Versión de Juan Carlos Villavicencio
Tan finas manos rosadas,
el vino de una marca magnífica
y la primavera que pinta los sauces de verde
que los muros del palacio no pueden confinar.
El injusto viento del este,
los raros tiempos felices.
En mi corazón se agolpan pensamientos tristes;
hemos cortado hace tantos años.
Mal, mal, mal.
La primavera es tan verde
y en vano ella es tan delgada…
su pañuelo de seda empapado de lágrimas
y con manchas rojas e inmundas.
Flores de durazno
caen cerca del desierto salón.
Nuestro juramento sigue firme. ¡Vean!
Pero a ella no puedo decirle palabra alguna.
No, no, no.
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