El
cielo de los tártaros es puro y vasto de noche.
Una
nube se aísla y flota.
Con
lanzas en la mano, por las puertas
de la muralla del norte,
salimos
alegres al ver el sol.
Pero
la sombra se extiende y hemos de seguir
nuestro camino.
Ya no
resplandece el sol sobre las llanuras del norte;
es el
frío que atrapa el gran océano.
Su
soplo mortal galopa por llanuras desiertas.
Al
anochecer los caballos beben hielo;
mientras
sobre los caminos caen los guerreros
agotados,
para
morir sobre la arena amarilla.
Sosteniendo
a los que aún caminan, se apoyan
unos en otros;
lamentando
a los caídos, enjugando el llanto.
Cuando
una tropa avanza, responde a una ley eterna;
los
vivos tienen su premio y nada tienen los muertos.
Así,
para los difuntos todo ha terminado.
En
soledad, los sobrevivientes, guardan su pena inútil.
en Poesía
china, 1960
Antologadores: Rafael Alberti y María Teresa León
Armonización: Carlos Almonte
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