El mendigo ciego:
-¡Una limosnita, por amor de Dios!
Pero no es ciego, porque ahora ha abierto un ojo.
La señora –enfurecida porque el ciego ve- no le da limosna.
-Me has pretendido engañar, ¡miserable!
-Pero, señora, cálmese usted –responde el limosnero- ¿no es
mucho mejor que haya pretendido engañarla que ser ciego verdaderamente?
en
Escritos mundanos, 1985
1 comentario:
Gracias pro ayudarme
Publicar un comentario