Cuando iba el otro día en el tren me erguí de pronto feliz
sobre mis dos patas y empecé a manotear de alegría y a invitar a todos a ver el
paisaje y a contemplar el crepúsculo que estaba de lo más bien. Las mujeres y
los niños y unos señores que detuvieron su conversación me miraban sorprendidos
y se reían de mí, pero cuando me senté otra vez silencioso no podían imaginar
que yo acababa de ver alejarse lentamente a la orilla del camino una vaca
muerta muertita sin quien la enterrara ni quien le editara sus obras completas
ni quien le dijera un sentido y lloroso discurso por lo buena que había sido y
por todos los chorritos de humeante leche con que contribuyó a que la vida en
general y el tren en particular siguieran su marcha.
1 comentario:
hola soy nueva por acá
comentar no es fácil
leerte si lo fue
te dejo un abrazo estoy en Miami
saludos
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