martes, enero 14, 2020

«La piedra del pueblo», de Efraín Barquero







La piedra es nuestra única arma
con una mezcla de sangraza y de llanto.
La dulce piedra de las construcciones
es nuestra única arma,
pero también la iracunda, la implacable, la áspera,
la piedra guerrera de las barricadas,
la cruel de los derrumbes exactos,
la paciente y serena de los precipicios,
la piedra incansable de las erosiones,
la azul y veloz de las hondas anónimas,
la piedra del agua, la piedra del tiempo,
la embriagada de muerte y de azufre, la necesaria
piedra de las erupciones,
la piedra del pueblo!

He aquí nuestra arma elemental y primitiva,
empuñada en las manos con saliva y con tierra,
con sudor y con lágrimas, con clavos y dientes,
con crispación inexorable de mano de muerto,
con lucidez de aferrarse a un último resquicio,
con alegría de encerrar una estrella,
con desnudez de igualarse a una piedra,
con pureza de sentir sólo su peso,
he aquí nuestra única arma,
                                     catapulta
lamida por el fuego secreto de las manos,
alimentada en el frío de nuestra certeza,
moldeada en silencio a toda hora
para el sitio preciso del asalto.

La piedra del pueblo!

Arma de todos los caminos, piedra simple.
Conciencia de todos los tiempos, piedra eterna.
Esperanza de todas las ruinas, piedra verde.
Unidad de todos los esfuerzos, piedra pura.
Vestigio de todos los derrumbes, piedra intacta,
Consistencia de todas las mezclas, piedra pobre.
Dureza de todas las venganzas, piedra fría.
Seguridad de todas las victorias, piedra múltiple.
Paciencia de todos los cimientos, piedra dura.
Mirada de todos los rincones, piedra inmóvil.
Amenaza de todos los desiertos, piedra roja.
Temporalidad de todas las cosas, piedra insomne.
Piedra de todas las piedras,
                                              piedra tuya,
                                              piedra mía,
                                              piedra nuestra!




1954












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