miércoles, septiembre 22, 2021

«La casada y la vela», de Héctor Viel Temperley




a Enrique


Iba como sin rumbo mirando en paz el campo
Tal vez porque ese hombre no le importaba mucho 
Siempre iba caminando y llevaba polleras y era joven 
Tal vez no iba a caballo
Porque el oficio de ese hombre era domar caballos

La esperaba en el monte las tardes que él decía 
Él la besaba poco y después era rápido
Él sólo le subía esas polleras anchas
Por suerte ella volvía del monte caminando 
Sentir todo ese tiempo en la piel ese semen 
Saber cómo oliendo lo que había salvado
O tomar una hoja para secarse un poco

Sólo una noche lo llevó a su casa
Le dio un vaso de vino y lo llevó a una pieza 
Después le hizo buscar para ella un vaso de agua
Y él caminó desnudo hacia el rincón hacia la vela 
Nunca le habló a su esposo de ese hombre
Que se fue a trabajar para el gobierno en la remonta 
El amor puede hablar de otro amor si es preciso
Su voz puede rondar la llama de una vela
Pero el amor no habla del instante en que un falo 
Brilla como si fuera el primero en la vida

(El amor no es un falo que el amor no comparte
No es un hombre cualquiera que se va y no se extraña 
El sexo como araña puede salir del horizonte
Y correr por la tierra para esperarme nuevamente
La gaviota del semen puede volar de nuevo sola
En dirección al monte cada vez que recuerdo 
Encerrada en el baño mirándome las piernas

Y hay un falo que es mío que es solamente mío:
Pero el amor es más que un falo que jamás se comparte!)





en Legión extranjera, 1978


y en El hombre que nada hasta los cielos, Descontexto Editores, 2021











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