En aquel árbol fui a buscar
otro verano, el corazón ése, mal grabado
sobre una playa de corteza tersa
con la hoja viva y rota de un cuchillo.
Gonzalo
Millán
Las primeras páginas de
esta novela me hicieron recordar rápidamente, una imagen flash, del Libro del desasosiego
de Pessoa y de El paseo, de Walser. Razones
vagas, logré observar una conducta del narrador ante un lugar determinado, una
permanencia del ojo contemplativo y receptivo. Wacquez usa un par de veces el
término “desasosiego” en ciertos pasajes de su novela y al mismo tiempo veo en
las redes sociales una foto de Robert Walser muerto sobre la nieve tal como un
personaje de Wacquez está tendido en la arena de una playa luminosa.
Esta novela, Toda la luz del mediodía, es la primera
publicada de Mauricio Wacquez. Este es un texto que habla de la inmovilidad y
de la quietud pero no como un estado de paz. Se trata de una permanencia que
está sujeta a la incomodidad del exterior, a la contemplación obligatoria de
los paisajes estacionarios. Es una historia sobre un verano que emana una luz
que no es esperanzadora. Dentro de este historia hay otra historia, la de Max,
Paulina y Marcelo: Paulina ama a Max, Max ama a Marcelo y Marcelo, hijo de Paulina,
se regocija en su juventud y “abusa” de su condición de ser la persona amada.
“Somos los personajes provisorios de una historia que tiene como único marco la
presencia inmóvil de Santiago”.
En un estudio sobre la obra
de Wacquez, la académica Claudia Molina observa: Toda la luz del mediodía inicia al amanecer de un día de verano, donde el narrador y
protagonista comienza el relato de la historia con la frase: “Voy a contar
algo” (1965:07). Mediante la utilización del pronombre indefinido “algo”, el
narrador expresa lo indeterminado, lo innombrable de su historia, esto es, la
disyuntiva entre Marcelo o Paulina y, al mismo tiempo, revela su intención de
exteriorizar el conflicto en busca del restablecimiento del equilibrio
necesario, por lo que hay una elección cuidadosa de las palabras que dan cuenta
de los hechos, diferenciando los esenciales de los accesorios. Ese “algo” es a lo que me
refiero al comienzo. En esta historia lo central no son los sucesos sino la
forma en que esos sucesos se manifiestan.
Los personajes podrían no
tener nombre. Marcelo, Paulina, Max nos interesan desde la perspectiva de la
movilidad. ¿Cómo se mueven los personajes?, ¿cuál es el factor externo que los
conmueve, los relaja, los tensa? Wacquez los describe a cada cual con su propia
luz, a cada uno le pertenece un paisaje y una tonalidad. Marcelo representa una
cierta tranquilidad que para el narrador es humillante, lo hace sentir
“agredido” de cierta forma. Me recordó a la Lolita del libro de Nabokov y de la
película de Kubrick, la risa de Dolores versus la angustia permanente de
Humbert. Acá también somos espectadores de una relación asimétrica. Marcelo
puede manejar todo sin expresarlo. La juventud y la ambigüedad de Marcelo lo deja
convertido en ser superior. Max está a su merced. “Era a través de esos días
que el rostro de Marcelo había adquirido una plenitud que me desconcertaba, una
actitud insolente, que se le ponía en el rostro, en los ojos, y que siempre
terminaba por humillarme”.
La relación Marcelo, Paulina
y Max es confusa como los colores de un atardecer, como el horario en vacaciones
a orillas de una playa. ¿Una relación amorosa?, ¿una atracción homosexual? Sí,
es obvio, es concreto, pero Wacquez desarrolla una relación entre tres
personas, una codependecia entre los tres que quizás recae más en Paulina, una
mujer que, de manera solapada, guarda una excesiva e “inapropiada” preocupación
por lo que pasa con los demás, en ella se esconde una mujer a la que
aparentemente le es fácil conformarse con que el hombre que ella ama llegue a
su lado por medio de la existencia de Marcelo, quien es el personaje “anzuelo”,
cautivador en todos los sentidos.
La energía de un joven
consciente de la capacidad de luz que puede proyectar ante un hombre mayor que
se conforma con las sobras de esa energía. Un hombre que no quiere verbalizar
porque el decir algo podría significar la ausencia de esa luz. La única certeza
de todo esto es que los tres personajes son un trazo de un color distinto, de
una técnica distinta pero dentro de la misma pintura. Los roles se desparraman.
La presencia de lugares
cerrados, un objeto indispensable para el desarrollo narrativo, la ventana y el
reflejo de los colores, la observación de paisajes. Una novela de colores. Los
estados emocionales de los personajes dependen de la intensidad luminosa, de
los factores externos, de lo que no se puede controlar. “Soy sincero; pretendo
ajustar mi relato al rostro de la ciudad. Ella dirá finalmente la última
palabra”, escribe Wacquez en su novela. La energía de un joven consciente de la
capacidad de luz que puede proyectar ante un hombre mayor que se conforma con
las sobras de esa energía. Un hombre que no quiere verbalizar porque decir algo
podría significar la ausencia de esa luz.
Lo otro concreto y palpable
en esta novela son los espacios cerrados, son tan reconocibles, Max se pasea
por su departamento en bata de dormir para asegurarse de que los espacios están
quietos, que todo lo que está ahí es de él, en contraposición a lo difuso de
las relaciones humanas y de la luminosidad de las cosas.
En contraposición,
precisamente, a ese concretismo, aparece una imagen nocturna cuando los tres
personajes se juntan a comer. “La noche llena de luna” es en sí una construcción
gramatical extraña, una imagen avasalladora. No es una noche con luna, sino una
noche llena de luna. Nuevamente se acerca más a una imagen que a la acción
explícita de los personajes. En la novela no hay muchos diálogos, pero los que
hay están sujetos a un estado de ánimo que se modifica a partir de los
atardeceres, de la intensidad de luz, de calor, de brisa. “Tengo la boca llena de ti, de tu boca”, escribe Rulfo en Pedro Páramo, así como el personaje
principal de Wacquez está lleno de verano, está lleno de su obra.
“Yo sentía que todo el verano latía en
nosotros”, podría ser el título de una pintura, así como muchas construcciones
e imágenes que contiene esta novela. Un texto que podría leerse rápido porque Wacquez
logra que el lector se adecúe a la atmósfera que nos está presentando desde un
comienzo, desde el título de la obra, también podríamos detenernos en cada
pintura, cada fotografía que contiene este texto y detenernos ahí, así como la
imagen se detiene en sí misma. “Sentir la piel como una corteza de madera,
independiente de mí, de mi naturaleza”.
Aquí sobresale la
contemplación, quizás es el motor de los personajes, se relacionan
observándose. Max conjetura sobre el estado de Marcelo, sus estados, determina
lo que está diciendo, lo que piensa a través de pistas corporales, los ojos, la
forma de caminar, cómo toma un vaso, un cigarrillo.
Casi terminando la primera
parte de la novela, Marcelo y Max se van a la playa por un mes. En el texto se
manifiesta la alegría de Max, estar con su amado sin interrupciones, sin invitaciones
a cenar, sin almuerzos en la casa de Paulina, tener a Marcelo todos los días,
tomar sol y adquirir una piel tostada al unísono. Aun así la presencia de
Marcelo, por muy tangible que haya sido, era una presencia difusa, su juventud
hacía que su mente estuviera en varios lugares al mismo tiempo. Max disfrutaba
a Marcelo con angustia. “Peso, hombro cuello, la última sensación de una cabeza
que se demora durmiendo, una imagen entre opaca y viva. Es curioso. Veo el
momento de aquella mañana como una fotografía negativa, con los valores
permutados…”.
La única forma de acercarse
a una idea concreta sobre el “estar juntos”, no era insistir con Marcelo, sino
estar con su madre, con Paulina, estar con ella y hacer panoramas con ella para
luego llegar en la noche, abrir el dormitorio de Marcelo y verlo dormir durante
horas. Paulina iba, en ese caso, a permitir todos esos episodios de
contemplación. “Marcelo se volvía inmaterial, y ella, tan sola, adquiría una
presencia abismante”. Robert Walser escribió alguna vez algo muy similar: “Surgió
ante mí una gran figura femenina que hasta entonces había permanecido oculta
por la densa maleza”.
Paseo Bulnes
Febrero, 2021
No hay comentarios.:
Publicar un comentario