No se habita la memoria sin su órgano.
En el cuadrado del olvido
las formas vacías se ponen duras
y el corazón perdido busca
su cáscara de sal.
Entre el humo y la niebla bajo mi puerta.
Cinco reinos vacíos me llevan a ti,
a una mano sin anillos, a mis sueños
donde siempre me interrumpes
y llegas con tus manos heladas
y me hablas de la muerte del tabernero.
De la mujer que lo amó,
sin esperar nada más que un caballo
que la lleve de vuelta al umbral,
donde siempre se ve amada,
revolcada,
bajo el polvo de una tarde de domingo.
en Comarcas, 2013
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