jueves, junio 18, 2020

“Aún estoy pensando qué es la poesía”. Entrevista a Anne Carson, de Eduardo Lago





Poeta, ensayista, catedrática de lenguas clásicas y traductora, en la raíz de lo que hace Anne Carson (Toronto, 1950), galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2020, figura el engarce con la tradición clásica, los griegos, desde Safo, que fue quien le mostró el camino cuando a los 15 años se tropezó con una edición bilingüe de su poesía en la librería del pueblo donde vivía en Ontario. Lo que la subyugó entonces, afirma, fue el misterio de los signos en un alfabeto que no podía comprender, pero que aun así le fascinaron. La obra de la canadiense es una suma de espacios discontinuos, un inmenso receptáculo que lo abarca todo: música, poesía, filosofía, mística, artes visuales, escénicas, el cómic... Nada queda fuera. En parte, esa es la razón por la que, una vez desarticulados los materiales con los que trabaja, los encierra en libros que a veces son, literalmente, cajas.

Algunas de sus obras más conocidas dentro de su ingente producción son Eros el agridulce (1986), Cristal, Ironía, Dios (1992), Decreación (2005), y los libros-caja titulados Nox (2010) y Flota (2016). Es absurdo intentar compendiar en un racimo apresurado de títulos el peso de una obra que cambió la manera de entender la poesía en nuestro tiempo. Una de las facetas más características de su irrepetible hacer lo representan objetos textualmente tan inclasificables como la novela en verso titulada Autobiografía de Rojo (1998) o La belleza del marido (2001), definido por su autora como un ensayo narrativo ficcional en 29 tangos.

El Premio Princesa de Asturias se dio a conocer poco después de las seis de la mañana, hora de Nueva York, aunque la poeta se encuentra en Canadá. Con varias horas de retraso, tras numerosos intentos de dar con ella, por fin llega un correo electrónico suyo. “Me siento anonadada”, afirmaba, pero respondía afirmativamente a la invitación de contestar algunas preguntas. Nada más ajeno a su forma de actuar que la transcripción del intercambio que tuvo lugar a continuación. “Esta mañana, muy temprano, fui a nadar al lago”, declaraba, evitando especificar dónde se encuentra. “Cuando volví a casa me encontré con una tormenta de correos electrónicos que me habían enviado desde España, México y Sudamérica. Mi primera reacción fue decirle a Currie [su esposo] que me habían dado un premio muy importante en España. No hagas caso, me dijo, será algún tipo de estafa de alguien que querrá sacar algo”.

A la pregunta de cómo ha vivido estos meses, desde la llegada del coronavirus, responde: “La pandemia nos ha enclaustrado en el espacio de nuestras casas, limitando nuestros movimientos a los lugares a donde podemos ir en auto. Uno de mis libros se titula La vida de las ciudades. Es la historia de cómo una ciudad se inventa a sí misma como ciudad. Estos días la vida se ha contraído sobre nosotros, y nos ha convertido a cada uno en una ciudad”. Fin de su primera comunicación.

Al cabo de un largo lapso de tiempo, llega la segunda tanda de respuestas. “Terminé ese proyecto, es una versión del Hércules de Eurípides”, afirma lapidariamente, para inmediatamente matizar, subrayando así su interés por el género recién descubierto: “Ya estoy trabajando en otro cómic, sobre sirenas y montañas”.

Sucintamente explicado, como lo requiere la ocasión, resume su idea de lo que debe ser una buena traducción, uno de los aspectos más importantes de su hacer: “Traducir es como nadar. La mejor manera de afrontarlo es zambullirse en el agua sin pensarlo y después tratar de avanzar en alguna dirección, siempre alejándose lo más posible de la orilla”. La siguiente pregunta tiene que ver con la descripción de su obra como una manera de desdibujar las barreras que suelen separar los géneros literarios. “No le dedico mucho tiempo a pensar en los géneros en cuanto tales, ni mucho menos a borrarlos; lo que intento borrar es la preparación, es decir, intento volver a la idea anterior a la aparición de la idea misma, y después procuro extraer la forma oculta, cuando todavía está húmeda”.

Con respecto a su manera de trabajar con distintas formas de expresión artística (ópera, fotografía, cómic), precisa con críptico laconismo: “Es la idea lo que trae consigo la forma, pero hay que cogerla desprevenida”. Pregunta de carácter personal, que la poeta se aviene a contestar. El domingo Anne Carson cumplirá 70 años.

¿Cómo se siente ante un hecho así?
Como cuando los fresnos se desprenden de su corteza. Se me ha olvidado cómo ser cortés, o cómo mantener un exterior cortés.

¿Y qué piensa de la adolescente de 15 años que descubrió a Safo en una librería de Ontario?
Estaba tan perdida que el viento la hubiera podido arrastrar en cualquier dirección, pero por alguna razón la arrastró adonde me encuentro ahora. ¡Qué extraño!

¿Qué momentos definieron su carrera como escritora?
Los más pequeños que se pueda imaginar: encontrar la palabra adecuada, cambiar un signo de puntuación. Nada sensacional.

¿Y como lectora?
Los griegos, todos. Hölderlin, Virginia Woolf, Thomas Hardy, John Cage.

¿Viajará a España a recoger el premio?
Si los microbios lo permiten, sí.

Antes de la despedida, aún hay tiempo para una última pregunta...

¿Qué es poesía?
¿No se le ocurre nada más difícil que preguntar? Aún lo estoy pensando...



en El País, España, 18 de junio de 2020











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