Yo te
sé desde el fondo oscuro, en donde apenas
comienzan a despertar los peces fríos
y el
sonido de la campana llega muerto
y el
agua está apegada a la costra de la tierra.
Ahí donde se inicia el borde de la sílaba,
desde el arranque mismo de la uña
hasta el remate delgado de la ola.
Ahí
encuentro tu estación, alto diamante,
cojo
tu largo espejo y lo disperso en hebras;
y arroz
me digo, arroz caído de repente,
porque
me empuja un río de poderoso cuerpo
y una fiebre imperial que sopla hasta en mi pelo
me inunda de emanaciones como a un huerto.
Ahí
me mojo las manos, y qué bien me salpico
las sienes con sal y harina líquidas;
quiero
ser libre, abrirme el pecho e irme
túnel,
océano y territorio adentro,
quiero alzar la mano llena de aureolas y símbolos
y ahogarme todo entero en ese incendio.
comienzan a despertar los peces fríos
Ahí donde se inicia el borde de la sílaba,
desde el arranque mismo de la uña
hasta el remate delgado de la ola.
y una fiebre imperial que sopla hasta en mi pelo
me inunda de emanaciones como a un huerto.
las sienes con sal y harina líquidas;
quiero alzar la mano llena de aureolas y símbolos
y ahogarme todo entero en ese incendio.
en El viejo
lenguaje de las hojas (Antología), 2019
Descontexto Editores
Originalmente publicado en El hijo del guardabosque, 1951
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