A merced de la fortuna: de modo que
él pregunta la hora y está gris, casi con
solemne insistencia. Sí lo es, de modo
que quizá solo el olor de la resina
lo mantiene en una simple
esperanza. Ella lo sabe,
hay una incitación
indirecta, entre ellos.
Hacia lo alto se disuelven los ramajes, en astillas
del horizonte: para cada uno, el temor a esto, o demasiado
lejos hacia el costado. La grieta que a ella
le gusta tocar, como avanzando, el sonido de su tipo de respiración.
En la luz, que cada uno
podría, corriendo desde ambos
al alcance de la distancia
innombrable, en el ojo
donde está el amor, y el sonido del agua, se llamará
euterpe. Tocarán por sobre la equivocación, creando la carne y las uñas en
la belleza de los dedos, a la actividad de la luz,
tocarán con las manos abiertas
esperando mantenerlo allí, el temible
cobro del amor: bajo la luz gris
y las columnas de esperanza, por la orilla del río.
1969
en fémur del mundo, cuadro de tiza ediciones, 2022
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