martes, mayo 20, 2025

«Practicando», de Marie Howe

Traducción de Juan Carlos Villavicencio




Quiero escribir un poema de amor para las chicas que besé en séptimo,
escribir una canción sobre lo que hacíamos en el suelo del sótano

de la casa de los padres de alguien, un himno para lo que no dijimos 
          pero pensamos:
Eso se siente bien o me gusta eso, cuando aprendimos a abrir la boca 
          del otro

a mover la lengua para hacer gemir a alguien. Lo llamábamos practicar, y
una era el hombre, y nos emparejábamos —quizás seis u ocho chicas— 
          y apagábamos

las luces y nos besamos y besamos hasta emborracharnos de tanto beso, y 
          nos levantábamos
los camisones o dejamos caer los tirantes, y, Ahora tú eres el hombre:

piso de cemento, saco de dormir o sofá, sala de juegos, otra sala de juegos, 
          sala de trenes, lavandería.
El sótano de Linda era como un barco con cabinas y portillas

en lugar de ventanas. El padre de Gloria tenía un bar abajo con taburetes 
          que giraban,
con una alfombra peluda. Nos besamos los cuellos.

Nos chupábamos las tetas, nos dejábamos marcas, y nunca hablamos 
          de ello arriba, al aire libre, 
a la luz del día, ni una sola vez. Lo hicimos, y era 

como practicar, y dormíamos, abiertas con las piernas aún entrelazadas 
          o cruzadas, con una mano aún perdida 
en el pelo de alguien... y crecimos y apenas mencionamos con quién 

fue realmente nuestro primer beso–una chica como nosotras, todavía 
          pegajosa por la crema hidratante 
que habíamos compartido en el baño. Quiero escribir una canción

para ese silencio intenso en la oscuridad, para el primer arranque puro 
          de deseo sin reparos, 
justo antes de que nos obligáramos a parar.
















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