En el desierto está la belleza hecha polvo
HAFIZ
en buena hora te quitaste
tú que ya no tenías nada que hacer en los mercados
en el corazón color caca de las ratas
en los hospitales de los locos/ en las camas de las putas
en los hoteles de turistas
en buena hora te quitaste / felizmente
pagaste todas tus cuentas en los bares
y te fuiste un viernes santo al trocadero
para no olvidarte del último polvo de tus días
por eso los pordioseros y ladrones te recuerdan
cuando bebías en los manicomios de la tarde
con los perdidos de la nada
el pisco más barato de la tierra
y te quedabas tirado como un perro en las esquinas
apestando peor que orines de gata masturbada
pero soñando con las mejores primaveras de la luna (yo
desde mi viejo cuchitril y lleno de asma te saludo
y me acuerdo cuando velabas tu alma de viejo camionero en
las aguas pestilentes de la pena
y cuando escondías en tu negra billetera (de cocodrilo mal habido)
los papeles inservibles y salvajes de tu muerte) por eso te ruego
no dejes caer tu sueño en las excrecencias de las charcas
ni despedazar tu grito de cebolla en las uñas imperturbables del infame
sin embargo sé por las miradas peligrosas de las aves
que cierta vez robaste en el parque a los mendigos
y te tiraste un pedo en paseo de familia
mientras mirabas a las palomas sonreír entre sus nidos
cuando te quisieron hacer gerente una mañana
y los dejaste a todos hechos unas amapolas en su culo
en las cervecerías de la esquina
pero ahora que tanto hablan de ti en los periódicos
háblanos de la rosa infinita de tus versos
de los duraznos achicharrados de tu insomnio
de la esperanza cruda de las calles / de tu abrigo
que sólo sirve para ocultarte de los cumpleaños de tus hijos
y de la herida horrorosa y mugrosa de tus pasos / en fin
de los huevos de dios o del olvido (de tus libros)
porque sabemos que tú eres más pendejo
que cualquier malandrín bailando en el infierno
pero como estás a punto de estirar la pata en el asilo
no me queda más remedio que decirte como al viejo dylan
thomas cuando agonizaba como un carnero degollado
en los prostíbulos aterrorizados de los cielos:
«paséate por todos los techos encandilados de la estrella y mira las
pezuñas calcinadas de los burros/ las palabras fatigadas de los ángeles
putos de la tarde para que sepas que no hay mejor comisaría en la
carroña del silencio que un buen trago de ron al pie de las entradas
maravillosas del otoño donde ya no se puede amar sino a los lirios rotos del espejo
anunciando los nuevos nacimientos de los ríos como esas tristes avecillas
que envejecen de nostalgia entre los eucaliptos atolondrados de tu pecho»
en Los rostros ebrios de la noche, 1999
también en Memorias de un desaparecido. Antología personal (1971-2014), 2016
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