martes, julio 14, 2020

“Persecución”*, de Sylvia Plath





Dans le fond des forêts votre image me suit.**
Racine


Una pantera macho me ronda, me persigue:
Un día de estos al fin me matará.
Su avidez ha encendido los bosques,
Su incesante merodeo es más altivo que el sol.
Más suave, más delicado se desliza su paso,
Avanzando, avanzando siempre a mis espaldas.
Desde la esquelética cicuta, los grajos graznan estrago:
La caza ha comenzado; la trampa, funcionado.
Arañada por las espinas, ojerosa y exhausta,
Atravieso penosamente las rocas, el blanco y ardiente
Mediodía. En la roja red de sus venas,
¿Qué clase de fuego fluye, qué clase de sed despierta?
La pantera, insaciable, escudriña la tierra
Condenada por nuestro ancestral delito,
Gimiendo: sangre, dejad que corra la sangre.
La carne ha de saciar la herida abierta de su boca.
Afilados, los desgarradores dientes; suave
La quemante furia de su pelaje; sus besos agostan,
Dan sed; cada una de sus zarpas es una zarza;
El hado funesto consuma ese apetito.
En la estela de este felino feroz,
Ardiendo como antorchas para su dicha,
Carbonizadas y destrozadas, yacen las mujeres,
Convertidas en la carnaza de su cuerpo voraz.
Ahora las colinas incuban, engendran una sombra
De amenaza. La medianoche ensombrece el tórrido soto;
El negro depredador, impulsado por el amor
A las gráciles piernas, prosigue a mi ritmo.
Tras los enmarañados matorrales de mis ojos
Acecha el ágil; en la emboscada de los sueños,
Brillan esas garras que rasgan la carne,
Y, hambrientos, hambrientos, esos muslos recios.
Su ardor me engatusa, prende los árboles,
Y yo huyo corriendo con la piel en llamas.
¿Qué bonanza, qué frescor puede envolverme
Cuando el hierro candente de su mirada me marca?
Yo le arrojo mi corazón para detener su avance,
Para apagar su sed malgasto mi sangre, porque
Él lo devora todo y, en su ansia, continúa buscando comida,
Exigiendo un sacrificio absoluto. Su voz
Me acecha, me embruja, me induce al trance,
El bosque destripado se derrumba hecho cenizas;
Aterrada por un anhelo secreto, esquivo
Corriendo el asalto de su radiación.
Tras entrar en la torre de mis temores,
Cierro las puertas a esa oscura culpa,
Las atranco, una tras otra las atranco.
Mi pulso se acelera, la sangre retumba en mis oídos:
Las pisadas de la pantera lamen los peldaños,
Subiendo, subiendo las escaleras.



en Poesía completa, 1981
Traducción de Xoán Abeleira



Notas del traductor

* Sylvia Plath escribió este poema sobre «las oscuras fuerzas de la lujuria» dos días después de su primer y apasionado encuentro con T. H. (anotación del lunes 27 de febrero de 1956 de sus Diarios). Plath ya había leído “El jaguar”, uno de los poemas más célebres de T. H., y probablemente conocía también “La pantera”, de Rilke, poema en el que sin duda abrevó el poeta de Yorkshire. Al margen de su calidad, este texto nos da una idea aproximada del tipo de “pasión animal” que imperó al principio de la relación de S. P. y T. H., por no hablar de las diversas premoniciones que entraña. Con todo, algunos críticos, como Steven Gould Axelrod, incluyen este poema en la serie que S. P. dedicó a su padre, viendo en «nuestro delito ancestral» una alusión no a Adán y Eva (figuras a las que S. P. dedicó varios poemas de juventud) sino al deseo incestuoso reprimido. De ser así, la autora habría fundido inconscientemente, ya desde el principio, la figura de su padre y de su amante. La “réplica” que T. H. escribió a este poema en Cartas de cumpleaños se titula “Trofeos”.

** «En la espesura de los bosques, vuestra imagen me persigue». La cita pertenece al drama Fedra, sobre el que S. P. estaba escribiendo un ensayo (“La pasión como destino en Racine”). T. H., al final de su vida, tradujo la obra al inglés. En la carta que S. P. le envió a su madre adjuntándole el poema, además de darle una explicación completamente distinta a la que se dio a sí misma en los Diarios, escribió: «Otro epígrafe posible podría ser una cita de mi amado Yeats: “El corazón resinoso del ser humano/ ha alimentado todo cuanto flamea en la noche”». Con todo, las aseveraciones que S. P. hacía en esa carta del 9 de marzo de 1956 eran muy atinadas, empezando por la de que en el poema se advierte «cierta influencia de Blake (…) Y, naturalmente, la pantera es un símbolo de la terrible belleza de la muerte, e incluso de la paradoja de que cuanto más intensamente vive una, más arde y más pronto se consume: la muerte, aunque incluye el concepto de amor, es más grande y rica que el mero amor, ya que este no es más que un componente de aquella».



Pursuit

Dans le fond des forêts votre image me suit. (Racine)

There is a panther stalks me down: / One day I’ll have my death of him; / His greed has set the woods aflame, / He prowls more lordly than the sun. / Most soft, most suavely glides that step, / Advancing always at my back; / From gaunt hemlock, rooks croak havoc: / The hunt is on, and sprung the trap. / Flayed by thorns I trek the rocks, / Haggard through the hot white noon. / Along red network of his veins / What fires run, what craving wakes? / Insatiate, he ransacks the land / Condemned by our ancestral fault, / Crying: blood, let blood be spilt; / Meat must glut his mouth’s raw wound. / Keen the rending teeth and sweet / The singeing fury of his fur; / His kisses parch, each paw’s a briar, / Doom consummates that appetite. / In the wake of this fierce cat, / Kindled like torches for his joy, / Charred and ravened women lie, / Become his starving body’s bait. / Now hills hatch menace, spawning shade; / Midnight cloaks the sultry grove; / The black marauder, hauled by love / On fluent haunches, keeps my speed. / Behind snarled thickets of my eyes / Lurks the lithe one; in dreams’ ambush / Bright those claws that mar the flesh / And hungry, hungry, those taut thighs. / His ardor snares me, lights the trees, / And I run flaring in my skin; / What lull, what cool can lap me in / When burns and brands that yellow gaze? / I hurl my heart to halt his pace, / To quench his thirst I squander blood; / He eats, and still his need seeks food, / Compels a total sacrifice. / His voice waylays me, spells a trance, / The gutted forest falls to ash; / Appalled by secret want, I rush / From such assault of radiance. / Entering the tower of my fears, / I shut my doors on that dark guilt, / I bolt the door, each door I bolt. / Blood quickens, gonging in my ears: / The panther’s tread is on the stairs, / Coming up and up the stairs.











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