En el antiguo barrio árabe de Yaffa
las gallinas deambulan por las calles sucias.
Un gallo llora al amanecer.
Las casas raídas, desnudas para siempre,
debilitadas, tratan de sobrevivir
como hombres heridos con muletas.
Los cables eléctricos, telefónicos y de televisión
se mezclan y fusionan como una extensa telaraña,
desconcertando a las aves migratorias.
Los tubos de drenaje al aire libre se hacen pasar
por semáforos para perros y gatos callejeros,
incapaces de resistirse a olfatear el suelo
e inhalar el hedor de las alcantarillas.
Un auto aparca en la vereda
de una calle angosta.
Un adolescente enojado lanza una piedra y rompe
el frágil aire acondicionado de su vecino,
y luego huye.
La torre del reloj de Yaffa da las diez de la noche.
Al borde de la fatiga, el barrio
finalmente se va a dormir.
Las olas golpean los guijarros de la playa
deseando buenos sueños al vecindario.
Layla saeeda. Buenas noches. Layla saeeda.
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