En el
instante donde el atardecer, viejo brujo, inocula
Con disimulo el tedio, áspero y convencido veneno,
Sentí que alguien entraba en la casa,
Y que ese alguien era el crepúsculo.
Con lentitud, sobre los tapices negros y mudos,
Acariciando todos los objetos con su hálito húmedo,
Avanzaba, los pies envueltos en algodón...
Se hubiera dicho que los muertos en la sombra se agitaban.
Y, brusca calma, hizo, con un aire de romance
Anticuado, con la voz enjuta de las abuelas,
En un retorno miedoso de formas de pensar emigrantes,
Susurrar en mi corazón los recuerdos de infancia.
Con disimulo el tedio, áspero y convencido veneno,
Sentí que alguien entraba en la casa,
Y que ese alguien era el crepúsculo.
Con lentitud, sobre los tapices negros y mudos,
Acariciando todos los objetos con su hálito húmedo,
Avanzaba, los pies envueltos en algodón...
Se hubiera dicho que los muertos en la sombra se agitaban.
Y, brusca calma, hizo, con un aire de romance
Anticuado, con la voz enjuta de las abuelas,
En un retorno miedoso de formas de pensar emigrantes,
Susurrar en mi corazón los recuerdos de infancia.
en La mentira
que siempre dice la verdad (Antología), 2015
Traducción: Jordi Corominas i Julián
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