lunes, abril 25, 2022

«Memorias de un amnésico», de Erik Satie

Fragmentos / Traducción Margarita Martínez



 
Luego de una adolescencia bastante corta, me convertí en un hombre ordinariamente potable, pero no más. En ese momento de mi vida empecé a pensar y a escribir musicalmente. Sí.
 
¡Idea enojosa..! ¡Idea muy enojosa!

En efecto, no tardé en hacer uso de una originalidad (original) desagradable y que no viene a cuento, antifrancesa, contranatura, etc...

Entonces la vida fue para mí tan insostenible que resolví retirarme a mis tierras y pasar mis días en una torre de marfil, o de otro metal (metálica).

Así fue como me empezó a gustar la misantropía; cultivé la hipocondría; fui el más melancólico (de plomo) de los seres humanos. Daba lástima cuando se me veía, aunque fuera con binoculares de oro comprobado. Sí.

Y todo esto me ocurrió por falta de Música. Este arte me hace más mal que bien. Hizo que me peleara con gran cantidad de gente de valía, muy honorable, más que distinguida, muy «gente bien».

Vayamos a otra cosa, luego volveré sobre esto.


*   *   *


Personalmente, no soy ni bueno ni malo. Oscilo, puedo decirlo. Tampoco he hecho mal a nadie ni tampoco bien, lo que es más.

Sin embargo, tengo muchos enemigos, fieles enemigos, naturalmente. ¿Por qué? Esto se debe a que la mayor parte de la gente no me conoce, o sólo me conoce de segunda mano, en suma, por rumores (mentiras, más que mentirosos).

Los hombres no pueden ser perfectos. No pretendo para nada que lo sean. Son las primeras víctimas de su inconsciencia y de su falta de perspicacia... ¡Pobres!

También los compadezco.

Vayamos a otra cosa, luego volveré sobre esto.






en Patafísica: epítomes, recetas, instrumentos y lecciones de aparato / Alfred Jarry 
(compilado por Rafael Cippolini), Caja Negra Editora, Buenos Aires, 2016























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