Viento rabioso y obstinada llovizna.
Gélida primavera,
frente a la copa,
recuerdo nuestros días felices
y también la triste despedida:
Flores de pera en la mano
y lágrimas en los ojos,
al final de la pradera
te dije adiós,
mirándote desaparecer
entre verdes montes.
Anoche, en mi sueño,
nos vimos de nuevo,
pero separados por nubes negras,
sin poder decirnos ni una palabra.
¡Qué pena! ¡Qué rabia!
Ahora, despierta, dolorida,
doy vueltas en el lecho.
El cielo, por lejos que esté,
lo puedo ver cuando quiera.
¡Pero qué difícil es verte,
mi cariño, mi corazón!
en Poesía clásica china, 2001
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