jueves, abril 24, 2025

«Maria Popova: una pregunta», de Krista Tippett

Traducción de Jimena Castro




Maria Popova nació en Bulgaria mientras todavía estaba tras la Cortina de Hierro. La noción de «alma» había sido desterrada de ese mundo. Pero fue criada por sus abuelos en un departamento lleno de libros, y hasta el día de hoy estudia los apuntes de los márgenes de los libros de su abuelo, para quien la vida intelectual fue una forma de sobrevivencia espiritual. En un mundo que cambió tras la Guerra Fría, vino a estudiar a Estados Unidos. Y mientras trabajaba en una oficina para pagar la universidad, en los primeros años de uso del correo electrónico, comenzó un newsletter semanal sobre ideas, dirigido a algunos pocos amigos. Creo que el bagaje centroeuropeo de Maria le da una fe audaz, de cierta forma muy poco estadounidense, al poder de las ideas. Y de alguna manera logra usar las herramientas tecnológicas al servicio de la sabiduría al modo antiguo. Cuando hablo con Maria, a sus treinta años, ella ya lleva una década en esto. Brain Pickings es un esfuerzo de amor que cuenta con una vasta audiencia, y que señala el potencial redentor de la tecnología. Ella, al igual que Brené Brown, mientras buscaba preguntas aparentemente no relacionadas entre sí, se tropezó con un robusto vocabulario de la esperanza.

Creo que el magnetismo de tu trabajo, lo que hace que la gente se sienta atraída hacia él, es que es aspiracional. Lo que contrasta con lo «disruptivo». Vamos por la vida con todas estas suposiciones que acarreamos y transmitimos a las nuevas generaciones, de que no hay lugar para profundizar, que sólo podemos recibir las cosas en porciones pequeñas. Y, sin embargo, tú le muestras este descubrimiento a la audiencia, de que sí queremos que nuestro cerebro se expanda. Percibo que hay en ti una auténtica calidad como ser humano, que se refleja en tu trabajo, de confianza y generosidad intelectual. ¿Existe en ti una filosofía vinculada a eso?
Bien, hay alguna creencia esencial, supongo. Pienso mucho en la relación entre cinismo y esperanza. El pensamiento crítico sin esperanza es cinismo. Pero la esperanza sin pensamiento crítico es ingenuidad. Intento vivir en ese espacio entre las dos, de construir una vida ahí. Porque encontrar faltas y sentirse sin esperanza sobre la posibilidad de mejorar nuestra situación produce resignación, que es un síntoma del cinismo, una especie de mecanismo de defensa inútil. Pero, por el otro lado, creer ciegamente que todo va a resultar bien por sí solo, también genera una forma de resignación, porque no habría motivo para empeñarnos en hacer mejor las cosas. Creo que para sobrevivir, como individuos y como civilización, pero especialmente para poder prosperar, necesitamos tender un puente entre el pensamiento crítico y la esperanza.   



en Becoming Wise. An Inquiry into the Mystery and Art of Living, 2016



















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