viernes, noviembre 15, 2019

«La cabeza de Valdivia», de Rodrigo Olavarría







Ustedes le dicen Desastre de Curalaba, Pelentaro la llama
            La Gran Victoria.
Tal vez no lo sepan, pero su dolor siempre será un triunfo para nosotros.
Después de la batalla de Cañete le pregunté a Valdivia si tenía un mensaje.
Me dijo que no creería la palabra de un salvaje adorador de Eponamón,
que él lo había dado todo por trazar geometrías para que Chile existiera.
Yo le dije: Valdivia, Chile solamente va a existir hasta que deje de existir.
Miró nuestra tropa integrada por mongoles, keniatas, tarahumaras y otros,
alzó la vista hacia el sol como buscando una certeza y escupió al suelo.
Entonces Caupolicán dijo que tenía sed, que feliz tomaría
            chicha de cráneo.
Leucotón, que estaba al lado, de un mazazo le sacó la cabeza a Valdivia,
todos quedamos en silencio, alguien vació la calavera y la llenó con chicha.
Estábamos gritando y bebiendo felices cuando vimos el cadáver agitarse
y del cuello surgir un hueso que se hinchó y se cubrió de tendones y pelos.
Carne, dientes, orejas, ojos sin órbita y una lengua que empezó a maldecir:
«Caupolicán, si en algo odio mi destino es que tu nombre irá unido al mío.
No deseo para ti un suplicio que te convierta en mártir ejemplar y señero».
Cuauhtemoc, último tlatoani, cortó la nueva cabeza de Valdivia y la vació,
pronto el cráneo fue llenado con chicha y ofrecido a nuestros guerreros,
dos segundos después escuchamos la voz de una garganta en formación,
del flamante cráneo manaban injurias y parecía a punto de explotar.
«Sólo deseo que un indígena ficticio reemplace tu imagen en monumentos,
que un urbanista te instale en el cerro Huelén y en logos de farmacias».
Un guerrero hutu arrancó esta nueva cabeza de Valdivia y nos la ofreció,
ya llenábamos la testa con chicha cuando apareció una nueva que gritó:
«Te deseo el peor de los suplicios y que los indios te repasen con flechas».
Un machete lo calló y al rato otra cabeza repetía las amenazas
            de la primera.
Así mil veces, hasta que todos bebíamos directo del cráneo de Valdivia.




en Memoria poética. Reescrituras de La Araucana, 2012














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