Ella se puso muy pálida; yo me quedé taciturno;
fue a suspirar a la luna mi vaguedad metafísica...
Se extenuaba en un sollozo la evocación del "Nocturno"...
Y ella engarzó su cabeza entre sus manos de tísica.
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Un frío de tempestades nevó el recuerdo en su frente:
- No llores -le dije- ¡ven!...
Y yo lloraba también.
- ¿Qué te ha herido?
Y en la sombra destacóse fieramente
la dentadura del monstruo que despedazó a Chopin!
en Las pascuas del tiempo, 1902
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