ha acercado de nuevo a esa intimidad.
¿Cuáles son sus horas de trabajo?
No tengo horario, pero de preferencia en la mañana. Es decir, si a
esta hora no estuviese Rita haciéndome perder el tiempo, y perdiendo el suyo,
yo estaría escribiendo.
Más o menos, ¿cuántas horas diarias escribe?
No escribo y leo muchas cosas al día. Mi afán sería escribir todo
el día, pero muchas veces la plenitud de un pensamiento, de una expresión, de
algo que sale de una manera tumultuosa desde mi propia inspiración, usando una
palabra anticuada, me deja o satisfecho o exhausto o colmado o vacío. Es decir,
no podría seguir. Por lo demás me gusta demasiado vivir para estar todo el día
sentado en un escritorio. Esto es algo que no está de acuerdo conmigo; a mi me
gusta meterme en todos los trajines de la vida, de mi casa, de la política, de
la naturaleza. Estoy siempre entrando y saliendo. No puedo decir entonces que
consagro todo el día a escribir, pero en donde esté y cuando puedo escribo
intensamente. No me molesta que haya mucha gente a mi alrededor. Puedo escribir
y desarrollar mi pensamiento aunque estén conversando, discutiendo o peleándose.
Más aún, si de pronto se quedan silenciosos, eso me perturba.
¿Ya terminó de escribir su último libro?
Sí, se llama La espada encendida.
¿Prosa o verso?
Siempre verso. Se trata del mito de Adán y Eva, del castigo y de
la culpa, en realidad, de un nuevo Adán, de una nueva Eva. El mundo ha
terminado, la bomba y la guerra lo han destruido, y Adán, el único hombre sobre
la tierra, se encuentra con Eva. La vida en la humanidad comienza nuevamente
con ellos. Es un libro de gran intensidad. Bueno, ahí está el libro. No lo
conozco bien. Lo acabo de escribir y no lo he leído todavía. Cuando termino un
libro no me gusta corregir los errores de inmediato porque siento el deseo de
alejarme de él. Ahora estoy esperando que pasen unos días para volver a leerlo
con más serenidad.
¿Cuándo se publicará?
En marzo o abril del año próximo.
¿Quién lo publica?
Losada, de Buenos Aires. Losada es mi editor y tengo con él las
mejores de las relaciones. No siempre ha sido así para mí; me he peleado con
muchos editores. La relación entre escritor y editor es bastante difícil, pero
tengo la suerte de tener un editor que me entiende y con el cual no he tenido
jamás problemas.
¿No tiene editores en Chile?
Los tengo, pero son pequeños para la necesidad de expansión de
mis libros. Mis primeros editores fueron chilenos y de cuando en cuando les doy
mis libros. Muchas veces me interesa que un libro salga primero en una edición
chilena. Así lo he hecho con las últimas obras. Las ediciones limitadas las hacemos
acá y Losada nunca ha puesto dificultad para ello.
¿Piensa escribir otro libro?
Naturalmente, voy a escribir otro, pero no puedo decir de qué se
trata, todavía no he hecho un plan. Acabo de terminar La espada encendida
y no lo he corregido aún.
¿Cuánto demora en escribir un libro?
Más o menos un año. Fin de mundo, que se publicó el año
pasado, tardó más de un año en escribirse. El último ha sido más rápido a pesar
de que he tenido menos tiempo.
Usted nunca ha tomado muy en cuenta su prosa. ¿Por
qué?
La prosa..., toda mi vida he sentido la necesidad de escribir en
verso y no me interesa la expresión en prosa. La utilizo para expresar cierta
clase pasajera de sentimientos, o acontecimientos derivados del relato.
Además, siempre he escrito prosa sin tomarla demasiado en cuenta y la verdad
es que puedo dejarla enteramente. Sólo escribo en prosa transitoriamente.
Por años usted ha sido mencionado como candidato
para el Premio Nobel. ¿Cree que la Presidencia podría influir en alguna forma en la
decisión de la Academia
Sueca?
Esa pregunta debe ser hecha a la Academia y no a mí, y,
naturalmente, la Academia
no la contestará.
¿Si tuviera que elegir entre la Presidencia y el
Premio, qué elegiría?
No es cuestión de decisión entre cosas tan ilusorias.
¿Suponiendo le pongan sobre una mesa la Presidencia y el Premio?
Si me lo ponen en una mesa me voy a sentar a otra mesa.
¿Qué opina de la actitud de Sartre cuando recibió
el Premio Nobel?
Es muy respetable, pero es una reacción individual de su poderosa
personalidad. No creo que sea una cuestión a debatir, me parece que es una
reacción muy digna de un hombre tan combatiente y tan consecuente como es
Sartre.
¿Cree justo el Premio a Beckett?
Creo que sí. Beckett es un escritor breve pero exquisito. También
creo yo que el Premio Nobel donde caiga siempre está honrando a la literatura,
a la poesía, a la novela o al teatro. Yo no soy de los que están siempre
discriminando si el Premio cayó bien o cayó mal. Lo que constituye la
importancia de ese Premio, si la tiene, es que otorga al oficio literario un
título de respeto para la masa, para la gente, para los demás. Eso es lo más
importante.
Muchas veces usted ha sido fuertemente atacado por
la forma en que vive y por su solvencia económica...
En general eso es un mito. Nosotros hemos recibido una herencia
bastante mala en cierto sentido de España. Nunca pudo tolerar que su gente
sobresaliera, que se distinguiera en algo. Como se sabe, a Cristóbal Colón lo
encadenaron de vuelta a España. Yo creo que de España recibimos ese impacto de
la pequeña burguesía envidiosa que se pasa pensando en lo que tienen los demás
y en lo que no tiene ella. Yo he dedicado mi vida a las reivindicaciones del
pueblo, y lo que yo tengo en mi casa, mis libros, es producto de mi propio
trabajo. Yo no he explotado a nadie. Pero este reproche no se lo hacen nunca a
los que tienen grandes fortunas como herencia. Nunca se lo hacen a los
escritores ricos por familia. Se piensa que ellos tienen derecho a tener
medios económicos superiores a los otros. En cambio, de un escritor que como
yo tiene prácticamente cincuenta años de trabajo, están todo el tiempo
diciendo: “Mire, mire cómo vive. Tiene una casa frente al mar, toma un buen
vino”. Es bien difícil tomar un mal vino en Chile porque casi todo el vino en
Chile es bueno. En fin, todo este coro de los cretinos de nuestro tiempo me
tiene sin cuidado. Es un problema que en cierto modo refleja el subdesarrollo de
nuestro país, la mediocridad de nuestro medio. Usted misma me ha contado que a
Norman Mailer le habían pagado unos noventa mil dólares por tres artículos en
una revista norteamericana. Aquí, si un escritor latinoamericano recibiera una
compensación así por su trabajo despertaría una ola de protestas de los otros
escritores, diciendo: “¡Qué abuso! ¡Qué malo! ¡Pero dónde vamos a parar!”, en
vez de quedarse todo el mundo contento de que un escritor pueda alcanzar tales
honorarios. Bueno, como digo, estos son males del llamado subdesarrollo
cultural.
¿No será esa acusación más intensa por pertenecer
usted al Partido Comunista?
Precisamente ese es el valor de una posición como la mía. El que
no tiene nada, ya se ha dicho muchas veces, no tiene nada que perder sino sus
cadenas. Y yo arriesgo a cada momento mi vida, mi persona, lo que tengo, mis
libros, mi casa, todo esto lo pongo en juego para defender el futuro y la
justicia. Mi casa ha sido incendiada, yo he sido perseguido, he sido más de una
vez detenido, he sido exiliado, se me ha declarado incomunicado, he sido
buscado por todas partes por mil policías. Muy bien, pues. Yo no me acomodo con
lo que tengo. Lo que tengo lo pongo a disposición de la lucha popular. Esta
casa en que usted está pertenece desde hace veinte años al Partido Comunista de
Chile a quien se la he regalado por escritura pública. Yo estoy en esta casa
simplemente por una decisión de mi partido, por la generosidad de mi partido.
Estoy usufructuando de un bien que no me pertenece puesto que lo di, así como
todas las colecciones, y todos los libros, y todos los objetos que hay en esta
casa. He regalado más de una biblioteca entera a la universidad. He regalado
también la casa en que actualmente viven algunos de los dirigentes de mi
partido. Vivo con el producto de mis libros. No tengo ahorros, no tengo nada de
qué disponer sino de lo que me pagan por mis libros cada mes. Se acabó ahí. Muy
bien, que los que me reprochan hagan lo mismo y que dejen por lo menos sus
zapatos en alguna parte para dárselos a otros.
¿No será otra de sus donaciones la Fundación Cantalao,
una ciudad de escritores en Isla Negra?
Últimamente he logrado adquirir, pagándolo a plazos, un terreno
grande al lado del mar para que los escritores en el futuro puedan pasar su
veraneo y hacer su obra creadora en un ambiente de extraordinaria belleza, como
lo será la
Fundación Cantalao. Será dirigida por gente de la Universidad Católica,
de la Universidad
de Chile y de la Sociedad
de Escritores. Será una fundación para que los escritores becados puedan vivir
por un año con el producto de mis derechos de autor, disfrutando de una casa
común para reuniones y actos además de cabañas individuales para trabajar.
A usted le atribuyen un antagonismo con Borges…
El antagonismo que se me atribuye con Borges no existe en el
fondo, puede existir en forma intelectual y cultural por nuestra diversa
orientación. Uno se puede pelear en paz. Pero yo tengo otros enemigos, no los
escritores. Mis enemigos son los gorilas, para mí el enemigo es el
imperialismo, y son los capitalistas y son los que dejan caer el napalm en
Vietnam. Pero no es Borges mi enemigo.
¿Qué opina de la literatura de Borges?
Es un gran escritor, y caramba, estamos muy orgullosos la gente de
habla española de que exista Borges, sobre todo la gente latinoamericana,
porque antes de Borges teníamos muy pocos escritores que podían afrontar la
comparación con los de Europa. Hemos tenido grandes escritores, pero un
escritor de tipo universal, como Borges, se da muy poco en nuestros países. El
ha sido de los primeros. No puedo decir que ha sido el más grande, y ojalá que
sea cien veces superado por otros, pero de todas maneras él abrió la brecha, la
atención, la curiosidad intelectual de Europa hacia nuestros países. Eso es
todo lo que puedo decir. Pero yo pelearme con Borges, porque todo el mundo
quiere hacerme pelear con Borges, no lo haré nunca. Que piense él como un
dinosaurio, no tiene nada que ver con mi pensamiento. Él no entiende nada de
lo que pasa en el mundo contemporáneo y piensa que yo tampoco entiendo.
Entonces, finalmente, estamos de acuerdo.
El domingo lo visitaron unos jóvenes argentinos que
cantaron, acompañándose por guitarras, una milonga de Borges. Creo que eso le
gustó mucho.
La milonga de Borges me gustó muchísimo, sobre todo es un ejemplo,
que un poeta tan hermético, un escritor, digamos tan sofisticado, o tan
intelectualista, se vuelque a un tema popular haciéndolo de una manera tan
certera y verdadera. A mí me gusta mucho la milonga de Borges y me parece que
debieran imitar su ejemplo muchos de los poetas latinoamericanos, ya que casi
todos los nuestros tenemos la misma preocupación popular y tradicional.
A usted también le han pedido que escriba letra de
milongas. ¿Lo hará?
No creo, no es una forma de mi país, es una forma del Río de la Plata, por lo tanto yo no la
conozco bastante. Para hacerlo tiene uno que dominar ese estilo popular, tiene
que estar de acuerdo con el pueblo de uno, con las raíces de nacionalidad y de
vida.
¿Qué es lo que más recuerda de su vida personal,
política y literaria?
No sé. Los recuerdos más intensos de mi vida posiblemente son los
recuerdos de mi vida en España. Una gran fraternidad de poetas, una gran
amistad con muchos de ellos, una acogida tan fraternal y de tanta calidad que
yo no había conocido en este mundo nuestro americano, tan lleno de alacraneos,
como se dice en Buenos Aires. Después, fue terrible para mí ver toda esa
república de compañeros, de amigos, ese estado de cosas, ese reino, destrozado
por la guerra civil, que me mostró la terrible realidad de la opresión y del
fascismo. Mis amigos fueron dispersados por la guerra, algunos fueron
exterminados allí mismo, como García Lorca, como Miguel Hernández, otros murieron
en el destierro y otros continúan en el destierro. Toda esta faz de mi vida fue
rica en acontecimientos, en emociones profundas y en cambios decisivos en mi
propia historia y en la evolución de mi vida.
¿Es entonces España el país más fundamental en su
vida?
El país más fundamental para mí es mi país. Pero tal vez, después
de Chile, España es lo que ha tenido más importancia. No sé cómo estará ahora,
debatiéndose todavía en el final de Franco. Nunca he podido volver a ella con
plenitud. Sólo he pasado por sus puertos.
¿Le permiten la entrada?
No se me prohíbe la entrada de una manera oficial. Al contrario,
en una ocasión fui invitado por la
Embajada de mi país para dar recitales. Parecía entonces que
todo estaba allanado en cuanto a las visas. Es muy posible que se me deje entrar.
No quiero discutir este punto porque hasta puede ser una conveniencia del
gobierno español, que quería mostrar algún sentido democrático al permitir la
entrada de quienes tan fuertemente lo han combatido. No sé. Me han impedido
entrar a tantos países y me han expulsado de tantos otros que verdaderamente
este es un asunto que ya no me causa la irritación que me produjo al principio.
Con el tiempo estas cosas también se han suavizado. Muchas de las medidas que
se tomaron en mi contra para hacerme salir de un país han sido cambiadas y
abolidas. De toda manera, ha dejado de producirme una viva picazón el hecho de
que me dejen entrar o que no me dejen entrar en una parte o en otra.
En la
Oda a Federico García Lorca, escrita antes de que él muriera,
usted predecía en cierta forma su trágico fin.
Sí, es extraño ese poema, parece que estuviera vaticinando en
algún modo su muerte, siendo que Federico era una persona tan feliz, era una
criatura dichosa. Muy pocos seres he conocido como él. Era la encarnación, no
diremos del éxito, sino del amor a la vida. Gozaba cada minuto de su
existencia, era un gran despilfarrador de alegría. Por eso ese ha sido uno de
los crímenes más imperdonables del fascismo.
Usted siempre lo menciona en sus poemas, como
también a Miguel Hernández.
Hernández era como un hijo, era un poco mi discípulo en poesía.
Vivía prácticamente en mi casa donde comía casi todos los días. Ahí se probó la
mentira que ha rodeado la muerte de Federico García Lorca, la mentira oficial
que ha pretendido dar como causa de este crimen los primeros momentos de confusión
de la Guerra Civil,
que naturalmente existieron. Pero, de ser así, ¿por qué entonces el gobierno
fascista de España mantuvo durante tanto tiempo en la prisión, después del
asesinato de Federico García Lorca, al más extraordinario de los poetas de las
nuevas generaciones que fue Miguel Hernández? ¿Por qué lo mantuvo hasta la
muerte en su prisión? ¿Por qué se negó aun a trasladarlo a un hospital, como lo
propuso la Embajada
de Chile? La muerte de Miguel Hernández es también un asesinato.
De su estadía en el Oriente, ¿qué es lo que más
recuerda?
Mi estadía en el Oriente fue en cierto modo un encuentro para el
que yo no estaba preparado. Me abrumó el esplendor de aquel continente que yo
no conocía y al mismo tiempo me sentí desesperado, porque era muy largo el
plazo de mi vida y de mi soledad. Y muchas veces me pareció que estaba
encerrado en una interminable película a todo color, maravillosa, pero que
nunca me permitirían salir de esa película que continuaba una eternidad. Yo no
tuve el misticismo que guía a muchos sudamericanos y a muchos otros a la India. Supongo que
la gente que va a la India
a buscar una respuesta religiosa a sus inquietudes verá las cosas de otro modo.
A mí me conmovió profundamente aquel gran estado, aquella inmensa nación tan
inerme, tan indefensa, amarrada al yugo de su imperio. La cultura inglesa
misma, por la cual siempre tuve extraordinaria predilección, me pareció a
veces nefanda por ser también un instrumento de sumisión intelectual para
muchos de los hindúes de aquella época. También me mezclé con la juventud
rebelde del continente y, a pesar de mi cargo consular, frecuenté a todos los
revolucionarios. Estuve al tanto del gran movimiento que iría a producir más
tarde la independencia de la
India. En aquellos años de 1928 me tocó conocer (aunque sólo
cambiando unas palabras y un saludo) a Nehru, a su padre el Pandit Motilal
Nehru y a Subhas Chandra Bose, uno de los hombres más interesantes de la época
revolucionaria de la India,
que guiado por su intensísimo patriotismo se puso durante la última guerra del
lado de los japoneses. Era el espíritu de muchos de estos independentistas de la India y de los imperios
coloniales en el Asia. A ellos les daba tanto un dominador como el otro. Creían
que cambiando de colonizadores tendrían la oportunidad de dividirlos. No puedo
juzgar a Subhas Chandra Bose a pesar de que en ese momento el Japón era un
aliado de Hitler. Su memoria es aún muy respetada en la India. También
conocí estudiantes anónimos, maestros y escritores, no sin dificultades, porque
ellos también desconfiaban de mí. Desconfiaban de todo y tenían razón. En una
lucha tan grande cada uno debe tener los ojos abiertos.
¿Fue en la
India donde escribió Residencia en la tierra?
Sí, pero la India
no ha tenido influencia intelectual en mi poesía.
¿También desde allí escribió esas cartas tan
conmovedoras al argentino Héctor Eandi?
Sí, esas cartas fueron un gran episodio en mi vida. Ese escritor
argentino, a quien yo no conocía personalmente, se hizo cargo, como buen samaritano,
de tenerme al tanto de las noticias; él me mandaba periódicos en esos momentos
de gran soledad. Temía yo hasta de perder contacto con el idioma porque estaba
rodeado de gentes que hablaban otras lenguas, y por meses y meses, o por años,
no encontraba con quién hablar en español. Me acuerdo que en una carta a Rafael
Alberti le pedía un diccionario español, que no se encontraba en la India. También
puedo decir que por semanas enteras no veía a un solo ser humano.
¿Fue a la India por propia voluntad?
No, yo llevaba un puesto de cónsul, pero era un puesto de pequeño
cónsul, de esos cónsules que no tienen sueldo. Yo vivía en gran pobreza y
también en la soledad más grande.
Ahí usted tuvo ese gran romance con Josie Bliss, a
quien menciona en muchos de sus poemas.
Sí, Josie Bliss fue una mujer que dejó una huella bastante
profunda en mi poesía. La he recordado siempre, aun en los últimos libros.
¿Su obra está muy ligada a su vida personal?
Naturalmente, la vida de un poeta tiene que reflejarse en su
poesía. Esta es la ley del oficio y una ley de la vida.
Usted es uno de los poetas más traducidos, como a
treinta idiomas.
No los he contado nunca, pero sí sé que se han traducido en varios
sitios.
¿En qué idioma cree que están mejor traducidos?
Yo diría que en el italiano, porque hay una similitud de valores
entre los dos idiomas. Tanto el inglés como el francés, que son los dos idiomas
que conozco fuera del italiano, no corresponden con el idioma español ni en la
vocalización, ni en la colocación de las palabras, ni en el color, ni en el
peso de ellas. Es decir que la estabilidad de un poema que se escribe en
español con derroche o economía verbal, pero que tiene una medida y una manera
de posar cada palabra, no encuentra su equivalente.
en Siete voces, 1974