Poeta,
ensayista, catedrática de lenguas clásicas y traductora, en la raíz de lo que
hace Anne Carson (Toronto, 1950), galardonada con el Premio Princesa de
Asturias de las Letras 2020, figura el engarce con la tradición clásica, los
griegos, desde Safo, que fue quien le mostró el camino cuando a los 15 años se
tropezó con una edición bilingüe de su poesía en la librería del pueblo donde
vivía en Ontario. Lo que la subyugó entonces, afirma, fue el misterio de los
signos en un alfabeto que no podía comprender, pero que aun así le fascinaron.
La obra de la canadiense es una suma de espacios discontinuos, un inmenso
receptáculo que lo abarca todo: música, poesía, filosofía, mística, artes
visuales, escénicas, el cómic... Nada queda fuera. En parte, esa es la razón
por la que, una vez desarticulados los materiales con los que trabaja, los
encierra en libros que a veces son, literalmente, cajas.
Algunas
de sus obras más conocidas dentro de su ingente producción son Eros el agridulce (1986), Cristal, Ironía, Dios (1992), Decreación (2005), y los
libros-caja titulados Nox (2010)
y Flota (2016). Es absurdo
intentar compendiar en un racimo apresurado de títulos el peso de una obra que
cambió la manera de entender la poesía en nuestro tiempo. Una de las facetas
más características de su irrepetible hacer lo representan objetos textualmente
tan inclasificables como la novela en verso titulada Autobiografía de Rojo (1998) o La belleza del marido (2001), definido por su autora como un
ensayo narrativo ficcional en 29 tangos.
El
Premio Princesa de Asturias se dio a conocer poco después de las seis de la
mañana, hora de Nueva York, aunque la poeta se encuentra en Canadá. Con varias
horas de retraso, tras numerosos intentos de dar con ella, por fin llega un
correo electrónico suyo. “Me siento anonadada”, afirmaba, pero respondía
afirmativamente a la invitación de contestar algunas preguntas. Nada más ajeno
a su forma de actuar que la transcripción del intercambio que tuvo lugar a
continuación. “Esta mañana, muy temprano, fui a nadar al lago”, declaraba,
evitando especificar dónde se encuentra. “Cuando volví a casa me encontré con
una tormenta de correos electrónicos que me habían enviado desde España, México
y Sudamérica. Mi primera reacción fue decirle a Currie [su esposo] que me
habían dado un premio muy importante en España. No hagas caso, me dijo, será
algún tipo de estafa de alguien que querrá sacar algo”.
A la
pregunta de cómo ha vivido estos meses, desde la llegada del coronavirus,
responde: “La pandemia nos ha enclaustrado en el espacio de nuestras casas,
limitando nuestros movimientos a los lugares a donde podemos ir en auto. Uno de
mis libros se titula La vida de las
ciudades. Es la historia de cómo una ciudad se inventa a sí misma como
ciudad. Estos días la vida se ha contraído sobre nosotros, y nos ha convertido
a cada uno en una ciudad”. Fin de su primera comunicación.
Al
cabo de un largo lapso de tiempo, llega la segunda tanda de respuestas. “Terminé
ese proyecto, es una versión del Hércules de
Eurípides”, afirma lapidariamente, para inmediatamente matizar, subrayando así
su interés por el género recién descubierto: “Ya estoy trabajando en otro
cómic, sobre sirenas y montañas”.
Sucintamente
explicado, como lo requiere la ocasión, resume su idea de lo que debe ser una
buena traducción, uno de los aspectos más importantes de su hacer: “Traducir es
como nadar. La mejor manera de afrontarlo es zambullirse en el agua sin
pensarlo y después tratar de avanzar en alguna dirección, siempre alejándose lo
más posible de la orilla”. La siguiente pregunta tiene que ver con la
descripción de su obra como una manera de desdibujar las barreras que suelen
separar los géneros literarios. “No le dedico mucho tiempo a pensar en los
géneros en cuanto tales, ni mucho menos a borrarlos; lo que intento borrar es
la preparación, es decir, intento volver a la idea anterior a la aparición de
la idea misma, y después procuro extraer la forma oculta, cuando todavía está
húmeda”.
Con
respecto a su manera de trabajar con distintas formas de expresión artística
(ópera, fotografía, cómic), precisa con críptico laconismo: “Es la idea lo que
trae consigo la forma, pero hay que cogerla desprevenida”. Pregunta de carácter
personal, que la poeta se aviene a contestar. El domingo Anne Carson cumplirá
70 años.
¿Cómo se siente ante un hecho así?
Como
cuando los fresnos se desprenden de su corteza. Se me ha olvidado cómo ser
cortés, o cómo mantener un exterior cortés.
¿Y qué piensa de la adolescente de 15 años
que descubrió a Safo en una librería de Ontario?
Estaba
tan perdida que el viento la hubiera podido arrastrar en cualquier dirección,
pero por alguna razón la arrastró adonde me encuentro ahora. ¡Qué extraño!
¿Qué momentos definieron su carrera como
escritora?
Los
más pequeños que se pueda imaginar: encontrar la palabra adecuada, cambiar un
signo de puntuación. Nada sensacional.
¿Y como lectora?
Los
griegos, todos. Hölderlin, Virginia Woolf, Thomas Hardy, John Cage.
¿Viajará a España a recoger el premio?
Si
los microbios lo permiten, sí.
Antes
de la despedida, aún hay tiempo para una última pregunta...
¿Qué es poesía?
¿No
se le ocurre nada más difícil que preguntar? Aún lo estoy pensando...
en El País, España,
18 de junio de 2020
No hay comentarios.:
Publicar un comentario