Ayer murió en el mar una gaviota,
sin sentir en sus plumas la marea.
Saltó desde una nube desinflada
sobre un firme velamen en aprieto.
Nadie vio su parábola de fuga
hasta el blando sepulcro del océano.
Ni un recuerdo del vértigo curioso
señaló su existencia frente al puerto.
Yo la vi en la mañana, muy de cerca,
con mis ojos labrados en misterio.
Tan humilde vivió, tan desolada,
que las furias del viento no la hirieron.
En su pico quedaron las lloviznas
y en sus patas las conchas marineras.
Se quebraron sus alas en el mástil
y su voz dio su aliento a las arenas.
Que se vistan de negro los corales
y musite su angustia la ribera.
Cuando mueren los pájaros marinos
el silencio levanta sus compuertas.
sin sentir en sus plumas la marea.
Saltó desde una nube desinflada
sobre un firme velamen en aprieto.
hasta el blando sepulcro del océano.
Ni un recuerdo del vértigo curioso
señaló su existencia frente al puerto.
con mis ojos labrados en misterio.
Tan humilde vivió, tan desolada,
que las furias del viento no la hirieron.
y en sus patas las conchas marineras.
Se quebraron sus alas en el mástil
y su voz dio su aliento a las arenas.
y musite su angustia la ribera.
Cuando mueren los pájaros marinos
el silencio levanta sus compuertas.
en Naturaleza del ser,
1959
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