Huyo mi ser. Como una odiada sombra,
huyo mi ardiente corazón vencido;
huyo mi soledad, mi rostro herido,
huyo mi voz rebelde que te nombra.
Tienden aún su clara, dulce alfombra,
el musgo gris y el césped florecido.
Pero en mí está la muerte, la he sentido,
la contemplo venir, y no me asombra.
Huyo mi ser. En esta loca huida,
quiero apagar tu grito, tu mirada;
mas, surge aún la llama estremecida:
a firme guerra y duelo me provoca,
hasta que al fin, llorosa, fatigada,
dejo tu beso arder sobre mi boca.
en El soneto chileno, 2013
Selección y notas de Juan Cristóbal Romero
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