Los sureños en botes con cabeza de dragón compiten en velocidad,
las pálidas doncellas en los asientos de bambú se balancean.
Arrancando flores dulces, las mujeres viven de hidromiel,
pisando el campo verde, la gente del pueblo va y viene.
Vuelan las nubes flotantes, sombría se ve la colina a lo lejos;
tenue suena la flauta, tranquilos los jardines desiertos.
Empapado en la luz pura de la luna, el patio del medio está en silencio.
Dejando las sombras, incontables sauces se alborotan.
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