Hay
una relación tan común que no quisiera insistir entre el oro la lujuria y el excremento en el paraíso a pesar de que la considero presente de una manera ordinaria, es decir inusitada para el que arribe de una región maravillosa sin
lujuria sin oro y sin excremento. En efecto, el ano es un buen productor de lujuria,
sin oro pero con excrementos y del excremento nadie hace oro aunque la lujuria puede consistir en bañarse en cantidades sobrehumanas con su propia materia fecal y hasta convertirse en manjar como cierta vez vi en un film y el propio autor vio
en otro autor y éste a su vez fue testigo de alguna bacanal, y así hasta la misma fuente o inicios del proceso literario, quiero decir que alguna vez alguien lo
vio realmente y aquello inspiró su talento.
Entonces hasta el arte ama el excremento y el poeta se vuelve vidente.
Podrían por ejemplo escuchar a uno de los más ilustres poetas castellanos vilipendiar a los sodomitas amparado en su estro fecal.
Aquella musa no es Cinthia ni Clodia ni Beatriz, es simplemente el material en primera línea cincelado convenientemente, a la vanguardia del sentimiento más puro y estético, el amor, o una daga acaricia el objeto en el ofrecimiento de una virgen desnuda e imberbe. Yo lascivo al yo que habla sin control.
Ama la daga y lo que la ha salpicado en su excursión secreta: índigo carmín verde de pubis virgen/anal.
Loba que en la noche es ella misma, pura, ella misma, la bestia en sí misma, perfecta y emperador.
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