Y tus ojos azules en las páginas
sentirán la agonía de mi espíritu
en un largo morir maravilloso.
Tus ojos me verán como un mendigo
que ha juntado los párpados y tiembla
sujetando la luz de las visiones
que en la carne se duermen como niños
que sienten miedo de los ojos malos.
En tu mano mi vida fue el maduro
fruto que se desprende en el silencio.
Se consumió mi sangre bellamente
en el lento cedazo de mi sombra.
Tú verás el dolor de los minutos
que en mis versos se agitan naufragando
en un cáliz de estrellas: mi cerebro.
Tú verás el impulso de mi vida
exangüe que te busca en el sigilo
donde pasó tu pie como un aroma.
Para ti fue mi corazón un mudo
que puso las preguntas en los ojos
y en las manos cansadas de esperarte.
Fui débil como el perro que se encorva
y que tiene los ojos ahondados
de pensar en las cosas.
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