Marqué
con hojas de higuera el dolor de un rastro sin retorno, para no perder u
olvidar los bailes preparados por su derrota e intervenir en el bosquejo de su
modesto territorio. Entre hierbas y repeticiones aprendí de sus hemisferios
atravesados por diversos diálogos, entonces me alejé de cualquier superficie
que no tuviese que ver con lo nuestro, y comencé creando un nuevo silabario de
costuras y puntos problemáticos. Costuras y puntos de recorridos agrietados por
la lluvia, que como agujas punzantes decapitan su progresiva soledad. He
contenido parte de esa ruta, donde la extensa realidad se explica en el tamaño
de sus agujeros, y nos mantiene hambrientos frente al transcurso de mi olvido
sagrado, un gesto que prolonga su distancia y deseo.
en Niñas con
palillos (Antología), 2016
Ediciones Balmaceda Arte Joven
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