(1950-2017)
Fue como un milagro,
gocé en los brazos de una diosa
rodeado de pureza, aunque odio las parábolas
Y humedecí los labios con el vino
mientras la dibujaba caricias
encendiendo los deseos
Lo juzgué una visión,
un brindis temerario al placer con disonancias
y arrodillarme ante la sed
Un hola y un adiós a su desnudo,
a un cuerpo colmado de pasión
en un paréntesis de ausencias
Volvía del sueño subyugado
con necesidad de amar para saberme hombre
cuando la diosa me imploró
Espera, no despiertes
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