Desde
hace mucho el poder de esta provincia
va de
mano en mano.
El general
Li Tang predica el orden en las cuentas.
El
poeta Xi Wang predica sobre la equidad.
Sin
embargo, al final de cada año,
ambos
disponen del maíz del pueblo,
abarrotando
sus despensas.
Esto
ha ocurrido durante décadas;
tal
vez cientos o miles de años.
Algunos
amigos, inocentes y nobles,
creen
en Wang y culpan a Tang.
Otros
amigos, inocentes y nobles,
creen
en Tang y culpan a Wang.
Su
fervor les impide ver
las débiles
enmiendas de uno y otro.
Hace
nueve lunas sucedió lo inesperado.
El
pueblo levantó su voz
a
partir de un nuevo impuesto del poeta.
Miles
montaron caballos esmirriados
clamando
y exigiendo
hasta
que el poeta retomó las fauces
de su
libertad a medias, de su democracia,
la
que desde siempre ha favorecido a pocos.
Ahora
vivo retirado,
observando
el frugal declive de las flores,
sintiendo
la brisa del océano
y
bebiendo el agua fresca de los manantiales.
Mis
amigos reclaman mi retorno,
y sin
embargo permanezco inmóvil frente al río.
Les
digo que el hombre y la injusticia van unidos,
en
dirección exacta al ciclo apenas terminado.
en
Poesía política de la Antigua China,
1961
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