Virgen, tus ojos mártires
rezan, como las llamas de los cirios,
Virgen, tus manos pálidas y trémulas
piensan, como las manos de los ciegos.
Por tu fervor, mi beso se hizo hostia
y llevó toda mi alma a tus entrañas.
Nuestras vidas serán como dos manos
que se unirán apasionadamente.
Mis estrofas serán como esas naves
que parten, silenciosas, en la noche,
y me entraré contigo en el silencio
de las pasiones grandes.
en Poesía (Antología), 1966
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