martes, abril 23, 2019

"Teillier político", de Juan Carlos Villavicencio







Desde muy joven Jorge Teillier ya tenía asumida su vocación, su entrega como ser humano a un camino por el que transitaría con una serie de códigos infranqueables, que lo harían resistir firmemente los embates del medio. Su tono poético viene desde un principio siendo asumido por la crítica como dando cuenta de un desastre desolador, de la pérdida sin retorno de una época idílica, de un mundo acabado también para la historia o la esperanza.
El poeta debe tener una actitud tal que considere su entorno, desde sus más profundas raíces hasta al prójimo que cruce en su camino. Debe vivir la poesía como un hecho cotidiano,[1] enfrentado a la injusticia de la existencia sistémica, siempre de la mano de principios de alto valor ético y poético:

       «Tú sabías que la poesía debe ser usual como el cielo
              que nos desborda,
       que no significa nada si no permite a los hombres acercarse
              y conocerse.
       La poesía debe ser una moneda cotidiana
       y debe estar sobre todas las mesas
       como el canto de la jarra de vino que ilumina los caminos
              del domingo.
       Sabías que las ciudades son accidentes que no prevalecerán frente
              a los árboles,
       que la poesía no se pregona en las plazas ni se va a vender a
              los mercados a la moda,
       …y que de nada sirven
       los grandes discursos tartamudos de los que no tienen nada
              qué decir.
       La poesía
       es un respirar en paz
       para que los demás respiren».[2]
Lamentándose de no poder escribir una poesía social, comprometida con las causas populares, tenía la certeza de que la verdadera guerra debía ser dada por la poesía, armada de la belleza para «superar la avería de lo cotidiano»:[3]

       «Hijo de comunista, descendiente de agricultores medianos o pobres y de artesanos, yo, sentimentalmente, sabía que la poesía debía ser un instrumento de lucha y liberación y mis primeros amigos poetas fueron los que en ese entonces seguían el ejemplo de Neruda y luchaban por la Paz y escribían poesía social o de ‘realismo socialista’. […] Pero yo era incapaz de escribirla, y eso me creaba un sentimiento de culpa que aún ahora suele perseguirme. Fácilmente podía ser entonces tratado de poeta decadente, pero a mí me parece que la poesía no puede estar subordinada a ideología alguna, aun cuando el poeta como hombre y ciudadano (no quiero decir ciudadano elector, por supuesto) tiene derecho a elegir la lucha a la torre de marfil o de madera o de cemento. Ninguna poesía ha calmado el hambre o remediado una injusticia social, pero su belleza puede ayudar a sobrevivir contra todas las miserias».[4]
Teillier, simpatizante de ideas de izquierda y del que sería luego Presidente de Chile, Salvador Allende Gossens, se mantuvo siempre ajeno a todo aquello que lo pudiera finalmente vincular con el poder. De hecho, optó por refugiarse en su trabajo en el Boletín de la Universidad de Chile en vez de buscar un cargo más expuesto a partir de su prestigio o simpatía con la izquierda. Si bien fue cauto a la hora de abanderarse con las políticas sociales implementadas, primero por Frei Montalva y luego por Allende, no dejó de apoyar lo que veía como un camino más justo para Chile. A propósito de la victoria de Salvador Allende y la Unidad Popular en las elecciones presidenciales del 4 de septiembre de 1970, escribió:

       «Me gustó ir a mi pueblo en la hora del triunfo. Se respira un aire nuevo hasta en las ramadas donde se cantaba Venceremos. Un aire nuevo que no soportan los momios que hablan de irse al extranjero, amenazan de muerte a los dirigentes locales de la Unidad Popular. Claro, no se pueden conformar con un mundo nuevo en donde, entre otras cosas, no puedan darle leche a los chanchos como lo hacen ahora, antes de venderla a un precio justo. Había un aire nuevo. Nuevo como la sangre bullente de las manzanas en la chicha con la cual bebimos este Dieciocho con los viejos amigos que esperaron y lucharon 18 años por el triunfo de Allende y la Unidad Popular».[5]

Los principios familiares, sin embargo, se habían visto ya enunciados en «Retrato de mi padre, militante comunista»,[6] poema escrito a principios de la década de 1960, tiempo por el cual expresaba en una entrevista su opinión tanto de Chile como de América Latina en general:

       «Vivimos una situación de orfandad y dependencia que hace que todos los chilenos tengamos una actitud mendicante y un complejo de inferioridad. […] Nos hemos fijado metas que no nos corresponden. No es el único valor tener solamente dinero. […] Es necesario que empecemos a existir».[7]



en Nostalgia de la tierra, 2013








[1] Dice Teillier: «[La poesía] es la verdadera vida. Es vivir. […] En la poesía se descubre el verdadero mundo que está dentro de uno». (en Anamaría Maack: «Poesía es libertad», El Sur, Concepción, 29 de septiembre 1985).
[2] Jorge Teillier: «El poeta de este mundo», en Muertes y Maravillas, Editorial Universitaria, 1971.
[3] Jorge Teillier: «Sobre el mundo donde verdaderamente habito o la experiencia poética», en Muertes y Maravillas, Editorial Universitaria, 1971.
[4] Ibidem. Años más tarde diría: «No puedo escribir así aunque debiera hacerlo. Muchas veces he sentido esa contradicción y me digo ‘si tengo esa arma que es el verso o la escritura’ por qué no usarla para denunciar cosas que me molestan, como las desigualdades sociales, el estado de brutalidad, el imperio del poder sobre la razón. Pero simplemente no nace y no puedo forzarme: sería artificial». (en Hernán Ortega Parada: Jorge Teillier, arquitectura del escritor, LOM Ediciones, Santiago, 2004, p. 76).
[5] Jorge Teillier: «Los días del triunfo en Lautaro», Puro Chile, Santiago, 5 de octubre 1970, p. 7.
[6] Jorge Teillier: «Retrato de mi padre, militante comunista», en Muertes y maravillas, Editorial Universitaria, 1971.
[7] En Hernán Loyola: «Poemas del país de nunca jamás», El Siglo, Santiago, 22 de marzo 1964, p. 2.







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