miércoles, mayo 22, 2019

«Rambo: Primera sangre», de David Morrell

Fragmento / Traducción de Carmen Vergara





Miró hacia donde el camino se dirigía a la ciudad y hacia dónde se alejaba de la ciudad, y entonces se decidió. Cogió la cuerda de su saco de dormir, la pasó por encima del hombro y comenzó a caminar rumbo a Madison otra vez.

Los árboles, a ambos lados del camino que descendía por la colina rumbo a la ciudad, eran mitad verdes y mitad rojizos; las hojas rojizas pertenecían a las ramas que colgaban sobre la carretera. Por los gases de los escapes, pensó. Los gases de los escapes las matan temprano.

Aquí y allá, al costado del camino, se veían animales muertos, posible-mente embestidos por los coches, hinchados y cubiertos de moscas, tirados bajo el sol. Un gato en primer lugar, con rayas semejantes a las de un tigre —parecía haber sido un animal bastante hermoso además—, luego un perro, un cócker, después un conejo y finalmente una ardilla. Esa era otra cosa que le debía a la guerra. Observaba mucho más las cosas muertas. No con horror. Solamente con curiosidad por saber cómo habían alcanzado su fin.

Pasó junto a ellos, por el costado derecho del camino, haciendo señas con el dedo pulgar para que alguien le recogiera. Su ropa tenía una fina capa de tierra amarilla, el pelo largo y la barba estaban sucios y enmarañados, y todos los que pasaban en los coches le miraban pero ninguno se detuvo para recogerle. ¿Por qué no haces algo para mejorar tu aspecto? pensó. Aféitate y córtate el pelo. Arregla tu ropa. Así podrás conseguir que alguien te recoja. Porque una navaja es un freno para ti, y porque para cortarte el pelo tienes que gastar dinero con el que podrías comprar comida, y además ¿dónde te afeitarías? No se puede dormir en un bosque y salir de allí hecho un príncipe. ¿Y entonces por qué caminas de un lugar a otro y duermes en los bosques?

Tras esta pregunta su mente giró con un movimiento circular y volvió a pensar en la guerra. Piensa en otra cosa, se dijo a sí mismo. ¿Por qué no das media vuelta y te alejas? ¿Por qué volver a esta ciudad? No es nada especial.

Tengo derecho a decidir por mí mismo si quiero o no quedarme allí. No voy a tolerar que lo decida otra persona por mí.

Pero ese policía es más amable que los otros. Más razonable. ¿Por qué contrariarle? Haz lo que te dijo.

El hecho de que una persona sonría cuando se entrega una bolsa llena de mierda, no significa que tengo que aceptarla. Me importa un comino que sea amable. Lo que me importa es lo que hace.

Pero tú pareces algo indómito, capaz de armar lío. Ese es un punto a favor de él.

Yo también tengo un punto a mi favor. La misma cosa me ha sucedido en quince malditas ciudades. Esta será la última. No volverán a echarme de mala manera.

¿Por qué no se lo explicas a él, aclaras un poco tu situación?

¿O tienes ganas de verte envuelto en un lío? Estás ansioso por entrar en acción, ¿verdad? Así puedes demostrar lo que vales, ¿no es así?

No tengo por qué dar explicaciones sobre mi persona a él o a ningún otro. Después de lo que he pasado, tengo ciertos derechos que no necesitan explicación alguna.

Cuéntale por lo menos cómo obtuviste tu medalla, lo que te costó.

Era demasiado tarde ya para impedir que su mente completara el movi-miento circular. Volvió a pensar en la guerra otra vez.





1972



















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