martes, diciembre 23, 2025

«La puerta», de Simone Weil

Traducción de María Tabuyo y Agustín López



 
Ábrenos ya la puerta y veremos los vergeles,
Beberemos de sus aguas frías que aún conservan la huella de la luna.
El largo camino arde hostil a los extraños.
A ciegas erramos sin encontrar el lugar.

Agobiados por la sed, queremos ver las flores.
Esperando y sufriendo, henos por fin aquí delante de la puerta.
A golpes la abatiremos, si es preciso.
Golpeamos y empujamos, pero es demasiado firme.

Sólo nos queda languidecer, esperar y mirar en vano.
Contemplamos la puerta, cerrada, inconmovible.
Fijamos en ella nuestros ojos, llorando bajo el tormento;
Sin dejar de mirar la puerta, el peso del tiempo nos abruma.

La puerta está ante nosotros; ¿de qué nos sirve querer?
Mejor marcharse y abandonar toda esperanza.
No entraremos jamás. Cansados estamos de verla…
La puerta, al abrirse, dejó pasar tanto silencio…

Ni flores ni jardines suntuosos;
Tan sólo el espacio inmenso donde están el vacío y la luz,
Se hizo de súbito presente y colmó el corazón,
Lavando los ojos casi ciegos por el polvo.




en Pensées sans ordre concernant l'amour de Dieu, 1962
















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