(1929-2023)
¿Usted es el actor que ha hecho más películas en Chile, me imagino que siente un cariño especial por el cine?
Sí porque yo en Puerto Natales pasé toda mi infancia viendo películas en el Cine Palace. Iba todos los días, entraba a todas las películas y en gran medida lo que se de cine lo aprendí ahí. A Natales llegaban las películas con años de diferencia, yo me acuerdo de cintas de Chaplin como La Quimera de Oro que llegaron como estreno. También recuerdo cómo llegó el sonido, como llegó el technicolor, todo lo sé porque lo vi. A mí me gusta el cine más que cualquiera de las otras aéreas, más que el teatro, más que la televisión.
¿Usted se formó en el Teatro Experimental de la Chile?
Yo me formé en un teatro de aficionado. El teatro se llamaba CADIP (Centro de Arte Dramático del Instituto Pedagógico) de la Universidad de Chile, y ahí empecé mi formación. Soy totalmente autodidacta, no he estudiado en ninguna escuela, no tengo ningún titulo, no tengo nada de esas cosas.
¿Entonces su carrera se ha ido desarrollando de manera intuitiva y probando todos los formatos?
Haciendo todo, todo lo que haya que hacer, además conozco el teatro desde el foso que se usa para la acústica hasta la última trama de arriba de la parrilla de los teatros. Por un interés personal aprendí a hacer todo lo que se hay que hacer en el teatro.
¿Cuál fue la primera película?
Tres miradas a la calle en 1957 del director Naum Kramarenco. Yo ahí hacía un rol que era cortito, porque estaba empezando mi carrera en el cine, pero hace unos días volví a ver la película en el marco del homenaje de mis 50 años de cine que hizo la Cineteca Nacional y era mucho más tiempo del que yo recordaba. La película se compone de tres cuentos y yo trabajé en uno que se llama «Ojos de Gato», y mi personaje es un delincuente que tiene un sólo parlamento, sólo dice «No me gusta nada que me ande metiendo en estas cuestiones, porque son cosas que tarde o temprano se pagan», luego cruzaba [la calle] y me mataban. Sin embargo, mi participación eran mucho más larga y tenía mucha más imagen de lo que recordaba, así que quede muy contento. (Risas)
¿Esa curiosidad que lo hizo aprender todos los oficios del teatro no ha generado en usted la curiosidad de probar en distintos roles en el cine, siendo director quizás?
No, he sido productor ejecutivo de cine de El Chacal de Nahueltoro, pero por necesidad, no por interés. Yo sabía que era ser productor y me daba cuenta todo los errores que estaban cometiendo con la producción, entonces cuando el productor que tenían que no pudo seguir por motivos de salud, yo dije: «Si hubiese sido productor de esto lo hubiese hecho de otra forma», y me dijeron «¿Y te atreverías a seguir tu con la producción ejecutiva?», y ahí me cazaron. (Risas)
¿Y qué tal fue esa experiencia?
Muy buena. Generalmente uno tiende a relacionar que el trabajo del productor como un trabajo no grato, pero para mí fue muy bueno. Yo conseguí todo y no había ningún peso para pagar nada. Conseguí armas, municiones, gente para manejar las armas, milicos de extras, las señoras de la poblaciones como extras, helicópteros con la Marina… incluso conseguí los fusileros verdaderos del Chacal de Nahueltoro, los verdaderos. Fue una linda pega, entretenida, sin embargo yo no quiero ser productor.
¿Cómo recuerda el proceso de esa película, una de las más importantes del cine chileno, y que tuvo un equipo que quizás es el mejor de todos los tiempos, pero que jamás volvió a trabajar de manera conjunta?
Fue una experiencia excelente, por supuesto, de mucho trabajo, pero también lo pasamos muy bien. Estábamos en Chillán y éramos los habitantes preferidos de la ciudad… y nos trataban muy bien, nos invitaban a todas partes. Pero también trabajamos mucho, la filmación dentro de la cárcel fue larga y después seguimos en el campo. Además yo como productor instalé un estilo de trabajo que no había tenido la producción, y que significaba que ya no era el director el que decía qué día se filmaba cada escena, era yo el que hacía los planes de trabajo, y Miguel [Littin] aceptó.
¿Se ordenó un poco el asunto para optimizar los recursos, me imagino?
Claro, pero fue bueno, fue grato, lo hicimos bien y en equipo, totalmente en equipo, o sea, un equipo humano, con ganas de hacer las cosas, no de hacerlo por obligación, con ganas de hacer las cosas, de forma seria.
¿Cómo era hacer películas en esa época? En esos años las oportunidades no eran tantas como hoy, hacer una película era un gran logro. ¿Pensaban en el público?
Absolutamente no, en esos años se hacia la película porque habíamos decidido hacerla. El espíritu era diferente, era muy cálido, éramos todos amigos, compartíamos todos juntos. Yo creo que en el cine se da bastante eso, en esto había una pasión, no solamente en El Chacal de Nahueltoro, en todas las películas había una pasión por realizar la cinta, porque era una cosa muy importante hacer una película. Creo que hoy es igualmente importante, pero no existe esa pasión que existía en esa época, la pasión por hacer las cosas se notaba, se notaba en cosas como solucionar los problemas sin dinero.
Usted ha trabajado con muchos directores entre ellos Raúl Ruíz. ¿Cómo ha sido para usted trabajar con él?
Maravilloso. Yo trabajo con Raúl como si estuviera de vacaciones, vamos inventando ahí mismo las cosas, no es que no haya guion, lo que pasa es que no está escrito, tiene en su cabeza, si no resulta una improvisación saca su papel, escribe unas líneas y ahí está. Ese es el método de Raúl que tiene que ver con la no actuación, usar la situación, echarla a correr. Yo me entiendo muy bien con él, tengo una serie de claves, comprendo lo que quiere decir y él entiende lo que yo hago y le propongo. Se trabaja con mucho humor un tanto surrealista pero un humor muy bueno y muy circunstancial y las cosas le resultan. Él es un genio pero hay cosa que no le resultan, como cualquier ser humano.
También ha tenido la oportunidad de trabajar con las nuevas generaciones de directores que son gente que se forma en las universidades. ¿Cómo ha sido esa experiencia? ¿Es demasiado diferente el proceso de rodaje?
Mmm… sí. Yo de repente echo de menos la presencia del director. En algunos trabajos que hecho con jóvenes directores a veces no me he dado cuenta quién es el director, porque todo lo mandan a decir… el director está lejos. A mi juicio, el director es el que tiene que cortar el queque, finalmente. Por supuesto que el director tiene que estar junto al actor dándole indicaciones y escuchando las sugerencias. Muchas veces el actor tiene su aparato bien preparado, y es capaz de hacer muy buenas insinuaciones y descubrimientos que le van a servir a la película. Eso es lo que no me gusta, no te digo que sea común, pero pasa. También encuentro que es un poco impersonal el asunto, y eso tampoco me gusta, pienso que el trabajo debe ser bien personal y que exista un trato de equipo.
¿Y no tendrá que ver con que usted es un destacado personaje de la televisión, del teatro y del cine, que quizás existe un excesivo respeto hacía usted para hacerle sugerencias?
Yo creo que hay una división del trabajo que no la han entendido muy bien, y da la impresión que el director está al margen, aunque repito que no siempre es así. Evidentemente que esa especia de divorcio de funciones no ayuda al trabajo.
¿Qué opina usted del cine chileno de hoy? Desde 1995 aproximadamente a la fecha han aumentado el número de películas que se realizan y se ha incursionado en nuevos géneros.
A mí me parece que se ha avanzado muchísimo en cuanto a la temática, en cuanto a diversidad de género. Sin embargo, creo que todavía nos queda mucho por hacer, porque considero que en general los guiones son precarios. Me refiero a que a veces no queda muy claro el objetivo de lo que se está haciendo, o bien son demasiados ambiciosos y no están las condiciones para hacer cosas tan ambiciosas. El Chacal de Nahueltoro, si bien es cierto trata la temática de la pena de muerte, que es un tema ambicioso… sin embargo, la película está hecha sin ambiciones desmedidas, está hecha casi como un documental, y mira los resultados que ha tenido… [es] una película que ha pasado todas las fronteras hasta el día de hoy. Si comparas un poco el cine argentino con el chileno, uno se da cuenta de que los argentinos hacen unas cosas que son estremecedoras en temáticas, a veces con nada, con temas profundos, fuertes, o de comedia también, pero son macizos. Hay películas como Tony Manero, que es una película interesante, pero yo creo que tiene problemas, no te podría decir qué problemas de guion tiene, pero para mi gusto [los] tiene… algo faltó en alguna parte.
A su juicio, ¿por qué el público no ha crecido en concordancia con el aumento de las películas chilenas? En el Festival de Valdivia se realizó una mesa sobre distribución y producción, y se señaló que desde 1995 a la fecha se han hecho el triple de películas, pero se sigue repartiendo en la misma cantidad de espectadores.
Creo que hemos pasado por muchos episodios en el cine chileno, que siempre está renaciendo, pero todavía no renace con fuerza .Todavía existe el prejuicio de que las películas chilenas son malas, porque hubo una época en que eran malas, aunque de esas películas malas también hay películas rescatables, y de las películas que se están haciendo ahora hay mucho muy rescatable.
¿Cuán importante es la publicidad en la respuesta del público?
Evidentemente que la publicidad es importante, pero como por ejemplo El Chacal de Nahueltoro es una película dura, donde hay un drama, no hay ninguna concesión a la comedia, y fue una película muy taquillera; la gente la fue a ver por montones… ¿cómo te explicas eso? Una película que no tenía mucho apoyo, pero le interesó el caso a la gente y les gustó cómo estaba hecha. Sin embargo, creo que el cine de repente empieza a repetir las temáticas o las formas de hacer, entonces te vas encontrando con cosas que se parecen a Rashomon otras que se parecen al cine de Littin.
Quizás la gente sigue esperando que las películas respondan a ciertas realidades, como pasó con El Chacal de Nahueltoro, pero ahora la tendencia es otra, a poner el ojo en temas mínimos y ahí tratar temas más universales…
Claro, uno dice la película de Che Kopete,…dicen que tuvo mucho público, y yo no sé si es cierto eso, y si tuvo mucho público, tiene una explicación y es porque es el chiste barato, el chiste más subido de tono, y a la gente eso le llama la atención, pero yo no creo que haya tenido tanto público. Por ejemplo, yo no he visto Súper [(2009)], pero me parece una película hecha de una manera elementalmente comercial, [por lo que] ahora va a ser comercial, ¿o no?
Lo está siendo, hasta el día del cine llevaba 40 mil espectadores…
A mí me parece que el error está en pensar que una película liviana como esa, de sketch, va a ser comercial. Yo creo que no es así, yo creo que el hecho de que el elenco sea de puros artistas conocidos, no es sinónimo de que la gente la va ir a ver. No es fácil dar un veredicto y decir: «La gente no va a ver películas chilenas, porque son muy malas». Tampoco sé si la temática es el motivo, ya que hay películas muy buenas, como por ejemplo Secretos (2008), que no fue nadie a verlas, que no tienen apoyo publicitario, que es algo importantísimo. Es un gran misterio para mí, pero yo creo que el cine chileno tendría que ponerse un poquito a pensar sobre qué estamos haciendo. Durante un tiempo se dijo que ya estaba bueno con las películas de autor, que ya estaba bueno con las películas que trataban de la dictadura, pero aquí no se ha hecho nada sobre eso todavía. Después de cincuenta años de que terminó la Segunda Guerra Mundial, se hace La Lista de Schindler, y tiene un éxito loco en todo el mundo, porque un tema que está tratado doscientas mil veces, porque todavía está vigente, o sea, nosotros todavía no hemos hecho ni la mitad de lo que tenemos que hacer.
Al parecer el cine chileno avanza en términos de calidad técnica. El establecimiento de universidades ha significado que las películas chilenas mejoren. Sin embargo, el tema del guion parece seguir siendo el gran problema.
Yo también opino lo mismo, es el gran tema. Yo tengo un ejemplo del cortometraje que hice con Pamela Espinoza que se llama Estación de Invierno, y me quedé pasmado con el guion, que en diecisiete minutos cuenta una historia completa, entretenida, además con una profundidad tremenda… y es un guion redondito donde se cuenta toda una historia con antecedentes, y todo en diecisiete minutos. Eso es lo que debería hacerse, hacer una historia en una hora y media, pero una historia completa, o sea una historia, no una narración. Hasta Dawson, Isla 10, que es una buena película, tiene problemas de guion, [pues] no tiene un hilo conductor… son varias las aristas de un problema, pero no tiene una historia que tú sigas, que es la forma tradicional de contar. Si tú quieres contar eso entrecortadamente, sí lo puedes hacer sin necesidad de que sea lineal, pero tienes que contar la historia.
Me imagino que a usted le llegan muchas propuestas para trabajar en películas ¿Qué elementos son los que ha usted lo hacen decidirse a tomarlo? ¿Tiene que ver con un guion, con temáticas, con los roles que le ofrecen?
Tiene que ver un poco con todo eso. Yo soy capaz de darme cuenta, por supuesto, si es un buen guion o si a algún personaje se le puede sacar trote o no. Todas esas cosas las puedo ver por una cierta capacidad intuitiva que tengo, y por los conocimientos y la experiencia que me han dado cincuenta años de trabajo en el cine.
¿Le ha pasado eso de leer un guion y enamorarse del personaje? ¿Decir «Sí, yo voy, este es mi personaje»?
Sí me pasó en Tres Triste Tigres. También con el personaje de El Chacal de Nahueltoro, el juez… me gustó mucho hacerlo. En esa ocasión, además, tuvimos algunos momentos mágicos con una improvisación que hicimos con Nelson Villagra del interrogatorio. Cuando habíamos terminado de hacer la escena escuchamos el interrogatorio, el real, y era casi igual al que habíamos improvisado. Eso fue muy impresionante.
Estaban tan metidos con los personajes y en la historia…
Sí, pero tuvo mucho que ver con la intuición, también. Otra cosa del cine que me gustó mucho hacer –y que creo que es el que más me ha gustado– es el de Julio comienza en Julio. Ese personaje no lo iba hacer yo, yo iba hacer otro, y no lo quise porque era un payador, y yo no toco guitarra. Entonces le dije a Silvio (Caiozzi) que había un actor muy bueno para ese papel, que es Jorge Yáñez, y lo hizo él. Yo hice el tío Alberto, aunque Silvio Caiozzi pensaba que yo no era capaz de hacerlo, pero resultó un personaje bastante bueno, con escenas increíbles.
¿Y en el cine actual existe algún director joven cuyo trabajo a usted le guste especialmente?
Yo tengo a mi preferida, que es la Pamela Espinoza. Encuentro que esa niña [es] tan dulce, y lo más rigurosa del mundo. En una ocasión nos dijo que ella preferiría que en sus películas no existieran los garabatos, pero en una escenas, de repente, a Hugo Medina se le sale «conchet…», y ella interrumpió la escena y le recordó a Hugo que habían acordado no decir ningún garabato. Hugo intentó convencerla diciendo que le daba más fuerza al personaje, y ella le contestó que confiaba en que la fuerza no se perdería sin el garabato, y punto y se acabó, no se dijo ningún garabato, y la película resultó igual así igual con una enorme fuerza. Ella hasta el momento es mi preferida… desgraciadamente, parece que se retiró de las pistas, pero me habría encantado que siguiera, porque esa película yo la encontré totalmente conseguida. Ah, bueno, sí, hay otros dos: Ernesto Díaz es uno, y el otro se llama Jorge Mella, que hace un cine de terror bien impresionante.
Después de tantas películas sigue reencantándose con nuevos proyectos. ¿Está inmerso en algún proyecto en la actualidad?
Sí, en un par, pero que están en fase de proyectos. Uno se llama Jardín de margaritas y es una historia de amor de la tercera edad, de una mujer que está con Alzheimer y un jardinero, que soy yo, que se fugan de los hijos de ella y se van a Cartagena a pasar su luna de miel. La película es un drama pero ellos se realizan como pareja. Es una linda historia. También me ofrecieron participar de una comedia que ocurre en la Patagonia… y trata de un tipo que vive en la frontera, y no sabe si es chileno o argentino, y vive una doble vida… tiene una mujer acá y la otra allá. Este proyecto es un poco grueso, pero está en etapa de guion… yo lo afinaría, porque la idea no es mala.
Además usted es el organizador de la muestra de cine de la Patagonia. ¿Cómo surge esa iniciativa?
La idea surge debido a que yo crecí viendo películas en el Cine Palace, y la gente ahora no tiene esa posibilidad, entonces yo pensé en darles esa oportunidad. Primero hablé con el alcalde, y con el paso del tiempo se transformó en una muestra binacional que ya cumple ocho años [N. del E.: el 2009]. El 2010 la muestra se realizará entre el 6 y el 15 de febrero, primero en Puerto Natales, luego en Río Turbio y Punta Arenas.
en CineChile, 2 de noviembre, 2009
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