El estrecho camino caminado
si polvo de recuerdo,
hijo de mis deseos, mi camino y la calle,
y el mar, y la distancia.
Siempre estoy preguntándome,
¿qué habrá detrás de todo,
de este borrón de pizarra de niño
que es el ir y venir sin meta fija
si no es la del oscuro incierto?
Niño curioso, como en todo
mete los dedos, meto yo los ojos
y aguaito mi infantil angustia
de saber, de violar todo secreto.
Me roe la pregunta.
Estoy al borde de los días
asomada sin miedo, terca,
como el árbol al borde de los ríos sin saber su destino.
O como si yo misma fuese un río
ansioso de llegar, ¿hacia dónde?
¿Sabrán los ríos hacia dónde van?
Si el anhelo es el mar, mi mar se asienta
tras de la noche, donde nace el día
y en qué profundas oquedades vibra
su voz, lejana y cerca.
Estoy en una cima de miradas
desde allí todo se borra en luz
no me llega la noche,
pero ya nada me hace estremecer.
Sólo que a veces al mirar abajo
el miedo al vértigo.
Ya me cansé de contar las estrellas
y de observar el vuelo de los pájaros
armoniosos de cantos.
Entre mis manos está creciendo el musgo
con lluvia de astros. El viento bate mis costados
y el sol me ha quemado los ojos.
Y ya no tengo corazón.
1945
en Costa Sur, Descontexto Editores, 2022
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