lunes, abril 11, 2022

“La guerra, única higiene del mundo”, de F. T. Marinetti





Heme aquí dispuesto a deciros lo que separa esencialmente el Futurismo de la concepción anarquista.

 

Esta última, renegando del principio infinito de la evolución humana, detiene todo su anhelo de porvenir ante el umbral ideal de la paz universal y ante un estúpido paraíso lleno de palmas agitadas y de abrazos fraternales a pleno campo.

 

Afirmamos nosotros, por el contrario, como principio absoluto del Futurismo, la inquietud continua y el progreso indefinido fisiológico e intelectual del hombre. Consideramos desacreditada e impropia de este siglo la hipótesis de la fusión fraternal de los pueblos, y no admitimos más que una higiene para el mundo: la guerra.


El objeto lejano del ideal anarquista, es decir, una dulce ternura gemela de la cobardía, nos parece una inmunda llaga precursora de la agonía de los pueblos.


Los anarquistas se contentan hendiendo con sus hachas las ramas políticas, jurídicas y económicas del árbol social. Nosotros queremos mucho más; queremos arrancar y quemar sus más profundas raíces: aquellas que nacen en el cerebro mismo del hombre y que se llaman: manía de orden; tendencia al reposo; adoración fanática de la familia; preocupación de dormir y comer a hora fija; quietismo cobarde; amor a lo arcaico, a lo viejo, que es lo averiado y lo enfermo; horror a lo nuevo; desprecio a la juventud y a las minorías rebeldes; veneración a lo constituido, a los años acumulados, a los muertos y a los moribundos; necesidad instintiva de leyes, de cadenas y de trabas; honor a la violencia, a lo desconocido, a lo nuevo; miedo, en fin, a una libertad total.


¿No habéis visto nunca una reunión de jóvenes revolucionarios o de anarquistas? Pues bien; no hay un espectáculo más descorazonador.


Advertís en seguida la manía eterna, inmediata, en todas estas almas rojas, de privarse a toda prisa de su vehemente independencia para conceder la presidencia de su asamblea al más viejo de entre ellos, es decir, al más sensato, al más prudente; en una palabra, a aquel que, en posición ya de una pequeña fuerza y una pequeña autoridad, estará lógicamente interesado en conservar el estado de cosas, en calmar las exaltaciones, contrariando todo anhelo de aventura, de peligro y de heroísmo.


Este nuevo presidente, encauzando con una aparente equidad la discusión general, la conducirá, como un rebaño, al abrevadero de su conveniencia personal.


¿Creéis todavía seriamente en la utilidad de los congresos, de las asambleas, espíritus revolucionarios?


Contentaos entonces con elegir un director, o mejor, un orientador de la discusión. Elegid para esto al más joven, al menos significado, y que sus atribuciones no pasen jamás de la simple distribución de la palabra con una absoluta escrupulosidad de tiempo, que él comprobará reloj en mano.




en Manifiestos y textos futuristas, 1978

Fotografía (de izquierda a derecha): Antonio Sant'Elia, 
Umberto Boccioni y Filippo Tommaso Marinetti.

























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