Mi casa está cerca de una verde montaña
en la que no se ven huellas humanas.
El mundo, cambiando, ha conocido
decadencia y grandeza.
Sin embargo, la verde montaña verde
conserva siempre su color.
Frente a mi espejo, parecido a la luna,
cada día yo me arreglaba.
Desde de que él regresó a la tierra,
ya no se refleja mi imagen en el espejo.
Antes me placía tocar la flauta.
Una fuente de sonidos parecía surgir
desde mis dedos, pero Tse Ts’i ha partido
y ya nadie podrá comprender la música
que rompe mi alma.
en Poetas chinos, 1958
No hay comentarios.:
Publicar un comentario