(1952-2022)
Ya son más de 40 años de carrera, de un hombre que se arraigó en el pueblo a punta de canciones, dichos, historias alegres y tristes, mitos propios de una estrella reconocida, el hombre que a partir de los éxitos «Una lágrima y un recuerdo» (1978) y «Con una lágrima en la garganta» (1979) ganó el favor popular chileno, encarnó un fenómeno de masas en 1982 y 1983 y fue uno de los cantantes más exitosos de esa década, con los impactos radiales «Motivo y razón» (1982), «Amor sin trampas» (1985), «Un ramito de violetas» (1985), «Mi prisionera» (1988) y «María Teresa y Danilo» (1988).
Zalo Reyes es un heredero de la genealogía de cantantes populares chilenos que empieza con los boleros de los años ’60, hermanados con la llamada «canción cebolla», y que sigue con los conjuntos melódicos de la edad de Los Ángeles Negros, Los Galos y Los Golpes. Esa sintonía con el gusto popular le ha permitido además mantenerse activo al lado de figuras de la experiencia de Luis Alberto Martínez o los mismos Golpes y Los Galos y, distanciado de la gran industria musical hace ya más de una década, acceder al reconocimiento generacional de un público joven en el nuevo siglo.
El Hijo de la Lágrima
El productor musical argentino Roberto Livi lo recordaba años y décadas después de ocurrido. Cuando en el verano de 1983 vino como invitado al jurado del Festival de Viña, escuchó una canción que le era familiar, y no sólo interpretada por un cantante en el escenario, sino coreada por miles en el anfiteatro. Era una canción que él mismo había escrito años antes. Se llamaba «Con una lágrima en la garganta».
Dos palabras bastaban para explicar ese furor: Zalo Reyes. Y el de ese verano era la cúspide de un recorrido iniciado una década antes. Boris Leonardo González Reyes, hijo de un taxista, era el menor entre cuatro hermanos de una familia de la capitalina comuna popular de Conchalí. A los quince años ya cantaba como aficionado, en el tiempo del éxito de Los Golpes, Los Galos, Punto Seis, Capablanca o un ya consagrado José Alfredo Fuentes. Pero su real escuela inicial fue el estilo de Germaín de la Fuente, el cantante de Los Ángeles Negros.
Zalo Reyes actuaba hacia 1976 en quintas de recreo, y fue allí donde lo vieron los productores de las grabadoras IRT y EMI Odeón, Roberto Inglez y Jorge Oñate, y con esta última firmó contrato. Su primer single, «Una lágrima y un recuerdo» (1978), es una canción del autor José Barette popularizada por el grupo mexicano Miramar, de la que Reyes refiere haber vendido más de sesenta mil copias. Y el segundo fue la consagración: «Con una lágrima en la garganta» (1979), del aludido Roberto Livi.
Las dos figuran en el LP Canto por amor (1979) y conservan ese sonido de bolero tocado por un conjunto electrónico de los 70, con melodía de órgano y con los arpegios de guitarra eléctrica patentados por cantantes argentinos como Leo Dan o Yaco Monti. El cantante recuerda haber hecho esas primeras grabaciones con músicos de rock, y la época coincide además con la participación de Zalo Reyes en el canto final del LP Misa de los Andes (1976), grabado por Congreso con diversos invitados.
En efecto, el director artístico de EMI era Fernando González, guitarrista de Congreso, y entre los músicos que trabajaban para el sello figuraban Tilo González, baterista del mismo grupo, y Jorge Soto, tecladista de Tumulto y Sol y Medianoche. A ese tiempo dedica Zalo Reyes una de sus canciones inéditas, donde homenajea a rockeros chilenos de los 70. «Arena Movediza, Influjo, Tumulto, Feed Back / El Sol y Medianoche, Panzer, tantos más / Son los amigos que esta tarde compartieron / Y fue la noche en que tu viejo se fue al cielo / Cantar contigo una canción de amor, siempre fuiste rockero / Toda tu vida se te vio feliz, del rock hiciste el tiempo / Yo no me olvido de Gran Avenida, tampoco Quintero».
Zalo Reyes fue a Viña
«Troncal Negrete» se llamaba un programa de humor de Televisión Nacional ambientado en una cancha de fútbol de barrio, con el comediante Ronco Retes y la actriz Schlomit Baytelman en el reparto. Y a comienzos de los ’80 el galán de esas canchas era un joven Zalo Reyes, que pasó luego a ser habitual en los programas «El Festival de la Una» y «Sábados gigantes», como cantante y también animador.
En un país con toque de queda y obligado a ver tele como entretención, la pantalla surtió efecto y el carisma avasallador del cantante hizo el resto. Zalo Reyes ya era un asunto de interés nacional en 1982, año en que actuó en programas estelares de los dos canales principales como «Noche de gigantes», conducido por Don Francisco, y «Permitido», uno de los shows de la dupla entre el animador Antonio Vodanovic y el productor Sergio Riesenberg, cumbres de la distracción oficial de la época.
Y no había nadie como Reyes. Él acuñó la expresión de los «ruciecitos de ojos azules» dedicada a la «gente linda», los que se dividían en «la Plaza Italia para arriba y nosotros los de la Plaza Italia para abajo» que en la época se divertía en la discoteca Gente, pero el padre Hasbún le dio su bendición en TV con comentarios como «Zalo Reyes es un hombre inspirado, pero sobre todo es un hombre transpirado». Con sus nuevos ingresos compró un Camaro rojo, pero no por eso «se cambió ni de casa ni de barrio», como consta en la sabiduría popular, y acuñó a su vez la expresión «¿Cuándo vai pa’ la casa?».
La casa quedaba en la calle Pioneros del Espacio, a la altura del 4.000 de la capitalina avenida Vivaceta: Zalo Reyes era «El Gorrión de Conchalí». Y la cumbre del fenómeno llegó en febrero de 1983, cuando actuó en el Festival de Viña. Su notoriedad fue tal que se ganó hasta una crítica del antipoeta N. Parra, mientras la revista de oposición Hoy informaba que le había sido prohibido imitar a Pinochet en su actuación. Aun así arrasó, y sin un gran repertorio de éxitos, como él mismo recuerda.
–Mira: Zalo Reyes fue a Viña. Se ganó la Gaviota y la Antorcha. Zalo Reyes fue sin «Ramito de violetas». Fue sin «Mi prisionera». Fue sin «María Teresa y Danilo». Fue sin «Motivo y razón». Fue sin «El rey de tus sueños». Y te digo una cosa. Zalo Reyes fue a Viña y nunca me he pegado una repetida –dice el propio Zalo Reyes en retrospectiva, y es cierto. La de 1983 iba a ser su única actuación en el Festival, aunque su mayor catálogo de sucesos radiales aún estaba por venir, el impacto fue tal que su gente lo recibió en un colmado Estadio Santa Laura, al que llego nada menos que en un helicóptero, situación que hasta el día de hoy ningún artista ha vuelto a repetir.
La personalidad de Zalo tuvo una rápida respuesta en la TV de aquellos años. A las cualidades vocales se sumaba la de entretenedor, bailarín y carismático lo que despertó en los grandes «monstruos» de la época, canal 13 y TVN el apetito de tenerlo en sus filas, primero fue «Sábados gigantes» quien en 1985 le dio la misión de co-animar con Don Francisco el afamado bloque «Los Barrios», al año siguiente, tuvo su propio programa llamado «Humor de Reyes» con Zalo en Canal 13, con motivo del mundial de fútbol de aquel año, al año siguiente la poderosa grúa de TVN lo contrató para coanimar junto al popular Enrique Maluenda en dos secciones en el también afamado programa «Festival de la Una», Chilevisión no se quedó atrás y fijo sus ojos en Zalo primero para coanimar junto a Julio Videla «Cordialmente» para luego dejar sólo a Zalo en la animación del también popular programa de aquellos años.
Yo tengo un motivo y una razón: Los Éxitos
La colección más nutrida de canciones de Zalo Reyes es de los ’80. En «Embustera», del LP Zalo Reyes (1982), y en «Motivo y razón», del LP Motivo y razón (1982), están los mismos arpegios de guitarra eléctrica de sus primero éxitos, pero los sintetizadores ya suenan como imitación de orquesta: Zalo Reyes empieza a cambiar la banda de quinta de recreo por el grupo de programa de TV.
El disco siguiente, Amor sin trampas (1985), contiene baladas como «Amor sin trampas», del autor argentino Víctor Yunes, y otro de los impactos del cantante en «Un ramito de violetas», original de la cantautora española Evangelina Sobredo, quien la había grabado en 1974: es el momento en que Zalo Reyes introduce el célebre verso «Te mandaba un rami-vi to-vo de-ve vi-oletas» en su jerigonza personal.
Tras el compilado Lo mejor de… Zalo Reyes (1984) y el álbum El rey de tus sueños (1986), que incluye «La canción del títere» y «El rey de tus sueños» entre otras, Zalo Reyes marcó un nuevo doble impacto con la balada «Mi prisionera», del autor argentino Alejandro Vezzani, y con la caribeña «María Teresa y Danilo», del dúo salsero Hansel & Raúl, incluidas en el disco De corazón (1988).
El cantante grabó para el sello EMI sólo hasta el siguiente disco, Dolor de amor (1991), con canciones de Víctor Yunes y Gogo Muñoz como «Amor, es nuestro aniversario» y «El corazón en la garganta». Luego se apartó de la industria disquera para, como él mismo distingue, trabajar con estudios de grabación en vez de sellos, en una postura crítica del negocio musical que mantiene hasta hoy.
«Murió Ramón Aguilera: nuestro Ramón Aguilera que le cantó a las madres. Así somos: el sentimiento más grande del mundo, el amor por la madres, despreciado –acusa Zalo Reyes como ejemplo, y tiene otro caso a modo de paradoja–. «'Olvidarte nunca', de Los Golpes. El cantante se llamaba Rubén Alegre: lo olvidaron siempre y cantaba triste. Somos así».
Ahora lo llaman KITSCH
Han sido precisamente cantantes como los boleristas Ramón Aguilera y Luis Alberto Martínez y conjuntos melódicos populares como Los Galos o Los Golpes los compañeros de oficio de Zalo Reyes durante su etapa actual, en la que su principal actividad es actuar en vivo, sitios como Los casinos o La Tuna son sus escenarios: Zalo Reyes sigue siendo un entretenedor, en un restaurante en vez de un estudio de TV. En 2005 fue de gira a Noruega, Dinamarca y Suecia y actuó con DJ Méndez, y ha sido descubierto además por nuevas audiencias, seguidoras de Shamanes Crew, Guachupe o Villa Cariño, en lugares como Sala Murano, Centro Mori o las fiestas kitsch de la discoteca Blondie.
En 2006 de la mano de una de las principales productoras en Chile, «Fénix», y de Daniel Guerrero, llegaría el último gran hit, «Acorralado entre mis lágrimas» (el malo), viene a completar su transversal y variado repertorio, que el 4 de noviembre de ese año, cerró con éxito aquel desafío, con más de 4 mil personas en el Movistar Arena, con 12 músicos en escena, que reconfirmó que Zalo vino para quedarse como referente de la música popular en el país.
Su catálogo de los ’70 y ’80 fue reeditado en el disco Lo mejor de Zalo Reyes (1995) y en las series de compilados Colección inmortales (2004) e Íconos kitsch (2006), además de Zalo Reyes en vivo (2016). Esta última es la recopilación más completa de las tres reeditada por Master Media, y coincide con la puesta en boga de las citadas fiestas en tributo a figuras pop chilenas del pasado. Igual que un Tom Jones en Inglaterra o un Sandro en Argentina, Zalo Reyes en Chile ha hecho buenas migas con una nueva generación.
«Claro, porque es gente en vivo y la juventud se acerca a la música de sus padres. Y es bonito, te hacen cantar en la hora peak, con respeto, te pagan bien, y tres temitas, no más. Esos son los jóvenes, no tiene nada que ver con la tele. Yo tengo trabajo siempre, en provincia estoy lleno de trabajo (prefiero las redes sociales, en Facebook tengo 19.000 seguidores y con eso soy feliz)» –dice. En contraste, es notoria su ausencia en la explotación de nostalgia propio de la TV del nuevo siglo. Zalo Reyes no apareció en el programa «Rojo VIP» (2005) como varios coetáneos, no es «opinólogo» y no es jurado en concursos de talentos de la TV, de los que también desconfía, por eso se da el lujo de decirle NO a la TV actual, televisión que siempre lo busca encontrando una respuesta negativa de parte del artista.
En 2013 la presentación de Zalo en el prestigioso festival «Viva Dichato», marcó el más alto peak de sintonía, siendo superado sólo por el fenómeno de Los Atletas de la Risa. Después en 2014 igual de exitosa fue la presentación en el Festival de Música Electrónica Misteryland, presentación que dejó a Zalo impactado: «Cuando llegué al Misteryland me dije a mí mismo, ‘¿Qué hago yo acá? ¡Son miles de lolos que no me conocen!’». En Youtube circulan videos de aquella noche donde los jóvenes exclamaron al viento, «¡Olé, olé olé olé… Zaloo… Zalooo!». Eso demuestra que es un artista que traspasó generaciones y qué mayor mérito tiene al automarginarse de la televisión por encontrarla muy distinta a lo que él representa.
En 2015, en un colmado Teatro Caupolicán, Zalo Reyes recibió el «Copihue de Oro», entregado por el diario La Cuarta, como reconocimiento del pueblo a un cantante popular con trayectoria. Y más allá de la pregunta, lo que importa es la respuesta: Zalo Reyes habla en tercera persona, como hablan Carlos Caszely , Martín Vargas, Alexis Sánchez. Como hablan los grandes.
en ZaloReyes.cl
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