Adondequiera que vayamos
siempre llegamos demasiado tarde
a lo que una vez salimos a buscar.
Y en cualquier ciudad en que nos quedamos
están las casas a las que es demasiado tarde
para volver,
los jardines en los que es demasiado tarde
para pasar una noche de luna,
las mujeres a las que es demasiado tarde para amar,
lo que nos tortura con su intangible presencia.
Y sean cualesquiera las calles que creemos conocer
nos llevan más allá de los jardines floridos
que andamos buscando
y que difunden por toda la vecindad su intensa fragancia.
Y cualesquiera que sean las casas a las que volvemos
llegamos demasiado tarde para ser reconocidos.
Y cualesquiera que sean los ríos en que nos reflejamos
no nos vemos
hasta que les hemos dado la espalda.
en Nuestro amor es como Bizancio, 2010
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