(1926-2020)
Con su marido, sus gatos y en su departamento, la reputada actriz nacional representó a una anciana con principios de Alzheimer en Gatos viejos, de Sebastián Silva y Pedro Peirano, (…). Si bien su rol tiene una evidente relación con su propia vida, Bélgica Castro conserva una lucidez, memoria y asertividad notables a sus 90 años. Acá repasa algunos de sus trabajos cinematográficos más significativos, especialmente sus actuaciones en las películas y series de Raúl Ruiz, el único director al que nunca le dijo que no.
El mismísimo Alejandro Sieveking, su esposo y coprotagonista en la película –y esencialmente dramaturgo imprescindible en las tablas nacionales, gracias a títulos como La remolienda y Tres tristes tigres, ambas además adaptadas al cine– nos abre la puerta del acogedor y fascinante departamento frente al cerro Santa Lucía en el que Bélgica Castro y él viven hace ya varias décadas; el mismo hogar que sirvió de locación principal a la recién estrenada Gatos viejos, y en el que precisamente una presencia ineludible además del matrimonio es la gata Tamar, uno de los dos saludables felinos que también aparecen en el film (el otro, Kliban, bautizado así en homenaje al dibujante neoyorquino que se hiciera famoso por sus gatunas ilustraciones, falleció luego del rodaje). De seguro sabiendo su posición privilegiada en el hogar, Tamar aparecerá a ratos para supervisar la conversación, entregando incluso su opinión a través de insistentes maullidos.
Definitivamente conversar con esta verdadera leyenda viviente de la actuación en Chile es un agrado y un privilegio, y se pasa el tiempo volando; no sólo por tener mucho que contar y recordar de entre lo vivido a lo largo de sus varias décadas de elogiada y premiada trayectoria teatral llenas de hitos –hace siete décadas fue una de las fundadoras del Teatro Experimental de la Universidad de Chile, y además recibió el Premio Nacional de Arte–, sino además por una filmografía que no incluye demasiados títulos, pero de todos modos es memorable y llena de aciertos. Envidiablemente activa y saludable a sus 90 años, siempre amable, entrañable y sencilla, ejercita permanentemente su memoria –«fíjate que de algunas obras de teatro todavía me sé el texto», comenta con sencillez–, lo que le permite seguir vigente en los escenarios, como confirmó hace menos de dos meses actuando en la obra Home, junto a su marido y a Héctor Noguera y Delfina Guzmán, y actuando también en otro de sus grandes amores: el cine.
Justamente en torno a su afición fílmica, en la que reconoce haber admirado particularmente el trabajo de actrices como Ingrid Bergman y Giulietta Masina, por mencionar sólo a dos, partieron los recuerdos: «Es difícil recordar tanto, porque claro, yo desde que tenía unos 12 años estoy viendo películas... Mis papás eran muy aficionados al cine. Yo vivía en Temuco, nos llevaban continuamente a los niños al cine, por lo menos dos veces a la semana. Me acuerdo que no eran películas mudas, sino películas habladas. Me fascinaban, me gustaba mucho ir al cine. Era una cosa mágica, bonita, atractiva. La primera película que recuerdo más claramente, ya no en Temuco sino cuando había llegado a Santiago, en el Cine Metro, que estaba en Bandera, dieron una película que me impactó durante mucho tiempo; Lo que el viento se llevó. Era muy atractiva, impactante, y me parece que era la primera que veía en color, me produjo mucho efecto. Cuando yo estaba en la universidad acá en Santiago, la costumbre era ir al cine, cuando no había clases; o a veces más si la película era muy atractiva, sobre todo películas francesas. Mi generación despreciaba mucho el cine estadounidense, entonces tratábamos de ver películas francesas, a estas alturas ya no me acuerdo de todos los títulos, pero íbamos mucho con mis compañeros de la misma universidad. Como las funciones eran rotativas, ¡uno veía la misma película tres veces!».
«El año 55 fui invitada por la compañía El Galpón de Montevideo para trabajar allá actuando en Las tres hermanas. Vivía en casa de una amiga que era profesora, entonces como trabajaba todo el día y yo tenía ensayos y funciones sólo en la noche, tenía todo el día libre, por lo que aprovechaba de ir al cine temprano; y así vi por primera vez una película que me impactó tremendamente, que era distinta a todo lo que habíamos visto hasta ese momento. La Strada, de Fellini. Era tan impactante, que iba todos los días a verla, después ya me la sabía de memoria. Después cuando volví a Chile y conocí a Alejandro en ese momento, los dos éramos aficionados al cine y nos hicimos seguidores de Fellini y todo lo que en ese momento significó el cine italiano, un cambio radical. Uno a esas alturas ya despreciaba de tal manera el cine comercial norteamericano, que se aficionó a ver películas europeas».
Precisamente las películas que le impactaron más contaban con grandes actuaciones femeninas en los roles protagónicos: Scarlett O'Hara y Gelsomina...
Claro, es verdad... pero creo que lo que hay que destacar siempre en el cine es el director. Es el dueño del espectáculo. Porque si uno cuenta con un buen director actuar es más fácil que en el escenario teatral, aunque no hay que dejar de considerar que siempre se necesita un buen guión.
Ustedes dos siguen yendo aún al cine de vez en cuando.
Sí, no nos gusta nada ver películas en televisión, salvo a veces en el cable cuando dan buenas antiguas. De hecho, tampoco compramos películas. Hace poco fuimos a ver una película italiana que nos gustó bastante, Cosa voglio di piu. Claro, si hay películas atractivas vamos. Por ejemplo, Medianoche en París, en general las de Woody Allen nunca dejamos de verlas, dirige muy bien.
Para mi criterio, el teatro es lo más difícil, atractivo y profundo que se hace como espectáculo. Porque las cosas pasan con los actores en vivo, directamente ante los ojos del espectador. Eso significa una interpretación muy delicada, y puedo decir que yo, que he hecho tanto teatro y también he hecho un poquito de cine, creo que las actuaciones que uno ve en las películas han mejorado las actuaciones teatrales. Ahora el espectador no acepta lo excesivamente teatral, tiene que ser más cercano a la realidad, a la verdad; por supuesto que nunca es totalmente verdad, pero de todos modos el espectador debe sentirse comprometido cuando ve una obra de teatro. Esa delicadeza de la actuación la ha mejorado el cine, porque en el cine son solamente los ojos los que expresan... tú no puedes gesticular excesivamente (ejemplifica con sus gestos). Es una cosa de evolución...
Filmografía breve pero contundente
Las apariciones de Bélgica Castro en la pantalla grande han sido escasas, pero siempre han logrado dejar huella. Si bien ya había tenido una fugaz incursión en el cine al aparecer en Hollywood es así de Jorge Délano, en 1944, fue en la década de los 70, con El fin del juego, que su presencia cinematográfica se hizo algo más regular, a pesar del extenso paréntesis que significaron los años que ella y Sieveking vivieron en Costa Rica luego del golpe de Estado en Chile y la muerte de su querido amigo y colega Víctor Jara. Entre el puñado de títulos que la han tenido como parte del elenco figuran la primera incursión fílmica de Boris Quercia como cineasta, el corto El lanza, El hombre que imaginaba, de Claudio Sapiain, e incluso la ya mítica cinta que Patricio Kaulen no alcanzó a terminar, Viva Crucis.
Y ojo, que los pocos filmes que la han contado en el reparto no significan que no le ofrezcan roles: «Es importante seleccionar bien lo que vas a hacer, no puedes hacer cualquier cosa. A mí me mandan muchos guiones o me llaman por teléfono ofreciéndome nuevas películas, pero yo tengo mucho cuidado con eso. Al que siempre dije que sí fue a Raúl Ruiz, porque lo conocí de cuando él hizo las primeras cosas en teatro. Y después cuando hicimos la primera película juntos, le tenía confianza, sabía que era una persona exigente, siempre que me llamaba le decía que sí».
Esa primera película juntos fue Palomita blanca...
Yo había leído el libro, era muy popular en su época, era interesante. Yo leo mucho... Hay novelistas chilenos muy buenos y otros malitos, como esta niña, Marcela Serrano... leí la mitad de una novela suya y no me gustó...
O sea que usted jamás actuaría en una película basada en una novela de ella.
Depende, si la película contara con un buen guión... incluso esas novelas malas pueden filmarse. Pero la lectura es otra cosa, tiene que cazarte, atraparte con su historia y su redacción. Las películas te atrapan por muchos otros motivos. Volviendo a Palomita Blanca, yo con todo entusiasmo fui a trabajar en cine con Raúl. Eso sí, fue una lástima que cuando al fin la estrenaron, después de 20 años, la mostraran tal como la encontraron... La película no estaba lista, Raúl tendría que haberla editado, tiene cosas que están de más y él habría cortado. Toda la parte de la gente rica está muy mal hecha, creo que eso Raúl lo habría cortado... Hay cosas que se alargan demasiado, aunque la parte de los pobres sí funciona... Lo que hicieron con la película fue como hacer un hallazgo arqueológico, pero como el autor estaba vivo, aunque no vivía acá él debió haber participado más directamente. Por eso pienso que no se le hizo verdadera justicia a la película. Se lo comenté, le dije que estaba en completo desacuerdo y que podría haberla editado, pero a él no le importaba nada, decía ¡que la den toda no más! (se ríe).
Sea como sea su actuación siempre ha sido elogiada como uno de los elementos más destacados de la película, como en la ya famosa escena en que está enferma...
¿Sí, tú crees? Muchas gracias... sí, esa escena donde digo garabatos... (se ríe).
¿Improvisaron mucho?
Claro, pero sólo un poco, porque Raúl te entregaba un guión, había escrito cosas larguísimas y después que te las aprendías, te decía "no, no, mira, lo vamos a hacer de otra forma". Raúl era muy especial... En mi educación teatral no hay improvisación, lo que haces es mostrar una obra de teatro, que fue escrita para ser representada, entonces tú tienes que ser lo más fiel posible dentro de tus condiciones a lo que quiso el autor, ya sea Shakespeare, Ibsen o Chejov... representas lo que tenían en la cabeza, entonces no puedes improvisar. De hecho me cargan las improvisaciones en teatro... en cine puede ser pero si no se tiene un texto demasiado exigente y que exija respetarlo fielmente.
¿Y cómo me fueron los trabajos más recientes con Ruiz, cuando volvieron a trabajar juntos?
Días de campo fue una maravilla. Es una excelente película, hecha muy profundamente, con mucho cuidado. Pasamos días y días en esa casa... es una de las cosas que más me ha gustado hacer, porque era muy seria y lograba reflejar un ambiente fantástico. Además Raúl se daba cuenta que había que hacerle justicia a los textos de Federico Gana. Luego hicimos La recta provincia, que filmamos en el campo durante meses; ahí fue un agrado además trabajar con el director Ignacio Agüero, que es un encanto de persona, y es un buen actor, que lograba un realismo notable y conseguía hacer cosas bastante difíciles. El resultado de esa serie fue muy bueno... ¡lo malo es que la daban casi de madrugada, pensarían que no iba a tener rating!
¿Qué puede comentar de su último trabajo juntos, la serie Litoral?
Fíjate que creo que no estaba bien hecha, tengo recuerdos tan malos de esa serie, era muy irregular y se hizo muy apurada. Su mamá estaba muy enferma y él estaba pasando más tiempo en Chile... se puso a filmar la serie sin realmente hacerle mucho caso; después vi un par de capítulos en televisión, pero no me gustó, fue una lástima, creo que eso debería borrarse como trabajo de Ruiz. De todos modos siempre trabajar con él fue un privilegio, lo que me pidiera lo iba a hacer, aunque no me pasara un guión, y eso no lo hago con nadie más, porque siempre antes que nada, tengo que leer el guión. Ruiz tenía mucha preparación, y es una de las personas que conozco... que conocí, más cultas, era inverosímil, había leído todo lo que se podía leer. Tenía cosas muy simpáticas, una vez estábamos almorzando y empezó con esos versos famosos de las Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique, «Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte contemplando cómo se pasa la vida...» y yo lo seguí, entonces estuvimos los dos un buen rato alternando en el recitado... Los actores que estaban ahí, todos jóvenes, nos miraban sorprendidos y decían "¿qué es eso, de dónde lo sacaron?" entonces Raúl se enojó tanto, se paró de la mesa y les dijo las cosas más horrorosas, «¡esa es la educación de Pinochet, no saben nada, no conocen los clásicos!» (se ríe).
También destaca con cariño y reconocimiento sus trabajos con otros dos cineastas: Andrés Wood, quien la dirigió en El desquite y La buena vida («es muy buen director, y muy cuidadoso y detallista; ha sido bueno trabajar con él, sobre todo porque me tocaron dos personajes muy distintos»), y Ricardo Larraín, para quien en Chile puede interpretó un divertido y muy especial rol masculino: «Esa fue una aventura increíble, Larraín es un encanto y un muy buen director, y fue muy gracioso hacer de hombre, lo hice con mucho entusiasmo, tenía que usar una panza falsa y vestida con esa ropa me veía más chica de lo que soy... era muy divertido, además lo que fue tener puesta esa barba, que se me caía a cada rato. Yo lo pasé regio».
¿Y cómo ha sido el trabajo con Sebastián Silva? Usted y su marido ya actuaron para él en su ópera prima, La vida me mata, y ahora en su película junto a Pedro Peirano, la recién estrenada Gatos viejos.
Siempre es muy difícil verse a uno mismo en el cine. Para Gatos viejos, estuvieron durante un mes trabajando acá en el departamento. Fue increíble, con 16 personas acá desde las 7 de la mañana... pero fue una muy buena experiencia, nos tocaron esas escenas bien violentas con Claudia Celedón, salieron bien por suerte. Me encanta trabajar con Sebastián, es una persona que tiene el cine metido dentro, y hacen un gran dúo con Peirano, lo que incluso mejora la situación, porque Sebastián es muy acelerado, y se complementa bien con Peirano, que lo tranquiliza un poco.
Considerando que usted y su esposo interpretaban a un matrimonio y actuaban en su propio departamento, ¿pudieron hacer aportes personales?
No, los dos con Alejandro somos enemigos de las sugerencias.. Sebastián tenía la idea de su película en la cabeza, uno es una partecita de la película. Y yo siempre estoy dispuesta a seguir trabajando en cine, lo que yo quiero es que el cine chileno sea bueno, que las películas ganen premios en festivales internacionales. Y si hay proyectos, historias y cineastas que me interesen, seguiré en esto... mientras pueda.
en Revista Mabuse, Nº 88, 2011
Bélgica Castro y Alejandro Sieveking
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