domingo, julio 31, 2022

Tres poemas de Diana Bellessi





 

Variaciones de la luz


Un revuelo naranja al poniente
en lucha libre con el violeta
donde se hace de repente un claro
verde como aquel rayo purísimo
perseguido en la juventud
y al fondo el coro de las gallinetas
y un silencio al frente que corta
el tajo de luna
con más silencio
y plata y noche hasta que sólo
quedan las luces de tu casa
a veces como mágicas naranjas
dulces y en la soledad amargas.



en Variaciones de la luz, 2006




 
He construido un jardín…


He construido un jardín como quien hace
los gestos correctos en el lugar errado.
Errado, no de error, sino de lugar otro,
como hablar con el reflejo del espejo
y no con quien se mira en él.
He construido un jardín para dialogar
allí, codo a codo en la belleza, con la siempre
muda pero activa muerte trabajando el corazón.
Deja el equipaje repetía, ahora que tu cuerpo
atisba las dos orillas, no hay nada, más
que los gestos precisos
dejarse ir para cuidarlo
y ser, el jardín.
Atesora lo que pierdes, decía, esta muerte
hablando en perfecto y distanciado castellano.
Lo que pierdes, mientras tienes, es la sola compañía
que te allega, a la orilla lejana de la muerte.
Ahora la lengua puede desatarse para hablar.
Ella que nunca pudo el escalpelo del horror
provista de herramientas para hacer, maravilloso
de ominoso. Sólo digerible al ojo el terror
si la belleza lo sostiene. Mira el agujero
ciego: los gestos precisos y amorosos sin reflejo
en el espejo frente al cual, la operatoria carece
de sentido.
Tener un jardín, es dejarse tener por él y su
eterno movimiento de partida. Flores, semillas y
plantas mueren para siempre o se renuevan. Hay
poda y hay momentos, en el ocaso dulce de una
tarde de verano, para verlo excediéndose de sí,
mientras la sombra de su caída anuncia
en el macizo fulgor de marzo, o en el dormir
sin sueño del sujeto cuando muere, mientras
la especie que lo contiene no cesa de forjarse.
El jardín exige, a su jardinera verlo morir.
Demanda su mano que recorte y modifique
la tierra desnuda, dada vuelta en los canteros
bajo la noche helada. El jardín mata
y pide ser muerto para ser jardín. Pero hacer
gestos correctos en el lugar errado,
disuelve la ecuación, descubre páramo.
Amor reclamado en diferencia como
cielo azul oscuro contra la pena. Gota
regia de la tormenta en cuyo abrazo llegas
a la orilla más lejana. I wish you
were here amor, pero sos, jardinera y no
jardín. Desenterraste mi corazón de tu cantero.



en El jardín, 1992



 

Un lugar en el mundo


Habiendo visto al biguá de ébano con su pico blanco
bucear en las orillas sumergiéndose en arco pálido
para desaparecer luego bajo el leonado río
cuando la noche llega, me pregunto qué más nos queda
que no sea la apreciación de tal belleza ganada
poco a poco en la necesaria invención de los años
para dar a su cuerpo y a sus gestos el movimiento
preciso, y no es un atleta, es un biguá único
y cualquiera atravesando el río bajo la uña fina
de la luna en este anochecer donde yo me pregunto
qué merecemos, qué afinamos nosotros en la campana
del mundo y me digo: la apreciación, mientras recuerdo
la otra cara insatisfecha reclamando un poder
que es inmolación, inhábil tratativa con el tiempo
o belleza de la acumulación que nos deja huérfanos
de la propia vida, no gastada en la superficie
sedosa del agua sin guardarnos nada para luego
dejarnos ir en esa oscuridad sin fin de la noche
como los peces que come el biguá, como el biguá mismo
a quien devora el río mientras aprecio su perfección.
lo otro que del origen
nos aparta.



en Tener lo que se tiene, 2009
















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